Título original: Karena
Traductor. Xabier Mendiguren
Año de publicación: 2021
Valoración: entre está bien y recomendable
Acabamos esta serie de libros sobre madres y maternidad, con un libro que no recomendaría a ninguna mujer que estuviese embarazada, o que acabase de ser madre, o que esté pensando siquiera lejanamente en ser madre. No porque el libro sea malo, sino porque habla sobre las dificultades, penas y dolores de la inseminación artificial, del parto, y de la muerte de un recién nacido con una crudeza que quita las ganas de acercarte siquiera a cien metros de un niño. Se une así a Tienes que mirar de Anna Starobinets, La hora violeta de Sergio del Molino, Mortal y rosa de Francisco Umbral o El nadador en el mar secreto de William Kotzwinkle en la galería de libros terribles sobre la pérdida de un hijo; lecturas muy recomendables en muchos casos pero que es mejor no leer si se está con el ánimo pocho. (Antes de que venga nadie a acusarme de hacer spoiler, en realidad es la propia novela la que lo hace por mí, porque comienza con la noticia de que el feto no es viable y va a tener que ser "extraído" del vientre de su madre...).
A partir de ese punto, la historia da un salto hacia el pasado, para presentarnos a Sara, la futura (no) madre, y a su novia Adri, y el largo y duro camino que deben recorrer para conseguir que Sara, que realmente quiere ser madre (no así Adri) se quede embarazada: inseminación artificial primero, fecundación in vitro después, varios intentos fallidos, hormonas, efectos secundarios... Por fin, Sara consigue quedarse embarazada, pero, como ya hemos visto, sus esperanzas se ven nuevamente truncadas por el infortunio. La parte final de la novela se centra en el duelo de Sara por su niño perdido, un proceso de sanación y memoria doloroso y solitario.
En fin, la alegría de la huerta.
Para trabajar un tema tan duro, Alaine Agirre toma varias decisiones que me han parecido acertadas. Una de ellas es dividir la narración en capítulos relativamente breves: de una página los más cortos, tres o cuatro los más largos. De esta forma, la experiencia de Sara se nos presenta a través de retazos o escenas fragmentarias (lo que, como sabe cualquier persona que haya leído El edificio, es una de mis formas favoritas de narrar). Además, hay una alternancia creo que bastante pensada entre fragmentos focalizados en Sara, cargados de emoción y de dolor, y otros en que se adopta una perspectiva y un lenguaje más centrados en la exterioridad, recurriendo al léxico médico y a la descripción neutra.
En otros sentidos, con todo, el libro se me ha hecho algo pesado, y no solo por la tristeza que rezuman casi todas sus páginas. Hay una cierta circularidad de algunas escenas y expresiones, y la decisión de contar desde el inicio el desenlace del embarazo, aunque puede servir para mitigar el impacto emocional que supondría presentarlo más tarde, al mismo tiempo tiñe de amargura todo el resto de las fases del proceso, de forma que no podemos implicarnos de la misma forma en las esperanzas de Sara, sus sucesivas tentativas de quedarse embarazada, los sufrimientos y maravillas del embarazo... Creo que algún contraste esperanzador o simplemente bonito habría ayudado a crear un contraste con la dureza de la historia principal...
En definitiva, se trata de un libro duro, difícil, bien escrito y estruturado; una interesante aportación a la narrativa vasca actual (en la que el tema de la maternidad había sido tratado, desde coordenadas muy diferentes, por Katixa Agirre en su Amek ez dute / Las madres no), aunque su lectura no sea precisamente plato para todos los gustos...
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