Título original: Not Without My Daughter
Traducción: Rosa María Bassols Camarasa
Año de publicación: 1990
Valoración: Se deja leer
Hay libros que no pasarán a la historia de la literatura, entre otras razones porque no es su función: en este caso, la misión que cumple esta novela es muy simple, pero también necesaria: la de contarnos las terribles peripecias que tuvieron que sufrir Betty Mahmoody y su hija Mahtob para huir de las garras de su respectivo marido y padre, un hombre iraní, inmigrante en los EEUU, que al volver a su país con su recién formada familia nos muestra su verdadera cara.
Basada en hechos reales, hubo una segunda parte, película, etc. que no me meteré a analizar aquí (entre otras razones, principalmente porque no me interesan) y me limitaré a la novela que he leído.
Como digo, no es una gran muestra de literatura, pues, a pesar de haber contado con un escritor de apoyo (William Hoffer), el libro no intenta dejar un poso de calidad artística, sino que funciona más bien como el terrible testimonio de estas dos valientes mujeres.
El argumento es muy sencillo de comprender: Betty y su hija viajan con su marido a su país de origen, Irán, y allí se encuentran un absoluto infierno para las mujeres para el que Betty no está en absoluto preparada. Su marido (un sujeto del que no me interesa recordar el nombre), un lobo con piel de cordero, intenta que la estadounidense se comporte como una mujer nacida y criada en territorio musulmán, con todo lo que ello conlleva, entre otras cosas la absoluta falta de libertad para una mujer acostumbrada a moverse libremente. De ciudadana a esclava.
Betty ve limitada sus interacciones humanas a las mujeres de la familia de su marido, con las que choca inevitablemente. Se han criado en dos culturas muy diferentes y, entre ellas, resulta inconcebible la concepción del mundo de las otras.
Después del shock inicial y la posterior depresión, Betty trata de convertirse en una buena mujer musulmana: comienza a interesarse en la religión musulmana, estudia el Corán y se dedica a la cocina y al cuidado del hogar. Su marido ve esto con buenos ojos y, paulativamente, le va concediendo un mayor grado de libertad. Gracias a una red de amigos que consigue conocer (buena gente hay en todo el mundo), Betty consigue finalmente huir para contarlo a través de un calvario que no lo quisiera yo para mí.
Si algo me ha aportado esta novela (y no es poco), es conseguir adentrarme un poco más en la forma de pensar y comportarse de una mujer maltratada que no abandona a su marido – bueno, vale, en este caso porque aunque quiera directamente no puede, pero se me entiende - y comprenderlo; sucede muy a menudo que uno ve terribles casos de malos tratos y no comprende cómo una persona puede vivir así y prolongar la situación en un éxtasis de agonía que nunca lleva a ningún lado.
Betty Mahmoody me ha enseñado cómo, a “saltitos”, por ratos, el marido deja ver un poco la zanahoria para posteriormente emplear el palo y mantener así a la mujer en un estado de falsa esperanza en el cambio de actitud de aquel. Este estado puede prolongarse más o menos indefinidamente hasta que todo acaba – inevitablemente – estallando.
Es importante reaccionar cuanto antes, la estrategia se ve muy clara desde fuera, pero desde dentro la perspectiva de la relación está tan distorsionada que, lo que a nosotros, espectadores ajenos, nos parece obvio, sea imposible de ver para una mujer inmersa en una relación tan tóxica.
Quizá todo esto sea muy obvio para potenciales lectores, pero esta experiencia tan brutal sin duda me ha aportado un mejor conocimiento del comportamiento humano, que, como digo antes, no es poco.
Y para ser un libro “de paso”, destinado a ser un puente entre novelas de mayor enjundia, considero que este ha sido un enorme aporte. Por ello no puedo menos que recomendarlo para todo aquel con un mínimo de empatía y preocupado por una de las grandes lacras a las que nos toca enfrentarnos a día de hoy.
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