Año de publicación: 2023
Valoración: Muy recomendable para lectores interesados por la historia.
Aunque creemos haber cambiado mucho en nuestro camino como humanos desde la Antigüedad hasta ahora, lo cierto es que en determinados temas no lo hemos hecho prácticamente nada. La ciencia o la tecnología no impiden a algunos seguir aferrándose, por ejemplo, a aquellas prácticas que parecen poder predecir lo que nos deparará el futuro o ayudarnos con un problema: el tarot, el horóscopo, las religiones… De esta conexión tan fascinante con nuestros antepasados helenos trata en el fondo La voz de los dioses de Diego Chapinal, así como de una de las caras más misteriosa, irracional y menos conocida de los antiguos griegos entre el gran público: la adivinación a través de los oráculos.
Posiblemente estemos ante el ensayo más completo en castellano sobre la adivinación en la Antigua Grecia y, sin duda, ante el más ameno de ellos, sin perder por ello ni un ápice de rigor académico. Su autor consigue trasladarnos a la realidad de la Antigüedad helena a través de su narración y dar respuesta a varias de las preguntas que nos surgen cuando pensamos en los oráculos griegos: ¿Dónde aparecieron? ¿Cuál fue su importancia en la cultura helénica y cuáles fueron los más relevantes? ¿Cómo eran los métodos empleados para consultar a los dioses? ¿Por qué fueron tan importantes en su momento? Y, especialmente, el interrogante que nos puede asaltar al final de nuestro viaje: ¿Cuándo y por qué empezaron a decaer?
Contaba Diego Chapinal en una de sus primeras presentaciones (en Pamplona, en su Feria del Libro), que siempre ha sentido curiosidad por las religiones desde un punto de vista antropológico y que los oráculos, para él, son el ejemplo más evidente de unas creencias que, como ya he comentado al principio, aún llegan hasta nosotros. La voz de los dioses es un recorrido a través de la historia de los oráculos y de sus prácticas, para que el lector conozca la complejidad de sus técnicas y la magia de su embrujo, muchas veces tejido en la consciencia colectiva a través de la mitología y las epopeyas griegas. Así, Diego nos habla en su ensayo de los mitos fundacionales de los centros oraculares, de su relación intrínseca con la polis, de sus principales dioses (Apolo y Zeus). También nos narra muchas cosas que el lector puede llegar a desconocer, como la existencia de los adivinos ambulantes o la figura de los cresmólogos (que se dedicaban a la salida de los templos a ofrecer sus servicios para dar una nueva interpretación al creyente de la respuesta que había recibido), los sobornos en algunos famosos casos conservados o las diferentes tipologías de centros, entre las que destaca los nekyomanteia u oráculos de la muerte. Todo un abanico de temas que dejará a cualquiera anonadado, una vez más, ante la hermosa y mistérica fascinación del mundo griego que, como bien decía Dodds, poco tiene de racional en muchos momentos de su existencia.
A título personal, lo que más me ha gustado del estudio de Chapinal es su hincapié en el estudio del oráculo de Dodona. Siempre obnubilados por la imagen de Delfos (de cuya investigación se encargó y de maravilla Michael Scott en un ensayo del mismo nombre publicado por Ariel), Dodona es como una joya insólita que Diego nos descubre con una habilidad magnífica. Chapinal reivindica la importancia de Dodona porque, durante las investigaciones de los últimos años, el oráculo epirota ha dado a los expertos una serie de datos fuera de lo común: desde su práctica de poner las consultas por escrito por parte de los propios peregrinos (fuente vital para los estudiosos de los dialectos griegos y los lingüistas y que tira por tierra muchas de las teorías que se venían manteniendo sobre la alfabetización del pueblo bajo) hasta su enorme cantidad de consultas privadas cotidianas, Dodona es un ejemplo más de que Grecia siempre tiene una sorpresa para nosotros y que su sociedad, con sus problemas cotidianos, no es tan diferente a la nuestra en la actualidad.
Con la llegada de la Roma cristiana, los oráculos parecieron tener un declive pero, sin embargo, siguieron siendo un referente para la comunidad del Imperio, que los asimiló en su propio beneficio. Y es que, aunque nos parezca lo contrario, lo mistérico nunca pierde su poder de atracción.
En definitiva, nos encontramos ante un estudio riguroso y a la vez divertido que explora uno de los temas más seductores del mundo griego, escrito con una pluma ágil y cercana y que no duda en utilizar las fuentes documentales, arqueológicas y epigráficas más actuales para acercarnos a la verdad de los designios divinos. Todo un ejemplo de lo que es un buen ensayo de historia.
Firmado: Silvia Broome (librera)
2 comentarios:
Muchas gracias por la reseña; leeré el libro, porque soy una apasionada de la cultura de la antigua Grecia. En la Dodona creo que eran las palomas que se posaban en los árboles del templo las que susurraban el oráculo. Grandes, los griegos.
Leí el libro porque me fascina el tema y animada por vuestra reseña y me he sentido muy defraudada. Me ha parecido mal escrito. Si el autor domina la materia no la sabe explicar. Lo que hace es repetir mil veces el esquema del capítulo que va a tratar y disculparse por no poder entrar en más profundidad en el tema. Increiblemente llega ha sugerir al lector que imagine él la respuesta (a algún oráculo). No he encontrado ni una anécdota afortunada ni un dato interesante por el contrario al intentar contar el episodio del rey Creso lo destroza, tal es la torpeza con que se expresa. Que mencione a Heródoto, tan ameno historiador y buen narrador, parece una blasfemia. Hablando de oráculos parece obligado establecer una genealogía y sobre todo una jerarquía entre los dioses griegos. Y también una diferenciación en las edades de la cultura griega: arcaica, antigua, etc. Y establecer una geografía del país, no es igual hablar de Delfos, en el corazón de Grecia a hacerlo del Epiro. Lo mismo le da: menciona la Dodona y seguidamente un templo en la Jonia, de extremo a extremo.
E igual en el tiempo: hace referencia al siglo II de.de C. y de repente al VI a. de C. Todo es un revoltijo. Esperaba un dibujo o una fotografía de una tablilla, ver el tipo de letra, el tamaño, color...Puesto que las respuestas de algunos oráculos han sido tan ajustadas e ingeniosas imagino a los que las elaboraban muy cautos e ingeniosos. El dice que no todas las respuestas eran ambiguas, así en general. También en general, que las consultas más numerosas eran sobre la salud...Y su desconocimiento sobre los dioses queda de manifiesto cuando afirma que Leto, la madre de Apolo y Artemisa, era humana y por tanto mortal. No señor, Leto era una titán y en consecuencia inmortal, dato que sabría si conociera la genealogía de los dioses.
En fín, una lástima.
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