domingo, 4 de junio de 2023

Antonio Escohotado: Sesenta semanas en el trópico

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2003

Valoración: Muy recomendable


Me atrevería a decir que con Antonio Escohotado ocurre, como con algunos otros autores, que la perspectiva que tenemos a nivel digamos popular viene algo sesgada por determinadas circunstancias. En su caso, la amplia difusión y consiguiente polémica de la colosal Historia general de las drogas, junto con los más o menos conocidos problemas que le acarreó el uso de estupefacientes y la defensa pública de su legalización, han podido oscurecer la trayectoria mucho más amplia y variada de su autor. Escohotado, de formación filosófica y jurídica, era un señor con un bagaje cultural espectacular, insaciable lector siempre ansioso por indagar y profundizar en diversas áreas del conocimiento, además de experimentar por sí mismo, sin intermediarios. En alguna parte del libro habla de esos tratados en los que el noventa por ciento son reciclaje de lo que otros han dicho, y su posición parece ser exactamente la contraria.

Sesenta semanas en el trópico parte de una de esas experiencias, un año sabático que se toma con cerca de sesenta años, al parecer muy condicionado por una separación dolorosa y con cierta percepción de entrada en una etapa de la vida desde la que se vislumbra un final. Poniendo tierra de por medio, Escohotado escapa al sudeste asiático para una larga temporada. Es pues, al menos para empezar, un libro de viajes con un parentesco relativo con el fantástico Un bárbaro en Asia de Henri Michaux, del que a veces toma cierta inspiración y demuestra conocer bien. 

En lo que tiene de viaje, el relato se centra en Tailandia, que es su base de operaciones, a partir de su estancia en Koh Samui y alrededores. De ahí Escohotado hace varias incursiones en países vecinos, Vietnam, Myanmar y Singapur, y naturalmente nos deja imágenes y comentarios sobre sus gentes, las playas, algunos retazos muy interesantes de su historia, los célebres masajes y los no menos famosos mosquitos, la alimentación o la prostitución. Más aún que el artista belga, Escohotado es un viajero experimentado, que se sorprende poco, asimila y digiere lo que encuentra, y elabora conclusiones. Conclusiones y reflexiones son en efecto la parte sustancial del libro, más allá de la simple narración de lo que acontece, que dicho sea de paso, tampoco es demasiado.

Las situaciones o anécdotas que obviamente desfilan por el libro vienen a ser puntos de partida para obtener una imagen del entorno: la influencia de la religión y tal vez del clima, una historia política compleja y dominada por dictadores, reyes iluminados por la divinidad y terribles conflictos, el teórico enganche con la modernidad y cierta disposición psicológica a la pasividad y la marrullería perfilan un entorno que al autor no parece seducirle del todo, al margen de lo atractivo de determinados parajes. Quizá el ejemplo más plástico de ese sistema es un complicado peregrinaje desde su refugio playero a Bangkok para reparar un ordenador, un hilarante episodio de lo que el occidental se puede encontrar cuando se sumerge en las dobleces del entramado social. La opinión de Escohotado está claramente escorada hacia el modelo liberal-occidental basado en un comercio eficiente y gobernado por la certeza, con la iniciativa y la laboriosidad por bandera, al menos teórica, frente a la cultura de la pasividad, el regateo y la sonrisa embaucadora, cuya víctima es sobre todo, claro está, el incauto turista. Por eso, de esa perspectiva mayoritaria solo escapa Singapur, una llamativa mezcla de productividad china y capitalismo brutal. 

El punto de vista es ciertamente diferente del sociológico (y más comprensivo) de Kapuscinski o, como decía antes, del más radical (para bien y para mal) del sorprendido Michaux, y se aproxima en algunos momentos al que exhibía Houellebecq en Plataforma, si no recuerdo mal (y que me perdone Koldo), privado de aquel cinismo pero igualmente distante al valorar ciertas realidades, pongamos por caso la prostitución. Pero que no parezca que todo son refunfuños de occidental agraviado por un entorno ávido de sacarle los cuartos. Las reflexiones vuelan mucho más lejos y se adentran en materia filosófica, en buena parte de la mano de Hume, terreno donde es indudable que Escohotado se mueve con soltura, sondeando también en torno a la botánica, la política, economía, psicología o historia. 

El autor, que llega al Sudeste para elaborar un trabajo sobre la pobreza en esas latitudes tropicales, concluye que la cultura, la educación, y por derivación la higiene, pueden ser las claves de un desarrollo que solo ha adoptado de occidente su mecanismo más material y operativo. Hay mil meandros por los que cabría extenderse, pero por ir terminando, diremos que, abriéndose paso entre una prosa de frases breves y contundentes, encontramos pensamientos de la sutileza de este:

'Aquello que Epicuro llamaba hedoné y Lucrecio voluptas, es inseparable de una voluntad elegante que disfruta la existencia sin sabotajes sublimes ni pedestres, tratando con arte los límites de cada situación. Mucho más que distinguirse por patrimonio material, fuerza física o salud, los humanos se gradúan por la medida en que disfrutan de cosas grandes y pequeñas con virtud e inocencia'.

Defensa casi emocionante de cierto disfrute de la vida y sus placeres ejerciendo siempre uno mismo el dominio y siendo capaz de gozar en la plena consciencia de lo elegido y limitado. Como todo el texto está impregnado de subjetividad, en este punto parece dejar también una alusión oblicua en relación con las drogas, asunto que también tendrá su lugar en el libro (a modo de epílogo, se cuenta una posterior y muy curiosa experiencia con la ayahuasca en la Amazonía brasileña). 

Pero no solo en este aspecto despunta a ratos el carácter personal de la narración: aquella compleja situación familiar de la que arranca la aventura asoma de tanto en tanto, dejando claro que Escohotado, lejos de ocultarla, siente la necesidad de dejarla al aire, quizá para que cicatrice, quizá como una forma de disculpa. Es incluso el tema que tiene el honor de ocupar también las últimas líneas, cargadas de una emotividad inesperada, y que confirman que, sin dejar de ser un libro de viajes, es también un amplio ejercicio de reflexión, y tal vez también de expurgación.  


3 comentarios:

Alberto dijo...

Muchas gracias por descubrirnos a este Escohotado viajero por el Lejano Oriente. Apuntado su libro para leerlo cuando se pueda. Y también el de Michaux. Escohotado fue un tipo peculiar: empezó contracultural y acabó neoliberal. Su erudición debía ser muy grande, aunque era aficionado a meterse en camisa de once varas, y, por ejemplo, llegó a pontificar sobre física sin saber física, desatando una divertida polémica con el catedrático Antonio Fernández-Rañada. Escohotado era un verso suelto que defendía lo que él creía era la libertad. En ese sentido, era un personaje muy atractivo, desinhibido, nada ortodoxo. Lo que ocurre es que su idea de libertad era la vulgata neoliberal más trillada. Está muy bien eso de "disfrutar la existencia sin sabotajes etc." Pero, por desgracia, el "patrimonio material, fuerza física o salud" tienen algo que ver con el disfrute de la vida, seguramente mucho más que las inefables "virtud e inocencia." Habría que profundizar en las causas de que unos tengan fuerza y salud y disfruten de la existencia y otros no. El señor Escohotado, en estas palabras que cita Carlos Andía, se nos revela como un poco Tartufo. De todas formas, debe leerse, aunque con sus tomazos sobre las drogas, los enemigos del comercio o el caos y el orden yo no he podido.

Un saludo.

Carlos Andia dijo...

Interesantes tus comentarios sobre el autor, por lo poco que sé me parecen bastante atinados porque he tenido esas mismas sensaciones al leer el libro y ver alguna entrevista.

De todas formas el libro está muy bien, tanto como libro de viajes como si lo consideramos ensayo sobre asuntos variados sobre los cuales se explaya Escohotado. Lo uno va muy bien con lo otro y yo creo que la lectura no defrauda. De todas formas, si tuviera que elegir yo me quedaría con la frescura de Michaux, que escribía claramente peor, pero cuyo libro está lleno de percepciones muy vivas (y cuya reseña, por cierto, puedes encontrar en el blog).

Muchas gracias por tus opiniones, Alberto.

Anónimo dijo...

Sobre el supuesto "trillado pensamiento neoliberal" de Antonio Escohotado (curioso, por cierto, que se califique de "trillado" el pensamiento económico de alguien que dedicó sus aproximadamente últimos 30 años de vida a investigar y reflexionar sobre ese particular): él se calificó a sí mismo en sus últimos años como socialdemócrata liberal. Él mismo lo explica en el vídeo que voy a poner a continuación. También habla sobre el empleo de adjetivos como ultra, extrema, neo, etc. Y sobre el cambio de opinión a lo largo de una vida.

Un saludo

https://www.youtube.com/watch?v=J3sMGxJu2-s