Título original: Eristische Dialektik: Die Kunst, Recht zu behalten
Traducción: Luis Fernando Moreno Claros
Año de publicación: 1864
Valoración: Recomendable para interesados
El arte de tener razón (también conocida como Dialéctica eurística) es una obra de Arthur Schopenhauer publicada póstumamente. Se aleja de la metafísica que caracterizó la aportación de juventud del autor y se centra en una filosofía más práctica. No tiene, a mi juicio, el nivel de refinamiento de otros trabajos del pensador, ni en forma ni en fondo. Aun así, no sólo es intrínsecamente interesante, sino que sigue siendo relevante a día de hoy.
¿De qué trata? Básicamente (y dejando de lado apartados menos enjundiosos), ofrece 38 estratagemas con las que imponerse en un debate. No son particularmente éticas, pero, según Schopenhauer, el hombre recurrirá, dada su «maldad», a toda clase de «astucias, ardides y bajezas» en una discusión, por lo que uno debe enfrentar al enemigo en igualdad de condiciones.
En efecto: para Schopenhauer, «si fuésemos honestos por naturaleza, intentaríamos simplemente que la verdad saliera a la luz en todo debate, sin preocuparnos en absoluto de si ésta se adapta a la opinión que previamente mantuvimos, o a la del otro; eso sería indiferente o, en cualquier caso, algo muy secundario.» Sin embargo, no suele ser así; tendemos a embarrar los intercambios de ideas, hasta tal punto que no los empleamos para acercarnos a la verdad, sino para salir victoriosos.
En este sentido, remarca el filósofo que «la verdad objetiva de una tesis y su validez en la aprobación de los contrincantes y los oyentes son dos cosas distintas. (Hacia lo último se dirige la dialéctica).» Después añade que «Quien queda como vencedor de una discusión tiene que agradécerselo por lo general no tanto a la certeza de su juicio al formular su tesis como a la astucia y habilidad con que la defendió.»
Y por esto considero que El arte de tener razón es no sólo reivindicable, sino que de rabiosa actualidad. En una cultura del debate pueril, los zascas, las cámaras de eco y los memes simplificados, incluso los portadores de la verdad (o, mejor dicho, de tesis más próximas a la verdad que su rival) se ven obligados a pelear como salvajes.
Ojalá viviéramos en un mundo perfecto, en el que los individuos cercaran las verdad. Ojalá fuera posible hacer caso a la sensatez de Mark Twain cuando sostenía que «Nunca discutas con un idiota. Te rebajará a su nivel y te ganará por su experiencia». Ojalá pudiéramos respetar al propio Schopenhauer, que advierte que, al debatir, «ambos contrincantes deben estar igualados en cuanto a cultura e inteligencia. Si uno de ellos carece de la primera, no entenderá todo (...). Si carece de la segunda, el rencor que sentirá por ello le instigará a actuar deslealmente con astucia o groseria.»
Lamentablemente, en el infierno fanático, tribal y polarizado que nos ha tocado en suerte no nos podemos permitir semejantes lujos; uno no puede ser excesivamente selectivo, íntegro o riguroso al debatir contra dogmáticos, tribalistas y prejuiciosos que siempre van a la defensiva y cuya autocrítica brilla por su ausencia.
Porque debéis tener claro que estamos encerrados en un enorme manicomio, rodeados de gente con la que debatir es igual a desafiar a una paloma en un juego de ajedrez. «La paloma no hará sino tirar todas las piezas y defecar en el tablero para luego volar, cantando con orgullo su victoria y dejando atrás todo el desorden y la suciedad que otros tendrán que limpiar.» Eso afirmaba Ece Temelkuran sobre debatir con Donald Trump. Mas, no por ello debemos agachar la cabeza y fingir que esa clase de gente no existe y sus palabras carecen de impacto. Lo siento, Temelkuran, pero no basta con rebatir y criticar desde la distancia a ese tipo de personas; hay que debatir.
E insisto: no es la «dialéctica» la que determina «la verdad objetiva de una tesis», así que no hace falta sobredimensionar la importancia de «la aprobación de los contrincantes y los oyentes». Los debates son lo que son, y exigirles una probidad o precisión a los que, como formato, no se prestan, es ingenuo.
En fin: no abordaré cada una de las estratagemas prescritas por Schopenhauer individualmente, porque algunas se solapan o pueden inferirse de otras (por ejemplo, la 4 y la 9, o la 8 y la 38). Sólo señalaré que, en general, me parecen sumamente eficaces. Asimismo, remarcaré que las hay ilustradas con ejemplos, e incluso se nos da herramientas para evitar o contrarrestar un buen puñado de ellas.
Llegados a este punto, dejad que alabe la edición de El arte de tener razón publicada por Acantilado. La introducción, a cargo de Luis Fernando Moreno Claros (responsable también de la traducción y las notas), es un tanto dispersa, pero muy exhaustiva y esclarecedora. Moreno Claros hace una labor encomiable al contextualizar la obra: establece referentes, la sitúa cronológicamente, sugiere cuáles pudieron ser sus gérmenes…
Libros sobre Arthur Schopenhauer en ULAD: Arthur Schopenhauer, En presencia de Schopenhauer
2 comentarios:
Magnífica exposición. ¿Dónde puedo encontrarlo?
Hola, Chus. Acantilado tiene buen músculo logístico, así que deberías poder comprar este ensayo con relativa facilidad.
Publicar un comentario