sábado, 25 de julio de 2009

J. M. Coetzee: Elizabeth Costello

Idioma original: inglés
Título original: Elizabeth Costello
Fecha de publicación: 2003
Valoración: muy recomendable

Éste es el primer libro de Coetzee que leo, y la verdad es que me ha sorprendido gratamente. No conozco nada la obra de este autor, así que no sé hasta qué punto esta novela es una rareza en su producción. A mí, al menos, me ha parecido muy original. Se trata de una colección de conferencias dictadas por el personaje que da título al libro. Elizabeth Costello es una autora australiana reconocida que, en sus últimos años de vida, recibe homenajes y premios en diversos países. Invitada en cada caso a pronunciar una conferencia, Costello habla de materias propias de su profesión, como el realismo en literatura o el futuro de la novela, pero también de algunos temas que ha convertido en su caballo de batalla personal: sobre todo, la defensa del vegetarianismo.

Así, el libro está divido en 8 lecciones (en el sentido, mucho más literal que en castellano, del inglés "lecture"). En todas ellas -menos en la última, que es una especie de remake kafkiano- se desarrolla un tema de forma ensayística. La habilidad de Coetzee reside en conseguir que, pese a todo, el libro siga siendo una novela. En un par de ocasiones se reproducen íntegramente las conferencias. Sin embargo, están tan ágilmente escritas que su lectura no se hace pesada en ningún momento. Además, Coetzee las enmarca con unos pocos trazos en la situación personal del personaje, logrando así que formen parte integrante del argumento novelesco. El tema del que habla Costello cobra una nueva luz cuando se presenta como un episodio en las relaciones de la autora con su hijo, su hermana o un antiguo amante.

Dicho así suena bastante mal: como si Coetzee hubiera revestido, sin más, una serie de ensayos con un par de anécdotas para hacer una novela. Bueno, no sé hasta qué punto esa operación refleja la génesis del libro, pero sospecho que no se aleja demasiado de la realidad. Lo digo porque, al ir a buscar la fecha de publicación, me he dado cuenta de que casi todas las lecciones se publicaron anteriormente por separado. Ignoro si en esas versiones se ponían también los argumentos en boca de Costello o si eran, simplemente, ensayos que defendían el punto de vista del autor, pero me inclino a pensar lo segundo. Una buena razón es que Coetzee ha denunciado públicamente la crueldad contra los animales, como también hace su personaje en el libro. O sea que no es descabellado concluir que la novela es realmente una serie de conferencias, sólo que dictadas por Coetzee.

Eso sí, lo sorprendente es que la transformación en materia novelesca es exitosa. Si no me equivoco en lo que se refiere al proceso de escritura del libro, esto no hace sino aumentar el mérito del autor. El peligro de que quedara una mera yuxtaposición de anécdotas narradas y tesis argumentadas, sin conexión entre sí, era enorme. Coetzee no sólo lo evita, sino que logra reunir las cualidades de la novela y del ensayo en una síntesis novedosa que no decepciona. Dicho todo esto añado que no puedo entender a qué viene el epílogo: una carta de una tal Elizabeth C. escrita en 1603.

Todas las obras de J.M. Coetzee reseñadas en ULAD: Aquí

10 comentarios:

Jaime dijo...

Por cierto, ¡gracias por el libro, Rubén!
(¿Te das cuenta, Santi, de que Costello es "australiana"?)

Santi dijo...

¿Australiana? Eso es imposible, jejeje...

Que por cierto, Jaime, para mi gusto has ido a empezar por uno de los libros más flojos de Coetzee (aunque claro, Coetzee siempre es muy bueno...). Yo te recomendaría Esperando a los bárbaros, La edad de hierro, El maestro de San Petersburgo o incluso El hombre lento donde, por cierto, también sale Elizabeth Costello.

También sus volúmenes autobiográficos están muy bien...

Jaime dijo...

Pues si este es uno de los más flojos, se tiene merecido el Nobel este hombre... Te haré caso.

Miss Killer Poker dijo...

¿Soy la única que no ha podido leer el capítulo 3 y a la que le costó un mundo hacerse con el capítulo 4? Me siento retrasada - incomprendida a nivel cultural. Este libro esta lleno de diálogos encajados a la fuerza, ¿nadie se ha dado cuenta? ¿Y qué ocurre cuando el escritor no tiene ni zorra idea sobre como plantear un tema? Pues ponemos un: " Este tema no nos interesa" o simplemente "pasemos" y a seguir escribiendo de lo que un seudonovelista de tercera sabe escribir: él mismo. ¿Y por qué se empeña en decir en cinco frases lo que puede decir en una? Y no me refiero a alargar las frases mediante sinónimos o adornos estéticos de poeta inundador de tinta en cualquier servilleta. ¿Y sólo la única que ha leído la historia del simio humanizado de Kafka por lo menos cinco veces durante toda la novela? Repetir tanto sus teorías tiene la misma esencia que un cliche masticado durante más de cinco horas.

Jaime dijo...

Vaya, Miss Killer Poker, está claro que tenemos opiniones bastante divergentes sobre este libro.. Los capítulos que dices ("Los filósofos y los animasles" y "Los poetas y los animales") son quizá los más argumentativos, o sea, los menos novelescos. Entiendo que eso pueda ser una razón en contra para muchos lectores, pero la verdad es que para mí no lo es. Me gusta mucho el ensayo y más aún si el tema se acerca a la filosofía, algo que ocurre precisamente en ese par de capítulos. (Sin dejar de ser novela: en ese caso, la subtrama de la relación Costello-nuera.)

En cuanto a esos saltos narrativos a los que te refieres, no creo que sólo se expliquen como muestra de que el autor es un incapaz. De hecho, a mí me recordaron muchas veces a las elipsis a las que estamos tan acostumbrados en el cine, y no me extrañaría que el efecto fuera buscado. Pero en cualquier caso, ¿por qué iba a tener que narrar Coetzee todo lo que sucede entre los momentos que él desea enfatizar? Más bien creo que hay agradecerle que escriba, por ejemplo, "La escena en sí de la presentación nos la saltamos" (cap. 1) y no nos suelte la chapa introductoria a la ponencia de Costello.

Al mono de Kafka yo sólo lo encuentro dos veces. Y cada vez se utiliza para un propósito diferente. Al principio, Costello habla del cuento de Kafka como ilustración de que ya no aceptamos el realismo en la novela; en el capítulo 3, se refiere a los experimentos clínicos que lo inspiraron (más que al relato en sí) para criticar los criterios que usamos como frontera entre seres humanos y animales.

En cuanto a lo de que use cinco frases para decir lo que puede decirse en una, pues no lo sé, a mí no me dejó esa impresión. Pero, como dije, es el primer libro que leo de Coetzee y puede que más adelante te dé la razón. Por ahora, me da que no..

María dijo...

Hola a todos.

Bueno, yo acabo de leer el libro y la verdad es que disfruté con él, pero no entendí por qué el chico de la garita dice que todo el tiempo se encuentra con gente como Elizabeth. ¿Por qué le responde eso? ¿Quizás Elizabeth cree ser una persona especial, diferente, por la vida que ha llevado, cuando en realidad solo es una más? A ver si me podéis explicar este asunto del final.

Salud!

Jaime dijo...

Hola María,

tu pregunta me ha hecho volver a ese capítulo 8 del libro, que me dejó un regusto raro. No sé si Coetzee pretende transmitir demasiadas cosas de manera velada o sólo sumir al lector en la confusión al final de la novela.

Desde luego, es un capítulo muy diferente de los demás, pero creo que es importante notar que también lo llama "lección", pese a que en él no da Costello ninguna conferencia. Parecería, entonces, que es ella quien debe escuchar a alguien, aprender alguna lección, y yo diría que has dado en el clavo. Creo que la lección se reduce aquí a esas palabras finales del guarda: "Todo el tiempo. Vemos gente como usted todo el tiempo."

Coincido contigo en el significado que señalas. Creo que todo el montaje kafkiano de la puerta, el guarda, los jueces etc. no hace sino escenificar una severa cura de humildad para Costello (quizá autosuministrada; depende del grado de "realidad" que uno esté dispuesto a conferir a ese extraño pueblo).

"A la hora de la verdad" -y la lectura de una confesión ante un tribunal que debe aprobarla es una imagen bastante cruda de esto-, un escritor no parece hallarse en una situación distinta a la de cualquier otro. No tiene derecho a ninguna exención o privilegio: se ve obligado, como todos, a dar cuenta de sí mismo, y se siente igual de perdido en esa tarea.

A Costello no le ayuda su habilidad en la expresión de ideas, ni su capacidad para reconocer el clima kafkiano y menos aún su tendencia a sentirse refinada por encontrarlo una vulgar imitación. Todo eso no hace sino llevarla hacia la convicción de que es "alguien especial". De esto se ríen sus jueces, el guarda y esa misteriosa mujer con quien se encuentra en la plaza, que le dice sorprendida si cree que sólo hay una puerta (la de ella).

Hay muchas puertas, una para cada uno, y todos deben cumplir el mismo procedimiento para entrar al otro lado. No hay accesos privilegiados, ni tampoco condenas sin juicio a una espera eterna (como en el relato de Kafka). Después de todo, lo que espera al otro lado, como se ve cuando logra echar un vistazo, tampoco es tan especial. Creo que esta interpretación cuadra bastante bien con el clima de todo el libro, que es de un cierto desengaño tranquilo.

¡Gracias por pasarte por aquí, María, y por hacerme volver sobre ese pasaje!

Un saludo.

María dijo...

Gracias a ti, Jaime, por contestarme y exprimir el capítulo así. ¡Un placer leerte!

Salud!

Rubén dijo...

De nada... por fin me da por leer tu crítica...

Mathilde Kiedis dijo...

Yo creo que se refiere a que el ser humano duda demasiado, y está siempre buscando una razón de vida, pero en el camino ni siquiera sabe lo que está buscando. La entrada al paraíso la reservan para quienes fueron coherentes en vida, para quienes trabajaron en su realización.