martes, 20 de diciembre de 2022

Henry David Thoreau: Walden

Idioma original: inglés

Título original: Walden  

Traducción: Marcos Nava García 

Año de publicación: 1854

Valoración: Entre recomendable y Está bien


Thoreau fue un tipo bastante singular: pensador, quizá filósofo, de amplísima cultura clásica, agrimensor y estudioso de la naturaleza, de vocación profesoral, esencialmente rebelde, en fin, un personaje polifacético sobre cuyas ideas hablaremos un poco a continuación. En 1845 se construyó una cabaña junto a la laguna Walden, en pleno bosque aunque no muy lejos de su casa en Concord, y se fue a vivir allí durante aproximadamente dos años. El libro es, entre otras cosas, una crónica de aquella experiencia.

Hay que empezar por afinar un poco la idea. No es que Thoreau se fuese al bosque en modo ermitaño, aislado de la civilización y huyendo del mundo. En este sentido, su estancia no resulta muy radical. Con frecuencia volvía al pueblo a hacer alguna compra y cenaba de vez en cuando en su casa, además de recibir visitas en su cabaña y relacionarse con leñadores, pescadores, paseantes y campesinos de los alrededores. Así que no es la experiencia mística del superviviente solitario. Con este formato, puede decirse que lo que intenta es llevar a la práctica algunos de los principios fundamentales de su pensamiento.

Desde mi punto de vista, el primero de ellos es el individualismo, ese individualismo feroz que es la marca inconfundible de lo norteamericano, algo que arranca de los propios orígenes del país, muy marcado a mediados del XIX cuando escribe Thoreau y todavía plenamente vigente a estas alturas del siglo actual. La figura del autor, voluntariamente aislado en el bosque, levantando su propia casa y buscando alimento por sí mismo, es (aunque matizada por las peculiaridades que he apuntado antes) la imagen misma del hombre que subsiste en base a sus propias fuerzas, que no necesita comunidad ni gobierno para progresar y construir su vida. Todo el libro tiene el foco puesto en el individuo, supuestamente autosuficiente y sin ataduras que le limiten.

Ese rechazo a todo lo que sea ajeno o colectivo (incluido el ferrocarril que acababa de tenderse muy cerca de su refugio), en buena parte incluso a toda autoridad, tiene reflejo en otra de sus obras más conocidas (Desobediencia civil) y en anécdotas como su paso por el calabozo por negarse a pagar impuestos, parece que en protesta por la esclavitud y la guerra contra México, o su renuncia como profesor en Harvard para dar clases en un instituto de Massachusetts. En Thoreau puede apreciarse con bastante claridad la zona de penumbra, no demasiado amplia, donde ese rechazo al orden establecido desde un individualismo radical que podría considerarse ultra linda con el anarquismo.

Otro de los aspectos más llamativos es algo que podríamos llamar espiritualismo o austeridad. Escenificado en su vida campestre, Thoreau defiende la sencillez en todos los órdenes de la vida, aborreciendo cualquier cosa que signifique ornato o comodidades innecesarias. De forma muy gráfica muestra su desprecio por las mismísimas pirámides de Egipto:

‘No hay en ellas nada que deba asombrarnos tanto como el hecho de que se pudiera humillar a tantos hombres hasta el punto de que dedicaran sus vidas a construir la tumba de un bobo ambicioso, a quien habría sido más inteligente y viril ahogar en el Nilo, para luego ofrecer su cuerpo a los perros’.

En parecida medida muestra su repugnancia hacia modas arquitectónicas que según él se centran solo en la apariencia. El hombre no precisa de las cosas superfluas, la casa o la vestimenta deben ser espartanas, conteniendo solo las cosas necesarias, algo que bien pudiera tener sus raíces en el puritanismo, pero que también conecta directamente con una idea de comunión con la naturaleza en cuyo fondo es fácil encontrar parentescos con algo tan moderno como el ecologismo. La búsqueda de esa integración con el medio natural está presente en cada una de las páginas del libro, por lo que se suceden las descripciones de todo lo que Thoreau contempla, estudia y admira a su alrededor: animales (incluyendo un terrible relato de la despiadada lucha entre… dos hormigas), árboles y plantas en los que era un experto, la formación y disolución del hielo en la laguna, la luz y los sonidos. Muchas páginas repletas de observaciones, acompañadas de su valoración, que siempre acaba confirmando los principios mantenidos por el autor.

Estas largas disertaciones puede resultar algo aburridas, aunque casi siempre se entremezclan con multitud de reflexiones sobre los asuntos más diversos, relacionadas con algunos de sus vecinos o esporádicos paseantes ('cultivar a un irlandés es tarea que precisa una inmensa azada moral'), con puntos de vista vinculados al trascendentalismo (algunos de gran belleza, como el vínculo entre los ciclos anuales y diarios, otros realmente extraños, como la identificación entre los miembros del ser humano y formas del espacio natural) o en torno al sinsentido del progreso encarnado en la imagen aborrecible del ferrocarril. Y de cuando en cuando, nuestro singular amigo se deja llevar con gusto a una catarata de aforismos de fabricación propia que hará las delicias de los coleccionistas de citas.

Individualismo, conciencia ecológica, puritanismo o primitivismo son ideas, en apariencia tan heterogéneas, que se funden formando la curiosa amalgama que constituye el largo discurso de este autor, que aún sorprende más cuando se deja ganar por un tono abiertamente bíblico, cuajado de referencias a las Escrituras, pero también a numerosos textos, lo mismo de la Grecia clásica como de los grandes libros de la filosofía hindú. Todo un cóctel que puede resultar algo pesado por momentos, pero que tiene también un lado sugestivo, alejado de lo convencional y mostrando siempre el indomable espíritu de quien escribe desde la libertad más plena.


9 comentarios:

Carmen dijo...

Gracias por la reseña porque me ha trasladado un poco al momomento en el que yo leí este libro (¡al principio del confinamiento!). Comparto que a veces se hace un pelín pesado pero creo, en primer lugar, que no se puede perder de vista que se escribió hace casi 200 años. A mí me pareció bonito, me gustó y me dejó muy buen poso (es un libro que creo que en algún momento releeré), y personalmente entiendo que sea un clásico.

Alberto dijo...

Maravillosa reseña. Qué bien explicados están los fundamentos del pensamiento de Thoreau. Cuando lo leí hace años saqué una conclusión parecida, pero de ninguna manera hubiera sido capaz de desarrollarla de una manera tan lúcida. Da la impresión de que Thoreau es una suerte de místico de la soledad. El hombre se fortalece concentrándose en sí mismo y comulgando con la naturaleza que lo envuelve. Una panteísmo que viene seguramente de la filosofía alemana que engulleron los trascendentalistas. El hombre puro, natural y que vive de su trabajo es el sueño puritano dentro de una sociedad que estaba cambiando radicalmente como era la americana de mediados del siglo XIX. El individualismo a ultranza a mí también me llamó la atención. En realidad, hacer de las misantropía una ética me parece absurdo, porque siempre se vive con los demás, aun estando en contra. Lo de Robinsón es un sueño utópico del liberalismo temprano. Retirarse a la cabaña del bosque como un anacoreta de la Tebaida al desierto es un poco falso. Yo no sé cuánto duraría Thoreau con este plan de vida. Pero la filosofía del individuo libre, sin ataduras sociales y autosuficiente sí forma parte del mito americano del self made man. De hecho, los anarquistas conservadores americanos se llaman a sí mismos libertarios.

Un cordial saludo.

Marc Peig dijo...

Hola, Carlos!
Coincido bastante en tu valoración. Lo leí hace un tiempo buscando profundizar en temas como la soledad, la vida contemplativa, etc., pero no acabé de encontrarle el punto y, en ocasiones, se me hizo algo pesado y cuesta arriba.
Saludos, y felicidades por la reseña.
Marc

beatrizrodriguezsoto dijo...

Leí Walden y me gustó mucho, porque soy muy individualista, naturalista y ácrata pero es así como tu dices: la experiencia del autor no es demasiado salvaje ni aislada. Su familia le prepara comidas y tiene información por diarios. Hasta su negativa a pagar un impuesto y su consiguiente encarcelamiento, tiene cierto carácter propagandístico y de “dar la talla” porque, a las pocas horas, su tía pagó el impuesto y se le excarceló. Pero, sí que tiene la obra un brío poderoso, una llamada a contemplar la naturaleza sin adulteraciones, buscando el mayor “salvajismo” posible, algo que para muchos ya es irrealizable.
Estupenda tu reseña,muy profundizada y tan bien escrita como siempre.

Carlos Andia dijo...

Vaya, no esperaba tantos comentarios sobre este libro, que tiene tanta pinta de demodé. Parece que todos coincidimos más o menos en valorarlo como una pequeña rareza que presenta una filosofía híbrida entre muchas cosas aparentemente dispersas. Me alegro ser uno entre muchos o bastantes que se ha decidido a explorarlo un poco, porque tiene su puntito de interés.

Gracias a todos por vuestras opiniones.

Anónimo dijo...

Con Thoreau pasa como con Hesse o Saint- Exupéry: cuando los lees con más de veinte años, pierden su gracia.

Carlos Andia dijo...

Pues también es posible, las lecturas tienen su momento. Pero bueno, ya ves que algunos están deseando de releerlo tiempo después.

Gracias por visitarnos y comentar.

Anónimo dijo...

Hola, me gustaría recomendaros un libro de temática similar a este pero que a mí personalmente me llegó muchos más a las entrañas. Y es Una Ventana al Bosque de Noelia Velasco, premio Desnivel de Literatura 2023. Un slaudo

Carlos Andia dijo...

Pues nada, tomamos nota de la recomendación por si a alguien le interesa.

Gracias por tu aportación.