domingo, 8 de octubre de 2023

Tuli Márquez: Les voltes del món

Idioma original: catalán

Año de publicación: 2023

Valoración: muy recomendable

Bueno, uno empieza a cabrearse ya con las injusticias (supongo que conscientes, vete a saber) que campan por el mundo editorial. Lo digo como argumento a la hora de defender la inclusión de este libro en este blog, dado que, de momento, y como para las dos anteriores novelas de su autor, no disponemos de traducción al castellano, y ya resulta reiterativo quejarse de esa ceguera, más aún cuando una parte muy significativa de la industria editorial española está en Barcelona. 

Así que sigo con la labor de zapa o de francotirador o de cualquier otra tarea (me han salido, curioso, dos conceptos con reminiscencias militares) de proselistismo desvergonzado para seguir insistiendo: Tuli Márquez es uno de los mejores escritores de la actualidad. A pesar, o quizás gracias a su curiosa reclusión algo reacia al autobombo: se sienta, pone música, escribe, supongo que cumplirá con las funciones básicas de mantenimiento del ser humano, pero al día siguiente repite el esquema, máximo publicará algún Tweet de mera información de constantes vitales, pero vaya que si eso le está funcionando. 

Les voltes del món es espléndida, su mejor novela hasta la fecha y una auténtica definición tanto de contundencia narrativa - encabezada por la ya clásica y casi audiovisual arrancada, toda una marca de la casa de alguien que sabe que los buenos discos han de arrancar con personalidad- como de insultante clarividencia generacional, hasta un extremo casi asfixiante, en especial -porque esta es una novela tan barcelonesa como las de Casavella o de Marsé- si se comparten circunstancias como rango de edades, entorno geográfico (rabiosamente urbano, aunque el concepto sea un estereotipo) o, por decirlo de alguna manera, situación en el cosmos de las relaciones personales.Barcelonesa en el sentido de describir un entorno que crece y explota en un momento determinado, pero que no controla la metralla que su explosión genera.

Álex Izquierdo es un publicista de la generación del baby-boom. Al amparo de la fiebre post-olímpica (la de 1992, ya ha llovido) ha conocido una indecente ascensión profesional que la crisis del 2007 ha cortado de raíz. Que le ha permitido una muy buena existencia en su juventud, aunque alguno de sus excesos se haya cobrado alguna vida entre sus conocidos. Pero ahora, como a miles de grandes profesionales, el mercado bla bla bla y la contracción de la economía ha acabado con su carrera, su prestigio, su status. Peor aún, a Álex ha condenado a convivir con algunos que han tenido más suerte que él. Esas abyectas reuniones de ex compañeros que son el paradigma de la exhibición de la indecencia colectiva como trampolín hacia el precipicio de la envidia (activa y pasiva). Javi, amigo del alma, afronta un destino igual de incierto, pinchando discos en clubes. Representan sendos paradigmas del éxito que se desvanece y de una mediocridad sobrevenida que no aceptan reconocer. Esperando un resurgimiento. Y se ven como especialistas en carros, mientras la industria del automóvil florece. Aferrados, sin saberlo, a su esplendor pretérito. 

Vidas que más que desmoronarse se están erosionando, entre parejas esporádicas, facturas que pagar, trabajos de mierda, y subsistencia de anodina incerteza. Destinados a vagar por los barrios de Barcelona apurando un café con leche en cualquier bar modesto, observando el móvil a ver si una vibración de este va a representar un cambio en su existencia. Ese es el árbol. El bosque es el desencanto generacional, la mala digestión del declive colectivo y personal, la deficiente adaptación. Un panorama que Márquez esboza con aplomo, descaro, seguridad casi insultante en una escritura fulgurante y que chisporrotea, en un análisis social implícito que combina aspereza y sarcasmo, sorna y resignación,  cóctel equilibrado al balance de muy pocos, que encima adereza con no pocas (y eclécticas) alusiones culturales.

O sea, que alguien traduzca esta novela, que es cojonuda. Al idioma que sea, claro, aunque el castellano sería más que conveniente para empezar. Los catalanoparlantes no nos merecemos la exclusiva de disfrutar, solo nosotros, de un novelista así.

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