Título original: Hipster Hitler
Año de publicación: 2012
Valoración: divertido (e inquietante)
Título original: From Caligari to Hitler: A Psychological History of the German Film
Traducción: Héctor Grossi
Año de publicación: 1947
Valoración: Interesante
Confieso humildemente que no tenía ni idea de quién era este Herr Kracauer hasta que vi la referencia a su libro, este que traemos hoy, en algún sitio que tampoco recuerdo, puede que otro libro o algún artículo. Y resulta que más que el oscuro cinéfilo que parecía, se trata de un personaje de cierto peso en el pensamiento alemán de las primeras décadas del siglo XX, fuertemente relacionado, por amistad, por trabajo o inquietudes intelectuales con tipos como Walter Benjamin, Ernst Broch o Theodor Adorno, vamos, un conjunto nada despreciable.
Así que Kracauer, crítico de cine pero también intelectual interesado en cuestiones de mayor calado, escribe esta su primera obra ya exiliado en Estados Unidos huyendo del nazismo, y su historia del cine alemán, que abarca desde sus inicios hasta el periodo hitleriano, intenta profundizar en sus implicaciones con la psicología del pueblo alemán.
Las primeras obras significativas del cine alemán aparecen coincidiendo aproximadamente con el final de la I Guerra mundial, y desde el punto de vista estético están muy influenciadas por el expresionismo dominante en la época, en especial en la propia Alemania. El libro analiza con detenimiento bastantes de estas películas, algunas de las cuales han dejado una profunda huella no solo en el cine, sino en el imaginario cultural europeo: El gabinete del Dr. Caligari, Nosferatu, El testamento del Dr. Mabuse o Metrópolis (la única que recuerdo haber visto, lo confieso), entre otras. Igualmente examina la trayectoria de ilustres directores, como Lubitsch, Murnau, o Lang, la mayoría de los cuales alcanzaron el éxito en el mismo exilio norteamericano donde fue a parar el propio Kracauer.
Para los más cinéfilos me parece muy atractivo el análisis de estas películas, los encuadres, el movimiento de la cámara, los rasgos externos y psicológicos de los personajes, o las diferentes tendencias hacia la recreación histórica, el escapismo o la toma del pulso de la calle. Pero en mi opinión lo más interesante del libro es cómo el autor relaciona todo esto con la evolución ideológica del pueblo alemán, que recién derrotado en la Gran Guerra se debate entre el miedo al caos y un íntimo deseo de solución autoritaria que deriva no solo de la situación puntual sino de ciertas carencias históricas.
Instalados en el régimen dubitativo de la República de Weimar, la izquierda no se decide a apostar por la revolución inspirada por figuras como Rosa Luxemburgo o Karl Liebknecht, y la postración económica y psicológica deja un país desnortado y propenso por tanto a admitir mensajes populistas que anuncien un renacimiento nacional. Alemania no ha tenido una revolución burguesa y liberal, le falta ese elemento para progresar decididamente hacia la democracia, y eso será un lastre en un momento histórico tan delicado.
Dice Kracauer que Alemania es un país que desea fervientemente ser dirigido, lo cual, junto con la ceguera de los socialdemócratas que ignoran la debilidad ideológica de las clases medias y la tendencia de la juventud a aceptar ofertas totalitarias, da lugar a la rápida penetración social del nazismo. No se corta el autor a la hora de dibujar el ascenso de Hitler en toda su crudeza:
‘Se tiende a sugerir que fue un puñado de fanáticos y gangsters el que logró sojuzgar a la mayoría del pueblo alemán. Esta conclusión no se ajusta a los hechos (…) La mayoría de los alemanes se plegó al gobierno totalitario con tal presteza que no podía ser el resultado de la propaganda’.
Ideas tan radicales, quizá por ser formuladas muy en caliente (recordemos, 1947), se ilustran además con el éxito de films que glorificaban el pasado prusiano, exaltaban el espíritu nacional en aventuras de montaña o sugerían comportamientos de sumisión a la autoridad que, aunque entre líneas, parecen siempre presentes. Naturalmente, tampoco falta un estudio detenido sobre los potentes mecanismos propagandísticos del nazismo, y en concreto de su cine documental, con panorámicas de Ejércitos multitudinarios y organizados al milímetro, la infantería barriendo al enemigo, o la ridiculización de franceses e ingleses a través de imágenes de negros o el acompañamiento de música burlona. Algunos aspectos recuerdan los muy interesantes análisis de Susan Sontag sobre los trabajos cinematográficos de Leni Riefenstahl.
Tampoco voy a ocultar que el libro es denso, bien desarrollado y con una prosa clara (si acaso con algunos tropiezos que quizá tienen que ver con la traducción), pero tan pormenorizado que puede llegar a cansar al lector que no esté muy interesado en el tema y la época. Aun así, a poco que nos atraiga escudriñar algo más en lo que podríamos llamar el alma alemana y el peculiar fenómeno del nacimiento del nazismo, me parece un material muy valioso, y original e interesante el punto de vista elegido para analizarlo.
Y cuidado, que unas cuantas de las reflexiones sobre cómo pudo ocurrir algo así resultan inquietantemente actuales.
Título original: Acht Tage Im Mai
Traducción: Teófilo de Lozoya y Juan Rabasseda Gascón
Año de publicación: 2023
Valoración: Muy recomendable
Aunque hayan pasado casi ochenta años, parece que no dejamos de descubrir nuevos horrores acerca del nazismo. Y aunque el libro que nos ocupa se limita en principio a los ocho días que siguieron a la muerte del dictador, es más que suficiente para estremecerse con episodios que darían, cada uno por sí solo, para un libro o una película de esos que le dejan a uno con mal cuerpo. Así que tras una cubierta casi tópica de la literatura de guerra (contundentes caracteres en rojo sobre fondo claro, con foto de soldados en blanco y negro) vamos a conocer esa muy breve pero apasionante etapa de la Historia reciente.
Hitler se quitó de en medio junto con Eva Braun en el bunker de Berlín el 30 de abril de 1945, cuando el Ejército Rojo se encontraba ya a las puertas de la ciudad y una buena parte del territorio del Reich estaba bajo el control de los aliados. Su voluntad de eludir responsabilidades cuando la guerra estaba ya más que perdida contribuyó a aumentar el inmenso baño de sangre. Como testamento político, por llamarlo de alguna manera, dejó nombrado un Gobierno de gestión encabezado por el almirante Dönitz, que duraría exactamente los ocho días que describe el libro.
La desaparición del Führer, que fue conocida en los días siguientes, dejó, según dice Ullrich, varios tipos de sensaciones: la fundamental, de alivio al vislumbrarse el final de la pesadilla, pero también de indiferencia entre la población alemana y, a efectos prácticos, de desorientación y desbandada entre las unidades militares todavía en activo y entre los fieles que de repente se encontraron sin alguien a quien obedecer. La consecuencia fue naturalmente un caos todavía mayor, del que fueron presa los propios mandos de la Wehrmacht, los responsables territoriales del régimen, o los grupos que custodiaban los campos de concentración o los batallones de extranjeros esclavizados.
‘Era como si aquellos sátrapas, que habrían estado dispuestos a seguir las últimas órdenes sin rechistar, se hubieran convertido de nuevo en individuos capaces de actuar y de pensar por su cuenta’
La reflexión procede de una antigua funcionaria del Reich. Y por supuesto deportados, represaliados y en última instancia, la población civil serían una vez más las principales víctimas de la confusión.
La narración de Ullrich se basa en una multitud de documentos y testimonios, muchos de ellos de civiles, memorias o diarios de personajes relevantes o de ciudadanos anónimos, buena parte de los cuales eran inéditos hasta la fecha, según he leído. De manera que el relato, sin desconocer por supuesto los hitos militares o políticos decisivos, desciende a episodios menos conocidos, como la rendición unilateral de algunos dirigentes nazis deseosos de salvar el pellejo, el descubrimiento de la mina de sal en la que Hitler quiso esconder su colección particular de arte, o los coletazos furiosos de los últimos incondicionales ante la evidencia de la derrota.
Todo ello, claro está, envuelto en escenas espeluznantes, como el suicidio de los Goebbels, al que arrastraron a sus propios hijos, las múltiples violaciones en la zona de ocupación soviética, los suicidios en masa de Demmin, la tragedia del Cap Arcona, o las marchas de la muerte, en las que miles de personas en condiciones ya extremas fueron sacadas de los campos de exterminio y obligadas a deambular de un lugar a otro sin un destino concreto. Las atrocidades no parecen tener límite. El autor toma pie además en acontecimientos de aquellos días de mayo para seguir la pista de hechos anteriores que alimentan aún más el espanto, como la masacre de Lidice en represalia por el atentado contra Heydrich, el carnicero de Praga, o la barbarie represiva de Seyss-Inquart en la región neerlandesa donde gobernaba.
Pero no hay que equivocarse, no es en absoluto un libro sensacionalista ni se regodea en la sangre, para nada. Con el mismo sistema, es decir, partiendo de algún hecho acaecido en esos días caóticos, se detiene también en examinar la trayectoria y vicisitudes de personajes que entonces o después formaron parte de la Historia, como Anne Frank y su familia, los futuros cancilleres Adenauer o Helmut Schmidt, el científico Von Braun o el líder comunista Walter Ulbricht. Todos ellos tuvieron su papel en esas jornadas en que se consumó el derrumbe de un Estado y un ejército que parecían en camino de dominar el mundo, y que vivieron su fin de forma tan patética y humillante.
Nos quedan sin embargo otros aspectos quizá todavía más interesantes. La aparente abducción que la ideología y el liderazgo nazis consiguieron ejercer sobre tanta gente merecen un profundo estudio que no sé si se ha llegado a hacer. Pero lo más importante: ¿cuál fue la actitud de la mayoría del pueblo alemán durante esos más de diez años de locura, y cuando todo estaba a punto de terminar?
‘El Führer, otrora idolatrado, fue declarado persona inexistente, un demonio con figura de hombre, de cuyas diabólicas artes de seducción nadie había podido defenderse. De ese modo, la gente se eximía de tener que rendir cuentas por su propia complicidad con el nacionalsocialismo. Si alguien tenía la culpa de los crímenes era Hitler, y luego Himmler y su pandilla. La gente no había tenido nada que ver con aquello’.
O no se habían enterado porque no vieron nada. O miraron para otro lado. Una valoración muy parecida a la que hacía Kracauer y buen número de otros autores. No es fácil, desde luego, ni quizá sea demasiado justo repartir culpas desde la comodidad del teclado de un ordenador. Pero ahí queda la cuestión, planteada al final de un libro imprescindible para quien quiera conocer más de cerca el horror de un periodo cuya herencia parece asomar de nuevo por todas partes.
Título original: Out of the night
Año de publicación: 1940-1941
Traducción: No consta
Valoración: Imprescindible
Anoten: Richard Julius Hermann Krebs, alias Jan Valtin: La noche quedó atrás. ¿Cómo es posible que una obra como ésta sea prácticamente desconocida, y lleve tiempo descatalogada en nuestro país? Nada desde que Seix Barral la publicara hace bastantes años, en una edición y traducción que no podemos calificar sino de manifiestamente mejorables.
La vida de Krebs – Valtin no es la de un narrador, ni la de un novelista, ni la de un académico: es una vida de película, riesgo, suspense, espionaje y contraespionaje; es la entrega a una causa que prácticamente abduce todo lo demás (familia, hijos, hogar). Valtin fue un consagrado al partido comunista alemán y a la internacional comunista en la Europa de entreguerras. Si les gusta la Historia de la primera mitad del siglo XX, si les atrae la política de la época y saber los entresijos concretos tras cada acción visible –ésas que luego los historiadores a menudo explican en visión aérea- no esperen. Porque Krebs fue autor de varias obras, pero en realidad sólo lo fue de una, que es la historia de su vida.
Nacido en Maguncia, hijo de un inspector marino espartaquista allá cuando Rosa Luxemburgo (“quien no se mueve, no siente las cadenas”) Krebs tuvo una infancia errante debido a la profesión de su padre. Pero si puede citarse una ciudad asociada a su adolescencia y juventud, ésa es Hamburgo, donde vive entre muelles, obreros y revueltas, en un país moramente derrotado tras Versalles, a cuya célebre Constitución azotan el paro, la pobreza y las fuerzas extremas del momento –partido comunista y partido nacionalsocialista- que sorprendentemente no dudan en aunar fuerzas para acabar con las opciones moderadas, a la espera de un futuro duelo a dos que nunca llegó a producirse…al menos entre germanos y sin trincheras. Krebs insiste: el error comunista en la identificación de los socialistas como el enemigo a batir, y la consiguiente subestimación del potencial del partido nazi allanan el camino de Hitler al poder.
En el difícil contexto de los años 20, Valtin se adhiere al comunismo, una nueva religión que anuncia su pronto advenimiento, trasciende fronteras y pretende acabar para siempre con la injusticia en el mundo. Pero el parto, necesariamente, ha de ser doloroso. Y así se transforma en un soldado dentro de la jerarquía de la Komintern, un activista que medra en la sección marina. Como apóstol de una nueva fe, predica la cercanía de una realidad que auspicia y protege Moscú. Recluta adeptos, reparte por medio mundo octavillas multilingües producidas en imprentas clandestinas, conspira en clubes internacionales que son realmente centros de operaciones del partido, organiza sabotajes y huelgas en los buques y en los puertos, perfecciona su formación en Leningrado y viaja y propaga sin descanso la buena nueva en cada país, obedeciendo como un soldado y ejecutando cada consigna con la fe y el ardor de un convertido. No obstante, de vez en vez aparecen las dudas. Y es que el propio autor llega a afirmar que “sólo la compañía de Jesús tiene más poder sobre sus juramentados que la Komintern.”
El libro muestra en detalle el funcionamiento del partido y la organización de sus actividades, en especial en Alemania y los países nórdicos; respeta nombres de personajes reales y, en otros casos, parece que oculta personas bajo nombres ficticios, y tal vez introduce algunos de su propia imaginación. El más notable y seguramente el mejor descrito, Ernst Wollweber, sería futuro Ministro para la seguridad del Estado de la RDA y cabeza de la Stasi. Por las páginas de esta autobiografía novelada desfilan personajes de segundo orden, precisamente los que ejecutan las decisiones concretas (y aquí radica uno de los alicientes del libro, como he anticipado): Grigori Dimitrov, Heinz Neumann, Richard Jensen, Peter Kraus, Hertha Jens. Heinrich Himmler y Herman Göring aparecen igualmente, si bien de forma fugaz.
Alemania, Dinamarca, Noruega, Suecia, Inglaterra y Estados Unidos son los escenarios de la acción de Krebs bajo múltiples identidades falsas, hasta su detención por la Gestapo en su país natal, momento en que empieza una segunda parte de la novela, claramente diferenciada de la primera y –no vamos a negarlo- descarnada y sin concesiones (pueden imaginar la vida de un espía de la Komintern, poseedor de información valiosa, en manos de la policía de Hitler). Los campos, las cárceles, las leyes dictadas por el partido nazi y la ampliación paulatina del espectro de colectivos objeto de persecución nacionalsocialista son retratados sin una sola tirita: la –entonces- cara oculta de aquella “nueva Alemania”, descrita tal cual fue.
Pero Krebs recupera la libertad, de un modo y a un precio que no vamos a desvelar. Ex preso de los nazis, su desencanto y sus dudas aumentan con el creciente poder de Stalin en un partido en el que –por razones que tampoco desvelaremos- su posición pasa a ser incómoda. De modo que finalmente huye a los Estados Unidos y publica, entre 1940 y 1941, la obra que reseñamos, que automáticamente se convierte en un best seller en el que, con probabilidad, maquilla al menos algunas acciones no demasiado honorables de su biografía. “Encuentro grotesco seguir aún con vida” llegó a declarar el autor. A la vista de la obra, no nos extraña.
¿Qué es La noche quedó atrás? Parece que Roosevelt la describió como “el mejor libro que he leído sobre el siglo XX.” Son diversas las reacciones o juicios que la obra puede provocar en el lector; algunos positivos, como la fe en unos valores, la lucha por algo en lo que se cree, la esperanza de un mundo mejor; o negativos, como la interdicción de cuestionar directrices o la deriva radical dentro de una organización de estructura férrea, con la consiguiente pérdida de la amistad, confianza y camaradería. Pero creo que, esencialmente, la novela es un duro alegato y una prevención, justo durante el curso de una guerra mundial, contra los dos extremos que asolaron Europa –el nacionalsocialismo de Hitler y el comunismo de Stalin- en casi 800 páginas sin fisuras, que te atrapan y no te sueltan. Un libro que, una vez empezado, no puedes parar de leer.
Enero 1913. Este es el mes en que Hitler y Stalin se cruzan durante un paseo por los jardines del palacio de Schönbrunn; Thomas Mann está a punto de salir del armario y Franz Kafka casi enloquece de amor.