Año de publicación: 2021
Valoración: muy recomendable
¿Por qué tuvieron que pasar treinta años para que la escritora Cristina Rivera Garza se decidiese a abrir las cajas y cuadernos de su hermana, asesinada por su exnovio en 1990? ¿Por qué tuvieron que pasar treinta años hasta que se decidiera a intentar recuperar los informes policiales y a contactar con las personas cercanas a su hermana en la época de su muerte? ¿Por qué esperó casi treinta años para escribir este libro?
Podemos pensar en razones psicológicas, que también el libro explica: el tiempo necesario para superar el luto, el trauma, la culpa, la rabia; pero también hay razones sociales y políticas: en los últimos treinta años se ha desarrollado un vocabulario (feminicidio, violencia de género, gaslighting) y una conciencia ("el violador eres tú") que no existía en la época en que murió Liliana. Sin ese vocabulario, sin esa conciencia, este libro no era posible; y con ese vocabulario y esa conciencia, quizás, quién sabe, treinta años antes Liliana podría haberse salvado.
(En este sentido, Cristina Rivera Garza cita, en particular, el ensayo No Visible Bruises: What We Don’t Know About Domestic Violence Can Kill Us, de Rachel Louise Snyder, para mostrar cómo un conocimiento de las señales y pasos que suele seguir el matrato pueden ayudar a reconocerlo, y sobre todo a prevenir un desenlace fatal).
El invencible verano de Liliana (grandísimo título, por cierto, que tiene su origen en una frase de Albert Camus) empieza casi como una novela policial: Cristina Rivera Garza, en el presente, acompañada por una amiga, intenta recuperar el dossier del caso del asesinato de Liliana. Perdida en una maraña burocrática, salta de un departamento a otro, en busca de un informe que quizás se haya perdido, quizás haya sido destruido, o quizás esté esperando detrás del formulario adecuado, en el despacho o archivo adecuado.
Sin embargo, esta línea de investigación se abandona relativamente pronto (todas las obras de Cristina Rivera Garza parecen compartir una estructura en fuga, siempre cambiante), dando paso a una reconstrucción de la vida de Liliana, de su personalidad, sus sueños y proyectos a través de objetos y documentos. Se incluyen, en esta reconstrucción, numerosas cartas de Liliana, transcritas fielmente y con una tipografía especial que imita su cuidadosa caligrafía: mensajes a su familia, a sus amigos, a sus parejas o para sí misma, que incluyen dibujos o delicados dobleces del papel.
(En esta parte, y también en la siguiente, algo que ma ha provocado alguna incomodidad es el hecho de que Liliana sea presentada como un ser ideal, prácticamente perfecto: guapa, elegante, inteligente, atractiva, divertida, cariñosa... No digo que no fuera así, naturalmente, y por otra parte se comprende que se escoja destacar las virtudes de una persona asesinada brutalmente hace treinta años. Pero por otra parte parece transmitir, de forma inconsciente y no deliberada, la idea de que las mujeres deben ser perfectas para ser consideradas auténticas víctimas; algo que el patriarcado fomenta, como se puede ver en los numerosos casos en que se cuestiona a las víctimas de violencia machista por no ser absolutamente intachables en su comportamiento).
Tras esta reconstrucción biográfica basada en los cuadernos, notas y cartas de Liliana, la técnica narrativa muta nuevamente, pasando a basarse en los testimonios (adecuadamente seleccionados, editados y dispuestos) de las personas que eran próximas de Liliana en los meses y años anteriores a su muerte: sus mejores amigos, sus compañeros de la universidad, sus novios (sin incluir, claro, a Ángel González Ramos, el exnovio que la asesinó). A través de estos testimonios se observa a una joven inquieta, inteligente, sociable, pero perseguida ya por ese fantasma, ese exnovio de una vida anterior que se negaba a abandonarla y que consumía su energía y su capacidad para amar a otras personas. Las señales de las que habla Snyder en su libro (grandes declaraciones de amor alternadas con explosiones de violencia, intromisiones en su intimidad, amenazas, progresivo aislamiento de la víctima) estaban ahí, pero nadie reparó en ellas, o nadie supo cómo reaccionar ante ellas, porque, como decía antes, no existía en aquel momento ni siquiera el concepto de violencia machista, o el feminicidio como crimen específico.
La sección en la que se narra el propio asesinato recupera nuevamente la narración en tercera persona, mezclada con extractos de las noticias periodísticas; es, junto con la siguiente, que brevemente recoge los testimonios de los padres de Liliana y de la escritora, la parte más sobrecogedora del libro, en mi opinión. El hallazgo del cadáver, las hipótesis sobre el asesinato, las llamadas telefónicas para comunicar la muerte de Liliana a la familia, la identificación del cadáver. Y después, los años de culpa, de recuerdos dolorosos, de silencio. La novela (si es que esto es una novela, ya que es un texto radicalmente híbrido) termina recuperando la conexión entre la escritora Liliana, a través del agua, de la natación, actividad que compartían, y explicando en cierto modo el origen del impulso para escribir el libro. Hay respuestas que no encontraremos en él (por ejemplo, el destino final del dossier sobre Liliana o la situación actual de su asesino), pero no hay duda de que, emocionalmente, es una conclusión perfecta para la obra...
Hay libros que llegan en el momento preciso: cuando el autor está preparado para escribirlos, y el mundo para recibirlos. Después de la marea de pañuelos verdes que ha recorrido América Latina para reclamar el derecho al aborto, pero más en general, el final de la(s) violencia(s) contra las mujeres, era el momento para este Invencible verano de Liliana, particularmente en un país como México, atravesado por el fantasma de los feminicidios. Pero no es solo un documento o un testimonio necesario y doloroso: es también una magnífica obra literaria, escrita con la destreza, la sensibilidad y la originalidad de todas las obras de Cristina Rivera Garza (al menos, de las que yo he leído). El resultado es una obra híbrida y compleja, dura y brillante, y también un llamamiento con un doble sentido: que se le haga justicia a Liliana, y que no vengan a existir más Lilianas a las que sea necesario hacer justicia.
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