miércoles, 3 de septiembre de 2025

Madres de libro: La pianista de Elfriede Jelinek

Idioma original: Alemán
Título original: Die Klavierspielerin
Año de publicación: 1983
Traducción (al catalán): Antònia Sabater
Valoración: Recomendable (aunque no para todo el mundo)

Erika es una mujer ya madura, que ha sido completamente anulada por su madre absorbente, posesiva y controladora. Un día descubre que Walter (uno de los alumnos a los que da clases de piano, diez años más joven que ella, atractivo, carismático, talentoso y deportista), se ha interesado por ella. Y aunque Erika es, en un inicio, incapaz de reciprocar a Walter (que tampoco es que esté genuinamente enamorado de ella ni la admire tanto como se repite a sí mismo, sino que sólo quiere usarla), la insistencia de su pretendiente hará que la maestra le dé una oportunidad. Pero el único amor al que Erika puede aspirar es uno viciado por su dependencia (si ya no la gobierna su madre, deberá ser Walter) y las fantasías sexuales provocadas por su represión y la pornografía.

Esta es la premisa de La pianista, novelón que escribió la Premio Nobel de Literatura de 2004 Elfriede Jelinek. Digo novelón porque, pese a su brevedad, abunda en detalles (la contraposición, que a su manera deviene superposición, entre arte y bajos instintos o entre el artista y las masas; el que Erika pueda hablar abiertamente de unas cosas y sólo a través de carta de otras; etc...). Digo novelón, también, porque su factura derrocha inteligencia y sentimiento.

De La pianista destacaría su elenco protagónico: Erika, su madre y Walter. Y aunque las caracterizaciones de estos tres personajes son bastante sencillas, sus abundantes claroscuros las dotan de una inusitada complejidad. 

Asimismo, las dinámicas entre estos tres personajes funcionan muy bien. Si bien son, al menos aparentemente, algo lineales (madre e hija, alumno y maestra, rivales que pretenden gobernar a Erika), adquieren espesura gracias a su naturaleza oblicua, sórdida, tóxica y contradictoria.

Estas dinámicas pivotan siempre en torno al amor. Un amor egoísta, enturbiado y viciado. Y es que, para La pianista, el amor (sobre todo el de hombres y mujeres, pero también el paternofilial) es una lucha, un combate, la cara bonita de la dependencia y la dominación; el amor es, en suma, la aniquilación. Bueno, las relaciones humanas en general las plasma como profundamente unilaterales y frustrantes.

La forma de narrar de Jelinek en La pianista también es fascinante. La mayoría de páginas de la novela resultan asombrosamente inspirada y ostentan una calidad literaria y una riqueza estilística excepcionales. La prosa es plástica, intensa, capaz de mimetizarse con la atribulada mente de Erika y describir escenas magistralmente, como aquella en la que la protagonista espía a un hombre y una mujer mientras mantienen relaciones.

Aquí un ejemplo de la prosa de Jelinek, que hallamos en la página 130 de La pianista: «Atreta per la foscor, l'Erika s'endinsa per les quietes prades que s'escampen entre matolls, arbredes i canals. (...) Ara ve el parc d'atraccions; els llums fugaços brillen al lluny. Se senten trets, veus cantant victòria. Els adolescents xisclen alhora amb els aparells de lluita de les sales de joc o callen fent-ne anar d'altres que ja són prou estridents i llampegants. Decidida, l'Erika deixa enrere tot el renou, abans de permetre que se li acosti. Els llums temptegen cap a ella, no troben cap lloc per agafar-s'hi, li passen pel cap, que duu tapat amb un mocador de seda, rellisquen, li marquen un lamentable rastre de color humit al llarg de l'abric i cauen a terra, on moren en la brutícia. Ressonen petites explosions, però també l'han de deixar passar sense fer-li ni un forat. Són incapaces d'atreure-la, més aviat la repel·leixen. (...) Això no és per l'Erika.»

¿Es La pianista perfecta? Puede que no. Su argumento resulta algo tenue y por momentos repite machaconamente sus ideas. Además, los lectores que se sientan intimidados por los personajes autodestructivos, las interacciones oblicuas y la sexualidad depravada (la reprimida Erika ve películas porno, practica el voyerismo y la automutilación, etc...) quizá repudien esta novela. 

Aun así, es un librazo. Uno que disfrutaremos especialmente aquéllos que amamos la literatura oscura, capaz de elevar lo sórdido, lo turbio y lo vulgar con su mensaje y su manejo del lenguaje. Y es que su honestidad y brutalidad resonarán inevitablemente en nosotros. Sus reflexiones todavía nos carcomerán días después de volver la última página. Su prosa, inspirada, expresiva y plástica, nos deslumbrará. Y sus personajes (Erika, su madre y Walter) se alojarán en nuestra cabeza, quizá para siempre.

Existe una adaptación cinematográfica de La pianista. La película, del director Michael Haneke, salió en 2001 y es una obra de culto por derecho propio. Aunque el lenguaje cinematográfico es incapaz de trasladar la plasticidad de la prosa del material original, Haneke mantiene el tono perverso y la atmósfera asfixiante exprimiendo los recursos de su medio. Además, se toma algunas libertades argumentales que, a mi juicio, funcionan muy bien (como aprovechar a la alumna de Erika para establecer un paralelismo con ésta, expandir hacia el hockey sobre hielo la faceta de deportista de Walter o decantarse por un final distinto pero igualmente sugerente).

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