
Título original: Peter and Wendy
Fecha de publicación: 1911
Valoración: Muy recomendable
Supongo que si nos preguntaran a cualquiera de nosotros, en principio todos responderíamos que sí, que claro que conocemos la historia de Peter Pan, el niño que no quería crecer. Y quizá no estemos del todo desencaminados. Ha habido tantas versiones y adaptaciones de esta historia, que es difícil, casi imposible, que no hayamos oído hablar de Wendy, Campanilla o el temible Capitán Garfio. Yo empecé a leer el libro convencido de que reconocería cada giro de la historia, y más bien temiendo que sería empalagosa, inocentona y cursi. Un cuentecillo para niños, vaya; aún peor, un cuentecillo para niños victorianos.
Pues bien, me equivocaba en todo. La lectura de Peter Pan ha sido una gran sorpresa. Y no sólo porque no recordara el argumento en todos sus detalles, sino porque la narración se mantiene en un nivel muy alto en todo momento, es cualquier cosa menos cursi y tiene una carga simbólica que ya la quisiera mucha literatura "de adultos". Así que vaya por delante mi agradecimiento a Santi, que hizo que me picara la curiosidad y me dejó el libro. Su edición, por cierto, está traducida por Leopoldo María Panero. Supongo que no será la única traducción disponible y, desde luego, me temo que tampoco será la más fiel, pero eso importa bien poco. No he leído el original inglés, así que no puedo apreciar del todo el trabajo de Panero, pero, en general, creo que logra dar con un tono inmejorable para la atmósfera del libro y además tiene algunos pasajes bellísimos.
El texto es una novelización de la obra de teatro que escribió Barrie en 1904, con el título Peter Pan, el niño que no quería crecer. Pero parece que la primera aparición del personaje es aún algo anterior. A partir de entonces, las versiones literarias, teatrales, cinematográficas, etc. se han sucedido hasta hoy. Aquí podéis ver la lista de adaptaciones que recoge la Wikipedia. No es de extrañar, desde luego, porque los personajes que inventó Barrie tienen un algo de arquetipo moderno que nos atrapa.
El Peter Pan original tiene muy poco que ver con el niño simpático y travieso que nos presentó Disney. Es un niño, sí, pero un niño que destripa piratas con gran satisfacción. Cae simpático, pero es bien consciente de ello, y exige de cuantos le rodean una sumisión sin resquicios a su carisma. Sus travesuras le absorben de tal manera que es capaz de arriesgarlo todo (y a todos) en el éxtasis de la acción. Barrie presenta a un Peter Pan tiránico y alegre, obstinado y olvidadizo, adorable y cruel. Es decir, un Peter Pan que es niño en un sentido mucho más real que el de Disney. Aquí la infancia es ese estado de exuberancia de las fuerzas que se vive más acá del tiempo; y no el tema para ilustrar una caja de galletas.
Y digo más acá del tiempo con toda intención, porque creo que eso es algo que cobra especial importancia en la versión de Barrie. En la novela, Peter Pan no recuerda nada, y tampoco espera ni teme nada. Para él no existen el pasado ni el futuro, sólo un presente infinito, un constante equilibrio sobre el destello que existe entre lo que aún no vino y lo que ya se fue. No está más allá del tiempo, en una quieta eternidad desde la que se divisaran todos los instantes. No: está cautivo por completo de su propia acción, sumido todo él en el vértigo de su propia existencia, hasta el punto de ser, en la práctica, actividad pura. No hay en él casi conciencia de si, ni tampoco, por tanto, verdadero afecto ni verdadera inteligencia.
Peter es un personaje-idea, sin duda genial, pero con el que resulta difícil empatizar. El Capitán Garfio, en cambio, es un ser humano. Él sí vive en el tiempo: recuerda su aristocrática educación, teme al cocodrilo y espera acabar algún día con Peter Pan. Por eso hay en él verdadero afecto (maldad y compasión) y verdadera inteligencia. Y por eso, también, es un personaje trágico, porque él, que está hecho de tiempo, no puede sino verse perdido, como nos veríamos todos, en una isla llamada de Nunca-Jamás.
También de James M. Barrie en ULAD: Peter Pan en los jardines de Kensington