martes, 19 de septiembre de 2023

Gueorgui Gospodínov: Las tempestálidas


Idioma original:
búlgaro

Título original: Времеубежище

Año de publicación: 2020

Traducción: María Vútova y César Sánchez

Valoración: bastante recomendable

Yo no sé si con este Las tempestálidas Gospodínov se postula a autor de La gran novela europea. Puede que, a diferencia de su homónima americana ( de esas tenemos un puñado cada año), no exista tal concepto. O exista, pero pueda ser discutida. En qué idioma, de qué época, de qué autor, de qué corriente literaria. Antes, o después de ciertos hechos que marcan el desarrollo de la historia del Viejo Continente (en mayúsculas para mayor solemnidad, más que nada), ciertas fechas marcadas a fuego con mayor o menor precisión.

Curioso, porque una de esas, el 1 de septiembre de 1939, es un ejemplo recurrente que actúa como referencia y como bisagra de la novela. No de una forma aparatosa, pero sí con cierto ritmo, como si ese fuese el momento cumbre de la historia reciente, el famoso punto de inflexión. En todo caso, ésta no es una novela sobre un conflicto armado, ni tan siquiera podemos considerarla una novela al uso, por cuanto su estructura e incluso sus personajes son extraños y difusos, casi espíritus que gravitan. Lo cual no es una carencia para nada, esa condición etérea que parte de la presencia de Gaustin, un flâneur, qué mejor representación europeísta que un término en francés. Primer gancho literario; ese regusto sebaldiano que Gospodínov evoca de forma sutil, esa sensación nómada que desprenden las páginas, que describen pocos decorados estables. Monumentos, edificios oficiales, habitaciones de hotel. Casi siempre lugares de existencia efímera o escenarios de tránsito. Un curioso ámbito físico inquieto que plasma a la vez heterogeneidad y esa idea, impostada y falaz, de la unidad continental. Porque quizás otra fecha clave en la novela sea la de la caída del muro, ese hito en que el continente deja de constituir dos mitades desiguales y antagónicas y se inicia el proceso - en el que es incuestionable la influencia del turismo y de la suave pero implacable dictadura de los mercados - de generar una nueva Europa unida por la argamasa de una moneda y una especie de metalingua-franca. Sobre ese escenario se concibe el primer tramo de la novela: la creación de un hotel donde las habitaciones recreen décadas determinadas. Así los viajeros tienen la impresión irreal e inocua de hospedarse en otro momento de la historia. Digamos que esa es la fase más convencionalmente narrativa de la novela. De forma discordante, casi cacofónica, irrumpimos en un puñado de páginas en que Gospodínov desplaza la novela a Bulgaria, a ese orígen de los personajes que se encontraban en la primera parte, llevando a cabo una semblanza algo sarcástica, que incluye tradiciones y festejos, como una especie de parón algo anacrónico, antes de afrontar el tramo final del libro.

Los europeos, cautivos de la oleada nostálgica producida por el éxito de la idea de Gaustin, proceden a votar por su década favorita. Situación que permite a Gospodínov efectuar un agudo análisis, no exento de cierto sarcasmo rayano con la crueldad, en que cada nación se enfrenta a su pasado y se inclina por qué época (dentro del siglo XX) reviviría o elegiría para permanecer en ella. Curiosa elección que, en un siglo en que pocas naciones han podido esquivar estar sometidas a régimenes totalitarios en algún momento, puede deparar alguna sorpresa.

Y la novela regresa a un emplazamiento más íntimo. Vivimos ya en un mundo anegado por las decisiones producto de la evocación nostálgica y las condiciones de su puesta en práctica. De recreación de los iconos culturales, de recapitulación de los momentos que han marcado el devenir del continente. Una recapitulación quizás no tan exhaustiva y solemne como otros desearían, de ser Gospodínov un autor radicado en París, en Roma, en Bruselas. Es esa distancia y esa permanente presencia en el límite de lo bizarro, de lo descabellado. Que quizás su autor se permite por haber hecho esa retrospectiva desde una esquina, desde la periferia.

1 comentario:

Noemí dijo...

Muy buena reseña, enhorabuena! Yo leí la novela hace unos meses en su traducción al inglés y me encantó.

Por cierto, ¿de dónde sale el título "Las tempestálidas"? Constato vía Traductor de Google que el título original en búlgaro equivale a "Refugio del tiempo" o "Paraíso del tiempo", un elemento clave en la trama de la novela. (Los refugios del tiempo son una especie de "hospitales" del tiempo para personas con alzheimer, que recrean al detalle una etapa concreta de su pasado.) Además, no solo sirve de vehículo para el argumento, sino que también es una metáfora de la nostalgia histórica como pretexto o escondite en tiempos de conflictividad política. A su vez evoca los refugios antiaéreeos que tienen un peso simbólico tan importante en la historia europea (incluso a día de hoy).

La traducción inglesa tituló "Time Shelter", que corresponde más fielmente a este concepto. ¿Tenéis alguna información sobre el cambio de título en la traducción? ¿A lo mejor los traductores dieron alguna pista?

Gracias por el excelente trabajo que hacéis en el blog. Siempre es un placer leeros. Saludos!