Año de publicación: 2022
Valoración: Muy recomendable (sin pretensión de objetividad)
Hace ya algunas reseñas que vengo repitiendo, de forma bastante pesada incluso para mí, que en estos tiempos que corren es más necesaria que nunca una literatura política, que no solo hable del mundo en que vivimos, sino que quiera intervenir sobre él (aunque lo haga, insisto siempre también, desde géneros o técnicas no realistas, como la fantasía, la ciencia ficción, el terror...). De hecho esta necesidad de literatura política no viene de ahora, sino de la crisis política y económica del 2007-2008, cuyas consecuencias aún soportamos, aunque se haya hecho más acuciante en los últimos años con el ascenso de la extrema derecha global. (Sobre esto habla, aplicado a la literatura española, David Becerra Mayor en Después del acontecimiento, ensayo que espero también reseñar algún día).
Pues bien, Limpia de Alia Trabucco Zerán no forma parte de la literatura española sino de la chilena pero es, sin duda, literatura deliberada y furibundamente política.
En Limpia la narradora y protagonista es Estela, criada interna de una familia adinerada de Santiago de Chile. Encerrada en un cuarto que pronto entendemos que es una sala de interrogatorios en dependencias policiales, Estela narra a un público invisible, oculto al otro lado del cristal reflectante, las circunstancias de la muerte de la niña a la que cuidaba desde su nacimiento, siete años antes. Esto no es un spoiler, la propia narradora lo cuenta en la segunda página de la novela, porque como en las tragedias (o como en la Crónica de una muerte anunciada), lo que interesa no es el desenlace, sino comprender el modo en que se llega hasta él. De hecho, es notable la forma como la autora consigue mantener la tensión y crear suspense, a pesar de que conozcamos el desenlace, a través de anuncios, indicios, premoniciones, que desde el principio parecen indicar la presencia de un desastre inminente (aunque este desastre solo llegue doscientas páginas después).
Y este largo y sinuoso camino hasta el desenlace es un retrato de las diferencias de clase entre una mujer del sur del país, hija de madre soltera, sin medios, que tiene que trabajar para mantener a esta misma madre después de una caída. La narración, que tiene este origen policial, se amplifica sin embargo, como si la narradora jugase con la paciencia de sus oyentes, con innumerables detalles de su rutina diaria en casa de los "señores", con recuerdos de una infancia de privaciones con su madre, o de otras reflexiones sobre el mundo, sobre los seres humanos, sobre la realidad o sobre el lenguaje. (De hecho, la narradora provoca algunas veces a sus oyentes utilizando palabras cultas y preguntándoles si les extraña que una criada hable bien; luego sabremos que su madre solía llevarle libros de la casa de sus "señores").
Decía antes que esta es una novela política, y lo es en dos sentidos igualmente evidentes (quizás incluso demasiado evidentes en algún sentido, y para algunos lectores). El primero, obviamente, es que esta novela es una representación de las escandalosas diferencias de clase, en un país con una desigualdad social particularmente acentuada: la familia acomodada (él, médico; ella, empleada de una maderera), en su casa de lujo con cuarto para la criada, piano para la niña, piscina; y ella, la empleada interna, discreta, "limpia" (como dice el título), con la cual los señores pueden permitirse ser generosos o crueles (aunque la propia narradora aclara varias veces que "los señores siempre fueron buenos" con ella), siempre desde una posición de marcada superioridad clasista.
El segundo sentido en el que esta es una novela política es por la imbricación de la historia, sobre todo en el tercio final, con el contexto del "estallido social" de Chile de los años 2019 y 2020, provocadas por un aumento del precio del transporte en la capital, pero que naturalmente nacían de un malestar y una indignación sociopolítica más profundas. Así, la rabia y la conciencia de clase que Estela demuestra en sus palabras y en sus actos, en la forma como habla (o no habla) con sus señores, o en el modo como solo establece relaciones afectivas con una perra callejera o con el empleado de la gasolinera.
Limpia es por lo tanto una muy buena novela en dos niveles: en el nivel literario, está muy bien escrita (aunque se le podría reprochar, quizás, el ser demasiado morosa y algo repetitiva en ciertos momentos); en el nivel político, es un artefacto de intervención potente y directo, no excesivamente sutil pero efectivo. Muy recomendable.
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