Título original: Traumnovelle
Traducción: Miguel Ángel Vega Cernuda
Año de publicación: 1926
Valoración: Muy recomendable
Está bastante extendida la idea, yo creo que acertada, de que en la vida hay momentos en que el cuerpo, o más bien la cabeza, desdeña la estabilidad y pide acción. Se dice que ocurre no sé si hacia los cuarenta o cincuenta, más frecuentemente en los hombres (aunque yo creo que en ellos solo se manifiesta de forma más visible), y es cuando los más decididos se largan a emprender una nueva vida en un país tropical, el que puede se compra un descapotable, y la gran mayoría no pasa de un viaje un poco bobo con unos colegas, o sencillamente no hace nada en absoluto más que rumiar un descontento que no termina de entender.
Si hablamos de una pareja más o menos estable y con una trayectoria ya larga, quizá esa relación es el primer pilar en tambalearse. Aunque no se haya llegado al hastío o a lo que podríamos llamar desamor, ni se haya uno llegado a plantear nada disruptivo, puede que nos ronde una sensación o sintamos una pequeña punzada, impulsos que pueden tener origen en una imagen, una voz o una simple broma, que de repente provocan un pequeño cortocircuito. Todo puede quedar solamente ahí, pero también es posible que anide para brotar en algún momento posterior. En el caso de Albertine el detonante, todavía algo inocente, es la visión de un joven en un viaje por Dinamarca, una anécdota seguida de un sueño o de un juego de la imaginación, que suele venir encadenado. Albertine se lo cuenta a su marido Fridolin (vale, nombre de helado para niños, pero dejémoslo estar), y provoca una reacción en cadena que ninguno de los dos seguramente había podido sospechar.
Fridolin se encuentra dolido en su autoestima y un poco celoso, pero por encima de todo sorprendido y desbordado por sentimientos desconocidos, y se lanza en busca de aventuras. Casi sin quererlo estas le salen al paso una tras otra y, aunque decidido en su propósito, parece que ha perdido un poco el manejo de los tiempos, hasta que tiene la oportunidad de acudir a la reunión de una especie de sociedad secreta. Aquí empieza a asomar un peligro real, pero también emociones intensas con un indudable sesgo sexual: disfraces, máscaras, mujeres desnudas, ritos extraños, el colmo de lo que un alma ansiosa de emociones podría desear.
Sí, claro, más de uno ya estará pensando en Eyes wide shut, la obra póstuma de Kubrick que justamente está basada en el libro de Schnitzer. Estéticamente impecable, cómo no, la película capta a la perfección la atmósfera inestable que sugiere la narración, ese deambular hacia lo desconocido casi por inercia, la mezcla de temor y decisión inquebrantable que domina al protagonista, la duda permanente sobre si Albertine está pasando por lo mismo, o es todo una alucinación. Para quienes conozcan la película también hay que decir que tiene bastante de deconstrucción del relato, donde los elementos fundamentales se barajan y mezclan al servicio de un guion menos respetuoso en su conjunto que en cada uno de los escenarios. O al menos es lo que ahora soy capaz de recordar, aunque debería volver a verla.
Por su parte, el libro, que es de lo que venimos a hablar aquí, transmite una sensación algo diferente, localizada en un nivel más íntimo donde se profundiza mejor en la psicología de Fridolin y Albertine. Con una prosa a veces algo borrosa, Schnitzler parece mostrar cómo no solo importa y nos afecta lo que realmente ocurre, sino lo que por alguna razón no llegó a ser real, incluso lo que solamente fue soñado, sin que en ocasiones llegue a estar del todo claro a cuál de estas categorías pertenece lo que tenemos en nuestra cabeza.
Otras obras de Arthur Schnitzler reseñadas en ULAD: La señorita Else, La cacatúa verde, El teniente Gustl
No hay comentarios:
Publicar un comentario