domingo, 1 de enero de 2017

William M. Thackeray: Una cena en casa de los Timmins

Idioma original: inglés
Título original: A little dinner at Timmins's
Año de publicación: 1856?
Traducción: Ángeles de los Santos
Valoración: está bien

Hay varias editoriales y colecciones que en los últimos años se han dedicado a recuperar "pequeñas joyas literarias": obras pequeñas en número de páginas pero que dan gran placer a los lectores. Lo ha venido haciendo Acantilado, por ejemplo, con las obras de Stefan Zweig, o la editorial Minúscula, y lo hace también Periférica con su colección Largo Recorrido, que incluye obras de los siglos XX y XXI de entre 50 y 200 páginas.

Y una de ellas es esta Cena en casa de los Timmins, de William M. Thackeray, autor de Vanity Fair (la novela, no la revista) o La suerte de Barry Lyndon (que Kubrick adaptó al cine), y uno de los maestros de la sátira británica, una literatura en la que no faltan buenos satiristas.

Una cena en casa de los Timmins fue publicada originariamente en la revista Punch. Es una novela breve, un cuento largo o un reportaje cómico-ficticio, si se quiere, sobre un evento social organizado por el matrimonio Timmins, pequeñoburgueses londinenses que querrían ser grandeburgueses o incluso aristócratas. Todo el relato gira en torno a este conflicto: lo que los Timmins quieren aparentar, frente a lo que realmente pueden permitirse.

La novela está escrita con un humor burlón y un poco cruel, teniendo en cuenta que constantemente se nos dice que los Timmins son buenas personas. Sus defectos (el marido es un pusilánime, la mujer es caprichosa y algo inconsciente, la suegra es entrometida y cabezota...) se combinan con su gran error trágico (querer impresionar a una serie de personas que ni siquiera les caen bien) para arrastrarles a una catástrofe.

Desde luego que Thackeray tiene una pluma afilada, en la tradición de Jonathan Swift por ejemplo. (Los nombres de las calles citadas en la obra están tomadas, por ejemplo, de Los viajes de Gulliver). Pero personalmente he echado en falta, quizás porque estoy habituado a las estructuras de la comedia televisiva o cinematográfica, que toda esa lenta preparación de la cena que da título a la novela no desemboque en una escena descacharrante, en la que se acumulen los golpes, los malentendidos y las risas. En este caso la sensación es algo anticlimática, porque aunque las cosas salen mal en la cena, efectivamente, no salen tan rematadamente mal como para arrancarnos unas buenas carcajadas.

Por eso, la sensación final es algo agridulce: Thackeray maneja la sátira con ligereza, es divertido, ocurrente, entrometido como narrador. Pero en este caso, quizás por el formato escogido o quizás por no querer hacer demasiada sangre con unos personajes que en el fondo son simpáticos, parece faltarle algo. Es el problema con publicar obras mínimas de forma independiente: si esto fuera un cuento en una colección de sketches satíricos, estaría muy satisfecho; como libro, deja con ganas de más.

La parte positiva es que ahora es posible que me anime a leer La feria de las vanidades, a ver si en gran formato Thackeray consigue  convencerme...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Anda que empezar el año con un libro que 'esta bien' vaya pufo. Abrazo!

Santi dijo...

Es que el año nuevo ULADiano es el 1 de marzo... :P

Ya habrá oportunidad de reseñar "muy recomendables" e "imprescindibles" a lo largo de este 2017...

¡Feliz año, un abrazo!

Miguel Yuste dijo...

Lo importante es que estais siempre al pie del cañón, asi que ZORIONAK

Anónimo dijo...

Estos victorianos eran demasiado comedidos. Su máxima audacia era pronunciar un ¡cielos! arrugando la nariz. El almidón de la pechera del frac tapaba todas las miserias. Hata que llegó Stevenson y mister Hyde nos enseñó el fondo de esta sociedad. La otra cara de la hipocresía.