lunes, 5 de diciembre de 2022

Fight Combo: Megatiburón contra Crocosaurio

Vale, amigues, antes de que se me eche todo el mundo encima por el título de esta entrada (sí, esto es lo que se llama un clickbait), hablemos un momento sobre los monstruos, esas criaturas pavorosas, aunque fascinantes, que ocupan nuestras pesadillas, pero también parte, en mayor o menor medida, de nuestro tiempo de ocio. Como resulta obvio, no me refiero a los especímenes mutantes de las películas de serie B que ponen en la tele los sábados por la tarde, sino también a los mucho más frecuentes monstruos humanos que pueden vivir entre nosotros sin hacerse notar... ¿Y quiénes son esos monstruos que ocupan la parte alta del ránking en nuestras sociedades occidentales del siglo XXI? Pues, por ejemplo, los siempre cinematográficos asesinos en serie. Los terroristas, claro... (bueno, si sus ideas coinciden con las nuestras, no tanto). Y, cómo no, los violadores pedófilos. Que es, y nunca pensé que escribiría esta frase, adónde quería yo llegar... Como todo el mundo sabe, en la Historia de la literatura la figura del pederasta tiene un nombre y un libro: el Humbert Humbert de Lolita. De hecho, desde que apareció esta novela de Nabokov, hay que tenerlos muy bien puestos (lo que sea) para escribir otra sobre estos tipos y, más aún, que recoja, siquiera en parte, su punto de vista. Pues bien, en tiempos más o menos recientes dos escritoras latinoamericanas lo han hecho y sin arredrarse ante tal reto, Como también es obvio, los resultados no podían ser tan brillantes como el caso de Lolita, pero tampoco resultan desdeñables, en absoluto. Y, aunque, por supuesto, no se trata de comparar dos libros de dos escritoras diferentes (eso está un poco feo), aquí hemos venido a jugar, así que veamos al menos cual de los dos monstruos causa más repeluzno:


Idioma: español

Año de publicación: 2016

Valoración: entre recomendable (para quien se atreva) y está bien

El pederasta/monstruo pentápodo -huelgan las explicaciones sobre el título- de la mexicana Liliana Blum no es aquí un distinguido emigré europeo, sino un pequeño constructor de la ciudad de Durango (no me refiero a la vasca, huelga también decirlo), llamado Raymundo Betancur, un hombre trabajador, formal y afable... todo un pilar de la sociedad,  que se sirve de su tranquilizadora presencia, sus dotes organizativas y su destacable astucia para secuestrar niñas  de las que abusa en el sótano de sus casa. Una joyita, vaya.

La historia se nos cuenta desde el punto de vista de Cinthia, la última niña secuestrada, su desesperada madre, del propio pederasta -de quien conocemos así la naturaleza de sus apetitos, sin que ello lo haga menos repugnante- y, por último, de un cuarto personaje especialmente interesante: Aimée, una mujer con acondroplastia que es su novia y cómplice y que le escribe después acerca de todo lo sucedido... Que un pederasta tenga una novia enana puede parecer tan sólo una ocurrencia, una humorada de la autora del libro, pero lo cierto es que resulta un personaje clave en esta novela, y quien la dota no sólo de más facetas, sino también de una mayor profundidad. Dejando aparte a la niña y su madre, claro está, Aimée es el personaje más trágico de la novela, al tiempo que quien humaniza una historia que, en otro caso, no dejaría de ser una versión más cruda de la de Caperucita y el lobo. Pero Aimée es la abuelita y el cazador a la vez, víctima, cómplice y verdugo del monstruo, del Barbazul que esclaviza a las niñas. Un acierto de Liliana Blum, este personaje, que ayuda a digerir una historia difícil de leer, por lo que cuenta, pese a la impecable factura de esta novela.


Idioma: español

Año de publicación: 2019

Valoración: está bien

El tono de Degenerado, de la argentina residente en Francia Ariana Harwicz es bastante diferente; en esta novela es tan sólo el propio pederasta asesino quien se dirige a nosotros, o más bien lo hace a sus conciudadanos, a la jueza, a sus padres y, sobre todo, a sí mismo, en un incesante torrente de pensamientos y palabras que le sale a borbotones, un verdadero "chorro de conciencia"  que no pretende ser coherente -y parte de la gracia de la novela consiste en tratar de averiguar hasta qué punto lo es o no-, ni tampoco una confesión de su crimen. De hecho, el degenerado del título, de quien ignoramos nombre y edad exacta, -aunque parece ser un hombre mayor, parece que judío y tal vez de origen lituano o ruso, aunque viva en un pequeño pueblo de Francia (como la autora)- proclama en ocasiones su inocencia, aunque en otros momentos sí queda más claro que es culpable de haber violado y asesinado a una niña. Tampoco es que la claridad sea lo que parece preocupar más a la autora, por otra parte.

De todos modos, hay que señalar que en este chorro de palabras y pensamientos del tipo entra de todo, menos, casi, el propio crimen: va relatando -de aquella manera- su detención y procesamiento, las declaraciones del tribunal y de los testigos, sus propias refutaciones... pero, además, de forma harto confusa, episodios de su infancia -seguramente mixtificados-, recuerdos sobre la relación con sus padres y entre ellos, sus opiniones sobre la sociedad y su hipocresía, etc. En fin, un totum revolutum que resulta interesante e incluso creíble como expresión de una mente atormentada y/o desquiciada, pero más complicado de seguir como hilo narrativo por el que guiarse. Lo mejor, creo yo, es surfear por encima de toda la palabrería y quedarse más con la impresión general que con el sentido, al pie de la letra, de cada frase o párrafo.

Resulta difícil empatizar o siquiera comprender al protagonista, aunque no tanto, que también, porque haya cometido un crimen execrable, como por su carácter caótico, agrio y misántropo. Ni tampoco con los argumentos, un poco tópicos, de su autodefensa, que se resumen en: 

  1. Lo que en unas sociedades y/o épocas es admisible, en otras se persigue.
  2. Todo el mundo es un "degenerado" en la intimidad, porque el que no hace unas cochinadas, hace otras.
  3. Soy un chivo expiatorio de la hipocresía social.
Digamos que trata de resultar "celinesco" y se queda en una imitación de los personajes "houllebecquianos", ya de por sí no demasiado atrayentes. Quizás haya sido esta la intención de la escritora, a quien, al parecer, le gusta resultar heterodoxa y polémica, y en tal caso, lo ha conseguido. Otra cosa es que pueda resultar cautivadora o rompedora esta novela, cuya lectura es interesante, sin duda tanto conceptualmente como en lo  que se refiere a la técnica narrativa resultante, pero que no sé si se recordará con agrado (o desagrado, que tanto da) por quienes la lean. Como "monstruo", pues, al degenerado en cuestión le sobra verborrea y le falta cierta consistencia.

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