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lunes, 18 de diciembre de 2023

2023 en libros. El único veredicto que vale

¡Pues sí, amigos! Llega el día en que todas las listas de "lo mejor de 2023" palidecen, pese al título de la entrada, ante la proverbial independencia, modestia y buen gusto de los reseñistas de ULAD. Porque no estamos ante la lista de los invitados a la boda del crítico de turno (no, Babelia y El Cultural, no estamos diciendo que vosotros hagáis eso) y porque no pretendemos sentar cátedra diciendo qué es lo mejor que se ha publicado en 2023 (¡coño, que hay tropecientas mil novedades y habremos leído un 0,0001%!). Esto solamente es, nada más y nada menos, lo mejor que hemos leído en 2023.

No podemos dar paso a la lista sin antes recordar lo que para nosotros ha sido la peor noticia que nos ha podido dejar este 2023: el fallecimiento, en el mes de agosto, de nuestro compañero Emilio. Las reseñas que dejó programadas y que hemos ido publicando estos últimos meses dan idea de lo que para Emilio fueron sus mejores lecturas del año.

Sin más, aquí tenéis nuestro dictamen

El veredicto de Koldo (por ahora):


La sentencia de Juan:

Palabra de Oriol:

La sentencia de Francesc:
 
      No muy bien habrá ido la cosa cuando he tenido que revisitar mis reseñas para poder componer esta lista. Así que
  • Recuerdos que prevalecen sin excesivo esfuerzo, o sea, MUY BIEN: Material de construcción de Eider Rodríguez, o cómo lidiar bien, literariamente, con la pérdida, y Les voltes del món de Tuli Márquez, a ver si el mundo editorial se entera del talento de este hombre y se le traduce al español.
  • Demasiados ensayos que se han quedado a medias o que me ha dado la impresión de que no conectan profundamente con la realidad, así que no los mencionaré. La realidad no lo pone fácil, cambiando cada dos por tres.
  • Alguna biografía musical que tiene más pulsación narrativa que mucha narrativa, como Bobby Gillespie en Un chaval del barrio o Jarvis Cocker en Buen Pop Mal Pop
  • Extraño reencuentro por partida doble con Houellebecq, del cual Unos meses de mi vida me ha mostrado una sorprendente actitud frágil y victimista. Curioso que su acercamiento a sí mismo le haya hecho desenfocar su aguda visión de la sociedad.
  • Y a ver si las cosas mejoran. O sea, que los tótems atinen o que las eternas promesas se consoliden. Ya, por favor.

El panegírico de Santi

En un año de bastantes pocas lecturas (una vez más), afortunadamente ha habido algunas buenas o muy buenas:

Resolución (recurrible) de Carlos

El dictamen de Marc:
  • Libro del año: «Un caballero en Moscú», de Amor Towles
  • Ensayo del año: «La supervivencia de los más ricos», de Douglas Rushkoff
  • Grandes consolidaciones en narrativa: Xavier Mas Craviotto, por «La pell del món»
  • Descubrimientos del año (autores): Byung-Chul Han con «La expulsión de lo distinto»
  • Caerán más libros de: Clarice Lispector, Siri Hustvedt, Amor Towles, Paul Auster
  • Propósitos para el 2024: más poesía, continuar con más ensayo y reencontrarme con la narrativa tras un año sin grandes lecturas

jueves, 6 de abril de 2023

Chris Kraus: La fábrica de canallas

Idioma original: alemán

Título original: Das kalte Blut

Año de publicación: 2017

Traducción: Isabel García Adánez

Valoración: muy recomendable

¿Se puede tener simpatía por un nazi, aunque se trate de un personaje de ficción? Si alguno fuéramos un escritor murciano de extremocentro, dedicado a llamar la atención en los medios de derechas denunciando la dictadura woke, no cabe duda que la contestación sería: "Sí, por supuesto", antes de enseñar la foto de Knut Hamsun que tendríamos sobre el escritorio. Pero para el resto de personas normales y más o menos decentes, la respuesta no es tan clara..."Hombre, un nazi-nazi, aunque sea un personaje de novela... Buf, qué difícil..." Pues más complicado resulta aún decirlo una vez leída esta novela. Porque su protagonista-narrador en primera persona, Konstantin -Koja- Solm es un alemán del Báltico y, junto a su hermano Hubert, miembro de las SS y, más concretamente, agente de la SD, su servicio de información, integrada dentro de la igualmente infame Oficina para la Defensa del Reich dirigida por el felizmente finiquitado Heydrich y. después, por el mismísimo Himmler. Pero, además, Koja Solm es un tío ocurrente, simpático y sentimental, con un temperamento y vocación artística, más que por la intolerancia política -de hecho, en ningún momento se presenta como un nazi convencido y no tiene ningún problema en tener trato amistoso hombres, ni mucho menos en mantener relaciones de...ejem, todo tipo con mujeres de razas supuestamente inferiores-; a diferencia de su hermano Hub, ha devenido nazi por las circunstancias del momento, de igual forma que luego espía para diferentes servicios secretos, traicionando a quien haga falta para su propia supervivencia y la de quien le importa de verdad. Es, en todo caso, más un pícaro que un fanático, aunque también un criminal.

Se ha comparado este libro con Las benévolas de Jonathan Littell, libro que no he leído (ni creo que vaya a hacerlo, que son 1200 paginacas, tetes...); no sé, pues, hasta que punto existen similitudes, aparte de las más obvias, entre las dos obras, pero si hay algo que distingue a sus autores: a diferencia, supongo, del norteamericano que escribe en francés, el alemán Kraus (*) no sólo originario del país responsable de todo el quilombo, sino también está afectado personalmente, por la conmoción que le supuso enterarse de que su abuelito querido había sido de las SS durante la guerra, y de ahí el germen de esta novela. No obstante, parece que el abuelo nazi debía de ser cariñoso con el nieto (igual que le ocurre a cierto escritor murciano, que tenía "un abuelo rojo y otro facha"... sólo que, visto lo visto, parece que el facha le daba más propina), porque ya digo que  Kraus no presenta al personaje basado en él  -aunque no únicamente- como un psicópata asesino, sino como un canalla, o medio canalla, que se amolda a lo que le va tocando vivir. Aunque claro, algo de mala conciencia sobre las tropelías que ha cometido a lo largo de su vida sí que le debe de quedar a Koja Solm, pues durante su estancia en un hospital de Múnich en 1974 -debido, en concreto, a una bala que tiene alojada en la cabeza- se dedica a contárselo todo a su infortunado compañero de habitación, un hippie llamado Basti, que alucina ante la historia, y sin necesidad de psicotrópicos (bueno, alguno que otro también hay, ejem...).

De todos modos, más que un lamento por lasa culpas de Alemania, que también, lo que aquí encontramos es una crónica histórica-familiar a lo largo de casi un siglo, un dramón incestuoso -o varios., una novela de espías que se desarrolla en diferentes épocas y escenarios, un libro de humor -sí, lo siento, pero hay mucho humor en esta novela, incluyendo humor judío-; más aún, una crónica sobre los avatares de la Alemania y el mundo de la posguerra y el papel que jugaron en ella los antiguos (?) nazis como fue el doctor Gehlen, general de contrainteligencia de la Wehrmacht y posterior director de la semioficial Org -bajo el ala de la CIA-, y su sucesor, el BND, organizaciones más llenas de nazis que los juicios de Nüremberg (y sólo un poco menos que en los congresos que se celebraban en esa ciudad durante el III Reich). Claro, que no sólo los servicios secretos occidentales hicieron la vista gorda con según que gente de turbio pasado, también el KGB, cómo no, e incluso el muy judío Mosad, con quien nuestro Koja y el resto canallas también tienen no poco trato, en algunas de las páginas, por cierto, más hilarantes del libro, merced, en gran medida, a la presencia del jefe de la inteligencia y contrainteligencia israelí, el inefable Isser Harel  (oriundo también de Letonia, por cierto).

En este extenso libro (perfectamente podría haber entrado en una de nuestras Tochoweeks) cada cual puede encontrar lo que busque: quien quiera estremecerse con un relato de los horrores de la época nazi, podrá hacerlo -aunque hay que señalar que la denuncia de Kraus va más hacia lo que ocurrió después, la connivencia de los gobernantes de la RFA con los criminales de guerra), igual que quien busque el morbo erótico y sentimental  o quien guste de una novela de espías a la vieja usanza, cuando no había hackers , algoritmos ni deep web o cosas por el estilo.... Quien quiera partirse de risa, lo hará, ya digo, y quien quiera llorar -o, al menos, emocionarse-, también. Lo más importante, en cualquier caso, es que todo esto, junto, conforma un PEDAZO DE NOVELÓN, un relato de resonancias bíblicas, sobre el amor, la traición, la cobardía o el valor y los vínculos que no se pueden borrar ni con sangre ni con fuego. Algo tramposo, sin duda, y tal vez inverosímil (aunque cosas más raras se han visto), pero que funcuiona de principio a fin merced, quizás a esta misma variedad , lo mismo que por una prosa de más que notable calidad y, sobre todo, a un protagonista y narrador que no puede dejar de conquistarnos y repelernos a la vez. Un canalla o medio canalla, al menos, incluso un nazi, de acuerdo -de aquella manera, eso sí-, pero que, pese a todo, no deja de concitar simpatía.  Otra cosa es que, en la vida real, un tipo así debería quizás acabar colgando de una soga, no lo sé... Pero, en fin, esto es una novela, después de todo...

(*) Hay que aclarar que el autor de esta novela es un escritor y director de cine alemán, no una crítica de arte y escritora norteamericana también llamada, mira por dónde, Chris Kraus.