sábado, 3 de diciembre de 2022

bell hooks: Enseñar pensamiento crítico

Idioma original: inglés
Título original: Teaching Critical Thinking: Practical Wisdom
Traducción: Josefina Caball, en catalán para Raig Verd y Víctor Sabaté en castellano, para Rayo Verde
Año de publicación: 2010
Valoración: entre recomendable y muy recomendable


Si bien es cierto que en ULAD acostumbramos a reseñar narrativa (a excepción de Juan y Oriol, que se pirran por los libros con dibujos novela gráfica) tengo la sensación de que la no ficción o el ensayo cada vez están más presentes. No sé si será a consecuencia de nuestro cada vez más cambiante mundo de incierto y preocupante futuro, pero recién me doy cuenta, a pocas semanas de cerrar el año, que este ha sido de largo el que más ensayo he leído (cerca de un 30% de mis lecturas). Y este hecho se debe a dos motivos: la cada vez más evidente proliferación de interesantes ensayos y mi creciente interés por intentar entender el mundo que nos rodea.

Considerada una de las grandes activistas feministas estadounidenses, con una amplia trayectoria en el campo de la enseñanza y de los estudios científicos acerca de la cultura de masas, el feminismo y la etnicidad entre otros, bell hooks posee una trayectoria literaria muy amplia con más de treinta ensayos publicados en torno a los temas mencionados. Este hecho se constata justo ya en el inicio del libro, que abre con una introducción en la que nos explica su paso por la universidad y el choque y decepción que le supuso encontrar en ella profesores sexistas, racistas y muy autoritarios, en contraposición de lo que creía pues ella «tenía la universidad idealizada. Creía que sería un paraíso del saber en el cual todos tendríamos tanto trabajo en estudiar que no habría tiempo para las mezquindades de este mundo, y todavía menos para el racismo». Así, en este último libro de la trilogía dedicada a la enseñanza (tras «Enseñar a transgredir» y «Enseñar a la comunidad») cambia un poco de registro pues en este caso no se trata de una recopilación de relatos, sino que está «centrado en problemas y preguntas que me han preguntado docentes y alumnos» de manera que «todos los puntos que abordará el libro surgen de conversaciones que tuve con docentes y estudiantes».

Cabe decir que el inicio del libro es muy potente, pues se centra especialmente en el pensamiento crítico y su necesidad, una necesidad que nos viene dada por naturaleza puesto que «los niños tiene una predisposición biológica a ser pensadores críticos» y eso es algo que debe tenerse en cuenta y alimentarse desde la enseñanza, con una pedagogía comprometida cuya «estrategia docente los objetivos de cuál son conseguir que los estudiantes recuperen el deseo de pensar y hacer que este deseo se haga realidad». Con esta premisa nuclear, hooks cita a Daniel Willingham quien dice que «el pensamiento crítico consiste en ver los dos lados de un problema, mantener una actitud abierta delante de nuevas pruebas que refuten ideas inmaduras, a razonar desapasionadamente, a exigir que las afirmaciones vayan acompañadas de pruebas» y esto debe venir potenciado desde la escuela, pues «como guías y facilitadores, los profesores tienen que descubrir lo que saben los alumnos y lo que necesitan saber (…) necesitamos tiempo para evaluar a quién enseñamos». Y este hecho es clave, pues hooks hace gran hincapié en la enseñanza circular, basada en la aportación de profesores pero también de alumnos, pues «la pedagogía comprometida hace énfasis en la participación mutua porque es el movimiento de las ideas, intercambiadas por todo el mundo, lo que fragua una relación efectiva y valiosa entre todos los miembros de la clase» pues «la pedagogía comprometida presupone que cada uno de los alumnos puede hacer una contribución valiosa al proceso de aprendizaje». De esta manera, «como profesores, nuestro papel consiste en guiar nuestros alumnos en el camino del pensamiento crítico. Aprendiendo y hablando todos juntos, nos alejamos de la idea de que la experiencia de adquirir conocimiento es privada, individual y competitiva. Escogiendo y fomentando el diálogo, nos implicamos mutuamente en una asociación para el aprendizaje», pues «con la conversación, la verdadera conversación, podemos limpiar el sistema de venenos como las falsas suposiciones, los prejuicios, la ignorancia, la información falsa y la falta de perspectiva, de imaginación y de tenacidad».

De igual manera, además de la necesidad de fomentar la conversación y la transversalidad entre alumnos y profesores, bell hooks critica el actual modelo de enseñanza pues se centra en la adquisición de conocimientos y, a pesar de que, «vivimos en un mundo en el que se anima a los niños a imaginar, dibujar, pintar, crear espacios imaginarios y nuevas identidades, e ir allí donde la mente les lleve, cuando el niño se va haciendo mayor, la imaginación se ve como algo peligroso, una fuerza que puede dificultar la adquisición de conocimientos. Cuanto más arriba estás en la escala de aprendizaje, más te piden que olvides la imaginación (excepto en el caso que se haya escogido un camino creativo…) y que te centres en la información que es realmente importante». Este hecho supone un lastre para el crecimiento pues «aquello que no podemos imaginar no puede llegar a existir. Necesitamos imaginación para iluminar aquellos espacios que no cubren los datos, los hechos y la información documentada». Así mismo, defiende la idea cada vez más popular de que hay que tratar y trabajar las emociones ya desde pequeños, afirmando que «la consciencia emocional y la expresión de las emociones han de tener un espacio en el aula. Igualmente, la mayoría de los profesores prefieren que no haya lloros ni ninguna otra muestra de sentimientos intensos. No nos han formado para que sepamos responder de una manera constructiva cuando los alumnos muestran sentimientos abrumadores».

A partir de ahí, superada ya la mitad del libro, bell hooks redirige el ensayo hacia su parte más activista, más social y menos teórica, más basada en su propia experiencia, pues nos habla de la importancia de los centros educativos para aquellos niños «pobres procedentes de colectivos explotados u oprimidos y privados de derechos. Para muchas de estas criaturas, la escuela es el lugar donde, según Branden, deben tener una segunda oportunidad: ”la oportunidad de adquirir un concepto mejor de sí mismos y una visión más positiva de la vida de la que les ofrecen en casa”». hooks nos habla de habla de consciencia social, feminismo y lucha de clases pues «los dos grandes movimientos por la justicia social de nuestro país que cambiaron todos los aspectos de nuestra cultura y crearon pequeñas pero poderosas revoluciones en la educación son el movimiento de los derechos civiles y el movimiento feminista». De esta manera, y mostrando su vertiente feminista, nos habla del amor y las relaciones en un mundo patriarcal, aseverando que «nos obsesionamos en amar a otra persona porque, según parece, a las mujeres nos cuesta mucho amarnos a nosotros mismas. Mientras el patriarcado continúe vigente, las mujeres poderosas, independientes y con autoestima siempre serán una amenaza para el statu quo».

En resumidas cuentas, «Enseñar pensamiento crítico» es recomendable en conjunto, pero muy recomendable en su primera mitad cuando se centra en destacar la necesidad de una enseñanza basada en la crítica y en la necesidad de fomentar diálogo abierto en las aulas, cuando comparte su ideología sobre la educación y el pensamiento. Esta es la parte más interesante del libro por las ideas que transmite, superior a los fragmentos en los que habla sobre su propia vida o experiencias concretas en aulas que son menos potentes o interesantes. 

Dice bell hooks, en el tramo final del libro, que «el pensamiento crítico fomenta el entusiasmo por aprender a lo largo de toda la vida. Esta manera de entender está estrechamente relacionada con la sabiduría práctica, que nos ayuda a recordar que las ideas no son fijas ni estáticas, sino que son siempre susceptibles al cambio». Y, entre la gran cantidad de ideas que el libro difunde, destaco especialmente la siguiente, por su importancia y porque la suscribo completamente: «leer permite a toda la ciudadanía de este país y del mundo asumir responsabilidad cívica (…) Leer me dio el poder de viajar a lugares con la mente y la imaginación. Leer me ensanchó la consciencia». ¡Qué gran regalo, la lectura!

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