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jueves, 1 de diciembre de 2016

James Carr & Archana Kumar: Hipster Hitler

Idioma: inglés
Título original: Hipster Hitler
Año de publicación: 2012
Valoración: divertido (e inquietante)


Como ya ha escrito alguien antes que yo (soy un cutre, lo sé, pero la idea es demasiado buena para no aprovecharla), Adolf Hitler, Führer del III Reich, fue un hipster avant-la-lettre... ¿Que no? Veamos: de joven, tras una etapa Ni-Ni, quiso ser artista y llevó un estilo de vida bohemio -por no decir clochard- en la capital del aún Imperio Austro-Húngaro, mientras la academia de Bellas Artes le rechazaba una y otra vez (algo muy hipster, también). adema´s, era vegetariano y cuidaba con esmero su vestimenta y corte de pelo, salvo en sus últimos días, que ya no estaba para nada... Y no le hacía ascos -más bien lo contrario- a las drogas de diseño y otros estimulantes. No sçesi le gustaba pasear en bici de piñón fijo, pero sí que he visto, para mi desdicha, alguna foto suya en pantalón corto, con unas bermudas estilo vintage. le gustaba el diseño gráfico y los eslóganes molones, aunque esa tarea se la dejase sobre todo a Goebbels, y se pasaba horas departiendo sobre arquitectura con su amigo Albert Speer... No sé si hacen falta más pruebas...

Algo así debieron de pensar los autores de estas historietas cuando pensaron en convertir al Führer en un hipster de nuestro tiempo (conservando el bigotillo, eso sí; no creo que le hubiese quedado bien la barborra lumberjack); ataviado con gafas de pasta y camisetas con lemas irónicos -Eva 4 Eva; I Love Juice; Back to the Führer...-, nuestro Hitl... uy, perdón por el plural: este particular Hitler bebe ceveza orgánica, juega con videojuegos vintage (es decir, pre-vintage), elige los uniformes para las SS o toma decisiones militares como si jugase al ajedrez chino para ser más multicultural. El Hitler hipster no invade Suiza porque en un país tan montañoso no puede circular en su fixie, propone una estrella de David invertida (sic) como símbolo anti-judío y en Navidad recibe la dickensiana visita de los dictadores del pasado, el presente y el futuro (éste resulta ser el viejo Kim Song Il o Song Il Kim o como sea). ¿Suena todo demasiado extravagante... quiero decir: bizarre? Quizás, pero pensemos que sí existen los llamados nipsters, neonazis tan preocupados de la exclusividad de su estética como de la pureza de la raza aria a la que creen pertenecer. Hay gente pa tó, que diría el clásico...

Hay que reconocer que estas historietas, dibujadas con un austero estilo infográfico, mueven más a la sonrisa irónica que a la carcajada -aunque haya momentos brillantes, como cuando Hitler zanja una discusión con Goering apelando a la Ley de Godwin-. Ello se debe, supongo , a las limitaciones creativas de sus autores, pero también, en gran medida, a la necesidad de dominar varios códigos de humor para entender los chistes: además de los juegos de palabras entre el  inglés y el alemán,se basan sobre todo en la confrontación de elementos de la subcultura hipster y los acontecimientos o circunstancias sucedidos durante el II Reich y la II Guerra Mundial. Incluso es necesario conocer un mínimo de la Historia de esa época para identificar a los personajes secundarios: Rommel, Goebbels, Goering, Eva Braun, Leni Riefenstahl...

Quizá ésta sea la mayor dificultad para disfrutar de las historietas; otra, no menos, pero de otro orden, consiste en saber hasta qué punto tenemos derecho a reírnos de una caricatura amable, después de todo, de un personaje real tan inequívocamente siniestro. Como es lógico, este escrúpulo no se me ha ocurrido sólo a mí: hubo asociaciones judías e incluso algún diputado británico que protestaron cuando salió este cómic, y tampoco es la primera vez que se plantean: recordemos que el propio Chaplin afirmó que no hubiera hecho El gran dictador de haber sabido cuáles serían los horrendos crímenes del III Reich. O, más recientemente, las polémicas acerca de la película La vida es bella o la novela alemana Ha vuelto. Las dudas, en cualquier caso, pueden multiplicaarse hasta la extenuación. ¿somos de alguna forma cómplices del nazismo por reírnos con estas historietas' ¿Seremos cómplices del terrorismo si nos hemos reído también con los sketches sobre ETA de Vaya semanita o con la divertida peli Cuatro leones? ¿Si nos mofamos de Hitler estamos también obligados a hacerlo de otros dictadores no menos sanguinarios, como Stalin, para no ser acusados de tendenciosos? Bien, yo no tengo respuesta a estas preguntas, excepto para la última: en Hipster Hitler también aparece un campechano y borrachín Broseph Stalin, así como hay apariciones estelares de Napoleón, Lenin, Mussolini y hasta Robert Mugabe.

Por otra parte, también se puede reflexionar sobre la actual banalización de estas figuras ominosas de la Historia, incluso sobre su conversión en iconos de la cultura pop dentro de la sociedad de consumo en que vivimos; al fin y al cabo, creo que es de eso de lo que trata este libro. Se llegue a la conclusión a la que se llegue, no está de más una reflexión sobre el tema ahora que parece que los nietos de los seguidores de Hitler vuelven a las andadas en buena parte de Europa. Pero, por desgracia, no de este Hitler hipster, sino del otro, del verdadero cabronazi.






miércoles, 2 de julio de 2014

Rudolph Herzog: "¡Heil Hitler, el cerdo está muerto!"

Idioma original: alemán
Título original: Heil Hitler, das Schwein ist tot!
Año de publicación: 2007 
Traducción: Begoña Llovet Barquero

Valoración: muy recomendable

Hace poco escuché a un guía decir que la gente (en general, aunque esté mal generalizar) viaja a Alemania de vacaciones no a ver museos o lugares bonitos, sino aprender historia. En concreto, a conocer algo más acerca de la Stasi, la represión comunista y, sobre todo, acerca del Tercer Reich, de los campos de concentración, de Hitler, de la persecución y muerte de los judíos... Es decir, el hombre aseguraba que el turismo en Alemania es un turismo tétrico, pues la gente viene a "disfrutar" con las miserias y tragedias sucedidas en el país.

Es cierto que en el pasado reciente de esa tierra han sucedido tantos horrores que cuesta hacerse a la idea de lo que tuvo que ser vivir allí. También se hace raro pensar en esos sucesos con cierto sentido del humor. Pero, ¿a qué se debe? ¿Acaso no podemos (y quizá debemos) reírnos de todo? Rudolph Herzog (escritor y director alemán, hijo de Werner Herzog) opina que sí; que, siempre se haga con respeto, el humor es quizá la única manera que tenemos de pasar página ante el horror y desdemonizar a los responsables del mismo.

Para ello, Herzog rodó en 2006 el documental Heil Hitler, das Schwein ist tot! (o Dead Funny), cuya versión escrita vio la luz en alemán un año después (siete años después en su versión en castellano). En este excelente ensayo, el autor investiga con profundidad los chistes que se contaban en Alemania desde antes de que Hitler subiera al poder hasta los últimos días del Tercer Reich. A pesar de la represión existente, el Führer fue diana de las burlas de la población (tanto de los opositores al régimen como de sus acólitos), que incluso se atrevía a reírse de lo que ocurría en los campos de concentración. Especialmente siniestros resultan los chistes que los propios judíos contaban sobre su situación, bien para albergar un mínimo de esperanza ante el destino que sabían que les esperaba, bien para hacer una autocrítica sobre su pasividad ante el mismo. Por ejemplo:

Durante la época nazi, una aldea judía del este sufre ataques, pogromos y ejecuciones cada vez más terribles. Uno va al pueblo de al lado y lo cuenta. Entonces le preguntan: ‘¿Y qué es lo que habéis hecho?’. Contesta: ‘La última vez no solo hemos rezado 75 salmos, sino los 150 completos. Y hemos ayunado como en el Día de la Expiación’. ‘Eso está bien’, le contestan, ‘uno no puede aguantarlo todo, hay que defenderse’.

Herzog también dedica unas cuantas páginas a analizar El gran dictador, la película de Charles Chaplin que fue el mayor ataque al régimen que se hizo mientras Hitler aún estaba en el poder, y La vida es bella, de Roberto Benigni, la cinta que rompió con el tabú que prohibía reírse de los horrores sucedidos durante el Tercer Reich.

Así mismo, el autor hace un exhaustivo estudio sobre el origen de los chistes y, más en concreto, de los chistes políticos y su poder catártico en la sociedad. Por todo ello, ¡Heil Hitler, el cerdo está muerto! es un más que recomendable libro que nos enseñará un aspecto de la historia que no conocíamos y con el que aprenderemos que el humor no sólo sirve para pasar el rato, sino, muchas veces, para poder hacer frente a nuestras peores pesadillas.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Timur Vermes: Ha vuelto

Idioma original: alemán

Título original: Er ist wieder da
Año de publicación: 2013
Valoración: recomendable

Adolf Hitler despierta en una calle berlinesa, con un fuerte dolor de cabeza y sin saber por qué no está en su búnker (como recuerda) ni dónde están aquellos que lo acompañaban en los últimos días de la contienda. Tras descubrir que se encuentra en 2011 y bastante desorientado, encuentra asilo temporal en el chiringuito de un vendedor de periódicos que lo confunde con un imitador del Führer. Mientras se apresura a ponerse al día y comienza a planear su regreso a la cancillería alemana, es descubierto por unos cazatalentos televisivos que también creen que es un cómico disfrazado y que, impresionados por su realista imitación del dictador, lo convierten en estrella de la televisión.

Así comienza Ha vuelto, primera novela del periodista Timur Vermes, que ha irrumpido en el mercado literario europeo por la puerta grande. Hay que reconocer que Vermes no lo tenía nada fácil. ¿Escribir un libro en el que el protagonista es Adolf Hitler? Nada más propicio para caer en la parodia o en el estereotipo facilón. Y, sin embargo, el autor pasa la prueba con muy buena nota.

El gran acierto de este libro es que el narrador es el propio Führer, lo que aporta al lector un testimonio de primera mano sobre lo que opina de la política actual alemana, de la Unión Europea o la situación mundial en general. Ahí se nota, además, el exhaustivo trabajo de investigación que ha realizado el autor, pues hace constantes y exactas referencias a los acontecimientos ocurridos hace sesenta años y a la situación político-económica y social de la Alemania de entonces, tal y como debería recordarlos el propio dictador si se despertara hoy en día y para él no hubiera pasado el tiempo, como Vermes plantea.

Gracias a los deseos de Hitler de recuperar su lugar en el gobierno alemán y a su éxito televisivo (que no es de extrañar, teniendo en cuenta que todo el mundo lo considera un freak y no hay nada que nos guste más que ridiculizar al primer bicho raro que vemos en televisión), el autor aprovecha para criticar con crudeza la sociedad actual, convirtiendo la novela en una sátira que muestra no sólo que sería posible que Hitler que volviera a convertirse en un éxito de masas (como dice un personaje, también se reían de él entonces y nadie lo tomaba en serio, y así pasó lo que pasó), sino también que estamos idiotizados y que hemos dejado de preocuparnos por nuestros verdaderos problemas para perder el tiempo con nuestros móviles e internet y demás cosas absurdas a las que no deberíamos prestar atención.

También hay momentos cómicos en esta novela, lo que hace que la acción se desarrolle con rapidez y nos da un respiro ante la seriedad del tema que se plantea, pero considero que, a pesar de ello, son un tanto insuficientes. Al fin y al cabo, la figura de Hitler y el desfase temporal y social al que continuamente se enfrenta dan para más situaciones hilarantes que las que Vermes nos ofrece. 

El otro "pero" que le pondría a este libro es que, por supuesto, el dictador hace referencias continuas a personajes políticos y mediáticos alemanes que no siempre son conocidos fuera de este país, por lo que el lector puede perderse en algunas ocasiones, al no saber de quién se está hablando.

Sin embargo, a pesar de estos dos "peros", Ha vuelto es una excelente novela que plantea temas más serios de lo que parece y que al final, más que hablar de Hitler, habla de nosotros y critica con agudeza esta sociedad cuyos defectos hemos aprendido a no ver.


Nota final: Aquellos que puedan leer este libro en alemán, que lo hagan. Muchos de los personajes hablan en dialecto berlinés (lo cual es también importante para el desarrollo de la acción y produce varias situaciones cómicas) y no sé yo cómo lo habrán adaptado en la versión en español.

martes, 13 de marzo de 2018

John Boyne: El niño en la cima de la montaña

Idioma original: inglés
Título original: The boy at the Top of the Mountain
Año de publicación: 2016
Traducción: Patricia Antón de Vez
Valoración: funcional

Hace algunas semanas se nos solicitó prestar atención a ese género extraño llamado literatura juvenil. Las cursivas son mías, aclaro. Así que me encuentro este libro por casa, recomendación de lectura de la escuela de mi hijo adolescente y decido aquello de matar dos pájaros de un tiro.
Todo ello a pesar de que jamás he sentido la más mínima curiosidad por este escritor y que desde luego la reseña en este blog de su hito creativo es una de esas que te disuaden. Y que me resulta curioso en su trayectoria el que haya ido publicando novelas que han suscitado interés menguante hasta que, zas, diez años de lento declive le deciden a recuperar esa figura y ese título evocador y esa temática tan segura y tan, tan, taaan "didáctica". Pero claro, hay que leerlo y expresar una opinión y comprender ciertas cosas y vencer ciertas reticencias. 
La primera es que creo que a John Boyne no debe acabar de convencerle que sus novelas acaben situadas en ese restringido pero lucrativo ámbito de la novela juvenil porque no el hecho de que un niño sea el protagonista ha de representar una inclusión forzosa, pero resulta que hay más factores que inclinan esa balanza e, insisto, no tengo muy claro que esa sea la intención del autor. Entonces, y consciente de que no todo en el mundo va a ser Franzen o Gaddis o Cartarescu, uno se va encontrando con que ese encasillamiento es casi inexorable. El estilo, de una simplicidad que garantiza legibilidad, sí, claro, pero que resulta acabar siendo de una linealidad exasperante, tan alejado de cualquier intención estética que parece codificado para eso, para no permitirse devaneos con nada que huela a artístico.

(Creo que la valoración de "funcional" empieza a explicarse por sí misma)

Otro asunto es la obvia elección temática reiterativa en la obra de Boyne y que se explica de forma tan gráfica en portada y de forma tan eficaz en contratapa que la lectura se constituye en una mera confirmación de lo que vamos esperando. Y si es bueno que le recordemos a generaciones venideras acerca de los horrores del nazismo también es cierto que, en un mundo donde Hitler empieza a ser más recordado en los memes protagonizados por Bruno Ganz sobre las escenas de El hundimiento, los acercamientos tan frontales empiezan a parecer sórdidamente obvios y me inclino más por los mensajes sutiles y eficaces de libros como La zona de interés, donde el lector saca sus conclusiones y analiza de forma más detallada la extrema crueldad de los hechos. Lo cual no es para nada una recriminación: los hechos hay que conocerlos de una forma u otra, claro que sí.

La historia es de una sencillez pasmosa y de una previsibilidad absoluta, Pierrot, niño francés de siete años (con un curioso bagaje de experiencia lectora bastante poco creíble), ve como en corto lapso de tiempo fallecen su padre (alemán, veterano de la I GM, alcohólico y suicida) y su madre (francesa, de tuberculosis). Y tras un breve paso en un orfanato su tía paterna, Beatrix, se hace cargo de él para llevarlo consigo, tras ejemplar viaje solito en tres trenes, a, tachán, el Berghof, refugio en los Alpes de Adolf Hitler, donde la señora es como ama de llaves y acoge al sobrino que, vaya como son las cosas, se nazificará por pasos, incluyendo renuncia a la amistad de niñez con un niño francés judío y mudo, traiciones a la sangre, enaltecimiento de sus raíces alemanas, fanatización y todo ese proceso que acaba ya sabemos cómo.

En fin, que yo no leí el del pijama a rayas, pero que la historia, en su desarrollo, debe ser calcadita, con todos los ingredientes a la medida: niños inocentes que dejan de serlo por las barbaridades que el mundo adulto se encarga de poner en su camino, crueldad, pérdida brusca de inocencia, todo eso. Y Boyne no lo hace mal: se las apaña, con ese estilo llano y cercano, para insertar todas sus cuñas explicativas de lo real que podría ser esta historia, incluyendo hechos reales a mansalva, hechos conocidos de todos en sus grandes líneas y en las pequeñas. Que sí, que Hitler primero experimentó la eficacia del ácido prúsico con Blondi, su perro, que sí, que Hitler se consideraba a sí mismo una persona blanda y bondadosa, un buen hombre sacrificado por su pueblo. Si todo esto está muy bien. Situar esos viles hechos de la historia de la humanidad en los sitios adecuados para que un lector poco bregado los vaya encontrando y se empape de ellos y los asimile. Quizás, obvio, mejor que no leer, pero indudablemente peor que escuchar o leer a un profesor de historia dando una lección sobre el proceso que lleva a esos hechos, sobre lo sencillo (Zoido lo hace de maravilla) que es engañar a la gente a nivel masivo con tal de conseguir las finalidades más perversas. Y no voy a negar que cualquier pretexto sea bueno para explicar esas maldades, pero, y vuelvo a lo de funcional, quizás más riesgos y menos obviedades harían a esta lectura digna de franquear esa definición.

Funcional.
Una caja de pañuelos también lo es.

jueves, 1 de agosto de 2019

Karl Ove Knausgård: Fin

Idioma original: noruego
Título original: Min kamp. Sjette bok
Traducción: Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo
Año de publicación: 2011
Valoración: recomendable para fans

Bien es sabido que Karl Ove Knausgård es un autor que despierta grandes pasiones o enormes aversiones. Hay quien no entiende en absoluto su obra o el interés que pueda tener, y hay quien, como yo, encuentra que el autor noruego ha cambiado el panorama narrativo, ha sacudido el mundo literario al profundizar en la cotidianidad hasta un punto en el creo que todos podemos ver ciertas similitudes con nuestras propias vidas y arrastrarnos con él a la reflexión sobre nuestras propias miserias diarias.

Con «Fin» acaba la mastodóntica obra que inició con «La muerte del padre» y, más que un final, este libro nos narra la consecuencia de la publicación de la misma, pues el autor da un paso más en la narración de su propia vida y, ya en el mismo libro, describe sus recelos por la publicación del libro que nos ocupa. Porque de eso trata principalmente este volumen, de las consecuencias de su obra, del impacto que supondrá en su vida y en las de quienes participan en ella. Ese era el riesgo al escribirlo y publicarlo, ese era el dilema, y el autor, finalmente, se da cuenta de ello, aunque puede que algo tarde. También habla de Hitler, el nazismo y otras disertaciones ensayísticas, pero de eso casi ni hablaremos porque, personalmente, encuentro algo forzado que el autor se haya ido por esas ramas. Así que vayamos por partes, que las más de mil páginas de este volumen dan para mucho.

Empieza el libro y ves que quizá sí, que quizá hay un exceso de detalle, que quizá nuestros uladianos Santi o Koldo tienen algo de razón en que hay una desmesura descriptiva en la narración, pero es un efecto bastante efímero, porque una vez se avanza en la lectura, los recuerdos que tenemos de la calidad del autor vuelven, todas las sensaciones de lo anteriores libros retornan como si no hubieran pasado dos años desde la publicación del quinto volumen. Porque es Knausgård, y cuando entras en su mundo, no puedes volver atrás; él se queda ahí, en tu interior, esperando a sacar su espíritu crítico y contundente para hacerte reflexionar sobre los aspectos más ocultos de la vida interior. Siempre presente, siempre al acecho, siempre recordándote que no todo es bonito, que no todo es alegre, y que a veces conviene sacarlo fuera antes de que permanezca dentro y, finalmente, estalle.

Estructuralmente, el libro se divide en tres capítulos muy diferenciados. En el primero se centra principalmente en la desazón del autor ante la inminente publicación de su obra, por las consecuencias que pueda suponer en la relación con quienes aparecen en ella. Y el autor empieza a intuir el efecto de su obra cuando envía algunos ejemplares a sus allegados. En su narración, Knausgård nos trasmite los nervios, por aquello que ha escrito, por los efectos en aquellos sobre quienes ha escrito, porque saldrá a la luz lo que dice de ellos, de Linda, Yngve, Gunnar, Vidar, Tonje, Hanne, lo que piensa de ellos, lo que siente por ellos. Y eso es mucho, y no siempre es bueno. Los nervios se convierten en miedo, el miedo en indecisión, la indecisión en la duda, y tras la duda, la desconfianza y el cuestionamiento sobre la idoneidad de la publicación y la consecuencia para los que en ella salen y también para él mismo, en forma de la vergüenza. Knausgård nos habla de la culpa y de la dualidad entre el deseo de querer publicar el libro y la carga de consciencia que le acarrea saber el daño que hará a quienes salen en él. Y esa pena le carcome, le afecta, le ataca y permanece dentro de él, extendiéndose a lo largo de su cuerpo y más allá, a sus amigos, a su pareja a su familia. Y en contraposición, la opinión de su amigo Geir, que cuanto mayor escándalo más ventas, más fama, más dinero. Aunque sea a costa de los demás, o a costa de sí mismo.

Knausgård también utiliza esta primera parte para tratar hasta qué punto el relato es fiable, sometiendo su memoria a un juicio sobre la veracidad de lo sucedido, sobre cuánto hay de real y cuanto de invención. De esta manera, el propio autor ya se adelanta a lo que algunos críticos apuntarían una vez publicado: ¿hasta qué punto la autoficción debe narrar aquello sucedido realmente? ¿Es posible y legítimo añadir capas de ficción a lo que serían unas memorias? Así, Knausgård utiliza este último libro para autocuestionarse y nos habla también sobre el porqué de su enfoque sobre el libro y de su motivación para ello; él quería hablar sobre la realidad de la vida, «pero no de un modo general, porque lo general está emparentados con lo ideal, en realidad no existe, sólo existe lo particular, y como lo particular en este caso soy yo, eso fue sobre lo que escribí.» En este aspecto, este último volumen se aparta en momentos de la narrativa autobiográfica para acercarse al ensayo, a la reflexión sobre realidad y percepción.

Y en esta narración a medio camino entre narrativa y ensayo literario y filosófico, el autor empieza una digresión sobre el lenguaje y la sociedad, dedicando decenas de páginas al poema «Stretta» de Celan para, a continuación, seguir con su análisis hablando sobre Marx, sobre el trabajo y su exceso, sobre la identidad y cómo la conseguimos. También habla de la cultura y su singularidad, la originalidad y cómo afecta de manera diferente a cada individuo y, a partir de ahí, nos habla de la literatura del yo. Y aquí es donde el libro empieza a ponerse cuesta arriba, por caminos tortuosos y poco satisfactorios. Porque entramos en la segunda parte del libro y, a pesar que en la primera parte ya se intuía una cierta inclinación al ensayo, aquí Knausgård se deja ir y nos ofrece una disquisición de unas cuatrocientas páginas sobre Hitler, su vida y su obra, justificando este excurso en que ambas obras comparten el título de su biografía: «Mi lucha».

Lamentablemente, encuentro esta segunda parte sobrante y, a mi parecer, está totalmente desvinculada de toda «Mi lucha» siendo puramente un ejercicio literario ensayístico sobre Hitler, ni más ni menos, por mucho que el autor intente encontrar puntos de conexión a partir del lenguaje utilizado y su enfoque hacia el yo, el nosotros, el ellos... ¡Ah!, y habla también de la Biblia, de Leonardo Da Vinci, Shakespeare, El Quijote… un sinfín de ideas mezcladas que poco aportan al resto de la narración, por muy bien documentado que el autor noruego parezca estar sobre estos temas. Pero no, mi admirado Karl Ove, no hemos venido aquí a hablar de Hitler. Eso hubiera podido ir en un libro aparte, no como parte de tu biografía. Así que, amigos lectores, si queréis saltaros esta parte, no os perdéis nada, incluso saldréis ganando pues el libro os parecerá bastante mejor.

De todos modos, y afortunadamente, entramos en el tercer capítulo, el mejor de todos y la parte en la que Karl Ove nos devuelve esa ilusión por leer la historia que empezó con su primer libro. En este último capítulo el autor retoma las riendas que perdió en el capítulo anterior y nos ofrece, otra vez, su mejor literatura. Porque en esta parte, Knausgård sale de su universo personal en el que estaba encerrado en la primera parte (una parte con aún más detalle sobre la cotidianidad de lo que nos tenía acostumbrados) y cierra el abanico de sus problemas ciñéndose al ámbito estrechamente familiar: el de la pareja e hijos. En este último capítulo del libro (o su último tercio) el autor vuelve al nivel al que nos tenía acostumbrados, abandona el exceso de egocentrismo de la primera parte, deja de lado su ensayo sobre la biblia, Hitler, Celan, etc. y vuelve a hablar de su vida, de la familia, de sueños olvidados entre realidades obstinadas, de ilusiones perdidas entre escenas cotidianas, de remordimientos y lamentos entre destellos de alegría. Ahí sí vemos al Knausgård que nos ha atrapado en esta inmensa y titánica aventura que durante seis grandes volúmenes nos ha ido guiando por su vida, esperando encontrar en su camino las trazas de nuestra propia existencia. En este último tramo nos muestra otra vez esa soledad, esa lucha (aquí sí, aquí sí está su lucha real), una lucha que guarda relación a la lucha entre la vida que quiere y la que tiene, entre el sueño de ser escritor y una realidad que le ata a un presente del que no puede huir, que le traba en su intento de lograr ser quien quiere ser, que le limita y le absorbe sin dejar mucho lugar a que su yo aparezca y destelle. Y el autor, consciente de ello, lo expone claramente diciendo que «eso era lo que tiraba de mí. Se trataba de estar abierto ante el mundo, de dejar que ocurriera lo que tuviera que ocurrir y no permitir que estuviera dirigido por esas estructuras determinadas formadas por la educación, el trabajo, los niños y la casa».

Knausgård planea su lucha en un escenario donde la cotidianidad le arrastra de manera inexorable a la realidad, donde sus anhelos y su elevado sentido de la profundidad en la que se mueve una vida quedan absolutamente devastados por una rutina que le ata a la tierra, que le impide ser quien realmente querría ser. Pero también le sirve como excusa, pues se percibe cierta dejadez en las funciones, trasmite que, en parte, ya le va bien que le impidan ser quien querría, pues el esfuerzo y dedicación serían de titánicas dimensiones. Esa es otra de sus luchas, la lucha entre quien quiere ser y quien realmente es, la lucha entre un mundo que vive en su cabeza con su entorno real. Así, una vez terminado el libro, queda claro que mi lucha no es respecto a su padre, o a su familia, o incluso tampoco hacia su vida exterior, sino respecto a él mismo, una lucha respecto a su yo personal y su yo literario.  Y gana su parte artística, dejando a un lado, como víctima de su lucha como un cadáver sin posibilidad de redención, o tan siquiera perdón, todo el resto.

Con este libro Knausgård sitúa su obra en un lugar destacado junto a otros autores que han marcado precedentes y distancias en la literatura, por romper esquemas o cambiar el enfoque sobre lo tratado. Knausgård justifica su narración y la rodea de un relato analítico sobre el mundo que nos rodea, sobre el porqué de su intencionalidad, y escribe un libro sobre su propia obra, reafirmándose en la literatura del yo, ya no únicamente como auto ficción narrativa sino también como un ejercicio meta literario donde se cuestiona a la vez que se reafirma sobre la necesidad de publicar una obra que va más allá de sí mismo, nos interpela a todos. Ese es probablemente su mayor ambición, partir de uno mismo para llegar a cada uno de nosotros y vernos reflejados, desde lo plural a lo individual, desde lo genérico a la especifico, desde la sociedad a un mismo. Puede ser él, o cada uno de nosotros, pues esta obra es el espejo en el cual podemos contemplarnos a nosotros mismos, y calibrar en su reflejo cuánto hay de esa cruda realidad en nuestras propias vidas.

Terminado el libro, terminados sus seis volúmenes y más de 3.500 páginas, puedo discrepar con rotundidad con aquellos que cuestionan del por qué hay necesidad de tanto detalle sobre la vida cotidiana de una persona. La respuesta es clara: porque su vida al escribir la obra era como la de cualquier otro y su lucha también, una lucha consigo mismo, con su yo que tiene una familia, amigos y obligaciones y un yo más elevado, más aspiracional, más deseoso de querer conseguir alcanzar sus sueños. Knausgård sabe que ahí está la lucha verdadera, la que cada uno de nosotros libramos con nosotros mismos día a día, decepción a decepción y en contra de la rutina. Una lucha que determinará si nos sometemos a una vida acomodaticia o aspiramos a hacer aquello que realmente nos mueve y luchar contra todo si hace falta; contra uno mismo, también. Él ha librado su lucha, arriesgando su vida personal. El precio pagado es alto, pero, ¿cuál hubiera sido el precio personal en su consciencia en caso de no haberlo hecho?

También de Karl Ove Knausgård en ULAD: La muerte del padre (y su contrareseña aquí), Un hombre enamorado, Tiene que lloverLa importancia de la novela

lunes, 20 de abril de 2015

Elmore Leonard: El día de Hitler

Idioma original: inglés
Título original: Up in Honey's Room
Año de publicación: 2007
Traductora: Catalina Martínez Muñoz
Valoración: recomendable


Supongo -y espero- que entre los lectores habituales de este blog no se encuentran seguidores de esa estupefaciente ideología política que es el neo-nazismo; la verdad, me extrañaría que hubiese alguno... Ahora bien, es posible que hoy, 20 de Abril, cumpleaños de su amado Führer, haya quien, googleando "Día de Hitler" haya sido conducido hasta aquí por esos azares de los algoritmos y del código binario... Pues bienvenidos sea, si es así, aunque me temo que este libro, pese a su jacarandosa portada, no sea exactamente lo que ese hipotético internazinauta ande buscando.

Lo que va a encontrar aquí es una novela que le traslade al mes de Abril de 1945, Mientras la II Guerra Mundial se acerca a su fin, una serie de peculiares personajes confluyen en Detroit, la ciudad del motor, llamada entonces "el arsenal de la democracia", por su potente industria volcada en la producción de armamento (incluidas las empresas de un conocido filonazi como era Henry Ford). Allí se juntan una serie de peculiares personajes, vinculados a la red de espionaje alemán, que allí dirige la supuesta condesa ucraniana Vera Mezwa, junto a su ambiguo mayordomo Bo: tipejos como Joe Aubrey, Gran Dragón del Klan de Georgia o Walter Schoen, un carnicero nacido en Alemania, que se parece asombrosamente a Heynrich Himmler, hasta el punto de que cree ser su hermano gemelo...claro que en detroit también está su hermosa y desenvuelta ex-mujer, Honey. Y en ese momento, también un par de soldados alemanes del Afrika Korps, fugados de un campo de prisioneros de Oklahoma... En busca de estos dos es por lo que aparece por la ciudad el marshal Carl Webster, uno de los policías más famosos del país, y cuyas primeras aventuras ya nos contaba Leonard en Un tipo implacable.

Con todos estos personajes y circunstancias -añadamos que el fanático Schoen le quiere hacer a Hitler un regalo de cumpleaños a la altura de su devoción por él-, Leonard va tejiendo una trama que nos conduce hacia el imprevisible desenlace, pero, fiel a su estilo, lo hace sin estridencias, relajadamente, a través de coincidencias, conversaciones jocosamente irónicas; muchas copas y más copas, y momentos de un erotismo refrescante y no menos irónico... Como de costumbre en las novelas de este escritor, los protagonistas son tipos ingeniosos y desenvueltos, que saben tratar a las mujeres, y éstas son inteligentes, atractivas y desinhibidas. Los malos, por lo general estúpidos, aunque nos siempre... Una novela que se va leyendo sin dificultad y con creciente placer, como quien disfruta de un Dry Martini o un Whisky sour junto a una agradable compañía... aunque sin obviar los toques ácidos e incluso amargos que nos sacuden al llegar las escenas de violencia, que aparecen con la inexorable facilidad que las de sexo en la novelas de Leonard y que, quizás por ello, a la postre resultan más efectivas que efectistas.

Así que, por favor, improbable lector nazinauta: en vez de salir esta noche a festejar a tu líder pintando en las paredes 14/88, "cruces chuecas" -que diría Paco Ignacio Taibo II - o injuriar inocentes runas nórdicas, hazme caso y quédate en casa leyendo un libro (siempre que no sea Mein Kampf , claro está), que saldrás ganando... Si es de Elmore Leonard, mejor.



Otros libros de Elmore Leonard reseñados en Un Libro Al Día: Mr. Paradise

lunes, 8 de febrero de 2016

Adolf Hitler: Mi lucha

Idioma original: alemán
Título original: Mein Kampf
Año de publicación: 1.925
Valoración: Intragable 

El pasado mes de enero se publicó en Alemania, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, una polémica reedición de Mi lucha, el libro escrito por Adolf Hitler como compendio del pensamiento político del nacional-socialismo. Se trata de una edición crítica, con anotaciones de historiadores y expertos, teóricamente dirigida a desmontar el mito nazi. La reseña actual se refiere no obstante a la edición original, tal cual, y dadas las peculiaridades del autor y el propio texto, intentaré ser lo más aséptico posible.

Dice Hitler en el prefacio que sus seguidores le impulsaron a poner por escrito sus ideas, aunque él considera que es la oratoria y no los textos escritos lo que mueve a las masas a la acción. Es una opinión que reitera en varias ocasiones, y que suena a justificación a priori de sus evidentes limitaciones para componer un texto, frente a las amplias dotes para la comunicación oral que siempre le fueron reconocidas.

Pese a lo que pueda parecer, el libro tiene cierto perfil autobiográfico, en especial en su primera parte, y que reaparece puntualmente en la segunda. El autor va explicando cómo desde su juventud comenzaron a tomar cuerpo las ideas que irá exponiendo, y muy pronto nos encontramos con lo que más o menos todo el mundo espera. Este punto de vista tan subjetivo permite detectar grandes dosis de rencor, que se desprenden en cada etapa que se va describiendo (los años juveniles en Viena, el tiempo en el frente de la Primera Guerra Mundial), y es sin duda el rencor la materia prima sobre la que se asienta el entramado teórico posterior. Es desde luego la voz de la Alemania vencida, humillada y arruinada pero, aún más allá, el tono desabrido y una ironía pobre y amarga ponen de manifiesto el resentimiento de un hombre mediocre que con seguridad carga con unas cuantas frustraciones.  

Como decía antes, enseguida se presentan las tres o cuatro ideas sobre las que se sustenta todo el libro: la supremacía de la raza aria-germánica (una especie de interpretación paleta de Nietzsche) y la consecuente necesidad de la expansión territorial de Alemania; el odio fanático -término que se repite una y otra vez- a la democracia, al marxismo y a los judíos, un triángulo contemplado como una única realidad; la exaltación de la fuerza y la intolerancia como armas políticas... En fin, todo ese universo ideológico del que cualquiera tiene una imagen interiorizada. 

El texto está lejos de la literatura política clásica, no hay una elaboración teórica real, ni las ideas se presentan de forma estructurada, ordenada o coherente. Es un continuo de ocurrencias y opiniones, que en la primera parte versan sobre todo en torno a acontecimientos políticos de la época, y pasan después a intentar conformar el ideario del partido nazi, momento en que el texto se introduce por completo en el terreno de la sandez. Pongamos como muestra este párrafo, referido a la ‘raza aria’:

‘… Resulta ultrajante representar a los pueblos germánicos de la era anterior a Jesucristo como bárbaros desprovistos de cultura. Jamás fueron semejante cosa. El áspero clima de su nórdico país los obligaba a vivir en condiciones que impedían el desarrollo de sus cualidades creadoras’. Criaturas. Valían un montón, pero es que pasaban mucho frío.

Y así, la colección de disparates, trivialidades e invenciones sonrojantes continúa al hablar de la educación, el Estado, la política de alianzas o el cultivo de la gimnasia. Todo ello, eso sí, teñido del mesianismo de un individuo que se creyó llamado a una empresa descomunal que él mismo se inventó.

Quizá lo que más sobrecoge al leer Mi lucha es cómo las ideas y propuestas de acción fueron haciéndose realidad, una tras otra, por absurdas que fuesen, de la mano del militarismo exacerbado y el fanatismo irracional que capturó a toda una nación. El resultado del delirio: una guerra que provocó más de 50 millones de muertos, el exterminio físico de al menos otros 6 millones de judíos y comunistas, y buena parte del planeta devastado.

Y una aclaración sobre la valoración. Como tengo por costumbre ajustarme de forma estricta al baremo propio de ULAD, he dudado mucho con qué calificación quedarme. Había pensado poner un ‘Se deja leer’ como rareza histórica, algo propio de una época pasada que no está de más conocer en su fuente original. Pero, sinceramente, viendo cómo ciertas corrientes -fanatismo religioso, xenofobia, violencia e intolerancia- se extienden por el mundo a estas alturas del siglo XXI, no cabe considerar inocuo semejante texto. Sería por tanto ‘repugnante’ por su contenido; pero como encima está mal escrito, y dice cosas tan alejadas de un mínimo de inteligencia, le dejamos como ‘intragable’. Vamos, que no merece la pena ni por curiosidad.

sábado, 28 de octubre de 2023

Siegfried Kracauer: De Caligari a Hitler

Idioma original: inglés

Título original: From Caligari to Hitler: A Psychological History of the German Film

Traducción: Héctor Grossi

Año de publicación: 1947

Valoración: Interesante


Confieso humildemente que no tenía ni idea de quién era este Herr Kracauer hasta que vi la referencia a su libro, este que traemos hoy, en algún sitio que tampoco recuerdo, puede que otro libro o algún artículo. Y resulta que más que el oscuro cinéfilo que parecía, se trata de un personaje de cierto peso en el pensamiento alemán de las primeras décadas del siglo XX, fuertemente relacionado, por amistad, por trabajo o inquietudes intelectuales con tipos como  Walter Benjamin, Ernst Broch o Theodor Adorno, vamos, un conjunto nada despreciable. 

Así que Kracauer, crítico de cine pero también intelectual interesado en cuestiones de mayor calado, escribe esta su primera obra ya exiliado en Estados Unidos huyendo del nazismo, y su historia del cine alemán, que abarca desde sus inicios hasta el periodo hitleriano, intenta profundizar en sus implicaciones con la psicología del pueblo alemán. 

Las primeras obras significativas del cine alemán aparecen coincidiendo aproximadamente con el final de la I Guerra mundial, y desde el punto de vista estético están muy influenciadas por el expresionismo dominante en la época, en especial en la propia Alemania. El libro analiza con detenimiento bastantes de estas películas, algunas de las cuales han dejado una profunda huella no solo en el cine, sino en el imaginario cultural europeo: El gabinete del Dr. Caligari, Nosferatu, El testamento del Dr. Mabuse o Metrópolis (la única que recuerdo haber visto, lo confieso), entre otras. Igualmente examina la trayectoria de ilustres directores, como Lubitsch, Murnau, o Lang, la mayoría de los cuales alcanzaron el éxito en el mismo exilio norteamericano donde fue a parar el propio Kracauer.

Para los más cinéfilos me parece muy atractivo el análisis de estas películas, los encuadres, el movimiento de la cámara, los rasgos externos y psicológicos de los personajes, o las diferentes tendencias hacia la recreación histórica, el escapismo o la toma del pulso de la calle. Pero en mi opinión lo más interesante del libro es cómo el autor relaciona todo esto con la evolución ideológica del pueblo alemán, que recién derrotado en la Gran Guerra se debate entre el miedo al caos y un íntimo deseo de solución autoritaria que deriva no solo de la situación puntual sino de ciertas carencias históricas.

Instalados en el régimen dubitativo de la República de Weimar, la izquierda no se decide a apostar por la revolución inspirada por figuras como Rosa Luxemburgo o Karl Liebknecht, y la postración económica y psicológica deja un país desnortado y propenso por tanto a admitir mensajes populistas que anuncien un renacimiento nacional. Alemania no ha tenido una revolución burguesa y liberal, le falta ese elemento para progresar decididamente hacia la democracia, y eso será un lastre en un momento histórico tan delicado.

Dice Kracauer que Alemania es un país que desea fervientemente ser dirigido, lo cual, junto con la ceguera de los socialdemócratas que ignoran la debilidad ideológica de las clases medias y la tendencia de la juventud a aceptar ofertas totalitarias, da lugar a la rápida penetración social del nazismo. No se corta el autor a la hora de dibujar el ascenso de Hitler en toda su crudeza:

‘Se tiende a sugerir que fue un puñado de fanáticos y gangsters el que logró sojuzgar a la mayoría del pueblo alemán. Esta conclusión no se ajusta a los hechos (…) La mayoría de los alemanes se plegó al gobierno totalitario con tal presteza que no podía ser el resultado de la propaganda’.

Ideas tan radicales, quizá por ser formuladas muy en caliente (recordemos, 1947), se ilustran además con el éxito de films que glorificaban el pasado prusiano, exaltaban el espíritu nacional en aventuras de montaña o sugerían comportamientos de sumisión a la autoridad que, aunque entre líneas, parecen siempre presentes. Naturalmente, tampoco falta un estudio detenido sobre los potentes mecanismos propagandísticos del nazismo, y en concreto de su cine documental, con panorámicas de Ejércitos multitudinarios y organizados al milímetro, la infantería barriendo al enemigo, o la ridiculización de franceses e ingleses a través de imágenes de negros o el acompañamiento de música burlona. Algunos aspectos recuerdan los muy interesantes análisis de Susan Sontag sobre los trabajos cinematográficos de Leni Riefenstahl.

Tampoco voy a ocultar que el libro es denso, bien desarrollado y con una prosa clara (si acaso con algunos tropiezos que quizá tienen que ver con la traducción), pero tan pormenorizado que puede llegar a cansar al lector que no esté muy interesado en el tema y la época. Aun así, a poco que nos atraiga escudriñar algo más en lo que podríamos llamar el alma alemana y el peculiar fenómeno del nacimiento del nazismo, me parece un material muy valioso, y original e interesante el punto de vista elegido para analizarlo.

Y cuidado, que unas cuantas de las reflexiones sobre cómo pudo ocurrir algo así resultan inquietantemente actuales.


domingo, 3 de marzo de 2024

Volker Ullrich: Ocho días de mayo

Idioma original: alemán

Título original: Acht Tage Im Mai

Traducción: Teófilo de Lozoya y Juan Rabasseda Gascón

Año de publicación: 2023

Valoración: Muy recomendable


Aunque hayan pasado casi ochenta años, parece que no dejamos de descubrir nuevos horrores acerca del nazismo. Y aunque el libro que nos ocupa se limita en principio a los ocho días que siguieron a la muerte del dictador, es más que suficiente para estremecerse con episodios que darían, cada uno por sí solo, para un libro o una película de esos que le dejan a uno con mal cuerpo. Así que tras una cubierta casi tópica de la literatura de guerra (contundentes caracteres en rojo sobre fondo claro, con foto de soldados en blanco y negro) vamos a conocer esa muy breve pero apasionante etapa de la Historia reciente.

Hitler se quitó de en medio junto con Eva Braun en el bunker de Berlín el 30 de abril de 1945, cuando el Ejército Rojo se encontraba ya a las puertas de la ciudad y una buena parte del territorio del Reich estaba bajo el control de los aliados. Su voluntad de eludir responsabilidades cuando la guerra estaba ya más que perdida contribuyó a aumentar el inmenso baño de sangre. Como testamento político, por llamarlo de alguna manera, dejó nombrado un Gobierno de gestión encabezado por el almirante Dönitz, que duraría exactamente los ocho días que describe el libro.

La desaparición del Führer, que fue conocida en los días siguientes, dejó, según dice Ullrich, varios tipos de sensaciones: la fundamental, de alivio al vislumbrarse el final de la pesadilla, pero también de indiferencia entre la población alemana y, a efectos prácticos, de desorientación y desbandada entre las unidades militares todavía en activo y entre los fieles que de repente se encontraron sin alguien a quien obedecer. La consecuencia fue naturalmente un caos todavía mayor, del que fueron presa los propios mandos de la Wehrmacht, los responsables territoriales del régimen, o los grupos que custodiaban los campos de concentración o los batallones de extranjeros esclavizados. 

‘Era como si aquellos sátrapas, que habrían estado dispuestos a seguir las últimas órdenes sin rechistar, se hubieran convertido de nuevo en individuos capaces de actuar y de pensar por su cuenta’

La reflexión procede de una antigua funcionaria del Reich. Y por supuesto deportados, represaliados y en última instancia, la población civil serían una vez más las principales víctimas de la confusión.

La narración de Ullrich se basa en una multitud de documentos y testimonios, muchos de ellos de civiles, memorias o diarios de personajes relevantes o de ciudadanos anónimos, buena parte de los cuales eran inéditos hasta la fecha, según he leído. De manera que el relato, sin desconocer por supuesto los hitos militares o políticos decisivos, desciende a episodios menos conocidos, como la rendición unilateral de algunos dirigentes nazis deseosos de salvar el pellejo, el descubrimiento de la mina de sal en la que Hitler quiso esconder su colección particular de arte, o los coletazos furiosos de los últimos incondicionales ante la evidencia de la derrota.

Todo ello, claro está, envuelto en escenas espeluznantes, como el suicidio de los Goebbels, al que arrastraron a sus propios hijos, las múltiples violaciones en la zona de ocupación soviética, los suicidios en masa de Demmin, la tragedia del Cap Arcona, o las marchas de la muerte, en las que miles de personas en condiciones ya extremas fueron sacadas de los campos de exterminio y obligadas a deambular de un lugar a otro sin un destino concreto. Las atrocidades no parecen tener límite. El autor toma pie además en acontecimientos de aquellos días de mayo para seguir la pista de hechos anteriores que alimentan aún más el espanto, como la masacre de Lidice en represalia por el atentado contra Heydrich, el carnicero de Praga, o la barbarie represiva de Seyss-Inquart en la región neerlandesa donde gobernaba. 

Pero no hay que equivocarse, no es en absoluto un libro sensacionalista ni se regodea en la sangre, para nada. Con el mismo sistema, es decir, partiendo de algún hecho acaecido en esos días caóticos, se detiene también en examinar la trayectoria y vicisitudes de personajes que entonces o después formaron parte de la Historia, como Anne Frank y su familia, los futuros cancilleres Adenauer o Helmut Schmidt, el científico Von Braun o el líder comunista Walter Ulbricht. Todos ellos tuvieron su papel en esas jornadas en que se consumó el derrumbe de un Estado y un ejército que parecían en camino de dominar el mundo, y que vivieron su fin de forma tan patética y humillante. 

Nos quedan sin embargo otros aspectos quizá todavía más interesantes. La aparente abducción que la ideología y el liderazgo nazis consiguieron ejercer sobre tanta gente merecen un profundo estudio que no sé si se ha llegado a hacer. Pero lo más importante: ¿cuál fue la actitud de la mayoría del pueblo alemán durante esos más de diez años de locura, y cuando todo estaba a punto de terminar?

‘El Führer, otrora idolatrado, fue declarado persona inexistente, un demonio con figura de hombre, de cuyas diabólicas artes de seducción nadie había podido defenderse. De ese modo, la gente se eximía de tener que rendir cuentas por su propia complicidad con el nacionalsocialismo. Si alguien tenía la culpa de los crímenes era Hitler, y luego Himmler y su pandilla. La gente no había tenido nada que ver con aquello’.

O no se habían enterado porque no vieron nada. O miraron para otro lado. Una valoración muy parecida a la que hacía Kracauer y buen número de otros autores. No es fácil, desde luego, ni quizá sea demasiado justo repartir culpas desde la comodidad del teclado de un ordenador. Pero ahí queda la cuestión, planteada al final de un libro imprescindible para quien quiera conocer más de cerca el horror de un periodo cuya herencia parece asomar de nuevo por todas partes.


sábado, 18 de enero de 2025

Colaboración: La noche quedó atrás, de Jan Valtin

Idioma original: Inglés

Título original: Out of the night

Año de publicación: 1940-1941

Traducción: No consta

Valoración: Imprescindible


Anoten: Richard Julius Hermann Krebs, alias Jan Valtin: La noche quedó atrás. ¿Cómo es posible que una obra como ésta sea prácticamente desconocida, y lleve tiempo descatalogada en nuestro país? Nada desde que Seix Barral la publicara hace bastantes años, en una edición y traducción que no podemos calificar sino de manifiestamente mejorables. 

La vida de Krebs – Valtin no es la de un narrador, ni la de un novelista, ni la de un académico: es una vida de película, riesgo, suspense, espionaje y contraespionaje; es la entrega a una causa que prácticamente abduce todo lo demás (familia, hijos, hogar). Valtin fue un consagrado al partido comunista alemán y a la internacional comunista en la Europa de entreguerras. Si les gusta la Historia de la primera mitad del siglo XX, si les atrae la política de la época y saber los entresijos concretos tras cada acción visible –ésas que luego los historiadores a menudo explican en visión aérea- no esperen. Porque Krebs fue autor de varias obras, pero en realidad sólo lo fue de una, que es la historia de su vida. 

Nacido en Maguncia, hijo de un inspector marino espartaquista allá cuando Rosa Luxemburgo (“quien no se mueve, no siente las cadenas”) Krebs tuvo una infancia errante debido a la profesión de su padre. Pero si puede citarse una ciudad asociada a su adolescencia y juventud, ésa es Hamburgo, donde vive entre muelles, obreros y revueltas, en un país moramente derrotado tras Versalles, a cuya célebre Constitución azotan el paro, la pobreza y las fuerzas extremas del momento –partido comunista y partido nacionalsocialista- que sorprendentemente no dudan en aunar fuerzas para acabar con las opciones moderadas, a la espera de un futuro duelo a dos que nunca llegó a producirse…al menos entre germanos y sin trincheras. Krebs insiste: el error comunista en la identificación de los socialistas como el enemigo a batir, y la consiguiente subestimación del potencial del partido nazi allanan el camino de Hitler al poder. 

En el difícil contexto de los años 20, Valtin se adhiere al comunismo, una nueva religión que anuncia su pronto advenimiento, trasciende fronteras y pretende acabar para siempre con la injusticia en el mundo. Pero el parto, necesariamente, ha de ser doloroso. Y así se transforma en un soldado dentro de la jerarquía de la Komintern, un activista que medra en la sección marina. Como apóstol de una nueva fe, predica la cercanía de una realidad que auspicia y protege Moscú. Recluta adeptos, reparte por medio mundo octavillas multilingües producidas en imprentas clandestinas, conspira en clubes internacionales que son realmente centros de operaciones del partido, organiza sabotajes y huelgas en los buques y en los puertos, perfecciona su formación en Leningrado y viaja y propaga sin descanso la buena nueva en cada país, obedeciendo como un soldado y ejecutando cada consigna con la fe y el ardor de un convertido. No obstante, de vez en vez aparecen las dudas. Y es que el propio autor llega a afirmar que “sólo la compañía de Jesús tiene más poder sobre sus juramentados que la Komintern.” 

El libro muestra en detalle el funcionamiento del partido y la organización de sus actividades, en especial en Alemania y los países nórdicos; respeta nombres de personajes reales y, en otros casos, parece que oculta personas bajo nombres ficticios, y tal vez introduce algunos de su propia imaginación. El más notable y seguramente el mejor descrito, Ernst Wollweber, sería futuro Ministro para la seguridad del Estado de la RDA y cabeza de la Stasi. Por las páginas de esta autobiografía novelada desfilan personajes de segundo orden, precisamente los que ejecutan las decisiones concretas (y aquí radica uno de los alicientes del libro, como he anticipado): Grigori Dimitrov, Heinz Neumann, Richard Jensen, Peter Kraus, Hertha Jens. Heinrich Himmler y Herman Göring aparecen igualmente, si bien de forma fugaz. 

Alemania, Dinamarca, Noruega, Suecia, Inglaterra y Estados Unidos son los escenarios de la acción de Krebs bajo múltiples identidades falsas, hasta su detención por la Gestapo en su país natal, momento en que empieza una segunda parte de la novela, claramente diferenciada de la primera y –no vamos a negarlo- descarnada y sin concesiones (pueden imaginar la vida de un espía de la Komintern, poseedor de información valiosa, en manos de la policía de Hitler). Los campos, las cárceles, las leyes dictadas por el partido nazi y la ampliación paulatina del espectro de colectivos objeto de persecución nacionalsocialista son retratados sin una sola tirita: la –entonces- cara oculta de aquella “nueva Alemania”, descrita tal cual fue. 

Pero Krebs recupera la libertad, de un modo y a un precio que no vamos a desvelar. Ex preso de los nazis, su desencanto y sus dudas aumentan con el creciente poder de Stalin en un partido en el que –por razones que tampoco desvelaremos- su posición pasa a ser incómoda. De modo que finalmente huye a los Estados Unidos y publica, entre 1940 y 1941, la obra que reseñamos, que automáticamente se convierte en un best seller en el que, con probabilidad, maquilla al menos algunas acciones no demasiado honorables de su biografía. “Encuentro grotesco seguir aún con vida” llegó a declarar el autor. A la vista de la obra, no nos extraña.

¿Qué es La noche quedó atrás? Parece que Roosevelt la describió como “el mejor libro que he leído sobre el siglo XX.” Son diversas las reacciones o juicios que la obra puede provocar en el lector; algunos positivos, como la fe en unos valores, la lucha por algo en lo que se cree, la esperanza de un mundo mejor; o negativos, como la interdicción de cuestionar directrices o la deriva radical dentro de una organización de estructura férrea, con la consiguiente pérdida de la amistad, confianza y camaradería. Pero creo que, esencialmente, la novela es un duro alegato y una prevención, justo durante el curso de una guerra mundial, contra los dos extremos que asolaron Europa –el nacionalsocialismo de Hitler y el comunismo de Stalin- en casi 800 páginas sin fisuras, que te atrapan y no te sueltan. Un libro que, una vez empezado, no puedes parar de leer.       

Firmado: Francisco Marín

lunes, 14 de noviembre de 2016

Florian Illies: 1913. Un año hace cien años

Idioma original: Alemán
Título original: 1913. Der Sommer des Jahrhunderts
Traducción: María José Díez y Paula Aguiriano
Año de publicación: 2012
Valoración: Muy recomendable
 Enero 1913. Este es el mes en que Hitler y Stalin se cruzan durante un paseo por los jardines del palacio de Schönbrunn; Thomas Mann está a punto de salir del armario y Franz Kafka casi enloquece de amor.
Suena bien, ¿verdad? Pues esta es la primera frase del libro, con la que os podéis hacer una buena idea de lo que vais a encontrar en el. Y es que "1913. Un año hace cien años" es un recorrido por las cuatro ciudades adalides de la modernidad en 1913 - Viena, Berlín, Munich y París - con alguna pequeña incursión en los Estados Unidos. En este recorrido nos encontraremos con los principales integrantes de las vanguardias (artísticas, políticas y filosóficas) de la época, esa "era nerviosa" que definió Kafka, con especial  atención a literatura, pintura y teorías psicoanalíticas.

1913 fue, por ejemplo, de año de publicación de "Por el camino de Swann", el año del cubismo, del expresionismo alemán, de la ruptura entre Freud y C.G. Jung. Fue el año (o la década) de ese arte que pretendía arrancar al ser humano de su comodidad, de la obra de arte como algo revolucionario.

Así que la lista de personajes que pasan por las páginas de este libro es casi interminable. Robert Musil, Franz Kafka, Marcel Proust, Rainer María Rilke, George Trakl, Artur Schnitzler, Thomas Mann, Hermann Hesse... en literatura, Franz Marc, Ernst Ludwig Kirchner, Marcel Duchamp, Pablo Picasso, Georges Barque, Erich Heckel, Karl Schmidt-Rottluff, Egon Schiele, Oskar Kokoschka...en pintura, Sigmund Freud, C.G. Jung, Claude Debussy, Nijinski, o gente que en 1913 apenas eran nadie y que a lo largo del siglo jugarían un papel fundamental, como Bertold Brecht, Lenin, Hitler, Stalin o Trotski.

Una de las cosas que más llama la atención de libro (o de los personajes, más bien) es que la inmensa mayoría de los personajes están marcados por neurosis, dudas e indecisiones (¿Será esto un reflejo de ese mundo pre-Primera Guerra Mundial?). Pero el libro no se centra solo en estos aspectos más "truculentos". Junto a los miedos, traumas y dudas, asistiremos a sus exposiciones, leeremos sus manifiestos, veremos sus avances y estancamientos artísticos y amorosos, rupturas, filias y fobias, etc. Una novelada sucesión de acontecimientos reales que hará las delicias de los más mitómanos e interesados en la modernidad de principios del siglo pasado. Por cierto, si os creéis modernos leed este libro y luego me contáis.

Dos pequeños "peros" pueden ensombrecer ligeramente la valoración del libro. El primero, que tiene que ver con la nacionalidad del autor, es que se centra en exceso en las vanguardias alemana y austriaca, por lo que algunos de sus miembros nos puede resultar completos desconocidos. El segundo es el exceso de datos, que para un lector sin una cierta "formación en la materia" puede ser abrumador.

A pesar de esto, se trata de un libro muy interesante para tratar de comprender una época convulsa, en la que el arte se liberó de ataduras seculares y todo cobró una velocidad vertiginosa. Una época a la que la Primera Guerra Mundial puso fin, dando paso a otra más convulsa aún.

Nota: Los tres cuadros que se incluyen en la reseña fueron pintados en 1913 por algunos de los protagonistas del libro. A saber: "Bahía en la costa Fehmarn" de Ernst Ludwig Kirchner, "Violín y guitarra" de Pablo Picasso y "La torre de los caballos azules" de Franz Marc.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Jason Lutes: Trilogía Berlín


Idioma original: inglés
Títulos originales: Berlin, City of Stones; Berlín, City of Smoke; Berlín, City of Light
Años de publicación: 2001; 2008; 2018
Traducción: Kike Benlloch (libro 1) ; Óscar Palmer (libros 2 y 3)
Valoración: Muy recomendable

Hace ya 23 años, al parecer, que Jason Lutes comenzó el proyecto que ha culminado este 2018 con la publicación de su tercera y última parte: la trilogía de novelas gráficas sobre la ciudad de Berlín durante la llamada República de Weimar, ese interludio democrático, pero de lo más convulso, que vivió Alemania entre el final de la I Guerra Mundial, hace justo ahora un siglo, y el ascenso al poder de los nazis. Una época que comenzó con una revolución truncada y que conoció una gran inestabilidad política, crisis económicas (la producida por la guerra y la del crack del 29), paro, enfrentamientos constantes entre los pujantes comunistas y los cada vez más presentes nacionalsocialistas... en fin, todo un cuadro muy poco alentador, aunque en esa época Berlín también vivió unos años de efervescencia cultural y, por qué no decirlo, fiestera... Al menos para quien aún contaba con posibles.

Todo este ambiente lo refleja Lutes de forma magistral. Para ello, utiliza el consabido modelo de novela coral, al modo de Manhattan Transfer (para el lector hispano, quizás nos resulte más cercana La colmena)**, aunque articulada sobre todo a través de dos personajes: el veterano periodista Kurt Severing y Martha Müller, una joven de Colonia que acude a Berlín para estudiar en la escuela de arte. Alrededor de ellos vemos aparecer otros personajes variopintos, que van conformando el panorama caleidoscópico que componía la ciudad entre el otoño de 1928 y el 1 de mayo de 1929, que es el periodo que abarca el primer volumen de la trilogía: Berlín, Ciudad de piedras. Así, conocemos a estudiantes de arte, modelos y cabareteras; periodistas, judíos y comunistas... Los nazis, aunque ya tienen bastante presencia en las ciudad, de momento resultan casi anecdóticos en la narración.

El primer libro acaba, ya digo, con la manifestación del Primero de mayo de 1929, en la que la policía berlinesa causó la muerte de al menos 33 manifestantes. A partir de ahí, y hasta el verano del año siguiente, se desarrolla el segundo libro, Berlín, Ciudad de humo, cuyo hilo conductor no son sólo las vidas de Kurt y Martha, sino también de los Cocoa Kids, un conjunto musical de negros norteamericanos que tocan el novedoso jazz (para Alemania en aquellos años). El abanico social reflejado en el libro se abre y, además de los comunistas y los nazis, cuyos enfrentamientos son cada vez más frecuentes y violentos, conocemos el Berlín de los mendigos y las prostitutas, pero también el de los intelectuales o la alta burguesía -representada a través de la amiga de Kurt, Margharete-, así como sus fiestas desenfrenadas y los clubes clandestinos de lesbianas o los ocultos encuentros entre gays. Aparecen aquí, además, personajes reales como Josephine Baker o los históricos nazis Horst Wessel y Goebbels. En las elecciones al Reichstag de agosto de 1930, el NSDAP ya consigue 107 representantes.


Son los nazis, precisamente, quienes protagonizan, en gran medida, el tercer libro: Berlín, Ciudad de luz; de hecho, el propio Hitler aparece de vez en cuando como guest star... Pero es la lucha entre comunistas y nacionalsocialistas, cada vez más enconada,  por el control de las calles, la que centra este volumen, representada en gran medida por la división de la familia Braun, cuyas desventuras vamos conociendo desde el primer volumen. la ciudad y el país, que además han sufrido un nuevo revés con la crisis bursátil del 29, parecen estar conteniendo el aliento ante la inminente subida de Hitler al poder y el previsible fin de los años de relativa tolerancia y libertad que ha vivido Berlín.


Si bien los tres volúmenes forman un todo, en mi opinión es el segundo de ellos el más logrado, tanto en el aspecto narrativo y documental como a nivel gráfico y visual: los trazos de Lutes se ven más sueltos y seguros que en el primero, y también hay una mayor sofisticación en la composición de las viñetas. Además de esto, desde luego no puedo finalizar esta reseña sin destacar el magnífico trabajo de reconstrucción icónica que ha hecho el autor sobre una ciudad contra la que, como ya sabemos, se ensañó con no poco denuedo la Historia del siglo XX. El resultado es un retrato espléndido y minucioso de esta ciudad en una época apasionante, así como una declaración de amor hacia la misma. Una lectura, por otra parte, de lo más aconsejable en estos tiempos en el que por el horizonte asoman nubes de tormenta que ya creíamos que habrían pasado (esperemos, que, al menos en esto, Marx tuviera razón y si la historia se repite, sea sobre todo en forma de farsa...).

* He puesto tan sólo la cubierta del primer volumen porque las tres son prácticamente iguales:  no cambian más que el título y el color del lomo.
** También, claro está, es inevitable la referencia a Berlin Alexanderplatz, de Alfred Döblin, novela la que  hay un guiño en esta trilogía y que merece, algún día, una reseña en Un Libro Al Día, por supuesto...

sábado, 11 de junio de 2011

Knut Hamsun: Victoria

Idioma original: noruego
Título original: Victoria
Año de publicación: 1898
Valoración: Está bien

Más que la novela, me apetece hablar del autor. Porque la novela, sinceramente, me ha decepcionado: después de escuchar tantas cosas sobre Hamsun, sobre todo de su novela Hambre; de leer que se le considera un precursor de Kafka o que forma parte de la renovación total de la narrativa después del realismo; o de verlo aparecer, reeditado, en casi todas las librerías de Portugal, me encuentro aquí con una novela extremadamente sencilla, una historia de amor apasionado, imposible e inmortal entre dos jóvenes de distintas clases sociales: el molinero Johannes y la bella doncella Victoria, en un bucólico y salvaje ambiente noruego. Todo bastante (post)romántico, la verdad. Solo destacaría ciertos rasgos poéticos del estilo, determinadas escenas bien logradas y algunas meditaciones extemporáneas sobre el amor.

Ahora, mirad la vida del autor, a ver si no os parece más atractiva y novelesca: autor de prestigio en Noruega desde la publicación de su primera novela, Hamsun recibió el Premio Nobel en 1920 (tenía 60 años) y parecía destinado a convertirse en un clásico mundial indiscutible. Pero entonces todo se torció: Hamsun, germanófilo y antibritánico convencido, apoyó al partido Nazi y a Hitler en su expansión por Europa, incluso cuando las atrocidades de su régimen eran ya evidentes. Llegó a enviar su medalla del Premio Nobel a Goebbels como prueba de su admiración, y a reunirse con Hitler para (dicen) pedirle que liberase a los noruegos -a todos los noruegos, judíos incluidos, pero solo a los noruegos- de los campos de concentración.

Luego, pasó lo que todos sabemos: la derrota del Eje, los juicios de Nuremberg, la constatación de los horrores cometidos. Y Hamsun, que negó a pesar de todo haber militado en ningún partido político, fue detenido, multado con una cantidad astronómica, declarado mentalmente incapaz e internado en un psiquiátrico, escarnecido y demonizado. Sus obras fueron quemadas públicamente, igual (ah, ironías) que las obras de autores judíos y "decadentes" habían sido quemadas por los nazis décadas antes. En sus últimos años, Hamsun, ciego y mísero, aún tuvo tiempo de escribir una última gran novela, Por las sendas donde la hierba crece, muy crítica con el sistema psiquiátrico y judicial de su país.

No me digáis que esta vida no es más intersante que una historia de amor entre un molinero y una noblecita. No es de extrañar que se hayan escrito libros y filmado películas sobre ella. Porque esta vida, como la de Céline, nos enfrenta a preguntas complejas y fascinantes: el modo en el que el genio no siempre va unido a la humanidad ni a la compasión; el complicado encaje de estos personajes en la mitología nacional actual (¿sería tolerable una "Plaza Hamsun", en honor a sus valores literarios, olvidando sus iniquidades ideológicas?); su valor simbólico como "chivo expiatorio" en un país que busca borrar su propio pasado, algo en lo que recuerda al protagonista de Un artista del mundo flotante de Kazuo Ishiguro... ¿No os parece que todo esto es mucho más humano y literario que lo otro, que una almibarada novela romántica?

Sé que hoy no he cumplido con mi función como crítico: quien haya leído esta reseña no tiene gran idea de sobre qué va Victoria o si es una buena novela o no, y por qué. Pero a quién le importa: hoy es sábado, esto no lo está leyendo nadie...

Otras obras de Knut Hamsun reseñadas en Un Libro al DíaHambrePanLa bendición de la tierraEl círculo se ha cerradoMisterios

viernes, 9 de agosto de 2013

Harkaitz Cano: El filo de la hierba

Idioma original: euskera
Título original: Belarraren ahoa
Año de publicación: 2004
Valoración: recomendable

Muy curiosa esta novela de Harkaitz Cano, publicada en 2004 y que en 2005 ganó el Premio Euskadi de Literatura; muy curiosa y algo desconcertante. Empezando por el título, sin duda muy sugerente e imaginativo, pero que más allá de la primera página y algunas menciones tangenciales más adelante, tiene poco que ver con el contenido del libro... Porque El filo de la hierba es algo que nadie imaginaría leyendo ese título: es una ucronía, un ejercicio de historia alternativa en el que los nazis han conquistado toda Europa y se dirigen ahora hacia Nueva York para conquistar los Estados Unidos.

La novela, además, se compone de dos historias entrelazadas: la de la flota nazi que atraviesa el Atlántico llevando consigo a Hitler (denominado solamente como el hombre pequeño) y a Charles Chaplin (denominado como el comediante), detenido y torturado como represalia por haber filmado El gran dictador; y otra travesía que tuvo lugar 80 años antes: la que Olivier Legrand realiza como polizón en el barco que transporta la Estatua de la Libertad, todavía desmontada, desde Francia hasta Nueva York. Las dos historias terminarán por con confluir, y Hitler, Chaplin y Legrand forman una improbable terna de personajes protagonistas.

Lo que sostiene la novela y la salva, probablemente, de caer en el ridículo, es su aire de farsa o de fábula: los personajes y las situaciones no intentan ser realistas sino que aparecen caricaturizadas y reducidas a una máscara (de ahí la utilización de nombres genéricos como "el hombre pequeño" o "el comediante"); y al mismo tiempo el espíritu poético del autor (que es, de hecho, poeta antes que narrador) consigue dotar a la novela de cierto aire onírico y surreal.

Es interesante, por ejemplo, aunque el texto solo la sugiere y no la desarrolla, la idea de un mundo compuesto de capas que están separadas pero que a veces pueden atravesarse unas a otras (una variante, parece, de la teoría de los universos paralelos); también apunta en esa dirección el texto que sirve de prólogo, en el que Chaplin explica que en toda película hay también otra película: aquella que no se llegó a filmar; del mismo modo, parece decir Harkaitz Cano, también en la vida y en la historia hay caminos que no se llegaron a recorrer, y uno de ellos es el que propone, entre bromas y veras, esta novela.

También de Harkaitz Cano en ULAD: Aquí

jueves, 28 de junio de 2018

Éric Vuillard: El orden del día

Idioma original: francés
Título original: L'ordre du jour 
Año de publicación: 2017 
Traducción: Javier Albiñana Serain 
Valoración: está bastante bien

Otro libro francés ganador del Goncourt (pardiez, ¿cuántos premios Goncourt da esta gente al año?) y otro libro francés que parte de algún hecho real, cómo no, para ir destejiendo, literariamente, la trama más o menos  que forma la urdimbre que es, este caso, la Historia. Esta vez no se trata de la biografía de alguno de esos nombres ya casi desconocidos que jalonan las enciclopedias (para la chavalería: unos librotes que había antes de existir la wikipedia), al estilo de Echenoz o Deville. Ni, mucho menos, esta sirve de excusa para la consabida autoficción, como a veces nos inflige el, y por otra parte, muy estimado por aquí, insigne Emmanuel Carrère. No: Vuillard se decide por recrear una serie de momentos clave o cuando menos "llamativamente ocultos" del ascenso de los nazis al poder en Alemania.

Para empezar, la reunión que el 20 de febrero de 1933 (unos días antes del incendio del Reichstag, recordemos) mantuvieron con el presidente, justamente, del Parlamento alemán, a la sazón Hermann Göring y con el canciller de Alemania, es decir, Adolf Hitler, veinticuatro dirigentes de las principales empresas alemanas -como algunas cuyo nombre quizás nos suenes. IG Farben, BASF, Bayer, Agfa, Opel, Siemens, Allianz o Telefunken-, y en la cual estos industriales se comprometieron a apoyar al partido nazi y realizaron suculentas donaciones para la siguiente campaña electoral. Por ejemplo, el simpático caballero de la foto de la cubierta del libro es Gustav Krupp, célebre empresario del acero que donó un millón de marcos a los nazis en aquella ocasión (luego se resarciría económicamente, por decirlo así, utilizando durante la guerra mano de obra esclava proporcionada por esos mismos nazi... entre ellos él, mismo, pues también se hizo miembro del partido). A cambio de este apoyo, Hitler y sus muchachos se comprometían no sólo a garantizar la estabilidad política, sino además, y sobre todo, acabar con la amenaza comunista y los molestos sindicatos. Un detallito, éste del apoyo del empresariado alemán al régimen nazi, que se suelen olvidar los iluminados ultraliberales que, hoy en día, propugnan que nazismo y fascismo, e incluso el propio franquismo, no fueron sino meras variantes del socialismo).

Ahora bien, en vez de seguir por esta senda abierta en los entresijos económicos del III Reich, como podría parecer, Vuillard nos ofrece a continuación un par de nuevas muestras de reuniones no demasiado aireadas y que fueron consolidando el poder del régimen nazi antes del estallido de la guerra: la visita a Alemania del Lord presidente del Consejo Británico, Lord Halifax, en noviembre de 1937, sobre todo, la fundamental reunión  de febrero de 1938 en el Berghof hitleriano entre el Führer alemán  y el dictador nacional católico de Austria, Kurt von Schuschnigg, en la que a éste le quedó clarinete la intención de aquel de anexionar para Alemania su, por otra parte, Austria natal. Este acontecimiento histórico, precisamente, el Anschluss sobre Austria, ocupa buena parte del libro -que tampoco es muy extenso: 140 página- y se nos explica con cierto detalle, desde sus pormenores más chuscos, como la incompetencia alemana para demostrar su poderío militar (luego le fueron cogiendo el tranquillo) o la comida en la que el Ministro de asuntos Exteriores alemán, Ribbentrop se dedicó a entretener a los mandatarios británicos para retrasar su reacción, a los más trágicos (la oleada de suicidios que acompañó esta anexión al Reich alemán).

Por no extenderme más: el libro, como se ve, va saltando de un momento a otro y aunque la intención final se vislumbra  bastante bien, el resultado es un tanto disperso y, sobre todo deja la impresión de una obra inacabada. De excelente factura, eso sí, pues Vuillard escribe muy bien, con ese estilo entre solemne y cercano que sólo saben ajustar los franceses, pero incompleta, como si se tratara de la puesta en limpio de una libreta de notas, pero faltaran otras dos  para completar el cuadro. Lo más interesante, aparte de la prosa de este autor, son los retratos que nos dejan de ciertos personajes, no los principales, sino otros que va mostrándonos en los frecuentes desvíos a un lado y otro del camino que sigue el libro (sea este el que sea): desde el pintor loco suizo Louis Soutter al compositor Bruckner, desde el nazi austríaco Seyss-Inquart al verdugo que lo mató en Nuremberg, John C. Woods. Y nos queda también una visión de la Historia y sus azares bastante desencantada y sobre todo, poco crédula con los grandes gestos, las grandes palabras, los sinos que nos parecen tan evidentes a posteriori y que en realidad, tal vez no fueran más que el resultado de una serie de torpezas, de cobardías y renuncias.... (a ver si nos aplicamos el cuento, que pintan bastos):

"Se abruma a la Historia, se pretende que ésta obliga a adoptar poses a los protagonistas de nuestros tormentos. No vemos nunca el dobladillo mugriento, el hule amarillento, la matriz del talonario, la mancha del café. Tan sólo mostramos el perfil amable de los acontecimientos (...)"

"Nunca se cae dos veces en el mismo abismo. Pero siempre se cae de la misma manera, con una mezcla de ridículo y de pavor (...)Y la Historia está ahí, diosa sensata, estatua erguida en medio de cualquier Plaza Mayor, y se le rinde tributo, una vez al año, con ramos secos de peonías, y a modo de propina, todos los días , con pan para la aves."