Idioma original: inglés
Título original: The sense of an ending
Año de publicación: 2011
Valoración: Recomendable
Los escritores británicos contemporáneos (algunos escritores británicos contemporáneos, por lo menos) tienen la capacidad de ser divertidos sin resultar triviales -una capacidad, por otra parte, muy cervantina-. En la literatura española actual, si se quiere hacer humor se recurre casi siempre al humor absurdo o al juego lingüístico; pocas veces se recurre a la ironía fina, no necesariamente hiriente, como forma de distanciamiento, de crítica e incluso de conocimiento de la realidad. Será porque en Gran Bretaña (y en Irlanda) existe una larga tradición de escritores ingeniosos, satíricos y humorísticos, tan prestigiosos como los escritores "serios": Oscar Wilde, Chesterton, Jonathan Swift... y más recientemente Roald Dahl, Saki, Woodehouse...
Efectivamente, Julian Barnes (como Nick Hornby, como Zadie Smith, como Ian McEwan cuando le apetece...) tiene esta capacidad para contar historias trágicas con una media sonrisa (tongue in cheek, con la lengua en la mejilla, se dice en inglés). Esto ya se notaba en Nada que temer, un libro que era una reflexión sobre la muerte que entretenía y hasta hacía reír; y también en El sentido de un final, cuya trama es digna de un culebrón venezolano pero que se salva de serlo, entre otras cosas, por su ligereza y su humor.
El sentido de un final empieza como una novela sobre la amistad: tres chavales adolescentes, entre ellos el narrador, reciben en su pandilla a un cuarto, Adrian, más inteligente, más brillante y (todavía) más pedante que ellos. De pronto surge otra subtrama: la relación amorosa del protagonista, Tony, y Veronica, una muchacha algo extraña con la que las cosas no terminan bien. Poco después descubrimos que las dos tramas son la misma: el clásico triángulo amoroso con final trágico (y no digo más para no destripar el argumento). La segunda parte de la novela transcurre varias décadas más tarde, cuando el narrador recibe algunos documentos que revuelven su conciencia, e intenta saldar cuentas con el pasado.
Aunque suene a chiste, lo que menos me ha gustado de El sentido de un final es precisamente su final, porque es donde el aire a culebrón se desboca. El profesor de literatura que protagoniza El chico de la última fila, de Juan Mayorga, le explica a su alumno que un final debe ser al mismo tiempo necesario y sorprendente. El final propuesto por Julian Barnes, desde luego, es sorprendente, pero de necesario tiene muy poco; más bien es bastante excesivo, diría yo...
Sé que Julian Barnes tiene muchos y muy apasionados defensores; sin ir más lejos, esta novela ganó el Man Booker Prize. Personalmente, no creo que sea una obra maestra, pero sí una novela entretenida y con más profundidad de lo que puede parecer. En cualquier caso, Julian Barnes es un autor al que apetece seguir leyendo, a la espera de descubrir su obra maestra...
También de Julian Barnes en ULAD: Aquí
2 comentarios:
Si buscas su obra maestra El loro de Flaubert y Arthur y Geoge se acercan bastante.
La semana que pasó vi la peli basada en el libro que insinúa una solución al misterio final y me dejó tan intrigada que busqué el libro para cerciorarme. No había leído nada de Barnes y, a decir verdad, hace rato que no leo. Ayer he terminado el libro y reconozco que me gustó un poco más que la peli. Me recordó algunos libros japoneses, guardando las proporciones, donde lo principal es lo que se omite. En lo que respecta al final, estoy de acuerdo contigo, lo deja demasiado claro, quizás la peli, en ese sentido esté mejor. Me atrajeron algunos personajes, por un lado me fascinaba Adrián, me habría gustado saber algo más de él y por otro, también me intrigó bastante el personaje de Verónica. Supongo que dibujarlos a medias es lo atractivo de este tipo de narradores.
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