lunes, 14 de agosto de 2023

James Alan McPherson: Espacio vital

Idioma original: Inglés
Título original: Elbow Room
Traducción: Gemma Deza Guil
Año de publicación: 1978
Valoración: Recomendable (o algo más)

James Alan McPherson se convirtió, en 1978, el primer autor afroamericano en recibir un premio Pulitzer en la categoría de ficción. Su literatura, hasta ahora inédita al español, es sumamente valiosa, ya que transpira reflexiones la mar de estimulantes.

Espacio vital, antología de McPherson originalmente titulada Elbow Room que la editorial consonni ha traducido y publicado, compila doce relatos. La calidad promedio de dichos relatos es sobresaliente, de modo que me cuesta decantarme por alguno de ellos. Sólo el tercero, del que hablaré más adelante, me ha parecido bastante flojo, al menos en comparación con el resto.

En fin, que todos los relatos de Espacio vital abordan, con compromiso político pero sin por ello caer en el maniqueísmo o perder el sentido del humor, la experiencia afroamericana. Así pues, giran en torno a la desigualdad, la discriminación, los prejuicios, el racismo, la pobreza y la comunidad, aunque también tratan temas más amplios y universales, como el amor o la empatía.

Sus protagonistas (generalmente varones negros) son tan complejos como los personajes secundarios que les acompañan. Nunca nos son descritos de forma artificialmente halagüeña; siempre tienen defectos, miedos y angustias que los humanizan.

En ocasiones narran en primera persona, lo cual propicia que McPherson plasme sus voces y carácteres con suma eficacia. Me maravilla, por ejemplo, cómo el autor refleja timidez en "Por qué me gusta la música country", afecto ambivalente en "Historia de un hombre muerto", racismo casi inconsciente en "Soy estadounidense" o cinismo vulnerable en "Lo suficiente para la ciudad".

La prosa de McPherson destaca, además de por mimetizarse con el registro de sus narradores en primera persona, por manifiestar la pluralidad fonética y las diferencias de clase de multitud de secundarios. Asimismo, recuerda estilísticamente a escritores de la talla de Raymond Carver, pues opta por eliminar todo detalle superfluo y minimiza los alardes retóricos. Cosa que no impide, evidentemente, que nos sorprenda con pasajes conmovedores, metáforas agudísimas o meditaciones brillantes.

Llegados a este punto, dejad que me detenga en cada uno de los relatos:

  • En "Por qué me gusta la música country", un hombre rememora un antiguo amor de la infancia. Da una forma y textura la mar de artísticas a una premisa simple.
  • En "Historia de un hombre muerto", el protagonista, que ha prosperado, lamenta las decisiones de su primo. La crueldad y las tendencias autodestructivas del antagonista provocan escenas increíblemente tensas.  
  •  En "La bala de plata", un joven cobarde quiere unirse a una banda, pero antes debe atracar un bar restaurante para demostrar de qué pasta está hecho. Resulta entretenido de leer, aunque palidece en relación con los demás, ya que presenta situaciones tarantinescas, personajes caricaturescos, un subtexto apenas esbozado y un humor algo burdo.
  • En "Los fieles", el negocio de un barbero que se niega a modernizarse agoniza. Fascina su capacidad para cristalizar multitud de cosas en poquísimo espacio.
  • En "Problemas de arte", un abogado blanco debe defender a una mujer de color acusada de conducir bajo los efectos del alcohol. Si bien el desarrollo y el clímax son relativamente planos, la manera en la que McPherson los comunica los dota de interés. 
  • En "Historia de una cicatriz", un hombre pregunta a una mujer por qué tiene el rostro marcado. Juega adecuadamente con las expecativas del lector pero prima siempre la calidad del texto al giro.
  • En "Soy estadounidense", un turista descubre que un ladrón ha robado a los japoneses de la habitación contigua. Su sentido del humor es deliciosamente sutil.
  • En "Viudas y huérfanas", un profesor asiste a una velada de ricachones donde una antigua alumna (y novia) recibe un premio. Cóctel melancólico y ácido.
  • En "Una barra de pan", la comunidad se alza en contra de un comerciante que vende más caro en la tienda de su barrio. Un autor menos habilidoso jamás hubiera logrado desplegar el conflicto con tanta madurez, ni equilibrar las perspectivas y escoger imágenes simbólicas con idéntico acierto.
  • En "Lo suficiente para la ciudad", un cínico permite que religiosos de diversos credos acudan a su casa e intenten captarlo con tal de poder burlarse de ellos. El formato y el sarcasmo que desprende me parecen magníficos.
  • En "Una historia de fondo", un juez recapitula para concluir si un negro que ha disparado a su jefe es culpable. Su estructura fragmentaria y cierre circular son impecables. 
  • En "Espacio vital", un escritor habla sobre un matrimonio interracial. Joyita cuyos toques filosóficos y metaliterarios ensalzan un núcleo que ya era intrínsecamente potente.

Para ir terminando, sólo insistiré en que Espacio vital es una antología sobresaliente. Por si todavía no os hubiera convencido de ello, dejad que copie uno de los cientos de párrafos destacables que nos regalan estas páginas: «Virginia Valentine había salido de Warren unos diez años antes, montada en la cresta de una gran ola de campesinos fugados. Para las personas como ella, encarceladas durante generaciones, el mundo exterior ofrecía un horizonte absolutamente nítido y lleno de opciones dulces. Muchos no supieron encajar la libertad y se movían de un sitio para otro como locos, como mascotas largamente encadenadas que anticipaban los tirones de sus correas. Algunos se suicidaron. Otros, buscando la seguridad, entraron corriendo en otras prisiones. Pero unos pocos, como Virginia, alzaron el vuelo cual águilas aristocráticas en busca de altos picos desocupados en los que construir sus nidos.»

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