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jueves, 13 de marzo de 2025

Emma Cline: La invitada

Idioma original: inglés.
Título original: The Guest.
Traducción: Inga Pellisa
Año de publicación: 2024.
Valoración: recomendable.

Tercera novela que leo de Emma Cline y, aunque ni la anterior Harvey ni esta La invitada vienen rodeadas del revuelo que supuso su toma como miembro femenina del clan Manson en Las chicas, sí empiezo a reconocer un cierto patrón, un perfil de personalidad de esta joven escritora californiana, y aunque sus novelas todavía no hayan llegado a las altas cotas que algún crítico exagerado – los hay – le ha asignado, me está gustando su evolución y su valentía a la hora de afrontar perfiles, digamos, complicados, como mínimo, nada al uso. Aunque no se haya puesto en el sitio de una hippy manipulada y criminal, o en el de un productor poderoso y depredador, para esta novela elige la cómoda tercera persona y encarna a Alex, una joven californiana que se ve envuelta en un obligado tránsito, físico y psicológico, cuando uno de los hombres con que suele convivir la despacha, temporalmente, de su vida y se ve obligada – pues los amigos con que convivía también la han echado de su casa – a planificar dónde va a estar durante los próximos siete días.

En ese momento la novela toma un aire reminiscente de dos clásicos: como Holly Golightly, la ocupación que hasta ese momento ha desempeñado Alex para ganarse la vida no acaba de quedar clara. Parece no tener reparos en emplear el sexo como retribución a cambio de que los hombres – jóvenes y no tanto – que frecuenta le cedan su tiempo, su espacio, algún rincón un poco oscuro de sus existencias. Y como Holden Caulfield ha de enfrentarse, en una temprana edad, a la imposición de la aventura, a la incerteza, a ese vagar que puede parecer tan atractivo siempre y cuando no sea la única opción. En ese punto, el devenir de Alex por amigos, antiguas parejas que la asedian, pequeños robos a que se ve obligada para subsistir, amistades a que recurre para pasar tiempo en una fiesta, en una casa, se convierte en el nudo de la novela, quizás una trama algo escueta y que hubiera quedado igual de resuelta en sesenta o setenta páginas menos, en los que hubiera agradecido que la autora (esto ya le sucedía en Las chicas) hubiera sido más directa, más osada e incluso procaz. Porque quizás estamos hablando de una novela de Generación Z en la que la desidia y la escasa pasión definen los pasos a dar: Alex solo contempla pasar el día siguiente y usará a quien haga falta para solucionar la siguiente noche. Se comportará de forma cruel precisamente con quién más se parece a ella y más sinceramente le desnuda su alma. Pero sus reacciones son tibias y calculadas, e incluso el texto parece sugerir que usa su atractivo físico como un puro valor transaccional. No hay mensaje moral, solo vacío y abulia, y no sé qué interpretar de ello.

Reseñados por ULAD de Emma Cline: aquí 

viernes, 7 de mayo de 2021

Emma Cline: Harvey


Idioma original: inglés

Título original: Harvey

Año de publicación: 2021

Traducción (edición leída en catalán, disponible igualmente en español):

Ferran Ràfols

Valoración: bastante recomendable


Cuando leí Las chicas, anterior novela de Cline, alegué cierta falta de valentía por parte de la autora a la hora de tomar decididamente el papel de un personaje malvado, un criminal desacomplejado, y, habiéndome gustado la novela, opiné que ese aspecto me decepcionaba.

Cline vuelve a tomar riesgo en esta Harvey, quizás no un riesgo comercial pues está claro que tanto el tema de la anterior novela (los crímenes del clan Manson) como el de esta (Harvey Weinstein) disponen de cierto atractivo donde el morbo pesa, pero en todo caso uno puede pillarse los dedos cuando acomete obras que puedan olisquear a humanizar monstruos y no voy a recriminarle reiteración en el recurso pues ambas novelas tienen poco que ver. Harvey nos sitúa en la mansión del productor en las veinticuatro horas anteriores a la emisión del veredicto sobre su caso, detonador del movimiento #MeToo y primera piedra al agua cuya onda expansiva no hace más que generar círculos concéntricos. Weinstein coaccionó a multitud de actrices para obtener favores sexuales a cambio de incluirlas en las películas que produjo. Lo hizo con plena consciencia y convencido de que ese intercambio era algo normal y aceptable, pero ese convencimiento no contemplaba escrúpulo alguno. Otro hombre imponiendo poder e influencia. Cline no narra en primera persona y no se mete en la piel del agresor. No juega a eso sino que es más sutil. Weinstein está en su casa expectante, inquieto ante la incerteza pero seguro de que será absuelto porque su dinero paga los mejores abogados y también de que será perdonado porque no comprende que la sociedad ha cambiado y su conducta no tiene posibilidad alguna de ser tolerada. Piensa de sí mismo que es un genio y que todo ha valido con tal de producir películas, que lo suyo era eso y todo lo demás es accesorio o casi complementario. Se equivoca, por supuesto. Pero Cline traza esa cotidianeidad y lo hace con enorme eficacia narrativa. Por la casa de Connecticut desfilarán, físicamente o por teléfono, personajes de importancia: su hija, conocidos, su abogado. Weinstein quiere aparentar normalidad y confianza en sí mismo, pero su comportamiento es extraño y errático: cuando se da cuenta de que Don DeLillo es su vecino su cabeza se resetea y, como si al día siguiente todo vaya a seguir como si nada, decide enfrascarse en la descabellada idea de proponerle rodar una película sobre Ruido de fondo. Se entrega a esa obsesión como tabla de salvación a medida que las horas pasan y las incertezas ganan terreno.

Pues bien: Cline ha creado un efectivo ejercicio de estilo en este breve texto, una especie de monólogo para un solo personaje donde todos los demás son figurantes. No se ha convertido en Weinstein ni ha blanqueado su figura. Lo ha dejado como un criminal enajenado, egocéntrico y estúpido que cree que su poder es capaz de comprarlo todo. No hay un recodo en ese camino donde no le contemplemos como un miserable indigno de compasión. Puede haber sarcasmo, ironía e incluso cierto humor macabro, pero el mensaje es directo y nada ambiguo. Para mí, paso adelante de Cline.

martes, 13 de septiembre de 2016

Emma Cline: Las chicas

Idioma original: inglés
Título original: The girls
Año de publicación: 2016
Traducción: Inga Pellisa
Valoración: muy recomendable


Traductores, correctores y editores. Reivindicados por diversos motivos, de vez en cuando, demasiado poco a menudo. Pero qué decir del anonimato de la gente que redacta los textos de las solapas y las contraportadas de los libros. Responsables de que el potencial lector sea empujado o disuadido. Sí: junto a otros factores, como la prensa o, ejem, los blogs. Qué difícil. Comprimir en una veintena de lineas lo suficiente para que se sepa algo sobre el libro, quizás sobre el autor. Y evitar que sea demasiado, incitar al hojeo, suscitar interés, dar pistas, sin pasarse. Qué difícil, otra vez, y en este caso. Mencionar a Charles Manson y haber leído algún otro trozo de sinopsis en algún lado y saber a qué chicas se refiere. Leer que se basa o adapta o evoca. Y qué rápido lo cuadramos todo. Sharon Tate, embarazada. Polanski. La sangre de las víctimas usada para escribir insultos. El número de puñaladas.

Y ¿en qué consistirá adaptarlo? ¿Serán menos los asesinos, serán diferentes? ¿Se desarrollarán los hechos de otra manera? ¿Quizás en ese momento terrible por el que esperaremos las páginas que haga falta, lo que se cambie al adaptar consista en no cometer el crimen ? ¿En dar un abrazo? Buf. No.
Parece, pues, que eso de adaptar tenga una triple finalidad: evitar la pura crónica periodística, sortear eventuales implicaciones legales y, last but not least, dar rienda suelta al aspecto creativo.

Las chicas se presenta en pleno mes de rentrée como una de las apuestas de Anagrama. Autora joven y novel que no escribe como tal. Temática con gancho, pero con trampa. Todos tenemos ese concepto metido en vena. Pocos presos más célebres que Manson, pocos crímenes tan evocados una y otra vez, con todos sus ingredientes. Con lo que lo que es una apuesta segura puede convertirse en un elemento que predisponga demasiado. Aquí el lector morboso (los hay a montones) no perdonará omisiones que dulcifiquen los hechos. Que estamos en 2016 y ya nos hemos hartado de sangre y crueldad sugerida o echada en toda la cara.
Pues bien: sin ceder a la truculencia que garantizaría un cierto tipo de tirón, la de Cline es una muy buena novela. Novela. Treinta líneas, y ya lo he dicho (no sirvo para redactar notas de contratapa, entonces). Y lo es porque Cline ha elegido un tono propio para el personaje central, Evie Boyd, adolescente cargada de todos los lastres de los catorce años que encuentra en lo que Suzanne (chica que lidera al grupo de chicas del rancho en que una comunidad hippy liderada por un gurú malvive entre basura y coches desguazados) le ofrece una vía de escapatoria de la abrumadora realidad que la ahoga: pocos amigos, padres recién divorciados, madre ennoviada con un patán fanático del cuento de la lechera. Cline involucra al lector en la confección de esa telaraña de la fascinación inexplicable por lo inconveniente. Con un tono que manifiesta una progresiva pérdida de inocencia, que advierte de lo inexorable que se avecina. Recordándome algo dos novelas que me gustaron mucho: Algo pasa con Kevin y Canadá.
Evie siente esa atracción por el lado salvaje que se manifiesta en actos de rebeldía inexplicables. Cómo se entiende, si no, que pasen horas desde que salga huyendo de su casa en bicicleta a que le practique una felación a Russell, gurú, guisa del Manson rodeado de acólitos y roña, que monta en cólera cuando Mitch declina producirle el disco que tanto ansía. O que decida asaltar, sin control sobre lo que pueda suceder, la casa de unos vecinos. California, últimos 60. Droga, mugre, pose ante la vida, idolatría inexplicable, amor libre, puesta en duda de todos los valores tradicionales. Evie va y viene en búsqueda del hogar que siente que le falta, en  busca de emociones en la vida, en busca de la experiencia iniciática que la proyecte por encima de todos sus aburridos y monótonos compañeros de escuela, que la libere de esos monstruos que la asolan. Evie en la actualidad, en una narración centrada en el pasado cuyos hechos del presente no siempre está justificado explicar, ya consciente, con una involucración no central en los hechos (desde el principio se conoce: está libre) vs Evie del pasado, aturdida, ansiosa sin saber exactamente de qué, absorbida pero no del todo, dejándose llevar, buscando respuestas en las sonrisas y en las actitudes. Pero dudando, y esa duda permanente la mantendrá a flote.
Creo que la elección de Evie como narradora puede suscitar controversia. Habrá quien tilde a la autora de timorata por no tomar el papel de uno de los personajes clave en la cuestión criminal, como si prestarle las riendas a alguien más involucrado comprometiese más ya no la narración sino el énfasis en ciertos hechos narrados, hasta la propia evolución de la novela.
Cline aún puede pulir detalles: tres personajes centrales poderosos (curioso, Russell, el más desdibujado, como poniendo en duda su infuencia potencial) eclipsan las funciones de los secundarios, que a veces quedan difusos. Sus descripciones a veces obedecen a un patrón muy definido. Curioso su énfasis en describir olores. Pero, y no hay que negar que la elección de la temática es una baza muy segura para interesar al lector, nada de eso ha de eclipsar su poder narrativo. Cline como narradora no muestra las maneras de un autor que vaya a incidir en lo mismo a continuación. Se adivina potencial para afrontar otros registros. De momento, Las chicas: trescientas páginas de crescendo que pasan volando. 

lunes, 19 de diciembre de 2016

ULAD: Lo mejor del 2016

Francesc Bon:
  • Libro del año: Pues para mí el libro del año ha sido Breve historia de siete asesinatos de Marlon James. No sé decir exactamente el motivo, pero al final me recuerdo acarreándolo, con su presencia imponente y su lomo amarillo, siguiendo andanzas de rastafaris y es una sensación demasiado imborrable. Quizás sea un libro cautivo de su componente visual, pero desde cuándo va a ser malo que una novela contemporánea te recuerde a una nueva temporada de The Wire. Con dos muy dignos contendientes: Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin y Satin Island de Tom McCarthy, cuya importancia aún no soy capaz de calibrar.
  • Sorpresón postrero: el festín de Xavi Ayén en La vuelta al mundo en 80 autores.
  • Porquerías: En un año globalmente positivo: el incomprensible apoyo a algo tan vacuo como Érase una vez el fin, de Pablo Rivero, o la esperada constatación del timo de La chica del tren 
  • Caerá en 2017: Cualquier Saer que se ponga en medio.
  • No tocar ni con un palo: Zanón, Pérez Andújar, y todos aquellos que quieren apropiarse de la literatura de barrio. Por mediocres y por cansinos.
  • Los comentarios me han hecho salivar para el 2017: Vollmann y, dicen, el Ray Pollock que viene.

Juan G. B.:

Carlos Andia:
  • Volumen imponente del añoEl capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty -algunas claves que deberíamos conocer.
  • La relectura del añoCoronación, de José Donoso -buenas sensaciones después de muchos años
  • Libro de Historia del añoContinente salvaje, de Keith Lowe -una etapa muy especial de la Historia de Europa
  • Una joya a la que tenía muchas ganasLocus Solus, de Raymond Roussel -atrévase usted.
  • Clásico rescatadoReivindicación del conde don Julián, de Juan Goytisolo -imprescindible con mayúsculas.
  • Obra de teatro del año: Calígula, de Albert Camus -todo intensidad
Y, si se me permite, porque obviamente es algo muy poco uladiano, pero muy especial para mi: 'Análisis de los fenómenos monetarios en España', de Florencio Salcedo -¡qué tío!


Koldo CF

Montuenga:
Santi:

Marc Peig:
  • Libro del año: El bar de las grandes esperanzas, de J.R. Moehringer
  • Autobiografía del año: Instrumental, de James Rhodes
  • Tocholibrohistórico del año: Las benévolas, de Jonathan Littell
  • Tochonovela del año: La broma infinita, de David Foster Wallace
  • Ensayo del año: Esto es agua, de David Foster Wallace
  • Clásico que debería haber leído antes: La piedad peligrosa o La impaciencia del corazón, de Stefan Zweig
  • Libro del que no debería ni haber pasado de la portada: En manos de las furias, de Lauren Groff
  • Decepción del año: Sueños de trenes, de Denis Johnson
  • No pasará un año más sin leer: La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe
  • Autor que debo recuperar porque lleva tiempo olvidado (injustamente): Haruki Murakami
  • Caerán más libros de: Stefan Zweig
  • Ganas de que llegue el 2017 para lo nuevo de: Siri Hustvedt, Paul Auster y  Karl Ove Knausgaard