lunes, 3 de julio de 2023

Hernán Díaz: Fortuna

Idioma original: inglés
Título original: Trust
Traducción: Josefina Caball (en catalán, para Edicions del Periscopi) y Javier Calvo (es castellano, para Anagrama)
Año de publicación: 2022
Valoración: recomendable


Tenía ganas de leer la nueva novela de Hernán Díaz después de las buenas sensaciones que me produjo la lectura de su anterior obra; más aún después de las buenas críticas que ha recibido este libro y premiado además con el premio Pulitzer. Pero, como sucede en algunas (demasiadas) ocasiones, si bien el libro está bien y es interesante, creo que no alcanza la altura de tanto elogio. 

Planteado con una estructura y contenido multicapa, este es uno de esos libros en los que cada uno de los lectores apreciará más una parte que otra, le encontrará significados diferentes y probablemente aún más en el caso una posible (y recomendable) relectura, pues se trata de esas novelas en las que una vez terminada la sensación que emana es una voluntad (casi un ansia) revisionista para atar cabos, para discernir entre las diferentes realidades que el autor nos brinda sobre una mismo tema: el poder de las grandes fortunas y su legado, no únicamente económico, sino también histórico a través del recuerdo, la memoria y la posible trascendencia.

Estructurado en cuatro grandes bloques firmados y narrados por otros tantos personajes, el libro analiza desde cuatro ángulos diferentes la vida, auge y evolución de un poderoso matrimonio en la Nueva York de finales de la década de los años 20 en el antes y el después del crac del 1929. Con este enfoque, el libro empieza de manera en que un tal Harold Vanner nos narra la vida de Benjamin Rask a modo de biografía desde sus orígenes y que resume, de manera sintáctica, afirmando que «en 1662 sus antepasados emigraron de Copenhague a Glasgow, donde empezaron con comerciar con tabaco procedente de las colonias». Estos son las raíces de la familia Rask, en un momento histórico marcado por el comercio y la explotación y que la familia supo aprovechar, pues en el siglo XVIII el negocio prosperó tanto que una parte de la familia se fue a América para controlar proveedores y la producción hasta que, tres generaciones más tarde, Solomon, el padre de Benjamin, adquirió la parte de todos los orientes e inversores externos consiguiendo que la empresa prosperara hasta convertirse en uno de los comerciantes de tabaco más prominentes de la Costa Este. Sabemos también que la mujer de Solomon, Willie, apenas se veía con su marido pues este viajaba a menudo (teniendo incluso una hacienda en Cuba donde pasaba largas temporadas) y cuando volvía ella hacía lo imposible para escaparse a Nueva York con sus amigas o a Washington, Boston o incluso Chicago. Así que Benjamin, que creció entre cuidadoras y la soledad de su habitación, ve como muy pronto se muere primero su padre de un ataque al corazón y poco después su madre de un enfisema con lo que, al empezar sus estudios universitarios, se queda solo con su gran fortuna heredada. Pero el negocio del tabaco no le atrae, así que se lo vende al mejor postor y dedica a incrementar su fortuna volcándose al mundo de las finanzas, su gran pasión. 

Hernán Díaz va directo al grano (esta parte del argumento lo narra en las primeras veinticinco páginas) para ubicarnos rápidamente en la historia y nos traslada, cuál Scott Fitzgerald en el Gran Gatsby (libro que por cierto se menciona y con el que guarda ciertas similitudes), al distrito financiero de Nueva York, cerca de donde se mueve el dinero. Benjamin, alguien que «sentía aversión tanto por el dramatismo como por las muestras excesivas de alegría»; alguien huraño, de vida casi monacal, a pesar de ser miembro de los grandes clubes y círculos sociales para disimular, que «vivía la mayor parte de lo que sucedía en Nueva York a través de los periódicos». Asimismo, nos narra la vida de Helen Brevoort, proveniente de una familia rodeada de cultura. Helen, alguien a quien «la soledad la estimulaba» y quien, a través de un conocido común conoce a Benjamin en una fiesta en su casa a la que han estado invitados ella y sus padres. Helen, que justo al verlo y en la clara idea de matrimonio a la que sus padres la empujaban «decidió que aceptaría. Porque vio que, en el fondo, ese hombre estaba solo. En la vasta soledad de él, ella encontraría la suya; y con la soledad, la libertad que sus padres, autoritarios como eran, le habían negado siempre». Helen, quien tras casarse en una ceremonia extremadamente íntima «hacía todo lo posible para disipar los miedos de Benjamin» en un momento vital boyante, donde «todo el mundo, tanto hombres como mujeres, se sentía con derecho a participar de la prosperidad que reinó durante los diez años posteriores a la guerra (…) y Rask intento ayudar a alimentar la sensación de posibilidades ilimitadas creando nuevas instituciones y bancos que ofrecían créditos en condiciones tentadoras». Así, Rask incrementaba la fortuna y Helen la distribuía en funciones filantrópicas convirtiendo la pareja «en unos seres míticos de la alta sociedad neoyorquina (…) de la cual ellos prescindían completamente»; «un matrimonio cuyo legado filantrópico continúa influyendo en la vida cultural y pública de los Estados Unidos», aunque su relación no era harmoniosa, pues «la admiración que Benjamin sentía por Helen era cercana a un temor reverencial (…) sentía por ella una especie de deseo místico, casi casto». Pero, con el crac del 29 todo cambió y la sociedad que creía en un futuro lleno de ilusión y dinero cayó y se hundió con la bolsa a excepción de Rask, que había cambiado sus negocios financieros dejando las inversiones monetarias por la inversión de oro. Rask emergía entre los escombros más rico, más poderoso, pero también más solo pues la alta sociedad le culpaba de ser el hombre que les había hundido a todos.

En el segundo bloque, el autor cambia completamente la historia y abre una segunda trama desde cero. En ella sitúa a su personaje principal, quien narra a modo autobiográfico mirando a su pasado, William, en Nueva York, el bisnieto de un hombre que hizo fortuna como comerciante y explica la historia de la estirpe familiar hasta llegar a él mismo, hombre acaudalado que se dedica a la inversión financiera y se casa con Mildred Bevel, gran amante del arte, literatura, música, y constituye junto a ella su gran imperio financiero. 

Para no desvelar más la trama, el tercer y cuarto bloque narran la misma historia desde ángulos diferentes, uno a través de una visión externa y el último a través de la mirada de uno de sus protagonistas de manera que completamos la mirada poliédrica del mismo matrimonio ligado y protagonista de un momento histórico que encumbró a unos y hundió a otros. Cabe decir, que en el tercer bloque (para mía el mejor de los cuatro) la perspectiva social se amplía pues se introduce la visión de la mirada femenina al relato y, de la misma manera, al mundo capitalista y depredador que la figura de los grandes magnates financieros imponen (aún ahora) al mundo bursátil y, por extensión, al resto de la sociedad que baila a su son. Además, introduce de manera acertada la mirada desde las clases bajas de la sociedad, con una protagonista con un padre anarquista italiano aunque su padre «nunca se consideró un inmigrante. Él era un exiliado» porque «él no había decidido irse; lo habían expulsado» y, por ello, tenía sobre su tierra natal opiniones contradictorias, «una amalgama de resentimiento y añoranza, de gratitud y de antipatía» pero que «menospreciaba la gente imbécil que se había rendido a Mussolini y sus matones, los camisas negras». Él era alguien que «no soportaba el capital financiero, que consideraba el origen de todas las injusticias sociales». Y, a pesar de las reticencias del padre y su posición política, ella empieza a formar parte del mundo que su padre menosprecio, introduciendo al relato a la lucha de clases y, por ende, las discrepancias ideológicas así como la pasión por la escritura y el mundo que la rodea. 

De esta manera, en una narración fragmentaria aunque bien estructurada, Hernán Díaz teje un retrato social desde distintos ángulos que permite al lector ser testigo de una misma historia, aun y sabiendo que la historia no es única, pues las diferentes narraciones se complementan aunque también se contradicen en algún momento confirmando de esta manera que es difícil saber cuál es la historia verdadera, pues siempre está basada en opiniones y apreciaciones. El mérito del autor consiste en, no únicamente demostrar este hecho sino también en hacernos testigos de la importancia de poder implantar el relato deseado, de cómo el poder lucha también en la esfera de la pugna por vencer en la imposición de una historia a costa de los hechos, de las opiniones y, en ocasiones de la verdad. Este es el verdadero aporte del autor y el principal punto fuerte del relato.

Es curioso que, de manera paradójica, los bloques menos conseguidos o interesantes son aquellos en los que los propios protagonistas nos narran su vida, confirmando la máxima que pide que la realidad no te estropee una buena historia. Hernán Díaz hace lo propio, convirtiendo las vidas de sus protagonistas en auténticas leyendas, lo sean en realidad o solo en la imaginación dudosamente bienintencionada de quien construye los mitos. Así, el libro (o libros) narra las diferentes versiones que una misma historia puede tener y quien realmente tiene el poder de imponer su relato por encima de los demás. Con ello, el autor analiza y explora la eterna cuestión de si la verdad real existe, si es un conjunto de versiones que en ocasiones se complementan pero en otras se contradicen o simplemente cada uno tiene su relato sobre el cual afianzar su legado genealógico e histórico. Hay versiones que justifican su ambición afirmando que sus beneficios también lo son para la sociedad, que su ambición está justificada. En otros, por contra, relata la vida de los millonarios culpándolos de la crisis y sus consecuencias, de manera que crean admiración y recelos a partes iguales tejiendo de esta manera un texto en el que cada uno deberá discernir la realidad si es que hay algo que podemos considerar como completamente verdadero.

Tal y como hizo en su anterior libro, Díaz imprime un ritmo alto en la narración, acompañado de episodios cortos que ayudan a que la lectura sea ágil y el libro se lea de manera placentera, aunque su irregularidad hace que en ocasiones uno se encalle en algún bloque, no únicamente por lo contado sino por el estilo con el que lo hace (que cambia también según quien sea el protagonista de la narración) convirtiendo de esta manera la lectura en un disfrute más cercano al ejercicio metaliterario que al de una narración convencional. 

En una suerte de confesión, uno de los protagonistas afirma y se lamenta de que «los hechos imaginarios de esta obra de ficción ahora tienen una presencia más fuerte en el mundo que los hechos reales de mi vida». Y, lamentablemente, creo que es algo que podemos compartir y constatar todos y cada uno de nosotros, también en nuestro mundo de revisionismo constante.

También de Hernán Díaz en ULAD: A lo lejos

7 comentarios:

Carlos Ávila dijo...

Muy buena reseña, como siempre. Totalmente de acuerdo en el exceso de éxito y elogios y en que la tercera parte es la mejor del libro. Desde luego estamos ante un escritor diferente y con ganas de originalidad, lo que se agradece. Veremos por dónde continúa.

Dr. Fabián dijo...

Muy de acuerdo con tus opiniones con respecto a la novela. Ahora... no sé si se justifica que cuentes tanto, así como tampoco me queda claro que la novela justifique su extensión. Podemos jugar a que son cuatro novelas sin necesidad de que cada una esté completa. Uno de los problemas es que la que me resultó más larga, y quizás también más chata en cuanto a lo literario, es la primera. Si no fuera que me había encantado A lo lejos, y que también me habían resultado de lo más interesantes un par de reportajes al autor, no sé si pasaba de los tres cuartos de la primera parte. De todas formas, es muy interesante como se cruzan y resignifican los textos, y las preguntas que surgen acerca de los temas en cuestión.

Marc Peig dijo...

Hola, Carlos, Dr. Fabián.

Respondo por orden. Gracias Carlos por el elogio y por ser un fiel seguidor de ULAD, y celebro coincidir contigo en que la mejor parte es la tercera y que se trata de un escritor con un registro muy amplio y que aborda los temas tratados en sus libros de una manera diferente. Sí, habrá que seguir estando al tanto de lo que publica.
Dr. Fabián, disculpas si tienes la sensación que he explicado demasiado. Es algo que intento evitar y no me parecía explicar más de lo que he leído en entrevistas del autor, etc. pero si es el caso, disculpas de nuevo. En mi caso, la primera parte o bloque sí me gustó, lo que ayudó a seguir avanzando con la lectura. Y sí, coincido en que la lectura de unos, aparentemente, mismos hechos puede ser diferente según quién la realiza y los intereses que la mueven.

Saludos a ambos, y gracias por vuestros enriquecedores comentarios.

Marc

Anónimo dijo...

Bien, sin más. Recomendable pero perfectamente prescindible. El marketing de la novela, sin embargo, excepcional…

Sin acritud, todo lo contrario. Pero al César lo que es del César y aquí no hay literatura de altos vuelos ni mucho menos.

Marc Peig dijo...

Hola, anónimo, gracias por tu comentario.
Estamos bastante de acuerdo: es recomendable, pues ofrece un buen rato de lectura y plantea el tema de manera interesante, pero le sobran elogios y premios.
Saludos, y gracias por comentar.
Marc

Anónimo dijo...

Hola,

Impresionante lo concienzuda que es la reseña Marc. Casi siempre me dejas impresionado con tu orden mental (y tu memoria)

Estoy de acuerdo con último anónimo, un marketing genial. Lo contraproducente de esto es que genera tanta expectativa que después te deja la sensación de que "pues tampoco hay para tanto".

A mi me pareció una estructura muy interesante, con cuatro voces y cuatro puntos distintos sobre los mismos hechos. Esto es lo que me gustó más y que le da el sentido al libro en cuanto a tamaño y a las cuatro partes. Para mí, por separado no funcionan.
De acuerdo con reseña de que se lee fácil y fluído. Quizás me encaye un poco en todo el tema médico de suiza.

Bueno, no está mal, pero que quedó un poco con que los de Anagrama me la han colado, y, quedándome Bolaños, Fuentes, Vargas Llosas por leer, no sé porque me lío con novedades.

Un saludo y gracias una vez más por vuestra labor

Gerónimo

Marc Peig dijo...

Hola, Gerónimo, muchas gracias por tus palabras.
Coincido contigo en prácticamente todo, así que poco más puedo añadir a lo ya dicho anteriormente.
Saluds, y gracias por comentar la reseña.
Marc