viernes, 29 de septiembre de 2023

Ismaíl Kadaré: El ocaso de los dioses de la estepa

Idioma original: albanés

Título original: Muzgu i perëndive të stepës

Año de publicación: 1978

Traducción: Ramón Sánchez Lizarralde

Valoración: más que recomendable

Lectores y amigues del blog, se acerca el día favorito de los cotillas amantes de la literatura, la Eurovisión de los gafapastas, que dijo no sé quién: la anual y no obstante ansiada concesión del premio Nobel. Cada cual hace sus apuestas, incluso literalmente (haceos un favor y no pongáis vuestro dinero en Houellebecq y mucho menos en el Murakami malo), lo mismo que yo, claro... Según mi método infalible (sobre el que algún día escribiré un libro que se venderá en la misma sección que los que aseguran enseñar cómo ganar a la ruleta o al Texas hold 'em), este año toca que ganer un escritor varón (puede ser no binarie, pero con pito aspecto masculino cisnormativo) y que no escriba en francés ni en inglés, que ya han empachado un poco a la Academia sueca. Mis favoritos, por tanto, descartado el japonés ful y cualquier africano (pues hace dos años se lo dieron a un caballero cuyo nombre no he conseguido aprender) serían: un rumano con pelazo, un húngaro de nombre no menos complicado o un albanés viejecito. Y claro, si se trata de escritores albaneses, no sé si habrá muchos más para escoger, pero a mí sólo se me ocurre uno; sí, amigues, el mismo al que este benemérito blog ha dedicado ya un porrón de reseñas, demostrando que a cansinos no nos gana nadie. Pues aquí tenéis otra, por si acaso...

Por casualidad (lo prometo), esta novelita, El ocaso de los dioses de la estepa, tiene también cierta relación con el premio Nobel: ambientada en 1958 en Moscú -aunque comienza durante las vacaciones estivales del protagonista, en una residencia para escritores en Letonia-, nos cuenta, de forma tal vez memorialística (no me atrevo a llamarlo "autoficción"), la estancia de un joven escritor albanés, trasunto del autor, supongo -si no directamente él mismo- en el Instiruti Gorki, de la Unión de Escritores Soviéticos, donde asiste a cursos literarios junto a otro montón de juntaletras letrtaheridos, de variados orígenes, edades y experiencias vitales. Justo es el otoño en el que se le concede el premio Nobel a Boris Pasternak, autor de la celebérrima Doctor Zhivago, ante lo que la maquinaria de propaganda del estado soviético -de la que forma parte dicha Unión de Escritores- se pone en marcha para denigrarle como traidor y obligarle a renunciar al premio (cosa que acabó sucediendo). El protagonista asiste a todo entre la distancia que le da su extranjería y la perspicacia de verle las costuras al régimen soviético, aunque más preocupado, en realidad, por sus cuitas amorosas y por el posible enfriamiento de las relaciones entre Albania y la URSS, algo que, sin duda, no puede sino afectar a su estancia en Moscú.

Debo decir que, en un principio, el argumento de esta novela no me interesaba demasiado, pues parecía que iba a ser más que nada una sucesión mejor o peor hilvanada de impresiones o recuerdos sobre su estancia en la Unión Soviética (pues, realmente, Kadaré estuvo estudiando y residiendo en el Instituto Gorki durante esa época), pero, ay, amigues, resulta que no sólo la novela está mucho mejor hilada de lo que sugería al comienzo y hay una relación causal, aunque no obvia, entre sus diferentes capítulos, sino que uno (yo) empieza a leerla y no puede dejarla. Porque Kadaré escribe de maravilla, mezclando las observaciones y reflexiones de "anónimo" protagonista, con límpidas descripciones y retratos fulgurantes, casi caricaturas con dos trazos de la fauna literaria o aspirante a serlo de la que está rodeado (de quienes he de admitir que no tengo ni idea, salvo que algunos sí que existieron de verdad, según San Google, mientras que de otros no he encontrado constancia), bañado todo con un aura de melancolía, pero también con un sentido del humor, en una variante de sorna más o menos suave, que lubrica la narración y ayudan a transitar por las partes más taciturnas e incluso trágicas. Sin olvidar, ya digo, que el magnífico dominio narrativo que demuestra Kadaré permite una lectura más ágil e intrigante de lo que podía esperarse en un principio.

En fin, que no hace falta estar superinteresado en la literatura albanesa o soviética, o en las vicisitudes políticas de la época postestalinistas para disfrutar de esta, para mía, al menos, absorvente novela, y cuanto antes, mejor, no sea que en unos días le den el Nobel a don Ismaíl y ya lleguemos tarde. Que sólo con este libro ya se lo merece más que el Murakami malo o el farsante de Michel, ya os lo digo yo...

Más libros de Ismaíl Kadaré reseñados en este blog: Las mañanas del café Rostand, La pirámideLa muñecaAbril quebradoRéquiem por Linda B.El Palacio de los SueñosEl cercoEl accidente 


3 comentarios:

Alfonso Ramírez dijo...

¡Cómo me gustó este libro cuando lo leí, me acabáis de alegrar la mañana!

Qué alegría que lo reseñéis pero qué rabia la calificación, lo considero muy recomendable sin duda.

Sólo por salir de dudas, el rumano que mencionas por supuesto es Cartarescu, pero el húngaro no me veo acertándolo... ¿Me podríais echar un cable?

Dicho esto, ¿por qué no podría recibir el nobel un búlgaro, recientemente reseñado en este mismo blog?

¡Un saludo a todos! ¡Qué maravilla de blog! ¡Qué contento estoy!

Juan G. B. dijo...

El húngaro: http://unlibroaldia.blogspot.com/2019/10/laszlo-krasznahorkai-tango-satanico.html

El viajero de una noche de invierno dijo...

¿AbsorVente? Esa ortografía.