Título original: Ringen Sluttet
Traducción: Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo
Año de publicación: 1936
Valoración: está bien
Este libro del controvertido autor nórdico, fue el último dentro del género narrativo que escribió antes de su muerte. Sorprendentemente, en él no encontramos muchas de las características que hicieron de «Hambre» o «Pan» libros altamente impactantes y que situaron al autor como uno de los más influyentes de la literatura. Escrito a los setenta y siete años, parece como si el paso del tiempo hubiera apaciguado el duro carácter del escritor, convirtiendo su habitual mal humor y dureza en melancolía y pesar.
En el inicio del libro, al autor nos retrata la decadencia del Sr. Brodersen, antiguo encargado y habitante del faro del pueblo, a quien el paso de los años le va haciendo tomar consciencia de su declive. La partida de su hijo Abel a diferentes tierras para buscar su futuro lo deja a merced de su solitud, y en ella encuentra la compañía de una interesada joven con la que comparte los últimos días. El paso del tiempo trascurre hasta que ocho años más tarde, vuelve el hijo Abel, cuando le informan del fallecimiento del padre. Pero, a su vuelta, Abel se encuentra con una sociedad muy cambiada, pues ocho años son suficientes para transformar un mundo cuando uno parte siendo joven. Así, a su vuelta, Abel encuentra un pueblo muy cambiado. Sus conocidos de la juventud se han casado, algunos tienen hijos y algunos incluso son felices. Hay mucho matrimonio por compromiso, por la casi obligación social a formar familia, y más aún en una sociedad donde el dinero no abunda.
Con esta premisa nos encontramos los dos ejes sobre los cuales gira la historia: por un lado, el archiconocido tema de las relaciones sentimentales a los que Hamsun nos tiene acostumbrados; hablamos de relaciones difíciles, a menudo con intereses de por medio, frías, egoístas, con poco interés en un firme compromiso y la solitud, siempre presente en Hamsun. Hay negatividad y pesimismo, uno lee la obra y no encuentra un punto de alegría donde agarrarse y reflotar, la historia transcurre como si uno arrastrara los pies en el fango, donde todo cuesta, donde no hay opción de liberarse de la carga que supone salir adelante con relativo éxito, donde no hay una luz al final del camino. El autor lo expone cuando, en el reencuentro del personaje con una antigua amiga le dice: «para mí habrías sido buena para hundirnos juntos». Pocas veces una frase tan corta contiene tanta tristeza. Y, relaciones sentimentales aparte, hay un segundo eje, aunque parcialmente entrelazado: la crisis económica del momento en el que se basa la historia, que sitúa a Abel en el centro de los intereses de los habitantes del pueblo, pues todos quieren que aquel invierta en sus negocios, todos lo buscan, lo necesitan. Pero él, tras su vida algo nómada, no encaja en ese tipo de mentalidad, se ha convertido en un ser pasivo, sin intereses.
Como es habitual en la obra de Hamsun, el libro está lleno de personajes vacíos, grises, perdidos, vagabundos sentimentales sin hogar ni destino, sin un presente que permite atisbar un futuro placentero. Es el propio Abel quien afirma: «debemos mostrarnos indiferentes ante todo, no dejar que nada nos perturbe, así transcurrirá el tiempo». Con este pesar y desazón, Hamsun nos retrata la historia de quien vuelve a su tierra pasado cierto tiempo. Sin un padre ni una familia con los que sentirse arropado, la soledad y el desaliento van cogiendo terreno a sus cada vez más desaprovechados días. Y, a la vez, su desánimo y su carácter pasivo es poco aceptado por aquellos que lo tratan, pues todos esperan de él que, habiendo heredado la fortuna del padre, los saque de los apuros en el momento de crisis que la sociedad atraviesa. De esta manera, se contraponen las dos mentalidades: la ambiciosa y necesitada, frente la pasiva y acomodada. Pero la fortuna disminuye cuando no tiene quien la cuide, y parece que los únicos interesados y preocupados sobre la disminución del dinero son aquellos que no lo tienen, pero sí pretenden aprovecharse de los que lo atesoran.
De esta manera, aunque el libro ofrece los tintes habituales de la obra del autor, vemos como Hamsun ha cambiado su estilo con el paso de los años: mantiene sus preocupaciones, narradas a través de sus ya conocidos monólogos interiores, sigue tratando la soledad y el difícil encaje en la sociedad; sus personajes parece que, más que vivir, pasan por la vida sin encontrar un lugar en ella. Pero sí hay un cambio en este libro respecto a sus primeras obras, y es la manera de tratar la historia, en intensidad y en estructura. Aquí nos encontramos una historia más completa, más amplia, más larga. Pero, aunque mantiene su visión escéptica de la sociedad que ya apuntaba en sus primeras obras, en este caso pierde intensidad, ya no hay la visceralidad y violencia emocional que existían en «Pan» y «Hambre». Ya no golpea como lo hizo en esas primeras novelas, y el ritmo narrativo se vuelve lento y monótono. Han pasado cuarenta años desde esas primeras obras y se nota en el estilo, pues aquí la crítica es más sutil, aunque más suave también. Mientras sus personajes en el pasado despertaban sentimientos de claro rechazo, en esta obra despiertan tristeza y abatimiento.
En resumidas cuentas, Hamsun nos retrata una historia de oportunidades perdidas, de pasados vividos y aún vivos, de personas que se encuentran para reencontrarse a ellos mismos, volviendo a su pasado, a épocas donde todo era diferente y donde todo podía haber sido. Una historia de caminos tomados, añorando los olvidados. Una historia de posibilidades descartadas, de personajes que, en su triste añoranza a un pasado prometedor, intentan conseguir por todos los caminos posibles avanzar, un día más, aunque sea hacia un futuro desalentador.
También de Knut Hamsun en ULAD: Hambre, Pan, La bendición de la tierra, Victoria, Misterios
En el inicio del libro, al autor nos retrata la decadencia del Sr. Brodersen, antiguo encargado y habitante del faro del pueblo, a quien el paso de los años le va haciendo tomar consciencia de su declive. La partida de su hijo Abel a diferentes tierras para buscar su futuro lo deja a merced de su solitud, y en ella encuentra la compañía de una interesada joven con la que comparte los últimos días. El paso del tiempo trascurre hasta que ocho años más tarde, vuelve el hijo Abel, cuando le informan del fallecimiento del padre. Pero, a su vuelta, Abel se encuentra con una sociedad muy cambiada, pues ocho años son suficientes para transformar un mundo cuando uno parte siendo joven. Así, a su vuelta, Abel encuentra un pueblo muy cambiado. Sus conocidos de la juventud se han casado, algunos tienen hijos y algunos incluso son felices. Hay mucho matrimonio por compromiso, por la casi obligación social a formar familia, y más aún en una sociedad donde el dinero no abunda.
Con esta premisa nos encontramos los dos ejes sobre los cuales gira la historia: por un lado, el archiconocido tema de las relaciones sentimentales a los que Hamsun nos tiene acostumbrados; hablamos de relaciones difíciles, a menudo con intereses de por medio, frías, egoístas, con poco interés en un firme compromiso y la solitud, siempre presente en Hamsun. Hay negatividad y pesimismo, uno lee la obra y no encuentra un punto de alegría donde agarrarse y reflotar, la historia transcurre como si uno arrastrara los pies en el fango, donde todo cuesta, donde no hay opción de liberarse de la carga que supone salir adelante con relativo éxito, donde no hay una luz al final del camino. El autor lo expone cuando, en el reencuentro del personaje con una antigua amiga le dice: «para mí habrías sido buena para hundirnos juntos». Pocas veces una frase tan corta contiene tanta tristeza. Y, relaciones sentimentales aparte, hay un segundo eje, aunque parcialmente entrelazado: la crisis económica del momento en el que se basa la historia, que sitúa a Abel en el centro de los intereses de los habitantes del pueblo, pues todos quieren que aquel invierta en sus negocios, todos lo buscan, lo necesitan. Pero él, tras su vida algo nómada, no encaja en ese tipo de mentalidad, se ha convertido en un ser pasivo, sin intereses.
Como es habitual en la obra de Hamsun, el libro está lleno de personajes vacíos, grises, perdidos, vagabundos sentimentales sin hogar ni destino, sin un presente que permite atisbar un futuro placentero. Es el propio Abel quien afirma: «debemos mostrarnos indiferentes ante todo, no dejar que nada nos perturbe, así transcurrirá el tiempo». Con este pesar y desazón, Hamsun nos retrata la historia de quien vuelve a su tierra pasado cierto tiempo. Sin un padre ni una familia con los que sentirse arropado, la soledad y el desaliento van cogiendo terreno a sus cada vez más desaprovechados días. Y, a la vez, su desánimo y su carácter pasivo es poco aceptado por aquellos que lo tratan, pues todos esperan de él que, habiendo heredado la fortuna del padre, los saque de los apuros en el momento de crisis que la sociedad atraviesa. De esta manera, se contraponen las dos mentalidades: la ambiciosa y necesitada, frente la pasiva y acomodada. Pero la fortuna disminuye cuando no tiene quien la cuide, y parece que los únicos interesados y preocupados sobre la disminución del dinero son aquellos que no lo tienen, pero sí pretenden aprovecharse de los que lo atesoran.
De esta manera, aunque el libro ofrece los tintes habituales de la obra del autor, vemos como Hamsun ha cambiado su estilo con el paso de los años: mantiene sus preocupaciones, narradas a través de sus ya conocidos monólogos interiores, sigue tratando la soledad y el difícil encaje en la sociedad; sus personajes parece que, más que vivir, pasan por la vida sin encontrar un lugar en ella. Pero sí hay un cambio en este libro respecto a sus primeras obras, y es la manera de tratar la historia, en intensidad y en estructura. Aquí nos encontramos una historia más completa, más amplia, más larga. Pero, aunque mantiene su visión escéptica de la sociedad que ya apuntaba en sus primeras obras, en este caso pierde intensidad, ya no hay la visceralidad y violencia emocional que existían en «Pan» y «Hambre». Ya no golpea como lo hizo en esas primeras novelas, y el ritmo narrativo se vuelve lento y monótono. Han pasado cuarenta años desde esas primeras obras y se nota en el estilo, pues aquí la crítica es más sutil, aunque más suave también. Mientras sus personajes en el pasado despertaban sentimientos de claro rechazo, en esta obra despiertan tristeza y abatimiento.
En resumidas cuentas, Hamsun nos retrata una historia de oportunidades perdidas, de pasados vividos y aún vivos, de personas que se encuentran para reencontrarse a ellos mismos, volviendo a su pasado, a épocas donde todo era diferente y donde todo podía haber sido. Una historia de caminos tomados, añorando los olvidados. Una historia de posibilidades descartadas, de personajes que, en su triste añoranza a un pasado prometedor, intentan conseguir por todos los caminos posibles avanzar, un día más, aunque sea hacia un futuro desalentador.
También de Knut Hamsun en ULAD: Hambre, Pan, La bendición de la tierra, Victoria, Misterios
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