Idioma original: inglés
Título original: The Answers
Año de publicación: 2017
Traducción: Damià Alou
Valoración: bastante recomendable
No sé si esto daría exactamente para un debate, pero imagino a Catherine Lacey como un ejemplo casi perfecto del perfil de autora adaptado a los tiempos que corren (y ahora pueden empezar a destriparme los pusilánimes): mujer blanca norteamericana, joven, físicamente atractiva -pero sin pasarse- y con cierto aire andrógino y un tenue perfume queer. Con una carrera iniciada con un pequeño hit que obtiene cierta repercusión, por lo que empieza a publicar de forma más o menos sostenida. Capaz de manejarse en temáticas de aire introspectivo, casi alegórico, y también en registros más ambiciosos, narradora solvente que no renuncia a la temática más actual, pero que no se deja arrastrar por lo post-moderno; sus novelas se entienden, se estructuran y evolucionan hacia un final que más o menos se concreta.
Es decir, son legibles, pretenden serlo y lo consiguen.
Pero esa aparente sencillez formal esconde huevos de Pascua. O cargas de profundidad. Las respuestas, publicada en pleno inicio del primer mandato de Trump, contiene algunas de esas cargas sabiamente dosificadas en su trama.
Mary sufre una de esas enfermedades raras, aquellas que no tiene el suficiente número de personas como para que la industria farmaceútica y la investigación médica encuentren rentable tratar. El tratamiento, esto es USA, la ha convertido en una persona bajo la absoluta precariedad y debe plantearse aceptar toda clase de trabajos ya que sus finanzas son un desastre. En medio de esa crisis personal (porque ya sabemos cómo va lo de la sanidad en USA, repito), acepta trabajar en un experimento promovido por un actor rico y excéntrico, Kurt Sky, que ha reclutado, bajo el pretexto de una investigación social, una serie de diferentes mujeres con la intención de que cada una de ellas llene una parcela de su vida. Cuestión que puede parecer distópica, pero no tanto. O no se trata, desde cierto punto de vista, de una hipérbole, de un reflejo de este mundo en el que uno tiene perfiles profesionales, personales, en redes sociales, en grupos de Whatsapp, en extraños clubes, en colectivos de distintos pelajes, y solamente se trata de eso, de disponer de los medios materiales (por tanto, acudir al mercado en que mucha gente no es que esté dispuesta, sino que necesita hacer lo que sea para subsistir, cual sea la cosa que ello representa) para adoptar ese rol dominante en el que, a cambio de una cantidad, de un contrato con claúsulas estrictas para que ejerzas de Novia Maternal, de Novia Íntima, de lo que sea. Cuestión que pondría también sobre la mesa los límites dispuestos a franquear por cada uno, la esencia quizás de la economía capitalista, la frontera de la dignidad.
Mary toma el rol de la novia que ha de servir a Sky para revelar sus emociones, cuestión que causa cierta perturbación en el experimento, un conflicto que al final hace que este se desmorone, pues las relaciones que se establecen son difíciles de mantener sin que sus límites colisionen. Esa dinámica, como todo lo que nos rodea, es aprovechada por los científicos del experimento, tal como hoy se suele manifestar en ciertos entornos de competividad (ganas o aprendes) y ese mensaje difuso y algo inquietante valida la novela en su conjunto, al margen de que nos quedamos con algo de ganas de que algunas líneas argumentales hubieran tenido más recorrido.
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