sábado, 7 de enero de 2017

Svetlana Alexiévich: Últimos testigos

Idioma original: ruso
Título original: Poslednie svidételi. Solo dliá détskogo gólosa
Año de publicación: 2013
Traducción: Ioulia Dobrovolskaia / Zahara García González
Valoración: escalofriantemente imprescindible

Igual podríamos tener suerte, si la gente de Debate elige unos cuantos políticos para hacerles llegar una copia de este libro. No es que espere el milagro de convencerles de que trabajen a fondo en lo de acabar con la corrupción, o de que respeten, al menos, una décima parte de las promesas con las que obtienen sus votos. Eso ya hay que darlo por perdido. Se trata de que reflexionen acerca de lo que significa ser capaz de determinar el destino de la gente de a pie con sus decisiones. Como la de embarcar a un país en una guerra. O acerca de ese tentador recurso de llamar nazi a cualquiera a la que una discusión sube de tono. A ésos en concreto, a los que usan fotos de celebraciones nazis para compararlas con manifestaciones pacíficas, les diría que tomen esta excelente obra, Últimos testigos, y la abran al azar por cualquier página, y lean al azar cualquier párrafo, y se encontrarán con lo que los nazis de verdad hacían. No me hagáis aportar a mí algún extracto del texto, porque los hay de bastante truculentos, y ya es suficiente con leerlos una vez como para recrearse. Porque que esto quede solamente siete décadas atrás (y que, por tanto, muchos de sus protagonistas a cada bando hayan desaparecido) es un importante y espeluznante detalle. Muy posiblemente la cuestión de la obediencia debida o el pretexto de esa especie de locura colectiva sea un factor más. Pero los testimonios de este libro, al margen de, en su mayoría, lamentarse y sufrir con la rememoración de los hechos, no son algo de lo que la humanidad pueda darse el lujo de prescindir.
Los nazis, pasándose el acuerdo Ribbentrop-Molotov por el forro de los caprichos, invaden la URSS. Junio de 1941. Aviación, infantería precedida por los siniestros batallones punitivos, implantación del nuevo orden, represalias, crueldad casi imposible de reproducir, de forma individual y colectiva, castigos espeluznantes y arbitrarios, por la mínima nimiedad, sometimiento al capricho más azaroso (el derivado de considerar al pueblo soviético como infrahumanos y despenalizar cualquier barbarie que se les perpetre, y se perpetran un montón). Y los testimonios son adultos que eran niños en 1941, que han sobrevivido hasta que Svetlana Alexiévich ha acudido a entrevistarlos y a transcribir sus palabras. Huérfanos a los que el conflicto despojó de su padre o de su madre o de los dos. En el frente, en la resistencia, fruto del delirio asesino, de un bombardeo, de un capricho de algún loco uniformado, Difícil habrá resultado hacerlo, pues aventuro que en la confección de esta obra se han vertido muchas lágrimas. Muchos testimonios narran su propio sufrimiento, pero también cómo se han visto obligados a presenciar el sufrimiento de sus seres cercanos. El relato de las aldeas quemadas, de la venganza contra cualquiera relacionado con los partisanos que luchan contra los alemanes, el saqueo, el demonio del colaboracionismo, los delatores, los cercos, los bombardeos, las hambrunas, los golpes de madrugada en la puerta de los militantes comunistas, de los sospechosos de serlo. Los testimonios, algunos en aquel momento niños de 3 años (a pesar de lo cual, conservan un recuerdo tan vívido que resulta muy duro hacerse a la idea cuál fue su experiencia en el momento) cuando estalló la guerra y se produjo la entrada de las tropas alemanas, se suceden sin un orden o una estructura concreta. Algunos de ellos ya hablan desde la perspectiva de la victoria de la URSS y del retroceso de las tropas nazis, otros, durísimos, se hacen eco del terrible día a día de convivencia con un invasor que, tras un cierto falso espejismo de resplandor inicial, empieza a desplegar su maquinaria represiva, de cuyos ejemplos vais a permitir, insisto, que prescinda. Cada uno que lea este libro y se deje impactar por una u otra escena y que luego piense que se trata de casos reales, y realmente millones de personas han tenido que vivir así y pasar por todo eso.
Solo aclarar un detalle: no reseñaré ningún libro más de Svetlana Alexiévich aquí. Leeré los que se publiquen y me seguiré echando las manos a la cabeza, pero no pienso insistir más en la cuestión. Premio Nobel aparte: todo lo que esta escritora o como queráis llamarla ha escrito forma parte del conjunto de una obra que es imprescindible tener en cuenta. Profesores de historia, interesados en la literatura, curiosos acerca de la evolución de las sociedades en el siglo anterior. Incluso todos esos payasos que sueltan la palabrita de turno a primeras o esos descerebrados que coquetean con el negacionismo. Con todas las reservas que el término conlleva, más que imprescindible, obligatorio.

viernes, 6 de enero de 2017

Marcel Schwob: Vidas imaginarias

Idioma original: francés
Título original: Vies imaginaires
Año de publicación: 1896
Traducción: Olga Novo Presa
Valoración: muy recomendable

Dice un refrán español (un poco servil pero certero) que "algo tendrá el agua cuando la bendicen"; es decir, que cuando todo el mundo exalta la bondad de algo, por fuerza tiene que ser bueno. Ya, vale, no entremos en honduras... el caso es que todo lo que yo había hasta ahora sobre Marcel Schwob eran elogios. Empezando, como parece inevitable recordar, por la admiración que Borges sentía por su obra y puede que hasta por su figura -de hecho, Mayer André Marcel Schwob bien podría haber sido un personaje borgiano, por sí mismo-; también se dice que influyó en GideFaulkner y hasta Bolaño, además de ser amigo epistolar de R. L. Stevenson (parece que viajó hasta Samoa sólo para ver su tumba... y una vez allí, se dio media vuelta de inmediato) y haber conocido en su infancia a Jules Verne, que era amigo de su padre, un editor judío afincado en Nantes. Ahí es nada...

La característica principal de estas Vidas imaginarias es que no son imaginarias... al menos en un principio. Lo que hace Schwob es una serie de semblanzas de distintos personajes históricos más o menos conocidos: en algunos casos son ya célebres, como el filósofo Empédocles (paisano de Camilleri), el poeta Lucrecio o el pintor Uccello; en otros, son personajes secundarios o incluso marginales, que podemos encontrar en las biografías de otros más ilustres, como Loyseleur, el indigno juez que condenó a Juana de Arco o Gabriel Spenser, actor isabelino muerto a manos de Ben Johnson. El único personaje del que podemos tener la -casi- certeza de que no existió de verdad es Sufrah, el geomántico del cuento de Aladino. Las diferentes Vidas, además de estar dispuestas en orden cronológico, se van enlazando de forma a veces evidente y otras no tanto, dando como resultado una suerte de escalera que va descendiendo desde Empédocles, supuesto dios al escalón más bajo: Señores Burke y Hare, asesinos. Entre medias, un ramillete de joyas pirómanos reales o figurados -como el rencoroso poeta Angiolieri, autor de los inmortales versos: "Si yo fuera el fuego/ incendiaría el mundo"- prostitutas, herejes -el Fray Dolcino del que se habla en El nombre de la rosa-, ladrones, piratas varios, como el famoso capitán Kid... También otros personajes menos siniestros, como la célebre princesa Pocahontas, aunque éstos son los menos... de hecho, no es de extrañar que este libro fuera el modelo para la Historia universal de la infamia.

Lo que hace Schwob aquí es, con maestría y delicadeza ejemplares, conjeturar todo aquello que no conocemos de la vida de estos personajes, a partir de los datos que sí se conocen: el enamoramiento de la esclava hechicera Séptima, la pasión incestuosa de Clodia, la nostalgia por su niñez perdida de Katherine la Encajera, ramera... Incluso les regala un final alternativo al conocido por todos, como al satírico novelista Petronio. Les dota, a  la mayoría de ellos -incluso a los más infames-, de las tres dimensiones necesarias para dejar de ser simplemente unos nombres y unas líneas olvidados en algún libro, Los convierte, por arte de la palabra, en nuestros semejantes, incluso en nosotros mismos, en algún momento de nuestras vidas. Y de ahí el mérito y la fascinación que produce la obra de Schwob. 

¿Mis Vidas favoritas? Pues además de las ya mencionadas, quizás la del mayor Stede Bonnet, pirata por temperamento (y sin demasiada suerte como tal) o la del poeta trágico y maldito Ciryl Tourneur, "hijo de un dios desconocido y una prostituta". En realidad, todas son pequeñas maravillas, gemas narrativas que merece la pena conocer y atesorar, a la espera (vana, me temo) de que quizás algún día, alguien con el talento y la bonhomía de Marcel Schwob se digne a inmortalizarnos a nosotros o a nuestros fantasmas, de una forma tan sublime como ésta.

jueves, 5 de enero de 2017

Peter Stamm: Noche es el día

Idioma  original: alemán
Título original: Nacht ist der Tag
Año de publicación: 2013
Traducción: José Anibal Campos
Valoración: decepcionante


A menudo ocurre que uno se deja guiar por la intuición y por lo que ha leído acerca de un libro. En este caso, fue a raíz de una serie de entrevistas que hicieron al autor para promocionar este libro que provocaron que me atrajera la atención. El autor hablaba de una novela donde se pretendía reflejar cómo los cambios que experimentan las personas a nivel externo se traducen en un cambio también en la personalidad. El concepto de cómo está relacionado el exterior con el interior y la evolución de la identidad acorde con los cambios físicos (por motivos de la edad u otros) me interesó. Además, el hecho de ser  una novela escrita por Peter Stamm, autor finalista el 2013 del Man Booker International Prize, hizo que acabara de convencerme. ¿Valió la pena? Vamos a verlo.

Tenemos un personaje principal, Gillian, famosa presentadora de televisión que a raíz de un accidente de coche (no os desvelo nada, el libro empieza cuando el accidente ya ha ocurrido) sufre la muerte de su marido así como lesiones graves en su cara que alteran su parecido. A partir de aquí, el libro inicia una serie de flashbacks para ver la relación que tenía con su marido y cómo era su vida en las semanas anteriores al accidente cuando conoció a un artista que dedicaba su obra al retrato de mujeres desnudas. Hasta aquí, aunque la historia puede prometer, no es nada que no hayamos visto antes.

Sin querer revelar más acerca de la trama del libro, es sorprendente observar, a medida que avanzamos páginas, como un escritor tan altamente promocionado puede construir una novela tan vacía de contenido. Repleta de tópicos, de frases vacías sin sustancia ni relevancia y de párrafos que no aportan absolutamente nada, vamos avanzando en la lectura  de la novela esperando que algo nos sorprenda, no ya de la historia en sí (cosa harto difícil visto el argumento) sino al menos en su estilo. Lamentablemente no ocurre.

Las expectativas del escritor en lo referente a la motivación de la novela quedan claramente diluidas en una historia inverosímil, donde la transformación interna de la protagonista ya empieza antes del accidente con lo de que el cambio de identidad debido al accidente pierde su significado. Si hubiera seguido la trama argumental de la relación con el artista aún podría haber despertado algún interés pero justo cuando tiene definido el escenario de la trama, habiendo presentado los personajes, pega un salto temporal al futuro que acaba por echar por tierra cualquier atisbo de solidez. A modo de ejemplo, el autor opta porque el personaje de Gillian cambie de nombre para aumentar esta sensación de cambio como persona, en un intento que parece a la desesperada para conseguir credibilidad.

Si queremos historias donde se mezcle el arte, las relaciones y los deseos (correspondidos o no) entre artista y modelo, seguro que hay infinidad de libros netamente superiores (se me ocurre "Los ojos vendados" de Siri Hustvedt, por ejemplo). Si queremos historias sobre la capacidad de superación después de un hecho traumático, las hay a montones. Pero intentar mezclar las dos cosas, presentando primero a la protagonista en un primer tercio de libro, luego al artista en un segundo bloque y además jugar con dos momentos temporales en una novela de poco más de 160 páginas es harto complicado ya que se corre el riesgo de desdibujar la historia y no poder darle la solidez que requiere. O haces una novela extensa otorgando matices a los personajes y dándoles una personalidad definida y rica en detalles donde sí que la historia podría haber tenido margen de crecimiento, o te quedas en una novela corta que poco te aporta. De todos modos, no parece que una novela extensa hubiera sido mejor, visto el estilo de escritura del autor quien, además, declaró en una de las múltiples entrevistas promocionales que le hicieron, que el editor le pidió recortar algunas páginas. A saber qué contenían, visto lo visto.

Si los referentes de Peter Stamm son Hemingway, Scott Fitzgerald y John Williams como él mismo afirma, le queda aún mucho camino por recorrer. A menos que cambie mucho el estilo, no estaré pendiente de que esto ocurra.

miércoles, 4 de enero de 2017

Colaboración: Por la mañana me habré ido de Adrian McKinty

Idioma original: Inglés
Título original: In the morning I’ll Be Gone
Año de publicación: 2014
Traducción: Eduardo Hojman
Valoración: Recomendable

De los conflictos sectarios que la civilizada Europa ha cobijado en su regazo desde el fin de la II Guerra mundial, el del Ulster formaría parte con letras de oro en esta arraigada y viva tradición de fanáticos enconamientos, cerrilidad y dogmatismo. Afortunadamente, desde hace unos años los patriotas de ese territorio, más reducido que la provincia de Cuenca, intentan convivir con sus desavenencias y sus credos sin liarse a balazos, aunque solo sea después de pasarse tres décadas practicando el tiro al adversario, con un saldo de más de 3.500 asesinados y una sociedad fracturada por el desprecio y el odio al diferente y un enorme acopio de dolor por tantas vidas cercenadas, absurdamente truncadas.

Ahora es el momento para que eruditos, universitarios en busca de tesis y académicos varios se ganen la vida con sus canónicos relatos. Pero también tenemos la opción de los escritores; y la que nos ofrece Adrian McKinty (Belfast, 1968) con su Trilogía de los Troubles (Problemas) que cierra Por la mañana me habré ido  es igualmente pertinente, valiosa y cautivadora. McKinty retrata aquel infierno que fue el Ulster del primer lustro de los ochenta a través de los ojos de Sean Duffy, joven, licenciado, católico, detective de las RUC (policía que en aquellos años estaba conformada en un 85% por protestantes, lo que la hacía especialmente odiada por los irlandeses republicanos y blanco predilecto de sus acciones terroristas).

Duffy es un tipo que trata de sobrevivir en el marasmo de la confrontación intentando hacer su trabajo, pese a que la verdad no cotizaba excesivamente al alza en ninguno de los bandos enfrentados con su pléyade de lugartenientes, buscavidas, oportunistas, crápulas, peones, recaudadores, oficiales y generales cuyo objetivo era retener, mediante las siglas o las armas, el ínfimo, pequeño o mediano territorio de poder que les proporcionaba la situación de enfrentamiento armado. Así que Sean Duffy va por libre, exhibe con sus impertinencias una enorme capacidad de irritar a unos y otros y utiliza su indomable sarcasmo para retratar y dejar en evidencia la asfixiante, cruel y mezquina atmósfera que empapó los seis condados nororientales de Irlanda, con brujos del calibre del reverendo Ian Pasley o Gerry Adams, -que por cierto, acabaron negociando años después cómo se repartían el poder; uno, First Minister; el otro, Deputy Fisrt Minister.

Quizás en esta entrega Sean Duffy, que es recuperado por el MI5 del puesto de vigilancia de caminos de frontera donde había sido degradado, no muestre tanta petulancia  y desparpajo como en Cold Cold Ground (2012) y Oigo sirenas en la noche (2013) y adquiera un tono más reflexivo e incluso se permita algún ramalazo de melancolía. El madero que daba sablazos para autoconsumo a las drogas incautadas en el almacén de la comisaría, se tragaba el vodka con lima por botellas y se pirraba por los grupos en la cresta de la nueva ola se ve inmerso en una doble trama que entremezcla un clásico de la novela detectivesca como es el misterio de la habitación cerrada, con la persecución de uno de los rutilantes héroes del IRA con el que compartió pupitre escolar y gusto por una chica. Incluso puede que Sean Duffy queme sus últimos cartuchos como personaje literario y recuperando los versos que cantaba Tom Waits -del que en efecto, están tomados todos los títulos de la serie- en I’II Be Gone: “Cogeré cada sueño que aún respire,/ encontraré cada barco que vaya a zarpar/ dispararé a todas las luces del café,/ y por la mañana me habré ido”.

Firmado: Carlos Ciprés

martes, 3 de enero de 2017

Hanya Yanagihara: Tan poca vida

Idioma original: inglés
Título original: A little life
Año de publicación: 2016
Traducción: Aurora Echevarría
Valoración: Bastante recomendable 

Hey. Escritores de articulillos, de reseñas, de pequeños relatos de seis páginas con una sorpresa final oculta en las diez últimas líneas, de narración corta, de novela situacionista de no más de un centenar y pico. Comprended el respeto hacia quien se embarca en una novela de 1.000 páginas. Que hay que escribir, claro, pero corregir, estructurar, ordenar, dotar de ritmo, releer. Seguro que con un esquema concebido para su desarrollo. Quien se mete en un proyecto así merece esa reverencia hacia el que se lo ha currao. Pero no es una patente de corso. Ojito. Aunque habría que introducir cierto matiz. La edición en español cruza esa barrera de las 1.000 páginas pero la original se queda en las 800. Otra cuestión: esa portada casi disuasiva, también incorporada de la edición original, que envía mensajes equívocos. Y la traducción del título, con ese tan que desprende ese hálito de lamentación.
Menos mal que el fajín ha de ser grueso, para que quepa la lista de medios que han destacado esta novela entre las mejores. Aunque también hay quien la pone a caldo. Que a mí me da por pensar que muchos de los que están criticando la novela o comparándola con esperpentos como las Sombras de Grey ni se la han leído. Yo también me pensaba que la cosa iba a ir de sexo gay a punta pala y ya había cubierto mi cupo del 2016 con la extraordinaria Yo te quise más y no. La cuestión es que es muy difícil zanjar esta (demasiado) extensa novela, y si opto por un "bastante recomendable" es porque Tan poca vida ha sufrido ese fenómeno que yo denominaría respuesta crítica pendular. Promocionada como la Gran Maravilla, la reacción de ciertos medios ha sido ponerse las manos a la cabeza y considerarla una nadería sentimental. De ahí ha surgido una tercera vía. La de que no exageremos en un sentido u otro. Así que ya cubiertos los tres posibles resultados del partido, se convierte en difícil emitir un juicio a espaldas de tal griterío.
Y no tiene sentido empeñarse en negarle méritos. Esta es la historia de cuatro amigos desde los primeros pasos de su vida profesional a lo largo de cuatro décadas. Son Malcolm, arquitecto, Willem, actor, JB, pintor, y Jude, matemático y abogado. Viviendo en NY. Uno de ellos, Jude, huérfano, es el centro absoluto: arrastra un durísimo pasado de malos tratos y vejaciones que se inician con su estancia en un Hogar de Niños donde los religiosos han empezado sus abusos a una edad muy temprana. Lo cual emparenta en cierto modo Tan poca vida con la narrativa testimonial de James Rhodes en Instrumental. Pero no existe posibilidad de redención para Jude. Su físico y su psique han quedado devastados. Ni su éxito profesional parece redimirle. Arrastra una ostensible cojera, su cuerpo está repleto de cicatrices, y su única escapatoria es el salto al vacío: necesita autolesionarse como medio para recuperar el control de su organismo, aquel del que se ha visto despojado por todos los hechos acontecidos en el tiempo de su niñez y su adolescencia. No hace falta decir que estamos ante una novela dura y triste. Jude se lamenta de su condición y de aquello a que ésta le ha obligado con respecto a su existencia. Cuando es maltratado de forma cruel por una de sus parejas aduce que las personas como él han de conformarse con las oportunidades que se les presentan. 
Con lo que mi sensación sobre esta novela es que sí, habla de la amistad, sí, puede que trate también del amor incondicional, no solo manifestado en las relaciones de pareja, pero sobre todo trata de cómo marca el maltrato la existencia, y cómo neutraliza ese legítimo sentimiento que es la autoestima. Cómo el que este maltrato se traduzca también en secuelas físicas atrae la lástima y a conmiseración y todos esos sentimientos que uno odia suscitar. Jude piensa que merece todo lo que le sucede y que cualquier síntoma de mejora (ser adoptado a edad tardía por Harold y Julia, triunfar en los tribunales, ser querido por su pareja) es susceptible de volatilizarse por el acto más nimio. Cómo no va a serlo si su pasado se desvela. Ese torbellino arrastrará a quien se acerque a él.
Hanya Yanagihara mantiene al lector pegado a las páginas de esta novela. Lo hace con un estilo pulcro y emocional, pero no inflamado. Jude es un personaje que abruma y desborda, quizás porque comprendemos hasta sus actos más absurdos. Ni fácil ni agradable ni necesario ni, seguramente, nuevo. Mucha gran literatura ha partido del filón del individuo torturado para el que todo va a peor. Y seguramente podía decirse todo en unas cuantas páginas menos. Aceptando todo eso, y que no todo el mundo esté preparado para una experiencia tan devastadora, una novela muy destacable ante la que es imposible la indiferencia.

lunes, 2 de enero de 2017

Pier Paolo Pasolini: Demasiada libertad sexual os convertirá en terroristas

Idioma original: Italiano
Título original: Saggi sulla politica e sulla società
Traducción: Paula Caballero Sánchez y Miguel Ros González
Año de publicación: 1999
Valoración: Interesante

Hay que reconocer que un título como "Demasiada libertad sexual os convertirá en terroristas" es un gancho excelente. Llama la atención en la librería o en la biblioteca, con ese fondo verde de la portada y el dibujo de dos jóvenes, hombre y mujer, completamente desnudos, sentados en el suelo delante de un hombre ligeramente más mayor, vestido con chaqueta y corbata y gesto adusto. Pero puede llevar a engaño.

Y es que el libro es una recopilación de artículos escritos por el cineasta y escritor entre 1942 y 1973 y que podríamos agrupar en cinco grandes temas: la violencia y la guerra, la educación, la cultura, la sociedad y la política. Se añaden, además, "Casi un testamento", resumen de las reflexiones y observaciones que había hecho a lo largo de 6 años de encuentros con el periodista inglés Peter Dragadze, y la última entrevista que concedió, pocas horas antes de su brutal asesinato.

Pasolini fue un personaje "contradictorio" (marxista, católico, homosexual...) en una época tremendamente convulsa en Italia, un "verso suelto", un continuo azote del pensamiento y del modo de vida burgués, tanto a través de sus escritos como a través de su cine. En fin, uno de esos personajes que no dejaba indiferente a nadie. Y esto es algo que se aprecia en los artículos compilados en esta edición.

Sus ataques a la burguesía, a los modelos educativos y culturales de la época, a la sociedad de consumo o a la uniformidad de pensamiento son furibundos, destacando, sobre todo, los dedicados a los modelos culturales y educativos, a los que el autor considera alienantes, vacíos, inservibles. El análisis que de ellos hace es sumamente esclarecedor y son, sin duda, lo mejor del libro. Y, desgraciadamente para nosotros, pese a haber transcurrido ya 40 o 50 desde la publicación de estos artículos, uno se da cuenta de que siguen plenamente vigentes.
Otros artículos, en cambio, por centrarse en fenómenos más de su tiempo quizá no sean tan atrayentes para un lector del año 2016. 
Interesante es también "Casi un testamento", donde se nos ofrecen, de forma esquemática, las opiniones de Pasolini acerca de temas como el capitalismo, el pacifismo, comunismo y religión, etc.

Resumiendo, se trata de una buena aproximación al ideario de Pier Paolo Pasolini, de un libro curioso en el que, a primera vista, llama la atención la portada pero lo que realmente sacude es lo que lleva en su interior. Aunque yo, sinceramente, me quedo con sus películas. Y ya puestos a elegir, con "El evangelio según San Mateo", "Pajaritos y pajarracos" y "Mamma Roma".

domingo, 1 de enero de 2017

William M. Thackeray: Una cena en casa de los Timmins

Idioma original: inglés
Título original: A little dinner at Timmins's
Año de publicación: 1856?
Traducción: Ángeles de los Santos
Valoración: está bien

Hay varias editoriales y colecciones que en los últimos años se han dedicado a recuperar "pequeñas joyas literarias": obras pequeñas en número de páginas pero que dan gran placer a los lectores. Lo ha venido haciendo Acantilado, por ejemplo, con las obras de Stefan Zweig, o la editorial Minúscula, y lo hace también Periférica con su colección Largo Recorrido, que incluye obras de los siglos XX y XXI de entre 50 y 200 páginas.

Y una de ellas es esta Cena en casa de los Timmins, de William M. Thackeray, autor de Vanity Fair (la novela, no la revista) o La suerte de Barry Lyndon (que Kubrick adaptó al cine), y uno de los maestros de la sátira británica, una literatura en la que no faltan buenos satiristas.

Una cena en casa de los Timmins fue publicada originariamente en la revista Punch. Es una novela breve, un cuento largo o un reportaje cómico-ficticio, si se quiere, sobre un evento social organizado por el matrimonio Timmins, pequeñoburgueses londinenses que querrían ser grandeburgueses o incluso aristócratas. Todo el relato gira en torno a este conflicto: lo que los Timmins quieren aparentar, frente a lo que realmente pueden permitirse.

La novela está escrita con un humor burlón y un poco cruel, teniendo en cuenta que constantemente se nos dice que los Timmins son buenas personas. Sus defectos (el marido es un pusilánime, la mujer es caprichosa y algo inconsciente, la suegra es entrometida y cabezota...) se combinan con su gran error trágico (querer impresionar a una serie de personas que ni siquiera les caen bien) para arrastrarles a una catástrofe.

Desde luego que Thackeray tiene una pluma afilada, en la tradición de Jonathan Swift por ejemplo. (Los nombres de las calles citadas en la obra están tomadas, por ejemplo, de Los viajes de Gulliver). Pero personalmente he echado en falta, quizás porque estoy habituado a las estructuras de la comedia televisiva o cinematográfica, que toda esa lenta preparación de la cena que da título a la novela no desemboque en una escena descacharrante, en la que se acumulen los golpes, los malentendidos y las risas. En este caso la sensación es algo anticlimática, porque aunque las cosas salen mal en la cena, efectivamente, no salen tan rematadamente mal como para arrancarnos unas buenas carcajadas.

Por eso, la sensación final es algo agridulce: Thackeray maneja la sátira con ligereza, es divertido, ocurrente, entrometido como narrador. Pero en este caso, quizás por el formato escogido o quizás por no querer hacer demasiada sangre con unos personajes que en el fondo son simpáticos, parece faltarle algo. Es el problema con publicar obras mínimas de forma independiente: si esto fuera un cuento en una colección de sketches satíricos, estaría muy satisfecho; como libro, deja con ganas de más.

La parte positiva es que ahora es posible que me anime a leer La feria de las vanidades, a ver si en gran formato Thackeray consigue  convencerme...