Año de publicación: 2021
Valoración: Está bien (o, lo que es lo mismo en este caso, un poquito decepcionante)
Si no recuerdo mal, supe de Santiago Roncagliolo allá por 2003 o por ahí, cuando una amiga de un viejo foro de internet (Alquimista, ojalá sigas bien) nos hacía llegar los artículos culturales de Luis Algorri, entonces conocido como Incitatus. Con su tono habitualmente enfático, Incitatus hablaba de un muy joven autor peruano al que presagiaba un futuro brillante, probablemente a raíz de la publicación de su primera obra de cierta repercusión, tal vez Pudor. Mucho más tarde terminé por conocer directamente algo de Roncagliolo en Abril rojo, que me gustó bastante, y decido abrirle de nuevo la puerta al saber de la publicación de Y líbranos del mal.
Las buenas vibraciones de la anterior lectura se confirman en las primeras páginas de esta nueva novela. Se presenta a una familia de peruanos emigrados en los Estados Unidos, con apariencia de estabilidad y completo olvido de las raíces, excepto por las esporádicas visitas de la abuela, que intenta transmitir a su nieto algunas tradiciones. Ante el deterioro en la salud de la anciana y la rotunda negativa del padre a pisar de nuevo el Perú, es el nieto, el joven James, el que se desplaza para atenderla en sus últimos meses de vida. Como es lógico, el chico sufre el shock de encontrarse en una cultura que ya le es completamente ajena y, sobre todo, ante un panorama de chismorreos y silencios que no entiende, pero que parecen ocultar algo sospechoso en torno a su familia, en concreto a su padre.
Esto es una especie de prólogo, con un espléndido dibujo de personajes, secuencias medidas de diálogos, acción y silencios, todo muy prometedor.
Sin embargo, el relato, ya situado en Lima, empieza a volverse algo gaseoso. James va obteniendo indicios de algo que ocurrió en el pasado, encuentra gestos hoscos, personajes huidizos y miradas inquietas, y se decide a indagar. La trama tiene bastante de novela de formación y una pizca de thriller, al tiempo que el joven siente sobre sí el choque de un entorno más bien hostil, lo que Roncagliolo no desaprovecha para presentar la fractura entre los barrios privilegiados, como el de su familia, y la enorme ciudad donde predomina la pobreza, vestida de un cierto embrutecimiento y, sobre todo, dominada por códigos que el protagonista no es capaz de desentrañar. Por cierto, que el ambiente de esas zonas vip de tendencia anglófila recuerda un poco al que pintaba Bryce Echenique en Un mundo para Julius, aunque lejos de la sutileza y la gracia de que hacía gala don Alfredo.
El caso es que toda esa construcción de misterios y sospechas va a dar a un relato centrado en un grupo religioso (podríamos llamarlo secta), que identificamos como el Sodalicio, de cierta repercusión allá por los 70 del siglo pasado, y asimilable quizá a otros colectivos parecidos. Allí se mezclan fanatismo religioso, clasismo, adoctrinamiento y abusos sexuales, bajo el dominio de un iluminado cuyo poder se va extendiendo sin freno. Es todo ello un material que parece bien apropiado para un texto lleno de tensión, con fuerte carga de denuncia y cierto punto de misterio.
Pero a la novela la falta consistencia, parece una simple adición de elementos con una conexión bastante discutible, y que se traduce en unos cuantos testimonios dispersos (el cura que conoció al líder, el psicólogo que fue su discípulo, un desconocido alcohólico lleno de rencor, la cooperadora social que fue despreciada por el padre), conducidos a veces por largos relatos en primera persona, otras a través de un dudoso narrador omniscente. Tampoco queda muy claro el papel, poco a poco predominante, que juegan unas relaciones homosexuales que, así incrustadas entre los entresijos escabrosos de ese grupo sectario, podría decirse que aportan, queriéndolo o no (espero que no), una especie de plus de sordidez.
Una sucesión de retazos a la que falta coherencia, que no termina de conformar una historia de la potencia esperada, algo que desde luego sorprende (para mal) en un autor que otras veces ha demostrado capacidad para hacer funcionar historias más o menos complejas. Da la impresión de que Roncagliolo ha querido a toda costa montar una novela en torno a estos temas espinosos, y ha hecho prevalecer sobre la lógica narrativa el deseo de exponer (o más bien dejar entrever) una turbiedad general, de forma que el resultado suena a veces más bien a crónica periodística novelada, cuando no a obra de encargo. Todo lo cual, sin dejar de constituir una lectura aceptable, porque Santiago escribe bien y siempre hay momentos de alguna brillantez, resulta algo decepcionante para quien espera bastante más de un autor que, está claro, ha tenido momentos mejores.
3 comentarios:
Hola, compay:
Algo parecido me pasó con Roncagliolo. Bastante (o muy) bien Abril Rojo, pero un par de cosas más que he leído de el están muy muy por debajo.
Quizá sea este hombre un "one-hit wonder"!
A mí también me gustó mucho "Abril Rojo", lo primero que leí de Santiago R., pero me defraudó y mucho "Memorias de una dama". No obstante, a pesar de las pegas que le pones a este, me llama la atención.
Bien, compañeros, parece que vamos por caminos parecidos. Coincidimos en elogiar "Abril rojo" y en sentir después una especie de pequeña decepción, quizá es que en aquel momento Roncagliolo dio con la tecla que no ha vuelto a encontrar después. "Y líbranos del mal" no es una mala lectura, solo que está bastante lejos de aquellas expectativas. Se puede decir que está bien en la forma pero tiene algo de fallida en el contenido, demasiados ingredientes, algo escrito como a ramalazos que no se integran bien. No sé, veremos qué nos ofrece más adelante.
Un saludo a los dos.
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