martes, 12 de agosto de 2025

Unai Elorriaga: Nosotros no ahorcamos a nadie

Idioma original: 
euskera
Título original: Iturria
Traductor: Unai Elorriaga
Año de publicación: 2019 
Valoración: Muy recomendable
 
Unai Elorriaga es una curiosa excepción en el ámbito de la literatura vasca: forma parte, junto con Bernardo Atxaga y Kirmen Uribe, del reducido grupo de escritores en lengua vasca que han ganado el Premio Nacional de Narrativa, en su caso en el año 2002 por Un tranvía en SP. Sin embargo, mientras que a Atxaga y a Uribe el premio los confirmó como "gran esperanza blanca" de la literatura vasca, en cambio Unai Elorriaga siguió publicando sus novelas (siete hasta la fecha) con un perfil relativamente bajo y sin ser nunca aclamado por la crítica como sí lo fueron sus colegas. No me atrevo a hacer hipótesis sobre las causas de esta diferencia, que pueden ir desde lo personal (diferentes ambiciones o personalidades de los escritores), hasta lo puramente literario (la obra de Atxaga o Uribe puede que ofrezca una mayor originalidad que la de Elorriaga, sobre todo si consideramos sus obras maestras como Obabakoak o Bilbao-New York-Bilbao) o incluso lo político (la ausencia de referencias directas a la realidad social y política vasca puede no ser lo que se espera en un escritor vasco, ni dentro ni fuera de Euskal Herria); lo cierto es que esta diferencia de trato es evidente, y no se debe, sin duda, a que Unai Elorriaga sea un mal escritor...
 
Prueba de ello es esta novela, Nosotros no ahorcamos a nadie, autotraducción de la obra originalmente titulada Iturria. (Esto de las autotraducciones es muy habitual en lenguas minorizadas, pero al mismo tiempo el caso de Unai Elorriaga es particular, porque la mayoría de los autores dejan de autotraducirse cuando alcanzan cierto grado de reconocimiento y profesionalización, como es el caso de Atxaga, Katixa Agirre o Harkaitz Cano, entre otros, mientras que él lo sigue haciendo hasta el presente). Cabe destacar, por otra parte, que, en su versión castellana, esta novela se ha publicado en una serie que Edurne Portela coordina para la editorial Galaxia Gutenberg, en la que alterna obras de escritores vascos con otras de origen internacional.
 
En esta obra, Elorriaga recupera un género tan antiguo como la propia literatura, podríamos decir: el de la narración enmarcada, en la que un enredo narrativo principal sirve como engarce para un conjunto de relatos independientes. Un género que podríamos retrotraer hasta el Decameron o los Cuentos de Canterbury, o aún más atrás hasta las Mil y una noches. (Incluso Obabakoak, con su particular estructura excéntrica, podría incluirse en esta genealogía). Por supuesto, Elorriaga le da su particular giro al género, estableciendo una relación mucho más tensa e intensa entre los cuentos individuales y la narración principal.
 
¿Y de qué trata, en definitiva, Iturria/Nosotros no ahorcamos a nadie? Pues de dos señores ya ancianos (lo que inevitablemente recuerda a SPrako tranbia): Soro Barturen (excéntrico y adinerado, capaz de dejar 10.000€ de propina o pagar millares de euros por una traducción de un relato) y Erroman (que hace las veces de narrador testigo de las andanzas de Soro, como una mezcla de Sancho Panza y Doctor Watson), que recorren toda Centroeuropa persiguiendo al misterioso Pedro Iturria, a quien Soro Barturen conoció en su juventud, y que ahora se dedica a publicar dos relatos (nunca más) en diferentes revistas de determinado país, antes de mudarse para el siguiente. Lo que la novela nos ofrece, por lo tanto, es tanto la narración del viaje de Soro y Erroman, como los cuentos que Iturria va publicando, que se identifican por su título pero también por el país en el que aparecen. 

Lo más interesante de la obra, quizás, es que las secciones correspondientes a la narración-marco (o sea, al mundo "real" de la novela, por decirlo así) consisten, en buena parte, en una discusión de los propios relatos entre Soro, que es un afilado e inquisitivo (y también un poco impertinente) crítico literario y otros personajes, frecuentemente los traductores de los cuentos (puesto que estos no se escriben originalmente en la lengua en la que se publican, sino que son escritos en castellano, o en euskera, o quizás en inglés, y después traducidos, lo que sirve para plantear cuestiones muy interesantes sobre lengua, cultura y traducción). Es cierto que, con el paso de las páginas, este recurso acaba resultando un poco repetitivo, pero también ofrece momentos deslumbrantes y divertidísimos en el diálogo entre Soro Barturen y sus interlocutores (y frecuentemente, víctimas), con los apartes en dialecto vizcaíno (según nos informa una nota a pie de página) para que solo puedan ser comprendidos por su "compinche" Erroman.
 
Y en medio, claro, están los cuentos en sí, de los que no diré que todos son brillantes, sí ofrecen una muy interesante variedad y originalidad, con algunos relatos que se adentran en lo fantástico, en lo post (o pre) apocalíptico, o en lo borgiano-kafkiano, como en el cuento que da título al libro, y que personalmente me parece el mejor de todos. Se trata siempre de relatos con un cierto margen de ambigüedad o de misterio, lo que da pie para las posteriores divagaciones de Soro, pero también para que el propio lector participe activamente en ese juego de interpretación de los posibles significados del texto, realizando una especie de experiencia práctica de reader response theory, o sea, de las múltiples respuestas que un mismo texto puede provocar. 
 
Aunque mi impresión ha sido que, hasta cierto punto, el artefacto narrativo se desinfla un poco en la segunda mitad, por agotamiento del recurso, y porque las novedades que se van introduciendo no acaban de conseguir reflotarlo, es en cualquier caso una lectura original, sorprendente y provocadora, que alterna momentos de humor absurdo con otros mucho más graves. Una lectura muy recomendable, y que puede servir para reencontrarnos con este escritor, flamante (aunque modesto) ganador del Premio Nacional de Narrativa.

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