Título original:わ が 母 の 記
Año de publicación: 1975
Traducción: Marina Bornas
Valoración: entre recomendable y está bien
No lo voy a negar: seguramente, si nos nos hubiéramos planteado programar una Semana de las madres o como queramos llamarla, no creo que se me hubiera pasado por la cabeza leer este librito, publicado hace ya 50 años por un escritor japonés al que no conoce nadie sólo conoce nuestro compañero Alain y que trata sobre sus recuerdos y reflexiones sobre su anciana madre, que cuando llegó a una edad provecta y ya viuda comenzó a comportarse de una forma digamos que peculiar para su familia, aunque habitual en personas de avanzada edad: pérdidas de memoria y atención, insistencia en los recuerdos de su infancia y juventud, comportamientos erráticos, cabezonería... en fin, supongo que a más de uno y una de nuestros lectores/as les sonará este cuadro...
El libro, bastante corto, vienen a ser, pues, una suerte de memorias o incluso dietario del escritor sobre los últimos años de vida de su madre y está dividido en tres grandes apartados o capítulos -aunque luego cada uno tenga sus propias divisiones internas-, titulados respectivamente Bajo los cerezos en flor, Claro de luna y El rostro de la nieve (vamos, más japonés imposible, no me digáis... aunque tal vez se deba a un tropo cultural nipón que les hace insistir en ciertas imágenes). El primero de los capítulos trata de cuando la madre del escritor se ha quedado viuda, a los 80 años y comienza a dar muestras de su senilidad, a pesar de conservar una gran vitalidad. En el segundo capítulo la buena señora -de la que nunca conocemos el nombre, en realidad- ha alcanzado ya los 85 años y su demencia senil ya parece irreversible, con el agravante de que hay que estar vigilándola constantemente. En el tercero, situado antes de su muerte, que se produjo cuando estaba a punto de cumplir los noventa, el comportamiento de la madre es aún más errático, levantándose de noche para pasearse por la casa como un fantasma, dejando de reconocer incluso a sus propios hijos, comportándose a menudo como la niña consentida que debió ser de pequeña, etc. Por desgracia, lo normal a esas edades o al menos en muchos casos...
Pero que la dinámica en la que entra esta señora, arrastrando a su familia nos parezca normal o, cuando menos, habitual no quita para que su hijo Yasushi se dedique a explayarse a lo largo de páginas y más páginas sobre todos estos comportamientos, con bastante detalle, sobre lo que él o sus hermanos piensan al respecto y sobre reflexiones más o menos elaboradas -también más o menos tópicas- sobre la vejez, la vida y la muerte. Que se me entienda bien: no pasa nada, ya que este escritor resulta tener una pluma muy bien adiestrada y el estilo es ágil y amenos, además de que el libro no es demasiado extenso y no se hace pesado. pero uno no deja de tener cierta sensación de obviedad, de que se diría que Inoue está descubriendo la pólvora, cuando que las personas, al envejecer y llegar a cierta edad crítica, se vuelvan chochas y comiencen a comportarse como niños pequeños es más viejo que el comer... Quizá sea eso lo más interesante y hasta educativo de este libro -además del cariño, en absoluto afectado, que muestra por su madre-: que no importa de dónde seamos, cual sea nuestra cultura y circunstancias vitales e históricas; somos todos y todas iguales y las servidumbres del paso del tiempo nos afectan por igual. A padres/madres y a hijos, que ya llegaremos, antes o después (esperemos que mucho después) a ese momento.
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