Idioma original: Español
Año de publicación: 2025
Valoración: Recomendable
Se cumplían hace unos días 80 años de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, uno de los más ignomioniosos episodios del ya de por sí ignomionioso siglo XX.
Y si, como dijo Adorno, después de Auschwitz, escribir poesía es un acto de barbarie, ¿qué supone escribir después de Hiroshima y Nagasaki?
Pues yo diría que es un acto necesario. Dar voz a los hibakusha (los supervivientes de la hecatombe y sus descendientes), tratar de reparar el estigma y el desprestigio padecido por estos durante décadas, protestar contra la conversión de la tragedia en souvenir... son motivos más que suficientes para escribir y leer sobre Hiroshima y Nagasaki.
En el libro que hoy nos ocupa, esta crónica ensayística del malagueño Agustín Rivera, se da voz a supervivientes de los bombardeos y a descendientes de estos, muy en la onda de la gran Svetlana Alexievich. Imágenes del horror conviven con historias mínimas e íntimas (por ejemplo, la de Sasaki Sakuko) y hasta con historias curiosas, como la del doble superviviente Tsutomu Yamaguchi.
Junto a estos testimonios, el propio autor nos habla de su relación con Japón, sus diferentes viajes a las ciudades bombardeadas, sus encuentros con los entrevistados, etc.
Creo que lo más valioso del libro reside en su vertiente más sociológica o antropológica. Ahondar en la mentalidad nipona, en la vergüenza , la culpa, la vejación o la humillación (más que resentimiento) que buena parte de los entrevistados confiesan sentir, en la lucha entre la necesidad de olvidar y los intentos de recordar nos permite acercarnos a un tiempo y un país tan lejanos como fascinantes.
Menos interesante me resulta la parte en la que el autor nos habla de sus experiencias en Japón. No llegaré a decir que sobra, pero sí que creo que los propios testimonios tienen potencia más que suficiente y admiten tan variadas lecturas que se defenderían perfectamente por sí mismos.
En cualquier caso, una lectura recomendable en lo puramente literario y necesaria en lo temático, aunque uno no crea demasiado en eso de aprender del pasado para no incurrir en viejos errores. La Historia es tozuda y el ser humano ya ha dado repetidas muestras de su torpeza.
P.S.: No me quiero ni imaginar la turra que hubiésemos tenido que aguantar si los estadounidenses hubiesen sido las víctimas de la masacre.
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