Título original: Пойти и не вернуться
Año de publicación: 1978
Traducción: Ángeles Maestro Martín / Svetlana Yaskova Yaskov
Valoración: Entre recomendable y está bien
Esta sería la sinopsis de Ir y no volver: Zosya, una joven partisana, emprende a solas una peligrosa misión en la Bielorrusia ocupada por los nazis. Antón, camarada de unos treinta años, se le une, pese a que ello pueda considerarse deserción. Ambos vivirán, en apenas unos días, una intensa historia de supervivencia, amor, desengaño y traición; ambos serán puestos a prueba a nivel físico por los elementos (el frío, el viento...), el hambre, el cansancio y los alemanes, y a nivel moral por la incompatibilidad de sus propios intereses y convicciones.
La novela, de Vasil Bykaŭ, se lee de una sentada, derrocha oficio y conmueve dada su extraordinaria sensibilidad. No hallaréis en ella una aventura épica y grandilocuente; más bien estamos frente a un drama intimista cuyo foco principal son sus dos protagonistas, así como las reacciones de los mismos ante la situación en la que se ven sumergidos; un drama que versa sobre la inclemencia de la naturaleza, el horror de la guerra y las miserias del egoísmo humano.
Zosya y Antón son de esa clase de personajes literarios deliberadamente sencillos que han sido bien perfilados por el autor y resultan verosímiles al lector. Ella, antigua profesora de escuela, carece de experiencia vital y está llena de ideales. Él es un hombre atractivo, resolutivo y dispuesto a hacer lo que sea con tal de salvar su pellejo.
La relación romántica que ambos desarrollan se siente orgánica y tiene las suficientes sombras como para que no se antoje edulcorada. Además, muta en función del argumento, hasta convertirse en una dinámica bastante menos ingenua, lineal y previsible de lo que hubiera podido ser en manos de un escritor poco hábil.
El ritmo de Ir y no volver nunca decae. Ni siquiera en los dos tercios iniciales de la novela, en los que apenas hay acción. Vasil sabe cómo imbuir a la trama de belleza formal a través de una prosa simple pero eficaz, y cómo volver interesantes a sus personajes obligándolos a friccionar, chocar o redimirse. Asimismo, Vasil no depende de escenas intrínsecamente tensas (conflictos, persecuciones, tiroteos...) para que la angustia nos atenace la garganta. Al contrario: logra que una pincelada atmosférica aquí, un pasaje introspectivo allá, nos mantenga en alerta, deseando que nada rompa la falsa calma.
Dos grandes lecciones se pueden aprender tras la lectura de este texto. La primera: que el enemigo no es necesariamente el invasor, sino también el aliado capaz de traicionarte cuando los vientos dejan de ser favorables. La segunda (y esta reflexión la verbaliza el propio autor en un emotivo epílogo): que no basta con apreciar la paz, sino que debemos defenderla.
Hay un par de apartados menos conseguidos, aunque tampoco se podría decir que lastren significativamente al conjunto. A nivel temático y argumental, creo que la caracterización de Antón le hace un flaco favor. Personalmente, prefería la apariencia que el personaje, salvo en el clímax, mantiene a lo largo del relato: la de alguien no necesariamente malvado, pero dispuesto a todo con tal de sobrevivir. Y es que desde el principio actúa de forma harto cuestionable en varias ocasiones, y sus reflexiones evidencian un lado oscuro, pero achacamos que todo esto se debe a un egoísmo que, admitámoslo, es hasta razonable en una situación límite. Sin embargo, Antón acaba revelándose abruptamente como un auténtico sociópata; lo cual, entendámonos, no le resta un ápice de complejidad, pero sí que dinamita, al menos en parte, ese mensaje que yo extraía de la obra sobre que los aliados pueden apuñalar por la espalda cuando les conviene.
Otro defecto menor de Ir y no volver es que, a mi modo de ver, resulta poco convincente que Antón sea capturado por los partisanos tan fácilmente. ¿No había anticipado, con lo calculador que es, que el granjero podría traicionarle? ¿Por qué no trata de buscar excusas con más ahínco antes de dejarse maniatar?
Por último, aunque la edición de txalaparta cumple holgadamente su cometido, le he encontrado un par de defectos, los cuales querría remarcar a modo de crítica constructiva. El primero: que la sinospis que ofrece no se ajusta demasiado al argumento de la novela. El segundo: que la traducción, a cargo de Ángeles Maestro Martín y Svetlana Yaskova Yaskov, abusa de la repetición de palabras sin que medie razón estilística aparente, y emplea ocasionalmente fórmulas algo rebuscadas; por ejemplo, «En ello estaba su salvación» (¿estribaba?, ¿radicaba?) o «En casa les esperaba la casa limpia».
Resumiendo: Ir y no volver es una interesantísima aportación a la literatura bélica que prioriza la exploración de la psique humana y la oblicuidad de las relaciones interpersonales al contexto en que se desarrolla. Dada la calidad de su factura, la sensibilidad de su mensaje y la efectividad de sus personajes y trama, queda claro que Bykaŭ es un autor sumamente talentoso.
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