Idioma original: noruego
Título original: Hvorfor romanen er viktig
Traducción: Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo para Anagrama
Año de publicación: 2022
Valoración: muy recomendable
Título original: Hvorfor romanen er viktig
Traducción: Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo para Anagrama
Año de publicación: 2022
Valoración: muy recomendable
Creo que es innecesario, a estas alturas, reconocer mi admiración por Karl Ove Knausgård; un autor que, pese a sus múltiples detractores (entre los cuáles varios de ellos se encuentran en ULAD) también tiene muchísimos admiradores tras el fenómeno editorial, pero también lector, que supuso la publicación de «Mi lucha», una autobiografía novelada de más de tres mil páginas de alguien que, precisamente antes de esa publicación, era alguien desconocido con una vida bastante común. La cuestión es que su estilo, su contundencia y la radicalidad de su desnudez estilística supusieron un cambio abismal en la narración del yo.
En la breve obra que nos ocupa, basada en un discurso pronunciado por el autor en Londres en 2022, Knausgård afronta la compleja pregunta que supone, no la cuantificación, sino la cualificación de la importancia de la novela en nuestro mundo. De esta manera, el autor noruego, ávido lector y narrador desde la subjetividad de los hechos que nos rodean, empieza este brevísimo ensayo de apenas cincuenta páginas parafraseando a Rainer Maria Rilke quien dijo que «la música podía elevarlo —lo que en sí no tiene nada de especial—, antes de añadir: “Y bajarme a otro lugar”». Para Knausgård, la literatura provoca el mismo efecto, «esa extraña sensación que te invade cuando acaba de leer» y eso es algo que «ocurre con todas las novelas buenas: pueden llenarme por completo, pero solo en el momento; al acabar la lectura, la vivencia se desvanece». Cabe decir que en este aspecto no estoy de acuerdo con él, o al menos no enteramente; su afirmación es algo que me produce cierta inquietud pues para mí la buena literatura deja un poso, una sensación, que perdura mucho tiempo después de terminar la lectura, quizá no con la misma intensidad o la misma emoción compartida entre autor y lector, pero sí que nos cambia en parte y no de manera meramente puntual sino de forma sostenida.
Afirma el autor que «la lectura es cercanía, es acercarse a algo» en el sentido en el que cuando leemos contemplamos de manera atenta, buscando el detalle, los detalles que conforman el relato, porque «la novela mete cualquier idea abstracta sobre la vida, sea de carácter político, filosófico o científico, dentro de la esfera de lo humano, donde ya no está sola, sino que de golpea contra una miríada de impresiones, pensamientos y actos». Y ahí es donde radica su fuerza, en que esos pequeños detalles y reflexiones que van construyendo la narración son los que nos aproximan a ella; son ellos los que hacen que entremos de lleno en la historia y por esta razón menciona a Joyce y Proust destacando que ellos en sus obras «se meten debajo del relato para expandir el breve tiempo que dura. ¿Por qué? Porque es ahí donde vivimos». Del mismo modo, destaca también «Orfanato» de Zhadan (una lectura que tengo anotada desde hace tiempo), la cual «describe un suceso, una guerra, antes de que se haya convertido en historia, o, en otras palabras, mientas aún es realidad», porque la realidad de una guerra es mejor si es contada mientras ocurre, cuando los protagonistas aun no son ni conscientes de lo que implica lo que les está sucediendo, no ya a nivel global, sino en sus propias vidas. Ese es el verdadero suceso, el que conforman todos y cada uno de los cambios en la cotidianidad de muchas vidas sometidas a un futuro que siempre es incierto hasta que el resultado es tan nítidamente palpable que entonces sí, y solo entonces, se puede observar el impacto y la catástrofe a la que se han ido encaminando sin llegar a ser conscientes de ello plenamente. Es por ello que el autor afirma que «solo una novela es capaz de plantear los conflictos más importantes con los que nos encontramos sin encerrarlos en definiciones, sino dejándolos abiertos a sentimientos y experiencias»; ahí está el verdadero impacto y su realidad.
Knausgård es coherente con su obra, pues precisamente en «Mi lucha» lo que hace es justamente eso: llenar la narración de detalles cotidianos, momentos del día a día, acercándose a su propia vida para que, a partir de ella, podamos expandirla y quizá asimilarla con la nuestra propia. Y esa es justamente la importancia de su obra, en que siendo un libro muy extenso no lo empequeñece con innecesarios detalles sino que es, justamente y a partir de ellos, que su novela se ensancha y se abre a cada uno de los mundos que los lectores compartimos durante los momentos de su lectura porque «la novela da voz a esa experiencia, que así consigue un lugar. Ese lugar no existe en ningún otro sitio (…) ese lugar, ese mundo visto desde el interior y que se deja abierto, solo existe en la novela (…) La misión de la novela es encontrar el camino hacia ese lugar».
Concluye el autor afirmando que «la misión de la novela es entrar en el mundo y mantenerlo abierto». Y de ahí su trascendencia, pues gracias a ella podemos llegar a conocernos a partir de los demás, a otras épocas y personajes, porque sus vidas y reflexiones se confrontan con las nuestras, y el diálogo entre ambas se mantiene abierto mientras el recuerdo de la lectura siga vivo en nosotros.
También de Karl Ove Knausgård en ULAD: La muerte del padre (y su contrareseña aquí), Un hombre enamorado, Tiene que llover, Fin
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