domingo, 26 de marzo de 2023

Virgilio: Eneida

Idioma original: latín

Título original: Aeneis

Traducción: Eugenio de Ochoa

Publicación: siglo I a.C.

Valoración: Está bien


Yo pensaba ingenuamente que eso de ir a buscar las raíces a lo profundo de las brumas de la Historia era cosa de románticos del siglo XIX, que la necesidad de contar con un origen mitológico o arraigado en algún tipo de epopeya era un tic de nacionalismos modernos, siempre ansiosos de fundar sus bases en la lejanía de lo incomprobable. Pero una vez más compruebo con humildad que leer sirve para abrirle a uno la mente y corregirle de prejuicios, entre otras cosas. Porque, hay que ver, parece que el célebre César Augusto encargó a Virgilio (por entonces un poeta reconocido) un libro en el que diese a conocer al mundo el glorioso nacimiento del Imperio romano, algo que exaltase su grandeza y los elevados designios con que fue concebido. 

Para ello Virgilio, no sé si motu proprio o aleccionado por su promotor, decidió buscar la línea directa con la más insigne civilización hasta entonces conocida, el mundo griego, con el que Roma tenía un parentesco evidente. Pero Virgilio no va desde luego a buscar el entronque en las relaciones que las colonias griegas mantenían con los antiguos habitantes de la península, sino directamente en lo más elevado de su tradición literaria, las leyendas homéricas, bien nutridas de héroes, viajes, dioses y episodios bélicos con que adornar el relato. Así que Virgilio, con mucha habilidad, toma elementos de la Odisea y la Ilíada y construye con ellos una historia interesante y atractiva con la que embelesar a los romanos e impresionar a sus eventuales enemigos.

Toma para ello nada menos que a Eneas, uno de los grandes héroes del asedio de Troya. Y viene a contarnos que, tras la caída de la ciudad con la entrada del famoso caballo, Eneas consiguió escapar con parte de su familia y, bajo la indicación de los hados (cómo no) se lanza en busca de la península italiana, designada como el lugar donde había de renacer el pueblo teucro. Así comienza Eneas un periplo marítimo claramente inspirado en la Odisea, con una importante escala en Cartago, que Virgilio utiliza para fundamentar el tradicional odio entre este pueblo y Roma.

Este viaje, que ocupa algo menos de la mitad del libro, es la parte más entretenida. Porque más adelante los troyanos arriban finalmente al Lacio y lo que encuentran es un recibimiento inicialmente amistoso del rey Latino, que no obstante desemboca rápidamente en un enfrentamiento brutal. Aquí Virgilio pasa a una especie de reescritura de la Ilíada, es decir, una batalla descomunal, ininterrumpida y salvaje entre los recién llegados y la mayor parte de los reinos aborígenes. Como en la obra de Homero, todo es una sucesión interminable de lances de guerra, cabezas que ruedan, venablos clavados en los cuerpos, sangre que tiñe el río, un sitio inmisericorde, soflamas y lágrimas.

Cuesta entender cómo todo esto podía gustar al público de la época, porque la narración (que fue mucho más ágil y transparente en la primera parte) es ahora una sucesión interminable de nombres de guerreros victoriosos o derrotados, con sus correspondientes apuntes genealógicos, escenas de similar dramatismo, alternativas bélicas y peroratas de héroes que se despachan a gusto en el momento previo a matar o morir, que de todo hay. Sin contar con la continua, y bastante irritante, intervención de los dioses y los hados, que se diría que en el mundo antiguo nadie era capaz de enamorarse, equivocarse, cambiar de opinión, errar un lanzamiento o sentirse atemorizado sin que alguno de esos seres superiores lo hubiera decidido mediante maniobras arteras. Pero claro, todo esto era el signos de una época, y seguramente quienes escuchaban aquellas historias disfrutaban mucho más que si les hubiéramos mostrado cualquier cosa que ahora nos parece más razonable o interesante.

Pero aun así, aunque Virgilio se esfuerce en copiar, y lo hace bastante bien, ese estilo de Homero, hay algunas diferencias que resultan bastante llamativas. La primera es que en toda la Eneida no hay un solo momento para sonreír. Ese humor, puede que no del todo voluntario, que en Homero oxigena muy de vez en cuando el relato, aquí no existe en absoluto. Se ve que el poeta romano tenía muy claro que estaba escribiendo una epopeya muy seria a mayor gloria de su país y de su César, y no deja el menor resquicio a la relajación (o es que era un señor muy grave, que también podía ser).  Y tampoco, y esta es otra diferencia clave, se deja ver aquella equidistancia entre los bandos en la que el maestro griego se mantenía durante la mayor parte de la Ilíada. Virgilio está narrando el origen mismo de Roma, y debe tomar partido, así que no debe caber duda de quiénes son los buenos y quiénes los malos.

De lo que no estoy tan seguro es de si el autor era realmente consciente de lo que en realidad estaba escribiendo. Porque sí, es muy impresionante entroncar el origen de Roma con el fascinante mundo de los héroes griegos, pero si nos paramos a pensar, a lo mejor fue a buscar el nexo en el lado equivocado, porque a fin de cuentas los troyanos fueron los perdedores de aquella legendaria guerra, y Eneas, por muy aguerrido y valeroso que se nos presente, y por muchos designios divinos que le dirigiesen, no dejaba de ser un tipo que huyó con su familia de la ciudad derrotada. Claro, que no pasa nada, que a lo largo de la Historia algunas grandes potencias han sido fundadas a partir de fugitivos, presidiarios y aventureros, pero no veo claro si eso aporta suficiente gloria, o si por el contrario de alguna manera resta. A ver si va a ser por esto por lo que Virgilio a última hora dejó la obra inacabada y se opuso a que se hiciera pública. Pero en todo caso el César y sus asesores parece que no advirtieron el detalle, y a fin de cuentas gracias a eso existe la Eneida y tenemos hoy una nueva reseña en Un Libro Al Día.


10 comentarios:

beatrizrodriguezsoto dijo...

Hola, Carlos: Yo no soy erudita en nada, pero tengo muchas opiniones , casi todas muy subjetivas como es natural.
Leí La Eneida hace bastantes años y la recuerdo como una obra bien escrita, elegante, culta, pero con personajes sin demasiada pasión. Si, bueno, la reina Dido, pero nada que ver con Medea, por ejemplo.Los personajes no enganchan. Recuerdo que me gustó mucho la descripción del Hades. Los romanos copiaron la cultura griega, hasta sus dioses, pero no les quedó igual. A veces pienso cómo serían de inteligentes los antiguos griegos para idear una religión sin preceptos, sin culpabilidad, con unos dioses impresentables que les sirvieron para inspirar toda su abundante literatura. Hasta sus héroes eran unos indeseables: Aquiles un neurótico, Hércules un bestia, Jasón un débil, hasta mi admirado Odiseo era un mentiroso compulsivo.
Para mí La Eneida no es comparable con la Odisea empezando porque la primera fue concebida para ser escrita y la Odisea para ser narrada. La Odisea es una novela de acción, de mucha acción, con un protagonista listo, chapucero, infiel y embustero. Y, como tú dices, con sentido del humor.
Te sigo fielmente, me encanta vuestro blog.

Carlos Andia dijo...

Gracias, Beatriz, por estar siempre acompañándonos. Coincido en que Dido es quizá el personaje más vivo, menos estereotipado y menos calcado del modelo griego, y es muy cierta (y muy divertida) tu valoración de los héroes. En la Eneida están mucho más definidos los papeles de buenos y malos, y se pierde por tanto la gracia de las debilidades y chalaneos de los protagonistas.

En fin, que está claramente lejos del nivel de sus maestros, aunque no deja de ser una obra apreciable, con una primera mitad bastante notable.

Un saludo.

Oriol dijo...

¡Qué reseña tan buena, compañero! Por cierto, he leído hace poco "Prometeo encadenado" y hay muchas similitudes con lo que comentáis Beatriz y tú: dioses bastante hijoputas, peroratas monolíticas, una narración interrumpida constantemente, etc...

Mònica Flores dijo...

Hola Beatriz, tu reflexión sobre las debilidades y defectos de dios@s y héroes griegos es directa y cierta. También pienso q hay q tener en cuenta q la cultura griega se caracterizó fundamentalmente pq la dimensión humana fue la medida de su arte y su religión: huyeron de la monumentalidad de los templos egipcios y crearon unas divinidades y héroes absolutamente imperfectos. Como nosotr@s, vamos!

A veces, las personas, ante un peligro certero, podemos ser embaucadoras, como Odiseo. También podemos ser Afroditas, la diosa de la seducción o Ateneas, la diosa de los ojos grises y la inteligencia ponderada.

Cada divinidad encarna una dimensión humana o un momento vital. Os invito a reflexionar sobre ello.

Gracias a ULAD por sus reseñas imprescindibles y q me orientan y ayudan como lectora. Un abrazo!

Carlos Andia dijo...

Lo de los dioses es algo que me fastidia bastante, nada parece ocurrir porque sí, todo tiene que ser porque Neptuno se cabrea o Juno está celosa. Seguro que a los entendidos les parecerá muy normal, también aquí hasta hace nada se atribuía todo a Dios, pero como lector me pone de los nervios, la verdad.

Pues nada, a ver qué tal ese libro que dices, ya nos contarás.

beatrizrodriguezsoto dijo...

Hola, Carlos, me alegra que haya entrado Oriol a tus comentarios y me haya recordado a Prometeo, el único, creo, titán dios inteligente, compasivo y digno, de la mitología griega y las canalladas que le hizo Zeus.Tengo bastante información de él pero no he leído ninguna obra en que sea él el protagonista, así que leeré Prometeo encadenado. Gracias, Oriol.
A los dos os recomiendo Historia, de Heródoto. No va de dioses pero es encantadora.
Saludos.

Carlos Andia dijo...

Yo creo que a casi todos nos da algo de pereza meterle el diente a un libro de estos, procedente de una cultura tan distante en el tiempo. A mí me ha pasado con la Eneida, sin ir más lejos. Pero la verdad es que, aunque a ratos se hagan algo pesados (cosa que también ocurre con muchas cosas contemporáneas), dan mucho juego, podemos buscarles muchas esquinas y divagar sobre dioses y héroes, su tratamiento literario, el humor antiguo y moderno, las tácticas de guerra, el ritmo narrativo, las relaciones amorosas y mil cosas más.

Así que igual cuesta un poquito, pero merece la pena, por algo han estado ahí desde hace muchos siglos.

beatrizrodriguezsoto dijo...

Hola, Carlos, Oriol y Mónica:
Acabo de leer Prometeo encadenado, que comentaba Oriol y sí que me ha gustado aunque eché de menos, en la versión que leí, ese lenguaje arcaico que a mí me gusta muchísimo, más cuanto más arcaico. En consonancia a mi edad. Aunque no le tengo afición al teatro y tampoco a la intervención de coros, no puedo evitar imaginar la representación de una obra tan antigua en uno de los teatros de piedra, al anochecer, de Grecia ( que no conozco ) y me estremece. Fueron grandes. Hombres con el lema: Lo tiene todo el que se tiene a sí mismo.
Prometeo, orgulloso y digno, como debe ser. Me consoló saber que el bruto de Hércules lo libera. Y sentí pena por Ío, qué manera de confundir a una inocente ternera, qué periplo.
He comprobado que nunca habeis reseñado Historia de los griegos, de Indro Montanelli. Es un buenísimo libro, muy didáctico y muy, muy divertido.
Saludos.

beatrizrodriguezsoto dijo...

Hola, Carlos, Oriol y Mónica:
Acabo de leer Prometeo encadenado, que comentaba Oriol y sí que me ha gustado aunque eché de menos, en la versión que leí, ese lenguaje arcaico que a mí me gusta muchísimo, más cuanto más arcaico. En consonancia a mi edad. Aunque no le tengo afición al teatro y tampoco a la intervención de coros, no puedo evitar imaginar la representación de una obra tan antigua en uno de los teatros de piedra, al anochecer, de Grecia ( que no conozco ) y me estremece. Fueron grandes. Hombres con el lema: Lo tiene todo el que se tiene a sí mismo.
Prometeo, orgulloso y digno, como debe ser. Me consoló saber que el bruto de Hércules lo libera. Y sentí pena por Ío, qué manera de confundir a una inocente ternera, qué periplo.
He comprobado que nunca habeis reseñado Historia de los griegos, de Indro Montanelli. Es un buenísimo libro, muy didáctico y muy, muy divertido.
Saludos.

Carlos Andia dijo...

Pues yo me apunto el libro de Montanelli.

Gracias por la sugerencia, Beatriz.