jueves, 2 de marzo de 2023

Bobby Gillespie: Un chaval del barrio


Idioma original:
inglés

Título original: Tenement kid

Año de publicación: 2021

Traducción: Ibon Errazkin

Valoración: muy recomendable


Otra vez: no os habéis equivocado de blog.

Para los profanos, nota aclaratoria: Bobby Gillespie es el cantante y líder de la banda Primal Scream. Sí, podemos concretar que es una banda de rock en el sentido clásico, de esas con guitarras, bajo y batería. Con un disco de enorme influencia en su haber, Screamadelica, del que algún crítico pedante dijo que "puede decirse que constituyó un auténtico hito en lo que se refiere a la asimilación de las sonoridades electrónicas por la escena del rock convencional". Pero no estamos aquí para poner en su sitio a señores que hablan de música sino para comentar un libro. Concretamente, la autobiografía del hombre en cuestión, que se revela (aunque rebela también funcionaría en este contexto) como un brillantísimo ejercicio narrativo, aunque sepamos que Gillespie no va a desarrollar una carrera literaria, cómo se nota en cada momento que este hombre no es un mastuerzo incapaz de hilar dos frases. Cuatrocientas páginas que se hacen cortas, y que es curioso que no abarquen más que tres décadas de su vida, pues las cuatro partes solo llegan hasta 1991, momento en que la banda se encuentra en la gira promocional del disco en cuestión, con lo que (salvo el improbable caso de que Gillespie se decida a escribir una crónica de las tres décadas posteriores) nos quedamos sin enterarnos del descenso desde la cumbre, incluso de la reacción de la banda cuando el éxito arrasador (crítico y comercial) del disco les convierte en estrellas.

Ellos, que son unos chavales del barrio. Exacta traducción del título (el libro está traducido por Ibon Errazkin, también músico y  la sazón contemporáneo del autor) y, casi, declaración de principios. Porque, además de una más que correcta ejecución, la tónica que domina el libro y que lo convierte, al margen de género y temática, en una entusiasta recomendación general, es la desnuda sinceridad que Gillespie exhala. Desde las descripciones de su precaria niñez en Glasgow, nada más lejos del glamour y el lujo que lo que Gillespie relata. Nada de flema british. La Escocia que acomete la desindustrialización y la descarnada entrada en barrena del neoliberalismo. Una poderosa conciencia de clase recorre el libro y no tiene reparos en pararse a recalcarlo si queda alguna duda. Gillespie es hijo de un sindicalista de base, una persona de izquierdas que lucha por los derechos de los trabajadores frente a los poderosos. Y Gillespie lo proclama a los cuatro vientos con orgullo y sinceridad. Apuesta por la música porque la ha mamado y la adora. Le aterroriza que esta no pueda convertirse en un medio de ganarse la vida. Publicados dos discos de escaso éxito, compatibilizando ser el batería de Jesus and Mary Chain y el frontman de Primal Scream, aún ha de vivir del subsidio del paro. Bebe y consume drogas y asimila algunas de estas como integrantes, en algún modo, del proceso creativo. Actúa bajo su influencia y lo reconoce. Su vida responde al tópico, claro. Mi única duda es cómo recuerda con tanta lucidez y detalle conversaciones, anécdotas, pero supongo que habrá recurrido a memoria y compañeros de batallas a partes iguales. Pero consigue que esa narrativa no resulte ni grotesca ni engolada ni proselitista. Gillespie da en todo momento la impresión de ser alguien decidido a luchar por su destino. Nada de dialécticas de perseguir sueños. Quiere ser músico, quiere tener una banda, quiere vivir de ello. 

Dijo algo parecido en alguna entrevista que le leí: no tiene sentido eso de destrozar un habitación de hotel porque siempre es alguien como tu madre quien acaba limpiándolo todo.* Podría ser cualquier profesional que se ha entregado con tesón para triunfar. Que Gillespie se haya dedicado a la música resulta aquí, casi secundario, aunque la narración contenga una exhaustiva lista de figuras que interactúan con Gillespie (hablamos de la época del 77 al 91, Inglaterra era un hervidero de corrientes musicales que estallaban por doquier, empezando por el punk). Repito, la sinceridad de Gillespie y su orgullo de clase son una auténtica locomotora que tira del libro a cada párrafo. Y una enorme dignidad, alguno lo confundirá con chulería o con apología del exceso, pero Un chaval del barrio es crudo y real. Sin falsa modestia ni impostación, con reconocimiento de los errores pero con enorme orgullo de los aciertos.





*También dijo, por cierto, que prefería ser un Primal Scream muerto a un Pet Shop Boy vivo.

2 comentarios:

Koldo CF dijo...

Ibón "Le Mans" Errazkin traductor??? Qué puntazo!

Anónimo dijo...

Gracias por la reseña Francesc. Interesante guiño eso de los "críticos pedantes" ¿metareseña, autoreseña o reseña del yo? Se extrañan las actualizaciones en un disco a la semana, ojala puedan mantener a flote ese otro proyecto. Saludos