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domingo, 1 de diciembre de 2013

Henning Mankell: Huesos en el jardín

Idioma original: sueco / holandés
Título original: Händelse om hösten / Het Graf / Handen
Año de publicación: 2004
Valoración: recomendable

Empiezo explicando la cabecera algo confusa de esta entrada: Huesos en el jardín es una novela escrita originalmente en sueco, como todas las de Mankell, pero publicada por primera vez en holandés en 2004 con el título Het Graf ("la tumba") como parte de una campaña promocional. Solo después de ver la adaptación de la novela para televisión británica, Mankell se decidió a publicarla en sueco, con el título Handen, aunque en la versión publicada en holandés aparece como título original Händelse om hösten ("un evento en otoño"), de donde parece que han tomado el título para la traducción inglesa, An event in the Autumn. Es un misterio por qué los editores españoles han optado por un Huesos en el jardín que es muy descriptivo, pero mucho menos sugerente. En fin, que, aunque esta sea la última nueva publicación que vamos a tener de la saga Wallander, cronológicamente (por la fecha de escritura y por la fecha en la que suceden los acontecimientos) se sitúa antes de El hombre inquieto, que sí puede calificarse como "el último caso del inspector Wallander".

Hecha esta aclaración, empezamos la reseña propiamente dicha. Y podemos decir que, efectivamente, como indica el título sueco original, esta es una novela de otoño: vemos en ella a un inspector Wallander ya tirando a mayorcito, con una salud y una agudeza que empiezan a declinar y una creciente preocupación por la vejez. Le vemos, a Wallander, buscando una casa en el campo en la que poder pasar unos años tranquilos; y le vemos, también, encontrar un esqueleto semienterrado en el jardín de la casa que estaba a punto de comprar. No podían salirle las cosas bien al pobre hombre, no: tenía que haber un cadáver precisamente en esa casa. En fin.

En esta novela casi importa más la meditación sobre la vejez y sus efectos (físicos, mentales y morales) que el descubrir quién es el cadáver misterioso. La investigación policial, como siempre, es descrita con parsimonia y sin efectismo, aunque en un par de ocasiones Mankell recurre a dos hallazgos un poco deus ex machina, quizás porque tenía en mente escribir una novela rápida y necesitaba un atajo. Cuenta para ello con la colaboración de muchos de los habituales personajes de la saga (su hija linda, Martinsson...), que si no tienen tanta personalidad como los de Camilleri, por lo menos sirven de contraste con Wallander.

Esta es una novela para leer en un par de tardes, no tiene la complejidad de otras novelas de mismo autor, pero desde luego no molesta a nadie, y es, para los lectores españoles, una más que digna forma de despedirnos de uno de los detectives que han marcado época en la novela policiaca europea de las últimas dos o tres décadas. Personalmente, por mucho que Mankell lo niegue, estoy bastante convencido de que algún día volveremos a leer una nueva novela del "universo Wallander", aunque quizás ya no protagonizada por el viejo inspector.

Una nota sobre la traducción: Dejo aquí una reflexión sobre un detalle de la traducción de Carmen Montes Cano: cuando estaba leyendo la novela me llamaba mucho la atención que los personajes se tuteasen inmediatamente, sin conocerse y aunque uno de ellos fuera un inspector de policía. Esto no es habitual en España, ni en ningún país hispanohablante que yo conozca. Solo al final del texto (es lo que tiene leer en eReader, supongo que en papel será una nota a pie de página) aparece un mensaje que dice: "En sueco es habitual el tuteo, incluso entre personas que no se conocen". Y digo yo: muy bien, eso será habitual en sueco, pero en español no. ¿No es labor del traductor adaptar también ese tipo de cuestiones pragmáticas a la cultura de llegada? ¿Qué piensan los traductores de nuestra audencia?

También de Henning Mankell en ULADAsesinos sin rostroAntes de que hieleEl chino

viernes, 17 de junio de 2011

Henning Mankell: El chino


Idioma original: sueco
Título original: Kinesen
Año de publicación: 2008
Valoración: Está bien




Esta vez Mankell ha dejado descansar a Wallander, pero la ausencia del famoso detective no augura ninguna calma. Todo lo contrario. En la Suecia que recrean estas páginas, dónde todo es desmesurado, los crímenes se multiplican. Nada menos que
diecinueve contamos en un thriller trepidante, que en su momento fue éxito de ventas – era fácil encontrarlo en el hiper delante de la caja registradora –, dónde se mezclan escenas truculentas con ambientaciones históricas, en cuya acción se implica a zonas muy distintas del mundo y que plantea candentes temas de actualidad. Todo esto por medio de una trama complicadísima que se inicia con la inquietante peregrinación de un lobo hambriento. Es verdad que, una vez abierto, el libro no se nos despega de las manos, y no sólo por las grandes dosis de intriga que contiene sino porque la desazón que provoca nos empuja a acabarlo cuanto antes.

Pero esta impaciencia tiene un límite, en un momento dado la tensión nos empieza a fatigar, el exceso de datos resta algo de interés, la complejidad de la investigación resulta forzada, artificial, poco creíble. Y, sobre todo, el hecho de trasladarnos a escenarios tan distintos en espacio y tiempo da lugar a que olvidemos un poco el motivo que nos había llevado hasta allí, es decir, los crímenes. Y este despiste relativo es el peor enemigo de cualquier producto del género negro. No es que las peripecias que suceden en el S. XIX no resulten apasionantes, sino que regresar al mundo actual para encontrarse de nuevo con la truculenta atmósfera que ya se había respirado da una pereza increíble.

Henning Mankell ha dado con una fórmula infalible para atraer lectores y mantenerlos fieles de por vida, pero repetir siempre lo mismo, por muchas satisfacciones que le haya proporcionado, puede cansarle hasta a él. Sobre todo si dicho autor es un temperamento inquieto, al que le encanta experimentar, profundamente comprometido con su época (desde hace 20 años vive en Mozambique, ha escrito sobre la infancia africana, el sida, la inmigración y el año pasado fue detenido por el ejército israelí en la flotilla humanitaria que llevaba víveres a los palestinos, en una acción que produjo nueve muertos) y que, debido a esa forma de ser, precisamente lo que más teme y detesta es volverse rutinario. Claro que todo tiene un límite y tanta complejidad, concebida con el fin de interesar y producir tensión dramática, puede desembocar en el efecto contrario. Y hay algo más, no es fácil, ni siquiera para un experimentado artesano del género, conseguir que elementos tan diversos ajusten perfectamente dando lugar a un conjunto coherente y verosímil. En el intento siempre se puede aflojar alguna pieza. Supongo que Mankell cuenta con ello y quizá confíe en que el lector, abrumado por la sobresaturación de datos no se dé cuenta del lugar exacto en qué chirría la maquinaria. Pero eso nunca funciona: puede que, sumergidos bajo al avalancha de datos, no seamos capaces de identificar los elementos discordantes pero no cabe duda de que notamos que existen.

Por eso, al volver la última página, y por mucho que hayamos disfrutado de los manjares servidos por Mankell, notamos que se nos han indigestado un poco. Y decidimos que, si volvemos a leerle, tendremos que elegir mejor.

También de Henning Mankell en ULADAsesinos sin rostroAntes de que hieleHuesos en el jardín

jueves, 16 de noviembre de 2023

Henning Mankell, Zapatos italianos

Idioma original: sueco
Título original: Italienska skor
Traducción: Carmen Montes Cano
Año de publicación: 2006
Valoración: recomendable

Quizás sea por la clásica presentación de Tusquets, o por la nacionalidad del autor, a saber, pero esperaba de Zapatos italianos una negrura que (como no soy muy seguidor del género) he agradecido no encontrar. Siempre resulta curioso ver cómo ciertos autores se mueven fuera de los géneros que les son propios (lo dice quien solamente ha sido capaz de aguantar Mientras escribo por parte de Stephen King).

La historia que nos cuenta Mankell aquí tiene muy poco de misterio, aunque en sí sea una novela de decadencia donde el sentimiento trágico aflora en los rincones más inesperados. Un cirujano que ha dejado prematuramente su profesión vive en una pequeña isla donde nadie se aventura a acercarse. Apenas un  cartero que aparece esporádicamente. Acompañado por un perro y un gato, su existencia no es exactamente un aislamiento pero se siente la mar de a gusto sin relacionarse con la gente. Un día aparece en su casa una antigua novia. Harriet, una mujer mayor, enferma terminal, se presenta no para ajustar cuentas sino para cerrar ciclos que quedaron abiertos. El motivo principal, explicarle a Fredrik, el cirujano, que de su romance de juventud nació una hija. Se encuentra, de la noche a la mañana, como padre tardío y futuro viudo. Su antigua novia solo quiere que su padre la conozca y, de repente, Fredrik asume las responsabilidades y se pone en lo de recuperar el tiempo perdido. 

Reconozco que Mankell me ha gustado en su estilo, elegante y contenido, aunque no tanto como para sentir curiosidad por las novelas por las que suele ser célebre. Hay algo extraño y cercano a lo fascinante imaginando esos paisajes desolados, y no deja de ser curioso que la novela acabe derivando en una especie de especulación psicológica sobre cómo se afrontan las diversas opciones cuando se alcanza la fase de decadencia de la vida. Fredrik resulta curiosamente recuperado una vez el traspiés (otro ajuste de cuentas con el pasado) que precipitó el final de su carrera. Harriet se comporta de forma resignada y con un sentido de la planificación que puede sorprendernos.


También de Henning Mankell en ULAD: Aquí

viernes, 4 de marzo de 2011

Henning Mankell: Antes de que hiele

Idioma original: sueco
Título original: Innan frosten
Año de publicación: 2002
Valoración: Recomendable




Kurt Wallander comienza a sentirse cansado de la rutina detectivesca, síntoma evidente de la edad, pero también la excusa perfecta de su creador para ir jubilando a un personaje que ha explotado, quizá, demasiado tiempo. Se produce así un intento de relevo generacional (que no parece haber prosperado en sucesivas novelas) ya que es su hija quién, a pesar de su inexperiencia, acabará llevando las riendas del caso. La casualidad – esa gran enemiga, en mi opinión, de todo relato, tanto filmado como escrito – involucrará paulatinamente a Linda: poco a poco comienza a actuar por su cuenta demostrando a sus superiores que es capaz de resolver el más que espinoso asunto. Esto la convierte en la mayor responsable de la investigación de una serie de sucesos gravísimos y en apariencia independientes, que se sustentan en hechos ocurridos décadas atrás, con ramificaciones políticas, seguimiento de los medios de comunicación y razones más que suficientes para el terror colectivo – algo que resultaría insostenible en la vida real –contribuyendo aún más a restar verosimilitud a la historia. Pero la destreza de Mankell en la construcción de artefactos policiacos aporta credibilidad más adelante, al presentar muy convincentemente el comportamiento de Linda, cuya implicación emotiva en el caso unida a su juventud y a su condición de recién llegada le conducen a errores, temeridades e imprudencias en cadena y que, a pesar de su natural desparpajo, no logra evitar algún desastre irreparable.
La cotidianeidad del taciturno detective y la relación padre- hija son sólo el cañamazo en el que se teje una historia que, a pesar de sus gruesas costuras, resulta un convincente alegato contra el fanatismo y una indagación sobre la amistad y sus limitaciones, además de una atenta mirada a cuestiones tan diversas como la profunda huella que deja en un hijo la ausencia paterna desde la infancia o el carácter odioso y amenazante del mundo de las sectas.

También de Henning Mankell en ULADAsesinos sin rostroHuesos en el jardínEl chino 

viernes, 19 de febrero de 2010

Henning Mankell: Asesinos sin rostro

Idioma original: sueco
Título original: Mördare utan ansikte
Año de publicación: 1991
Valoración: recomendable

Un hombre despierta en medio de la noche. Ha oído un ruido o quizás sólo lo ha soñado, pero es incapaz de recuperar el sueño. Despierta a su mujer. Está intranquilo. He oído un ruido -le dice a su mujer- en la casa de los vecinos. Voy a ver qué ocurre. Y se levanta de la cama. Se dirige a la cocina. Desde la ventana observa la casa de los vecinos. Todo parece estar en calma. Sin embargo, está seguro de haber escuchado un ruido y tiene un mal presentimiento. Además, la ventana de la casa está abierta. Qué extraño -piensa- nunca se olvidarían de cerrarla. Y ese ruido... parece un grito, una queja... será un pájaro... Pero es incapaz de volver a la cama. La ventana de nuestros vecinos está abierta -le dice a su mujer. Ella, extrañada, se asoma. No está abierta, está rota -le contesta. Así que él se arma de valor y se dirige con una linterna a la casa. Nada más entrar, sus peores suposiciones se hacen realidad. Johannes -su vecino- yace muerto en el suelo. María -su esposa- está atada a una silla, ensangrentada y malherida.

Con estas premisas comienza Asesinos sin rostro, la primera novela de la serie del detective Kurt Wallander. Sin lugar a dudas, una novela policiaca muy entretenida, atractiva para el lector y de notable calidad literaria. Quizás lo más flojo de la novela sea el personaje principal porque recuerda demasiado a otros detectives: separado, solitario, amigo del alcohol... Demasiado tópico, aunque también es cierto que a lo largo de la novela se convierte en un personaje entrañable para el lector.

A día de hoy, sólo he leído esta primera novela de la serie, por lo que no puedo juzgar la evolución de la trama ni del personaje principal. En cualquier caso, Mankell construye una buena trama de misterio, con un ritmo adecuado, combinando picos de tensión con fragmentos en los que el crimen parece que nunca llegará a resolverse, logrando en definitiva un mayor realismo.

Un libro interesante y un buen inicio para una serie policiaca.

También de Henning Mankell en ULADAntes de que hieleHuesos en el jardínEl chino

jueves, 9 de abril de 2020

Andrea Camilleri: Km 123

Idioma original: italiano
Título original: KM 123
Año de publicación: 2019
Valoración: Está muy bien



Miren, esta vez voy a empezar explicando las dudas que pueden surgirle al sufrido reseñista en la valoración de una obra cualquiera. Y es que esta me parece un buen ejemplo ya que es la madre de todas las indecisiones. Por un lado, Andrea Camilleri ha sido un maestro del género y habría que pedirle más que a un autor medio cualquiera. Por otro, este señor tenía una edad cuando escribió la novela, tenía grandes limitaciones físicas y ha fallecido poco después, así que deberíamos ser comprensivos. Pero tengamos en cuenta que la novela negra es un género menor, no se puede valorar con el mismo criterio que las consideradas propiamente literarias, y para acabar de rematarlo, Camilleri se facilita el trabajo construyendo un argumento a base de diálogos, cartas y recortes de prensa. Claro que el uso que hace de un material tan simple es sencillamente magistral. 
Resumiendo, según los gustos de cada uno, su afición a la novela negra, aprecio por Camilleri y valoración que haga de las circunstancias concretas de su escritura, Km 123 puede moverse en un arco que, según las pautas de este blog, iría desde el Está bien hasta el Recomendable, incluso hasta el Muy recomendable para los incondicionales absolutos. Mi término medio es lo que considero más justo, pero supongo que no todo el mundo estará de acuerdo.
No desvelo nada si digo que la novela comienza con un accidente, pero no necesariamente con un muerto como es lo habitual. Aunque luego, como verán, la cosa se complica. Y ya tiene mérito hacer avanzar una trama como es debido sin narración propiamente dicha y, por tanto, sin un punto de vista único. No es que estos recursos supongan una novedad, recordemos Pantaleón y las visitadoras. Pero una novela de misterio –y más una novela corta como esta que se lee en media hora más o menos– camina por un hilo muy endeble y hace falta mucho aplomo para que no se vaya de las manos.
Naturalmente, los grandes maestros siempre guardan trucos en la chistera, y en este caso, nuestro recordado autor se vale de titulares, cartas y documentos judiciales para dotar a la trama de la objetividad que no pueden darle los mensajes por whatsapp o las conversaciones telefónicas. Conversaciones, cuya eficiencia, por otra parte, es absoluta, pero, al carecer de un mediador que nos guíe, se tiene que valer de piruetas más propias de un guion teatral; por nuestra parte, esa ausencia de apoyo nos fuerza a estar mucho más atentos. Pero el hecho de contar con los mínimos recursos –un procedimiento similar al que usó en una novela bastante más profunda: La muerte de Amalia Sacerdote– no le impide mantener un ritmo perfecto de principio a fin, y eso nos facilita la comprensión, incluso la empatía, a pesar de que los personajes, por todo lo expuesto, no pueden estar muy bien dibujados: tan solo presentan unos cuantos rasgos prototípicos. Digamos que, dentro de su sencillez y parquedad, es un relato redondo.
Esto en cuanto a la forma, hablemos ahora del contenido porque es lo más flojo de todo. Km 123 es sobre todo una trama de enredo, muy entretenida, un laberinto bastante bien construido, que trata de adulterios, venganzas y ambición, en la que la policía no sale muy bien parada, que nos mantiene en vilo hasta el final y acaba en relativa sorpresa (aunque a algunos nos parezca previsible). Y ya está. Es cierto que ridiculiza instituciones, y costumbres pero sin alcanzar la acidez y el sarcasmo con los que durante tantos años practicó la crítica social.
Como añadido final y por expreso deseo de Camilleri, se incluye Defensa de un color, conferencia impartida en 2003 en la que expone sus puntos de vista acerca del género policíaco (denominado en Italia giallo por identificarse con el color amarillo). Me ha sorprendido que una de sus reglas sea que el lector vaya a la par en las pesquisas e incluso por delante. ¿Será esa la razón de que yo haya adivinado el desenlace o es una simple excusa para justificar los cabos sueltos? En cualquier caso, las limitaciones que le impuso el fascismo en su época –el asesino ha de ser extranjero, los adulterios ni nombrarlos etc., hasta llegar a prohibirlo totalmente– no pueden sorprendernos. Y es agradable comprobar que, tal como intuimos sus lectores, Camilleri anteponía el análisis de un entorno y el diseño de personajes a la mera resolución del misterio. Con todo, es evidente que:
“Para saber hoy cuál es la situación socioeconómica de Suecia o para conocer los problemas de España, los gialli de Henning Mankell y de Manuel Vázquez Montalbán sirven mejor que un dogmático ensayo reservado a especialistas.”

Esto vale para cualquier época y país y da a entender que el género -negro, policíaco de misterio o como quiera llamarse- no es significativo porque los gialli, desde hace mucho, se pueden considerar literatura.
Traducción: Juan Carlos Gentile Vitale


Todo Camilleri en ULAD: Aquí

viernes, 6 de agosto de 2021

Niklas Natt och Dag: 1793

Idioma original: sueco
Título original: 1793
Año de publicación: 2017
Traducción: Ebba Segerberg (del sueco al inglés) y Patricia Antón de Vez (del inglés al castellano)
Valoración: recomendable, aunque no para todo el mundo

Es de justicia reconocerlo: Niklas Natt och Dag -Nicolás Noche y Día- es el escritor con, probablemente, el apellido más molón del panorama literario mundial (excepción hecha del canadiense Christian Guay-Poliquin, como es obvio); se trata además, de una apellido del más rancio abolengo de la nobleza sueca, desde que alguno de sus antepasados despiojaba al rey Olaf o lo que fuera... Pero, vamos, que lo mismo nos daría si se apellidase Petersson o Martinsson (es decir, Pérez o Martínez); lo que nos debe importar es si el amigo Niklas es un buen escritor y, vaya, por lo que se puede juzgar a partir de ésta su primera novela, hay que decir que sí lo es.

1793 es una novela policíaca, pero no de ésas que siguen las estela de Mankell, Larsson (Stieg), la otra Larsson (Assa), etc. y que tanto éxito han tenido en los últimos tiempos, sino una novela policíaca de corte histórico, ambientada en Estocolmo en el año ¿alguien lo adivina? ¡Sí, premio para la dama o el caballero: 1793! Un año se diría que de lo más entretenido en Suecia, cuando aún resonaban, por un lado, los disparos que acabaron con la vida del rey (no muy querido) Gustavo Adolfo no sé cuantos y, por otro, los ecos de los desmanes jacobinos en Francia -éstos resuenan bastante, porque lo del rancio abolengo y demás se tiene que notar, tetes...-; en fin, en ese jubiloso contexto aparece un cadáver horriblemente mutilado en un laguito apestoso de uno de los barrios pobres de la ciudad y aunque no parece haber gran interés en esclarecer el crimen, el guardia municipal que lo ha encontrado y un abogado tísico famoso por la rectitud de su comportamiento y raciocinio se ponen a investigar hasta encontrar al culpable... en varios sentidos, contrarreloj, como mandan los cánones.

La verdad es que esta pareja detectivesca, Mickel Cardell -el guardia y, se me olvidaba decir que veterano de guerra manco- y el Cecil Winge -el abogado en las últimas a causa de la tisis- son lo mejor de la novela, por diversos motivos; entre otros que, aunque pueda parecerlo, no reproducen  el esquema Holmes-Watson, como se puede pensar en principio. Lo mismo ocurre con el resto de personajes, más o menos secundarios, que aparecen el la trama -una trama, por cierto, bastante peculiar, pues consta de cuatro capítulos, dos de ellos sendas analepsis que no parecen tener siempre relación con el hilo principal de la narración, aunque sí-: en mi opinión, el trazado de esos personajes, más o menos creíbles -en verdad, no siempre-, pero, en cualquier caso, peculiares y hasta imborrables, es el punto fuerte de Nattoc... de Niklas. En cuanto a la ambientación, hay que suponer que está todo lo cuidada que parece (que levanten la mano los expertos en la Historia sueca del siglo XVIII), aunque quizás haya una excesiva obsesión por mostrar lo dura, cutre, sucia y corrompida que era la capital de Suecia en aquel momento (como todas entonces, supongo), lejos de la imagen de telefilm alemán de sobremesa que podemos tener ahora. A decir verdad, la truculencia llega a todos los detalles de la historia; no es una novela para espíritus ni estómagos delicados, aviso... De todas formas, parece que el bueno de Niklas se basó en gran medida en las canciones del trovador sueco de aquella época Michael Bellman, que ya hablaba de la vida del pueblo llano, la degeneración de las costumbres y esas cosas tan entretenidas.

Lo más flojo, creo yo, es el entramado policiaco-detectivesco, que no sé si llegará a satisfacer a los lectores más exigentes del género; digamos que la cosa se queda en una mezcla algo deslavazada de El perfume y la película Se7en, y hasta aquí puedo leer... No obstante, resulta una buena excusa para recorrer los rincones más inesperados del Estocolmo de fines del XVIII, desde los barrios populares, tabernas y cafés a cárceles y hospitales, de los burdeles más exquisitos a las timbas de juego y los cementerios, pasando por los secretos del la Casa Indebetouska, donde estaba la jefatura de la policía. Y sobre todo, para conocer a unos personajes marcados por la tragedia y la muerte, a los que Niklas Natt etc. sabe dar peso, vida y dignidad con la maestría de un experto marionetista; esperemos que no perdiera ese toque en su siguiente novel, 1794 y tampoco lo haga en la que está por llegar. ¿Alguien adivina cómo se va a titular? 

viernes, 17 de abril de 2009

La literatura policiaca

Una vez una amiga me preguntó: "¿por qué te gusta tanto la novela policiaca?". Bueno, me gusta por varias razones. En primer lugar, porque es fácil de leer, tanto en español como en inglés; no exige mucha concentración, así que es la lectura perfecta para viajes, vacaciones, ratos de descanso. Además, es un género con reglas claras y definidas, que se podrían resumir en: "hay un misterio -generalmente, un crimen-, y una persona debe desentrañarlo". A partir de este planteamiento común, es apasionante observar las variantes, modificaciones y reinvenciones del género, que sigue muy vivo en la actualidad (no hay más que mirar la amplitud de las secciones de novela policiaca en las librerías).

Este es un breve repaso a algunos de los nombres fundamentales del género:

Los clásicos:

1.- Edgar Allan Poe: Aunque se le conoce fundamentamente como autor de cuentos de terror, para muchos es también el inventor del relato policiaco en su forma moderna con "Los crímenes de la Rue Morgue", en que aparece un detective intelectualmente superdotado (Chevalier Auguste Dupin), una habitación cerrada, un cadáver y muchas preguntas sin resolver. Dupin sólo volvió a aparecer en otras dos historias de Poe, "El misterio de Marie Rogêt" y "La carta robada", pero estos tres relatos fueron suficientes para dejar sentadas las bases del género.

2.- Arthur Conan Doyle: Y si se trata de encontrar los modelos fundacionales de la novela policiaca, cómo no referirse a Conan Doyle y su Sherlock Holmes. Desde su primera aparición en Estudio en escarlata hasta su desaparición en 1927 con El archivo de Sherlock Holmes (muerte y resurrección de por medio), Doyle marcó la pauta que luego seguirían muchos otros -hasta llegar a nuestro querido Dr. House. Su detective, dotado de una inteligencia sobrehumana aunque social y personalmente inestable, y su inseparable compañero, el Dr. Watson, se pasearon por 4 novelas y 56 historias cortas antes de desaparecer, dejando establecido el canon del género policiaco.

3.- Agatha Christie: El otro gran nombre del género, Agatha Christie escribió unas 80 obras del género policiaco, entre novelas y libros de relatos, y dio luz a dos detectives distintos pero igualmente memorables: el petulante y sofisticado Hércules Poirot, y la adorable pero terrible anciana Miss Marple. Las novelas de Christie suelen tener un desarrollo lento, largas presentaciones de situación y personajes, antes de que se produzca el crimen en cuestión, y suelen estar llenos de pistas falsas que hacen que el lector sospeche de todos los personajes salvo del propio detective. Algunas de las obras más conocidas de esta autora han sido llevadas al cine o al teatro, como Diez negritos, Muerte en el Nilo o Tres ratones ciegos -adaptada con el título de La ratonera-.

4.- Georges Simenon: Menos conocidos que los anteriores, pero quizás más literario que ellos en su estilo y sus intenciones, el belga Simenon es el creador del comisario Maigret, un detective parisino inteligente -pero no de una manera tan sobrehumana o abrumadora como sus predecesores- y humano, iniciando de alguna manera la tradición del "detective sufriente" que han prolongado varios escritores actuales. Las historias de Maigret suelen ser pausadas, casi estáticas, sin tantos giros sorprendentes o revelaciones cataclísmicas como las de Conan Doyle o Agatha Christie. Esto no quiere decir que sean aburridas, sino que su interés está en otra parte: en la presentación de los personajes y la sociedad que rodean al crimen.

5.- Gastón Leroux: A Leroux le corresponde, se puede decir, el honor de cerrar un subgénero que inició Poe con la Rue Morgue: el del "misterio de la habitación cerrada". El Misterio del Cuarto Amarillo está considerado por muchos como el modelo último y definitivo de este tipo de novela, en el que el crimen se ha cometido en una habitación cerrada a cal y canto, sin salidas posibles, y en la que aparentemente sólo se encontraba la víctima. Después de él se han escrito otras novelas similares -por ejemplo, El hombre vacío de John Dickson Carr-, pero no han logrado superar la complejidad o el ingenio de la de Leroux.

6.- Dashiell Hammett: Por terminar con los clásicos, citemos a Hammett, autor de novelas como Cosecha Roja o El halcón maltés, considerado como el iniciador o el maestro del subgénero del hard-boiled o "novela negra", en el que el detective no alcanza la solución del misterio necesariamente a través de la inteligencia, sino a través de la insistencia, la falta de escrúpulos y también, a veces, la violencia o la suerte. En sus novelas -como en las de Raymond Chandler, creador del detective Phillip Marlowe-, la ley y la moral no siempre van de la mano, y el resolver el crimen no siempre significa salir triunfador...


Los actuales:

1.- P.D. James: Creadora del detective-poeta Adam Dalgliesh, P.D. James podría considerarse como una continuadora de la obra de Agatha Christie, tanto por sus entornos ingleses como su detallada presentación de ambientes y personajes, aunque James quizás tenga un estilo algo más irónico que Christie, lo que hace su lectura más entretenida.

2.- Henning Mankell: El escritor sueco actual más conocido, con permiso de Stieg Larsson, es el creador de Kurt Wallander, un detective solitario, profesional pero un poco amargado. Sus novelas, generalmente muy bien escritas y planeadas (con la excepción de Firewall, que no me gustó nada), cuentan detalladamente todo el proceso policial -investigación, burocracia, interrogatorios...- desde que se produce el crimen hasta que se resuelve.

3.- Andrea Camillieri: Para muchos -entre los que me cuento-, el mejor escritor de novela policiaca contemporáneo. Basado -en el nombre y en su apetito voraz- en el inspector Carvalho de Vázquez Montalván, su inspector Salvo Montalbano, de Vigata, es un hombre inteligente, irónico, epicúreo, independiente y algo decadente, y las novelas de Camillieri están llenas de sentido del humor, de ligereza y de personajes grotescos. ¿Se casará algún día Montalbano con Livia?

4.- Michael Connelly: De los escritores actuales, y quizás por su origen estadounidense, Michael Connelly es el más cercano al género del hardboiled y a los tópicos hollywoodienses de la novela de detectives: su detective, Hieronymus 'Harry' Bosch es un tipo duro -pero con sentimientos-, enfrentado con la burocracia policial y con problemas personales y profesionales, que siempre resuelve los crímenes de una manera heroica y violenta, sin importarle las consecuencias.

5.- John Connolly
: Sus obras suponen, cada vez más a medida que avanza su carrera, la mezcla de dos géneros: el policiaco y el de terror. Comenzó siendo un escritor de novela negra especialmente irónico y atrevido con Todo lo que muere, para ir dando paso a más elementos sobrenaturales. Lo mejor de sus novelas, más que el detective Charlie Parker, torturado por su pasado, son dos personajes secundarios: Angel y Louis, una pareja de asesinos gays que ayudan a Parker cuando este lo necesita. Cuando aparecen en acción, uno sabe que se lo va a pasar bien durante unas cuantas páginas.

6.- Ian Rankin: Escritor escocés, Rankin sitúa sus novelas policiacas en Edimburgo y sus alrededores. Su detective, el Inspector Rebus, se parece un poco al Harry Bosch de Michael Connelly: está al margen de las intrigas políticas de la policía, es independiente, algo violento y tiene un alto sentido de la moral y la responsabilidad. Probablemente no es el mejor de los escritores citados, pero sí es uno de los que más vende, sobre todo en Europa.

¿Me olvido de alguno? Me lo podéis recordar en los comentarios...

sábado, 4 de agosto de 2012

Andrea Camilleri: El campo del alfarero

Idioma original: italiano
Título original: Il campo del vasaio
Año de publicación: 2008
Valoración: recomendable

Ya en otras entradas me he confesado fan (casi) incondicional de Andrea Camilleri: he perdido la cuenta de cuántas novelas del comisario Montalbano me he leído, y a estas hay que añadir tres o cuatros libros más que no pertenecen a esta serie (El traje gris, Las ovejas y el pastor, La intermitencia...). Así que cuando cojo una de sus novelas, muy especialmente si son de la serie policiaca, no busco que me sorprenda, sino todo lo contrario: volver a encontrarme con viejos conocidos: el socarrón y epicúreo comisario Montalbano, la siempre esquiva Livia, el torpe Catarella, Mimì y Fazio... y ese ambiente entre corrupto y cutre de la Italia retratada por Camilleri.

Y eso es exactamente lo que se encuentra en El campo del alfarero, una más (la número trece en orden cronológico, aunque no creo que nadie las lea en orden cronológico) de las novelas protagonizadas por Montalbano. En este caso, la trama arranca con la aparición de un cadáver descuartizado en un campo de arcilla (de ahí el título), que mezcla a la mafia con los cartel de droga colombianos y que lleva a Montalbano a enfrentarse a la traición dentro de su propio equipo. El argumento policial, como suele ser el caso con Camilleri, está bien llevado, aunque nunca alcanza la complejidad de un Mankell, por ejemplo.

Pero como siempre lo mejor, lo que hace que Camilleri sea diferente -y mejor, a mi parecer- que la mayoría de los escritores de novela policiaca que hay por ahí, es el humor cínico y ligeramente cruel que abunda en la novela: sobre todo en Montalbano, que como es más inteligente que casi todos los que le rodean puede reírse o jugar con ellos casi a voluntad -lo que no quiere decir que siempre se salga con la suya-; pero también en la descripción de personajes, a veces estereotípicos, sin duda (como esa Dolores colombiana, un leopardo sensual de olor a canela) o caricaturescos, como el inspector Lattes, al que apodan Latte e mele por su empalagosa amabilidad.

Un detalle curioso de esta novela es que, además de las ya habituales intertextualidades que tanto le gustan a Camilleri -a lo mejor para demostrar que, aunque escriba novela policiaca, es un hombre culto-, en este caso también se pone "cervantino" y autoficcional, al incluir en el texto una referencia, que se demostrará clave, a una de sus propias novelas (no de la serie Montalbano, claro): La desaparición de Patò. 

En fin, que es una buena novela policiaca, en la línea de casi todas las de Camilleri. Nada más, y nada menos.

También de Andrea Camilleri en ULAD: Aquí

sábado, 9 de noviembre de 2019

Ilaria Tuti: Flores sobre el infierno


Idioma original: italiano
Título original: Fiori sopra l'inferno
Año de publicación: 2018
Traducción: Xavier González Rovira
Valoración: entre recomendable y está bien

Uno busca (porque tengo esa debilidad y además, para reseñar libros gafapásticos más intelectuales ya están mis compañeros, que lo hacen de maravilla) thrillers policíacos contemporáneos, más o menos originales, a ser posible europeos; uno busca con la esperanza de revivir esa pulsión, ese encandilamiento que suscitaron, cuando empezó a leerlos, los libros de Henning Mankell o Fred Vargas... Uno busca , a veces encuentra y otras muchas no, o encuentra novelas que suenan a déjà-vu, a simple copy-paste o, casi peor, a novella escrita con plantilla, cambiando únicamente (y no siempre), la víctima del crimen, el carácter del investigador, es escenario de los hechos y poco más...

Uno busca y a veces encuentra cosas que noe stán mal; por ejemplo esta novela de debut de la italiana Ilaria Tuti, que se desarrolla en las montañas de su Friuli natal, junto a la frontera con Austria, donde en un pequeño pueblo sucede el consabido crímenes truculentos y desconcertante y tal y cual... Podéis hasta adivinar lo demás: presencia misteriosa en el bosque, investigadores que se encuentran con el hermetismo de una comunidad cerrada, secretos del pasado que acaban por salir a relucir... elementos, en fin, que aparecen juntos o diseminados en diversos libros de este mismo género noir-montaraz, tanto italianos -novelas de Manzini, D'Andrea-, como incluso de lo que ahora hay quien llama novela negra "euskandinava" (ay, ama!). Lo mismo ocurre con películas o series de televisión (se me ocurre la francesa Zone blanche, por ejemplo).

Ahora bien, algo hay en Flores sobre el infierno que la distingue de otras novelas, etc... del mismo estilo y la dota, como mínimo, de un punto de interés adicional: se trata de la investigadora en jefe del caso, la comisaria Teresa Battaglia, que no es una joven policía llena de dinamismo, ni siquiera de una sagz profesional de mediana edad, sino de una sexagenaria con ciertos problemas de salud -es diabética, además de otros que se hacen presenten en este libro-; extremadamente competente en su trabajo, eso sí -parece saberse de memoria los estudios de Bill Tench y Holden Ford sobre asesinos en serie... quiero decir de Douglas y Ressler- y disfruta de la veneración de sus subordinados, todos hombres. Como contrapunto aparece uno de ellos, el joven inspector Massimo Marini, recién llegado a la unidad y que choca a menudo con la hosquedad y la sorna de la veterana comisaria.

Una mujer débil y fuerte al mismo tiempo, rigurosa pero empática, que le da un plus de verracidad y humanidad a la historia. Un hallazgo, sin duda, de Ilaria Tuti que, por suerte, la escritora parece que ha mantenido en su última novela, Ninfa dormiente (aún no publicada en castellano).

domingo, 4 de agosto de 2013

Petros Márkaris: Suicidio perfecto

Idioma original: griego
Título original: Ο Τσε αυτοκτόνησε
Año de publicación: 2003
Valoración: está bien

Este es el segundo libro de Márkaris que leo, pero el primero que reseño (el anterior debí de leérmelo en la era pre-ULADiana, o a lo mejor lo leí y me dio pereza escribir la reseña). En cualquier caso, con estas dos novelas da para hacerse una idea del estilo de Márkaris, y de los métodos de su comisario Kostas Jaritos, un policía ni tan caótico como el Montalbano de Camillieri ni tan metódico como el Wallander de Mankell.

Al principio de esta novela, el comisario Jaritos está de baja, a causa de un disparo recibido en su anterior misión. Aburrido y atocinado, se deja dominar por su protectora mujer y hasta por un gato con el que comparte los bancos del parque. Solo lo sacará de su letargo un misterioso caso al que sus colegas policías no parecen estar dando el tratamiento adecuado: el suicido, en directo y en prime-time, de un importante hombre de negocios. ¿Qué puede llevar a una persona que parece exitosa y feliz no solo a suicidarse, sino a hacerlo públicamente y enfrente de una cámara de televisión? El misterio se complica aún más cuando a este suicido le sigue otro, y después otro...

En esta novela, Márkaris parece iniciar una línea que han seguido después sus posteriores novelas, en especial en su Trilogía de la crisis: la mezcla de intriga policial pura con elementos de intriga política y referencias a la situación económica europea y mundial. En este caso, tengo que decir, el tratamiento del tema parece algo superficial y algo inocente: los tejemanejes económicos fraudulentos que el comisario Jaritos va descubriendo parecen un juego de niños comparados con la trama Gürtel y compañía...

En mi opinión, lo mejor de la novela, como pasa muchas veces, son los personajes secundarios: la mujer de Jaritos, el novio de su hija, su improvisada compañera de investigaciones... Las relaciones humanas que se tejen entre ellos, en paralelo o al margen de la investigación central, hacen que la lectura sea mucho más amena y amigable, y a veces dan ganas de que no vuelvan a meterse de cabeza en el caso para seguir leyendo más sobre ellos.

¿Y por qué solo le he dado un "está bien"? Pues porque, como decía, antes, el desenlace me parece algo inocente. El misterio inicial es realmente intrigante (tres hombres exitosos se suicida impulsados por un extraño poder desconocido) pero la resolución del misterio, con una de esas carambolas tipo CSI ("esta camisa tiene polvo de una piedra que solo existe en un pequeño terreno de veinte metros cuadrados a las afuras de Las Vegas", algo así) y un "malo" final bastante poco creíble, al menos para mí. Pero bueno, hasta llegar a esa desilusión final, la lectura me entretuvo y me enganchó, así que quien quiera disfrutar de una agradable lectura policiaca en la playa, adelante...

También de Petros Márkaris en ULAD: Liquidación final

sábado, 23 de mayo de 2015

Lawrence Block: Cuchillada en la oscuridad

Idioma original: inglés
Título original: A stab in the dark
Año de publicación: 1981
Valoración: está bien

Hace poco discutía con una compañera de la universidad sobre la (in)existencia de los géneros, hablando específicamente de la distinción clásica entre novela policiaca (Conan Doyle, Agatha Christie...) y la novela negra (Dashiell Hammett, Raymond Chandler...). Creo que está claro que si pensamos en los géneros como definiciones taxonómicas científicas, objetivas e inmutables, nos encontraremos con muchos problemas, porque habrá obras que escapen a esas clasificaciones, que jueguen con ellas o que las subviertan voluntariamente. En cambio, creo que la idea de género tiene validez si se considera que es un conjunto de códigos (mejor que "reglas") que comparten los autores y los lectores ("y los editores", me recordaba mi colega), y que son susceptibles de evolucionar en el tiempo, e incluso de desaparecer (caso, por ejemplo, del poema épico, la novela pastoril o la picaresca).

Esto viene a cuento de Lawrence Block, un escritor que sin duda es de segunda fila en el mundo de la novela policiaca (perdón, novela negra) pero que ha recibido numerosos honores por sus novelas protagonizadas por el detective Matthew Scudder, o por el ladrón Bernie Rhodenbarr.  

Cuchillada en la oscuridad, cuarta novela de la serie de Scudder, es una novela de género en cuanto que se adapta perfectamente a los códigos establecidos por sus predecesores: un detective ex-policía, que flirtea con el alcoholismo y que ha fracasado en su vida personal (aunque no ha perdido su atractivo de "tío duro"); un ambiente urbano degradado (concretamente, Nueva York); un crimen violento (del que casi no hay pistas, porque fue cometido hace nueve años); una investigación que consiste más en remover el avispero que en propiamente hacer deducciones lógicas; y una resolución satisfactoria para el lector, aunque no exactamente para el personaje.

El placer de las novelas que se insertan cómodamente en un género consiste precisamente en la repetición: sabemos lo que vamos a encontrar y lo encontramos, con ciertas variantes, claro, porque si no estaríamos leyendo siempre la misma novela. Es significativo que las obras de la serie de Scudder sean mutuamente intercambiables: a diferencia de lo que sucede con otras sagas detectivescas (pienso en las novelas de Mankell, en las de Camilleri o incluso en las de Michael Connelly), no hay una evolución biográfica del personaje, que siempre está en un estado depresivo y alcoholizado (o luchando por desalcoholizarse).

Hay por lo tanto un placer en leer novelas así: el placer de lo conocido, de la variación sobre un mismo tema. Y hay también arte en saber adaptarse a los códigos de un género, y conseguir crear obras que atrapen al lector - que se deja atrapar, porque es para entrar en ese juego para lo que ha cogido esa novela.

sábado, 5 de diciembre de 2015

G. K. Chesterton: La sabiduría del Padre Brown

Idioma original: inglés
Título original: The Wisdom of Father Brown
Año de publicación: 1914
Valoración: recomendable

A estas alturas los lectores habituales ya habrán notado que este blog tiene una cierta debilidad por la literatura policiaca (Camilleri, Mankell, Padura, , Márkaris...); personalmente, la afición al género empezó por la serie de libros de los Tres Investigadores, y luego pasó a cosas de mayores, con los libros de Sherlock Holmes o de Agatha Christie. Pero en esas lecturas adolescentes también hubo un libro que me dejó huella: El candor del Padre Brown, en una edición de la colección juvenil de Anaya. Muchas de sus historias las recuerdo perfectamente, por su humor, su profundidad, su originalidad, por lo ingenioso de muchas de sus resoluciones y por la figura del detective protagonista, un cura católico gordo y bonachón.

Ahora, muchos años después, leo el segundo libro de la serie, La sabiduría del Padre Brown, y tengo que confesar que he quedado un poco (pero solo un poco) decepcionado.

Empiezo por la parte que no me ha decepcionado: La sabiduría del Padre Brown es una colección de relatos divertida, irónica (como todo lo que Chesterton escribió), original, ligera; se lee en una tarde, y es ideal para un viaje en el que se quiera estar entretenido, por ejemplo. Además, está muy bien escrita, con un cuidado por el estilo que no es común en muchas novelas policiacas, más interesadas en las complejidades de la trama y de la investigación que en las descripciones de paisajes y personajes, que en Chesterton son abundantes. Y el personaje del Padre Brown, con su apariencia tan poco atlética, su benevolencia católica y su espíritu campechano, sigue siendo uno de los detectives más "memorables" de la literatura.

Lo que me ha decepcionado, en muchos de los relatos, es la historia en sí, o sea, el crimen y su resolución; no sé si es que La sabiduría es inferior a El candor, o que yo ya no soy el mismo lector que cuando era adolescente. Pero muchos de los desenlaces de los relatos me han parecido inverosímiles o tramposos ("El hombre del pasillo" o "La cabeza de César", por ejemplo). La búsqueda de argumentos originales y de resoluciones sorprendentes hace que se creen situaciones inverosímiles, y son bastantes los relatos en los que la solución pasa por una confusión de identidades que solo el Padre Brown consigue esclarecer. Y en cambio en otros casos, la solución resulta ser banal, en particular en el primer relato del volumen, "La desaparición del señor Glass". Quizás "El final de los Pendragon" sea el relato más conseguido del volumen, porque las pistas que indican su desenlace están bien moduladas, de forma que resulta sorprendente sin ser rebuscado, y con un aura misteriosoa que yo recordaba en varios de los cuentos de El candor del padre Brown.

Otra cosa que llama la atención, aunque no podamos culpar exclusivamente a Chesterton de ello, es el cierto tono clasista, racista o chovinista que impregna ciertos relatos. Como buen británico, para Chesterton lo normal es lo británico, y además lo británico de clase alta; todo lo demás es barbarie: los italianos son apasionados y salvajes, los obreros son unos borrachos con los que hay que tener cuidado, y los negros o los indios son unos caníbales o unos hechiceros. Claro, eran otros tiempos, no hay que caer en lo políticamente correcto y censurar con efectos retroactivos, pero no por eso vamos a dejar de anotarlo.

Con todo, me reitero en lo que decía en el segundo párrafo: este es un libro que se disfruta, como lectura de placer y diversión; para más complejidad narrativa o filosófica pueden buscarse otras obras del propio Chesterton, como El hombre que fue jueves; y si no, si lo que se quiere es seguir disfrutando de las aventuras del Padre Brown, estamos de enhorabuena, porque todavía quedan otros tres volúmenes más...

También de G.K. Chesterton en ULAD: El candor del Padre BrownEl hombre que fue Jueves, Anécdotas de Londres y Nueva York

miércoles, 21 de febrero de 2024

Colaboración: La sombra del kasha de Miyuki Miyabe

Idioma original: japonés

Título original: Kasha (火車)

Traducción: Purificación Meseguer Cutillas

Año de publicación: 1992

Valoración: recomendable


Ya que está tan de moda el city pop japonés, qué mejor oportunidad para usarlo de soundtrack que disfrutar de un thriller ambientado en el Tokio de los 90s. Luces de neón, rascacielos, oficinistas, yakuzas, colegialas con uniforme de marinero, ¿qué más quieres?

Novela escrita por la Agatha Christie japonesa, la Henning Mankell nipona, la Stephen King del lejano oriente... bueno, me entienden. Miyuki Miyabe es toda una celebridad del mundo literario en Japón, aunque su trayectoria literaria tuvo un inicio curioso. Después de graduarse de una escuela técnica, Miyabe-san trabajó en un bufete de abogados como mecanógrafa, muy útil para escribir novelas policíacas. Ya bien entrados sus veintes, entró a un taller de escritura donde profesionalizaría su afición a la escritura. Hasta la fecha, no ha parado de escribir de manera compulsiva.

La novela aborda directamente el problema del sobreendeudamiento, que se volvió especialmente problemático durante la década perdida. El fácil acceso al crédito en los años previos al estallido de la burbuja económica llevó a muchos japoneses a acumular deudas insostenibles. “Kasha”, la carreta en llamas que lleva a las almas al infierno, me parece una buena metáfora para el espiral de endeudamiento y descenso hacia ese bajo mundo de vicios, juego y deudas. La novela también nos presenta una visión crítica del sistema de crédito japonés y su impacto en la identidad individual. A través de la historia, Miyabe sugiere que el valor de una persona se ha reducido a su solvencia financiera o historial de crédito. La trama pone de relieve cómo la crisis económica y el sistema de crédito afectaron profundamente la percepción de la identidad y el valor personal, llevando a algunos a adoptar medidas extremas para escapar de sus deudas (el seppuku ya no es exclusivo de los samuráis).

Miyabe ya era toda una experta en el oficio de escribir novelas de género cuando escribió "Kasha". Una novela policíaca de manual, en el buen sentido de la palabra. Miyabe desarrolla la trama a un muy buen ritmo, aunque tarda un poco en arrancar. Los giros de trama no son abruptos ni del todo inesperados, pero todo el conjunto da una sensación de coherencia y de redondez, donde no se dejan cabos sueltos. Los personajes principales están bien desarrollados, aunque algunos de los personajes secundarios carecen de profundidad y se cae en los estereotipos. Esto podría deberse al enfoque en el desarrollo de la trama y los temas sociales más que en la exploración profunda de cada personaje. Fuera de eso, es sin duda un libro recomendado para aquellos que añoran el fax y los directorios telefónicos.

Nota: La portada de esta edición es horrenda y no tiene nada que ver con la trama, si pueden, arránquenla.

Firmado: Alain Ríos

sábado, 23 de abril de 2022

Armin Öhri: El Gabinete de los Ocultistas

Título completo:
El Gabinete de los Ocultistas. El segundo caso de Julius Bentheim
Idioma original: alemán
Título original: Der Bund der Okkultisten. Julius Bentheims zweiter Fall
Traducción: Elisa Martínez Salazar
Año de publicación: 2014
Valoración: Está bien

Este libro lo tenía todo para gustarme. ¡Todo! Novela policial. Tintes sobrenaturales. Toques de humor. Una cierta sensualidad juguetona. ¿Qué más se puede querer en un libro de 240 página?

Y sin embargo, ay, como se puede deducir por la valoración del encabezamiento, este libro me ha gustado mucho menos de lo que habría debido gustarme. Voy a intentar explicar por qué, aunque hasta cierto punto la verdad es que no me lo explico ni yo mismo.

Una primera razón por la que quizás no he acabado de conectar con el libro está en su subtítulo: El segundo caso de Julian Bentheim. Siendo este el segundo libro de una trilogía, quizás se disfrute más después de haber leído el primero, La musa oscura, también publicado por Impedimenta. Que conste que El Gabinete... es una novela independiente, y aunque conecta y continúa algunas subtramas (amorosas, por ejemplo) de la anterior, el autor se esfuerza por ofrecer los contextos y antecedentes necesarios para que un lector que, como yo, no la haya leído, no se pierda. Aun así, quizás si ya se trae en la mochila la conexión emocional con Julian y Albrecht, los jóvenes detectives protagonistas, resulte más fácil involucrarse en la historia.

Pero no se trata solo de eso: estoy (estamos) muy habituados a leer novelas de series policiacas (Mankell, Camilieri, Márkaris...) sin seguir el orden cronológico y sin que eso disminuya el placer de la lectura. 

Creo, la verdad, que esta novela tiene un cierto problema de ritmo y estructura que a mí, personalmente, me ha resultado incómodo.

Y mira que la novela empieza fuerte: ya en el primer capítulo, después de una suntuosa cena y una sesión espiritista, tenemos una primera muerte (¿un primer crimen?): uno de los invitados a la cena muere de forma brutal en un aparente accidente con un coche de caballos. (Nota al margen: Öhri es particularmente gráfico en la descripción de las muertes, las heridas y los cadáveres, algo así como el Eli Roth de la novela policiaca...) Pero después de ese primer capítulo tan prometedor, al menos para este humilde lector, la novela se pierde. Hay que esperar páginas y páginas, capítulos y capítulos hasta que vuelva a aparecer cualquier atisbo de investigación criminal, y también, sí, otro crimen (este indudable).

¿Y qué tenemos mientras tanto? Pues la historia de cómo Albrecht monta el Gabinete de los Ocultistas para dar continuidad a aquella primera (y trágica) sesión de espiritismo; otra cena más con una sesión espiritista más detalladamente descrita; y, como decía antes, una subtrama amorosa que por estar totalmente desligada de la trama principal (no sé si en La musa oscura también pasaba lo mismo) dan una cierta sensación de pastiche.

Es verdad que a partir de la segunda mitad, cuando la novela decide dejarse de tonterías y entra en los engranajes de lo policiaco, funciona muy bien y se lee (esa parte sí) de un tirón - aunque el desenlace sea algo rebuscado o rocambolesco. También hay que reconocerle a Öhri la destreza en la ambientación histórica, que va desde los primitivos procesos fotográficos hasta el tipo de condones que se usaba en la época.

En cuanto al sentido del humor, pues en fin, la verdad es que no he conseguido conectar demasiado con él, sobre todo cuando este humor se manifiesta en forma de poesías "picantes" inventadas y recitadas por Albrecht a las que, sinceramente, no les veo la gracia por ningún lado (quizás en el original alemán sean más ingeniosas, no sé). En general, todo el personaje de Albrecht con sus comentarios y sus argucias tirando a machistas me ha resultado bastante poco simpático...

En fin, puede que sea porque la he cogido en mal momento, o porque esperaba otra cosa, o porque no he leído la primera novela de la serie, como decía antes; o puede que sea porque efectivamente, como sospecho, la novela es un poco irregular en su estructura y desarrollo. Sea por lo que sea, lo que prometía ser una refrescante y fascinante lectura para las vacaciones, ha acabado siendo algo decepcionante. Con puntos positivos, y sin ser una mala novela, pero sin provocarme tampoco ese deseo de devorar páginas que se espera de este tipo de lecturas.

(Nota curiosa: salvo que me equivoque, y salvo que haya algún error en las etiquetas del blog, esta es la primera reseña de un autor de Liechtenstein que publicamos. ¡Ya nos falta menos para dominar el mundo!)

martes, 22 de septiembre de 2015

Rodrigo Rey Rosa: Imitación de Guatemala

Idioma original: español
Año de publicación (conjunta): 2013
Valoración: recomendable

Las literaturas centroamericanas son bastante poco conocidas entre nosotros: si pensamos en Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, El Salvador, Panamá, nos vienen a la cabeza pocos nombres, aparte del fundamental de Miguel Ángel Asturias. Y sin embargo entre los escritores centroamericanos actuales hay algunos que vale la pena destacar; uno de ellos es Horacio Castellanos Moya, del que hemos reseñado ya unas cuantas obras, y otro es sin duda Rodrigo Rey Rosa, del que ya reseñamos Otro zoo y ahora nos atrevemos con esta Imitación de Guatemala.

En realidad, Imitación de Guatemala no es un libro en sentido estricto, sino la recopilación de cuatro novelas breves que fueron publicadas antes independientemente: Que me maten si... (1996), El cojo bueno (1996), Piedras encantadas (2001) y Caballeriza (2006). La contraportada las anuncia como "novelas policiacas" (quizás para atraer a lectores despistados fans de Camilleri o Mankell) pero lo cierto es que, si aplicamos una definición más o menos estricta de lo que es novela policiaca (un crimen misterioso, una investigación, un culpable), entonces solo la cuarta de las novelas se adecúa a esa definición; en las otras hay crimen, pero el interés no está en descubrir al culpable sino en estudiar todas las ramificaciones de una violencia estructural que recorre la sociedad guatemalteca.

Ese es, en realidad, el tema común a los cuatro textos que componen el libro: la violencia. (Por momentos, me parecía estar leyendo una especie de versión literaria de Relatos salvajes, aunque con menos humor; de hecho, Piedras encantadas se parece bastante a la sección "La propuesta" de la película). En Que me maten si... se trata de una trama de espionaje que intenta demostrar la implicación del ejército en las matanzas de indígenas; en El cojo bueno, de un secuestro que se complica; en Piedras encantadas, de un atropello fortuito en las calles de Ciudad de Guatemala; y en Caballeriza, de un incendio y un posible asesinato en una hacienda de cría de caballos.

Aunque se les ponga el rótulo de "novela policiaca", no son en absoluto novelas de lectura fácil, de esas que se compra en el aeropuerto para que te entretengan durante un vuelo de varias horas. Son novelas densas, fragmentarias, que exigen que el lector esté siempre atento a la aparición de nuevos personajes y nuevas tramas; cuentan historias de una violencia dura, seca y generalizada, y no ofrecen la reconfortante sensación final de que se ha recuperado el equilibrio del mundo con la captura del culpable, sino la desagradable certeza de que vivimos en un mundo podrido, aunque no queramos verlo. Pero que no sean lecturas fáciles no quiere decir que no sean necesarias, precisamente por acercarnos a una realidad, la centroamericana, a la que hemos cerrado los ojos durante mucho tiempo, o que hemos visto a través de lentes de idealización romántica.

Rey Rosa es un autor con una trayectoria larga ya en el mundo de la narrativa; esta Imitación de Guatemala da fe de que es un valor seguro de la literatura centroamericana.

También de Rodrigo Rey Rosa en ULAD: Otro zooFábula asiática

viernes, 12 de febrero de 2010

Arnaldur Indridason: La mujer de verde

Idioma original: islandés
Título original: Grafarpögn
Año de publicación: 2009
Valoración: Recomendable

Como ya comenté en la reseña dedicada a Jens Lapidus y su Dinero fácil, asistimos a un auge de la novela negra escandinava. Y ya que hemos leído a autores oriundos de Suecia (el propio Lapidus, los dos Larsson, Mankell...) y Noruega (Holt, Nesbo, Fossum...), le tocaba el turno a Islandia (algún día retomaremos el género y nos centraremos en Finlandia. Poco a poco) y su autor más reconocido en este momento: Arnaldur Indridason.

Se han traducido al español cuatro de sus novelas: Operación Napoleón, Las marismas, La voz y La mujer de verde. Esta obra, que fue galardonada con el Gold Dagger Award y el Glasnyckeln (el premio anglosajón más importante de novela negra y el premio a la mejor novela negra nórdica, respectivamente), arranca con el hallazgo de huesos humanos en el solar de un edificio en construcción. El encargado de descubrir cómo llegaron allí esos huesos y a quién pertenecen es el inspector de policía Erlendur Sveinsson, que intentará compaginar una investigación que bucea en hechos acaecidos 70 años atrás y una vida personal desastrosa, marcada por una ex-mujer que lo odia, un hijo que no le hace caso, una hija drogadicta y embarazada que le trata casi tan mal como la que fue su esposa y una pesada carga que arrastra consigo desde la infancia.

Llegados a este punto en el que el argumento parece "uno más" dentro del género negro, La mujer de verde me parece un libro recomendable porque está muy bien escrito. A pesar de las múltiples referencias a la historia islandesa, el autor cuenta lo justo, no se pierde en teorías o descripciones innecesarias que llenen páginas y más páginas. Además, enlaza a la perfección la historia pasada con la presente, cambiando el ritmo (más lento cuando habla del pasado, más rápido cuando se centra en la actualidad) para ofrecernos una dramática historia que refleja uno de los mayores problemas de nuestra sociedad y que, desgraciadamente, aun está muy lejos de solucionarse.

Pero no os cuento más. Os dejo con La mujer de verde. Si os gusta la novela negra, estoy segura de que no os decepcionará.

jueves, 8 de marzo de 2018

El papel de la mujer en la novela negra


La popularidad de la novela negra es tan evidente y está tan extendida que pareciera que no se puede inventar nada nuevo al respecto y mucho menos desde la perspectiva de género. Al menos en nuestro país, son varias las escritoras que han logrado publicar con reconocimiento novelas de suspense, hasta el punto que dicho fenómeno ostenta hasta un término propio: «femicrime». En muchos casos, los clásicos detectives o policías masculinos han sido reemplazados por inspectoras con mirada propia a la hora de abordar la resolución de los crímenes y la captura de los culpables. Recapitulando: tenemos escritoras mujeres, investigadoras mujeres, pero ¿qué hay de las víctimas? 

No hace falta ser un lector experimentado para darse cuenta de que la víctima tipo más recurrente es la joven/adolescente en una situación de vulnerabilidad y que sufrió algún tipo de abuso sexual/rito satánico/desmembramiento. Esto último suena a caricatura (que lo es) pero no anda lejos de lo que tan a menudo acabamos encontrándonos sobre el papel. Y tal vez sea por eso que en Reino Unido acaban de crear un nuevo premio de novela, el TaunchBook cuyas bases dicen textualmente: 
«El primer Premio Inaugural del libro se otorgará al autor de una novela en el género de la novela de suspense en la que ninguna mujer sea golpeada, acosada, explotada sexualmente, violada o asesinada. Como la violencia contra las mujeres en la ficción alcanza un nivel ridículo, el Premio Staunch Book invita a los escritores de suspense a mantenernos al borde de nuestros asientos sin recurrir a los mismos viejos clichés, sobre todo en relación a los personajes femeninos que son sexualmente atacados (aunque sea “necesario para la trama”), o eliminados (aunque ingeniosamente)» 
La iniciativa promueve dar un paso más en la novela negra para liberarla de unos clichés limitadores. Es un hecho que si el género goza de tan buena salud es por su capacidad de apasionarnos, porque su ritmo trepidante nos deja sin aliento y porque nos enfrenta a situaciones reconocibles donde lo que está en juego nos parece de vital importancia. 

Pero más allá de los intereses en el marco de un premio literario, a un lector con sentido crítico no puede pasarle por alto que las tramas más complejas, elaboradas y profundas nos informan de la realidad en que vivimos con muchas menos cortapisas de lo que le está permitido al periodismo. Esto es así porque el parecido con la realidad no es pura coincidencia: mafiosos, especuladores, traficantes, sicarios, y corruptos existen, y nadie niega la repercusión social de sus actos. 

Conocíamos la novela negra, básicamente, por la tradición anglosajona, pero desde hace algo más de una década, sabemos que también en la idílica Suecia se producen esas infracciones, asesinatos machistas incluidos. Nos lo contaron en su día Heining Mankell y Stieg Larsson entre otros, nos siguen informando hoy día los creadores de todas las latitudes entre los que no escasean los periodistas. La ventaja de todo esto es que, gracias a la globalización del género, podemos acceder a lo más hondo de las sociedades, hasta de las más alejadas geográfica o ideológicamente. 

Nos encontramos con una realidad palpitante pero llena de sombras que no nos está permitido ignorar. En la novela negra clásica, la mujer aparece como mero apéndice del héroe, quien le auxilia en sus investigaciones o en la vida cotidiana, o bien se convierte en su partenaire ocasional pero, como venimos diciendo, la mayoría de las veces es también la víctima del crimen. Por suerte, la literatura va evolucionando al compás de lo que ocurre fuera de los libros: los roles se van volviendo más activos, pero no se elimina la violencia. 

Y no puede hacerlo, al menos mientras esta siga invadiendo las páginas de sucesos como hasta ahora. Ante un problema social de ese calibre, la radiografía realizada por la novela negra parece necesaria y, desde luego, se ha convertido en recurrente. Aun así, y al margen de su género, unos novelistas mantienen una actitud neutra hacia los hechos y otros lo consideran un problema acuciante y angustioso que es preciso atajar urgentemente. Son estos dos tipos de planteamientos los que diferencian la perspectiva a la hora de enfocar la ficción. Pero una cosa es clara: los escritores que habiendo interiorizado, e incluso legitimado, esa violencia la ven como un hecho natural e inevitable la presentan en su narrativa como un elemento más del entramado social que analizan; en cambio, aquellos que la consideran una anomalía preocupante, un elemento más de control y restricción de libertades, la abordan como testimonio, denuncia y reivindicación, como un minúsculo grano de arena que quizá pueda contribuir a cambiar algo. 

Cualquier forma de abordar la cuestión es válida, lo que importa es leer con sentido crítico para no normalizar situaciones que deberíamos considerar excepcionalmente aberrantes.

Imagen: 
Yolanda Domínguez, Fashion Victims 2013 http://yolandadominguez.com/portfolio/fashion-victims/

martes, 13 de octubre de 2009

Jens Lapidus: Dinero fácil

Idioma original: sueco
Título original: Snabba Cash
Año de publicación: 2009
Valoración: Recomendable

La literatura, como cualquier otro producto de consumo, va por rachas. ¿Que Seda vende muchos ejemplares? Pues se publican un montón de novelitas cortas, con trasfondo exótico e historia de amor incluida. ¿Que El código Da Vinci tiene éxito? Pues se sacan a la venta tropecientas novelas de no menos de 700 páginas que hablen de templarios, masones, guerras religiosas y conspiraciones mundiales. Ahora le ha llegado el turno a la novela escandinava. Mejor dicho, a la novela negra escandinava; hilando aún más fino, a la novela negra sueca. Después del boom Stieg Larsson, nos metimos de cabeza en el mundo literario de Asa Larsson (nada que ver con el anterior, a pesar de tener el mismo apellido), Camilla Läckberg, Henning Mankell... y, por fin, Jens Lapidus.

Lapidus es el autor de Dinero fácil, primer libro de la Trilogía negra de Estocolmo. Si bien los autores que he citado antes se dedican más a la novela negra tradicional (hay un asesinato, una serie de sospechosos, un investigador y un puzzle que resolver), Lapidus se centra en el género policíaco puro y duro, y nos presenta un Estocolmo poblado de tratantes de blancas, traficantes de drogas, pijos cocainómanos, prostitutas y chulos. Así, conocemos a JW, un joven de clase media con sueños de grandeza que se hace traficante de cocaína, a Jorge, un traficante escapado de la cárcel deseoso de escalar puestos en el mercado, a Mrado, un chulo, matón y traficante sin escrúpulos que tan pronto le da una paliza a alguien que no ha pagado como sale a pasear con su hija pequeña, y a otros muchos personajes que pueblan los bajos fondos de la capital sueca.

Con una prosa ligera y rápida (algo que se agradece, puesto que el libro tiene más de 600 páginas), Lapidus, como sus predecesores, se empeña en demostrar que Suecia no es el paraíso civilizado que creemos y que también allí hay delitos de drogas, asesinatos, prostitución y gente sin escrúpulos para los que una vida humana no vale más que lo que se puede ganar con ella. Pero también construye una novela entretenida, sin cabos sueltos, que mantiene al lector pegado a las páginas y le hace desear que el resto de la trilogía se publique cuanto antes.

También de Jens Lapidus en ULAD: Nunca la jodas, Una vida de lujo