sábado, 30 de septiembre de 2023

Reseña a cuatro manos: Vivir deprisa, de Brigitte Giraud

Idioma original: francés

Título originalVivre vite

Traducción: Maria Teresa Gallego Urrutia

Año de publicación: 2022

Valoración: Muy recomendable


Hace unos años publicamos una entrada que llevaba por título Libros sobre la pérdida de un ser querido. No estaría de más actualizarla de vez en cuando para ir incluyendo en ella textos como este Vivir deprisa que, si no me equivoco, debería figurar en un hipotético listado canónico sobre el tema.

Porque Vivir deprisa es un texto cuyo centro lo ocupa el fallecimiento en accidente de tráfico del marido de la autora, el cual es rememorado y reconstruido (¿o tal vez deberíamos decir deconstruido?) por su autora 20 años después, tomando como punto de partida la venta de la casa que ambos compraron días antes del accidente.

El tiempo transcurrido es clave en la forma y el fondo de la novela. Esa distancia es fundamental, tal y como confiesa Giraud ('escribo desde ese escenario lejano donde aterricé y desde el que vislumbro el mundo como una película algo desenfocada que se ha rodado mucho tiempo sin mí'), y permite el planteamiento de cuestiones que "en el calor del momento" resultarían imposibles y la introducción de un leve toque de humor impensable en un momento inmediatamente posterior a fallecimiento.

Esa distancia temporal también puede llevar a plantearse hasta qué punto esa búsqueda tiene algo o bastante de morboso. Se examinan con todo detalle los antecedentes, cuáles fueron esos momentos en que todo pudo haber cambiado con una simple llamada de teléfono (o con su ausencia), con un cambio en la meteorología o un cumpleaños infantil que pudo haberse aplazado. La fatalidad vista como el cúmulo de circunstancias que llevan a un desenlace u otro, el famoso aleteo de la mariposa que puede determinar una vida entera.

La búsqueda de un por qué pasa entonces de ese algo genérico y desesperado que cualquiera se plantea ante una desgracia a un análisis frío de la cadena infinita de interacciones, muchas veces fortuitas, que componen la existencia. Algo como el clásico jurídico causa causae, causa causati, o los límites de la responsabilidad too remote: ¿qué fue lo realmente determinante del suceso final? ¿se hubiera evitado de no ser por aquella pequeña negligencia, por un inocente arranque aventurero o un simple gesto de generosidad?

No es la única lectura que ofrece Vivir deprisa y esto es clave a la hora de otorgarle una valoración. Obviamente, esa literatura sobre el duelo y el recuerdo del marido ausente está ahí, pero la constante búsqueda de sentido a cualquier detalle, por nimio que sea, o la sugestión de hipótesis con las que apaciguar el vacío elevan al texto a otro nivel y permiten que sea leído como novela psicológica (la culpa, las dudas...) o como novela generacional (la búsqueda de pisos, la construcción de la pareja...) que trascienden de lo meramente individual.

El relato de la tragedia es por tanto también una excusa para la rápida autobiografía de una vida en la que todas las piezas parecían ir encajando hasta que algo, la confluencia de esos pequeños detalles indetectables, hizo girar la historia hacia la grieta definitiva, el momento que lo cambió todo.

La prosa de Giraud tiene el magnetismo de lo sencillo y directo, se vuelve rápidamente adictiva y está llena de sinceridad. Expone las circunstancias e intercala puntos de inflexión, pausas dramáticas para fijar el momento en que el proceso fatal pudo, por muy poco, variar el rumbo, y lo hace con un deje de humor amargo, como algo que la distancia de esos veinte años hubiera apaciguado hasta dejar solo un rescoldo. Un efecto que funciona y es eficaz durante todo el relato, aunque puede dejar una sensación extraña al final de la lectura, como de haber removido un poco gratuitamente esa herida que nunca llegará a cerrar. 

Firmado: Koldo y Carlos

También de Brigitte Giraud en ULAD: Tener un cuerpo

2 comentarios:

Daniel GZ dijo...

Lo leí este verano, en francés, en un fin de semana, lo cual ya es revelador. Se lee con interés y la autora demuestra una gran capacidad narrativa, pero me resultó muy desasosegante esa búsqueda de factores desencadenantes de una fatalidad. No he pasado por el trance de la autora, y no sé si ello me incapacita para juzgar su visión de las cosas, pero no comparto ese interés por indagar en cómo se desencadenaron los hechos... Desde mi lugar en la vida (insisto: no he pasado -y espero no pasar- por el trance de la autora) pienso que es mejor dejar las cosas cómo están... por duro que sea el no poder encontrar una explicación a lo inexplicable.
Gracias por la reseña, una vez más.

Carlos Andia dijo...

Esa misma sensación extraña me dejó a mí el libro, como de algo muy bien construido pero poco sano, todo este escarbar en el dolor para qué, solo para escribir un libro? De todas formas creo haber leído que la autora ya ha escrito otras cosas relacionadas con su tragedia, lo que parece indicar que es algo pelín obsesivo. Eso sí, el libro está muy bien escrito y como tú dices se lee del tirón.