Año de publicación: 2023
Valoración: Entre recomendable y está bien (aunque no para todo el mundo)
Acudo a No espero que me conozcas sin conocer de antemano a Julio Jurado, su autor. Me atraen el sugerente título de la novela, la extraña ilustración de la cubierta y la heterodoxa sinopsis ofrecida por la editorial.
A medida que voy leyendo la obra, soy seducido por su ambición conceptual y los riesgos narrativos que toma. Y la termino satisfecho; quizá no es perfecta, ni ha sido ejecutada con toda la brillantez que su premisa propiciaba, pero valoro su arrojo vanguardista y su capacidad para llevar la historia en direcciones extravagantes.
Llegados a este punto, quiero aclarar que no todo el mundo disfrutará No espero que me conozcas. A fin de cuentas es, antes que una novela convencional, un artefacto literario que mezcla la ficción (en especial el género negro con ribetes fantásticos, absurdos, oníricos y angustiosos) con búsquedas metaliterarias.
El propio escritor es consciente de que su producto puede llegar a ser onanista, anárquico, gratuito y repetitivo; incluso admite que está traspasado «por la idiotez supina, cualidad demasiado frecuente y elogiada en el mundillo literario.» (página 166) Por tanto, es lógico que desaliente a más de uno. Así lo remarca constantemente su narrador en primera persona. Por ejemplo, en el siguiente pasaje: «Vaya... Lo siento. En este instante he debido perder otro montón de lectores si todavía queda alguno que haya tolerado de algún modo este relato y que no haya salido corriendo en busca de otro mucho más placentero y, por qué no, mucho mejor cimentado: con profusión de fichas ordenadas sobre la mesa, con un esquema que facilite la arquitectura de la trama, y sobre todo, con documentación que eleve la calidad de las representaciones y sus posibles significantes y significados.» (páginas 238-239)
Personalmente, este nivel de "self-awareness" no sólo me ha parecido entrañable, pues recuerda a aquél de que hace gala Alberto Laiseca, sino que, en general, ha llegado a convencerme. En ningún momento me sentí frustrado por su culpa; tampoco han llegado a violentarme las interrupciones, digresiones o arbitrareidades que el mismo provoca en el tenue relato central.
Por cierto, igual va siendo hora de hablar del mentado relato central. Pues bien, trata sobre la vida de Anselmo Lobo, un escritor en la cincuentena que nos cuenta sus tribulaciones creativas, sus peripecias en tanto que asesino en serie y sus avatares amorosos. De por medio hay, entre otras cosas, desdoblamientos del yo, piernas que tiemblan anticipando la sangre, una verruga que se desplaza o relaciones poliamorosas que involucran amantes fantasmales.
En fin; para ir ordenando ideas, permitid que liste las que, a mi juicio, son las virtudes de No espero que me conozcas:
- Su, insisto, meritoria ambición y entrañable "self-awareness".
- Su estructura. Ésta consigue dar sentido al «desorden impuesto» (página 147); asimismo, permite que tanto la ficción y las pinceladas metaliterarias como el pasado y el presente se vayan alternando de forma comprensible y fluida.
- Ciertas escenas. Han sido muy bien planteadas, ya sea porque logran que su humor funcione acertadamente (pienso en el interrogatorio del inspector Ibáñez narrado en el capítulo XX) o erigen la atmósfera pretendida (aquí me viene a la cabeza la fiesta decadente desplegada en los capítulos IL y L).
- Su imaginería. Ciertamente, se antoja más efectista que simbólica o enjundiosa; no obstante, produce un innegable impacto visual.
- Varios "leimotiv" (la apelación a la «idiotez supina» o a «lo divino, mágico o literario», las citas a Paparrigópulos...). Dan una ligera consistencia a un conjunto tendente a lo informe y espontáneo.
Por otro lado, estos son los defectos que le encuentro a No espero que me conozcas:
- Mezcla tantos ingredientes que no todos se desarrollan satisfactoriamente o resuenan con idéntico encanto.
- Aunque deliberados, su onanismo, repetitividad y falta de respuestas pueden atragantársele a algunos lectores.
- La prosa, por lo general competente, podría mejorarse. Por ejemplo, ciñéndose todo el tiempo al registro lenguaraz del narrador, repasando la puntuación aquí o allá y solventando un puñado de erratas.
Resumiendo: No espero que me conozcas es una propuesta interesante que compensa con arrojo y desparpajo sus limitaciones. Aun así, no logrará que el lector "mainstream" sintonice con ella. Y es que no sólo hay que abordarla con cierta predisposición, algo de curiosidad juguetona y paciencia para soportar ciertos excesos; también hay que tener muy claro que esto es mucho más raro que un simple «relato de soberbia personal aderezado con unos cuantos crímenes (...) en el que el chico recupera al final a la chica». (página 273)
No hay comentarios:
Publicar un comentario