Título original: Les filles de Salem
Traducción: Fernando Ballesteros
Año de publicación: 2019
Valoración: Recomendable
Traducción: Fernando Ballesteros
Año de publicación: 2019
Valoración: Recomendable
Hoy también es una fecha muy adecuada para recordar que hay argumentos que siempre están de actualidad: un poder en decadencia esparce el miedo y el odio sobre una comunidad inmersa en la penuria y la ignorancia. El estallido desmiembra el tejido social y se ceba cruelmente en los colectivos más vulnerables. El poder sale fortalecido y recupera su hegemonía. Fin.
Y digo colectivos más vulnerables y no únicamente mujeres porque (1) el feminismo aboga por todas las desigualdades y (2) quien lea esta novela comprobará que la misoginia nunca viaja sola y suele ir de la mano de la xenofobia, el racismo o el clasismo, entre otros.
Resumen resumido: Nueva Inglaterra, 1692. Abigail Hobbs se ha criado en una comunidad puritana y muy religiosa. Las opresiones que tendrá que soportar en el momento de pasar a la edad adulta y por el simple hecho de ser mujer la llevarán, junto con otras, a huir de vez en cuando al bosque para liberarse y expresarse sin ataduras. Tales excentricidades las convertirán en el blanco perfecto del reverendo Parrish que, ansioso por recuperar su influencia sobre la comunidad, las acusará de brujería con todas sus consecuencias.
Decir que Mujeres de Salem acaba mal no es hacer ningún spoiler. Pero por si hay algún despistado, el propio autor se encarga de anunciar la tragedia ya en la primera página:
Me llamo Abigail Hobbs. Tengo catorce años. Vivo con mis padres en Salem Village. He tenido una infancia feliz. (…). Y después llegó ese día fatídico.
A partir de ese momento, la trama va desgranando poco a poco todos los indicios que acabarán desencadenando la fatalidad, poniendo especial énfasis en el tránsito psicológico y emocional de esas mujeres oprimidas y ávidas de expresarse en todos los ámbitos, así como en el avance del odio y la corrosión en esa sociedad temerosa e ignorante que acabará estallando violentamente contra ellas. La concatenación de situaciones in crescendo envuelven al lector y lo hacen partícipe directo de la indignación y el sufrimiento. No obstante, la trama también deja lugar a pequeños momentos para el humor (muy necesario) como cuando un vecino con pinta de estar borracho denuncia que un lechón, supuestamente poseído, le ha llamado borracho.
La novela también contiene un epílogo escrito por Celia Amorós, que reflexiona alrededor del concepto de la caza de brujas en el marco de la cuarta ola del feminismo. Las conclusiones de esta filósofa, catedrática y teórica del feminismo se alternan con esbozos de algunas escenas de la novela.
Desde un punto de vista visual, estamos ante un deleite continuo, con imágenes y escenas tan expresivas como bellas. La novela empieza envuelta en colores brillantes y, a medida que avanza la acción y nos vamos adentrando en la tragedia, la gama se va oscureciendo. Sin embargo, la incomodidad está presente desde el principio también visualmente: la estridencia de los tonos amarillos de los maizales o la presencia de un asno al que todos admiran pero cuyo ojo en primer plano está rodeado de moscas y legañas con un realismo exasperante. Solo las escenas en las que Abigail se refugia en el bosque tienen una gama cromática que invita a la misma relajación y goce que experimenta la protagonista.
Todos estos recursos gráficos tan bien medidos por el autor, condicionan sensorialmente al lector para que se adentre mucho más en la historia.
No es la primera vez que una obra de ficción trata de narrar y apoderarse de los atroces sucesos que acontecieron en Salem Village. Desde la obra teatral El crisol de Arthur Miller y sus derivaciones cinematográficas, musicales y series. Pero quizá sea esta novela gráfica, la primera que aborda claramente los hechos desde una perspectiva de género, empezando por su título, y descartando todo el ideario que históricamente se ha desplegado para justificar lo que no tiene justificación: histeria, prácticas vudú, hongos en el pan de centeno que pueden provocar efectos parecidos al LSD... Thomas Gilbert destierra todos esas conjeturas no demostradas y pone en el foco aquellos elementos históricamente constatables: por una parte, penuria, religión exacerbada, ignorancia y miedo. Por otra parte, sometimiento, represión sexual y limitaciones en todos los aspectos vitales. Y todo ello enmarcado en un sistema patriarcal (y prácticamente feudal) sólidamente cimentado.
Otro detalle a considerar es el tratamiento que el autor le da a todos aquellos personajes que delatan los supuestos actos de brujería de sus convecinas. Al final también son víctimas de coacciones, del alcoholismo o de su propia miseria e ignorancia. La Abigail Hobbs de los hechos reales no formaba parte de las mujeres acusadas si no que fue utilizada para urdir y justificar la acusación contra ellas convirtiéndose, como bien plantea el autor en esta versión, en una víctima más y no como el detonante de la matanza, tal como muchos relatos aparentemente solventes de los hechos tratan de vendernos.
Los juicios de Salem llevaron a una veintena de personas a la horca y dejaron tras de sí un reguero de injusticias y torturas. Pocos años después, los propios responsables y representantes de la ley reconocerían el tremendo error cometido. Sin embargo, el ideario que ha trascendido no es la masacre de Salem o las injusticias de Salem o los homicidios de Salem o los ignorantes de Salem… si no que la palabra que siempre está implícita cuando leemos o escuchamos "Salem" se refiere a la única cosa que ha quedado demostrado que Salem jamás tuvo: brujas.
Feliz día de las brujas.
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