Título original: Haejil Muryeop
Año de publicación: 2015
Traducción: Laura Hernández Ramos y Lee Eun Kim
Valoración: muy recomendable
Al margen de lo que una sinopsis pueda aclarar sobre esta novela e incluso de lo que puedan expresar cuantas reseñas se publiquen, o su condición de premiada en certámenes literarios internacionales, siempre es gratificante incursionar en otras culturas y no limitarse al hallazgo sin más de los detalles obvios (costumbres, tradiciones), sino más bien dar un paso más y llegar a conocer (obviamente no en profundidad, esto es narrativa) ciertos aspectos propios de las sociedades que nos son ajenas. Bien, en esta novela Hwang Sok-yong combina estas cuestiones de forma que tenemos una trama que parte de una circunstancia algo murakamiana (no os asustéis) partiendo de una nota que es entregada a Minwoo Park, protagonista, cuando éste da una conferencia, y que pasa a desarrollarse con continuos flash-back que permiten no solamente situarnos en la evolución dispar de la vida de los personajes. Park dirige un importante estudio de arquitectura y puede considerarse un emblema de la Corea del Sur actual, uno de los tigres asiáticos que se convirtió en una poderosa economía capaz de exportar ya no solo producto sino servicio, conocimiento, incluso referencias culturales dispares pero de fuerte impacto. En ese sentido, el autor usa dos referentes clásicos literarios en la narración: éxito y fracaso. Los sitúa en un punto de partida común y describe su tránsito hacia esa futura confluencia. Ni siquiera se ampara en el recurso del azar. Quien entrega la nota a Park es Woohee Jeong, directora de teatro que vive en el multi-empleo y la precariedad. O una muestra perfecta de que incluso las naciones de meteórico desarrollo tienen sus cuentas pendientes, en este caso con ciertas manifestaciones artísticas que no están en lo alto de la cúspide comercial.
Por eso esta es una novela brillante. Por cómo cala el mensaje de que las sociedades establecidas en el paradigma de la competitividad y el desenfreno tienen también sus víctimas y sus puntos de desequilibrio. Que no todo son los iconos tecnológicos, la perfección aséptica de los ídolos del K-Pop y la crueldad casi caricaturizada de El juego del calamar, por aportar los ejemplos más obvios. Que ese trasvase de la humildad a la ostentación ha dejado también profundas heridas.
Y aunque ese sea el poderoso trasfondo de la novela, igualmente nos encontramos con barrios peligrosos en grandes urbes, con comercios precarios que son el sustento de familias humildes (y la única opción para que las generaciones posteriores opten a la educación en una de las economías más competitivas del planeta), con problemas para llegar a fin de mes en convivencia con una minoría que se enriquece rápida e indecentemente, con entornos de corrupción como acompañantes casi obligatorios de esos escandalosos crecimientos...aunque Al atardecer pueda parecernos en su trama y en su extensión - ciento sesenta páginas - una novela modesta, resulta dar mucho más de lo que parece ofrecer.
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