jueves, 21 de septiembre de 2023

Bartolomé Seguí: Boomers

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2023

Valoración: Se deja leer (como mucho)


Es curioso, pero si uno busca en Wikipedia boomers o baby boomers se encuentra en primer lugar un inesperado montón de datos de apariencia científica sobre las definiciones de las distintas generaciones que vienen poblando el siglo XX y lo que llevamos del XXI. Así que lo que yo consideraba una etiqueta más o menos coloquial parece que por el contrario tiene raíz en estudios demográficos que se suponen serios. Por otra parte, todos o casi todos esos estudios coinciden por lo visto (lo he leído con cierto detenimiento) en un rango de fechas de nacimiento casi idénticas, entre 1946 y 1964, desde luego bastante alejadas de lo que humildemente tenía yo en la cabeza: que, al menos en España (puede que haya variaciones por países, no lo sé), se llamaba boomers a los nacidos en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado.

Deduzco que el dibujante Bartolomé Seguí tenía la misma idea que yo y que la mayoría de la gente, porque los protagonistas de su libro son un grupete que ronda los sesenta tacos. Uno de ellos, Ernesto (seguramente un alter ego del autor), parece estar atravesando una temporada algo difícil, como que se ha dado cuenta de que empieza a enfilar el final del camino, y decide hacerse un viajecito él solo para resituarse en su nueva etapa. Así lo hace, con la aquiescencia de su comprensiva mujer, y lo vemos circular en un Smart por las carreteras creo que de Mallorca, mientras reflexiona sobre su vida y las dudosas perspectivas que se abren en su futuro.

En realidad el viaje no da más de sí, ni descubre a la mujer que le hará rejuvenecer, ni se emborrachará ni se echará a llorar, ni tendrá una revelación ni se verá envuelto en una trama de contrabandistas. No le va a ocurrir nada, así que se podría haber ahorrado el dinero dándose unas vueltas por el monte o en la playa cerca de su casa, aunque los dibujos de esos itinerarios, a veces de noche y envueltos en una tormenta, son quizá lo más destacado del libro.

Porque el resto son conversaciones entre la cuadrillita de vejetes, vecinos o amigos desde hace mucho, quizá tres parejas o alguno de ellos single, que alrededor de una mesa, con alguna copita moderada y algo de tabaco, vuelven una y otra vez a la carga con temas parecidos: el paso de los años, las barrigas y las arrugas, la jubilación, un futuro en la residencia, los últimos estertores del sexo, qué mundo este tan diferente, los medios de comunicación y poco más. Estos boomers, cincuentones o sesentones, no salen de esos temas y así resultan mortalmente aburridos. Quizá no tanto para ellos mismos, porque parecen satisfechos con sus charlas, pero sí, inevitablemente, para el pobre lector.

En realidad, podrían llamarse boomers o de cualquier otra forma, porque no encontramos ninguna de las circunstancias que podrían definir su paso por la sociedad en unas fechas concretas: fueron la primera generación que no conoció la dictadura, o casi, han experimentado los cambios más radicales en tecnología, cultura o sexo, los primeros que no habían vivido las guerras anteriores, quienes a edades insólitas han empezado a ser prejubilados o despreciados por el mercado laboral, no sé, mil aspectos que pueden definir a los nacidos justamente en esos años y diferenciarlos de cualquier otra generación anterior. Pero nada de esto asoma por el libro, que se limita a esa redundante presentación de los puretas dando vueltas a los mismos tópicos y mirándose al ombligo con un no pequeño grado de autocomplacencia. Ya dice Bartolomé que hay en el libro algo de autobiográfico (yo creo que bastante), y parece que lo que ha pretendido es colocar sus comidas de tarro personales más que componer un relato.

Pudo haber sido algo divertido, valiente, corrosivo, podía haberlos dibujado, nunca mejor dicho, como héroes o como perdedores, superados por la Historia, soñadores derrotados, reprimidos o calentorros de playas mediterráneas, o quizá un poco de cada cosa, que supongo que será lo que más se ajuste a la realidad. Pero no, son un grupito de tristes, con una melancolía pastosa disimulada tras un una copa o el humo de un cigarro, tras una cortina de ironía txotxola (ya he sacado esta palabreja antes en este blog), tipos que aburren a las ovejas hablando de sí mismos y de la decadencia que tanto miedo les da, aunque finjan llevarlo bien.

De las ilustraciones poco puedo decir, están bien sin más, no me llaman la atención casi nunca, pero dejo por ahí algunos recortes por si alguien los quiere valorar con más elementos de juicio. Pero por lo demás se me ocurren bastantes cosas mejores que hacer en la media horita que se puede tardar el leer el libro.


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