Año de publicación: 2020
Valoración: Se deja leer
Pero también podría valorarse como Decepcionante, o al menos Flojo, si esa categoría existiese en nuestro baremo. Lo de Decepcionante, básicamente porque es un concepto que viene en línea recta de la comparación con unas expectativas previas, justificadas o no, y las mías venían determinadas por varios elementos favorables:
- Por supuesto, el título, fascinante, bellísimo, enigmático, sugerente, con un punto provocativo, un lejano eco a Baudelaire. Buf, lo que hace un buen título
- El personaje de la autora, primeriza en literatura, por lo visto procedente de la ciencia y, claro, con ese apellido que de inmediato nos hace pensar en el creador de la famosa paradoja del gato. De ahí no podía venir nada sin al menos un cierto grado de interés
- Mejor aún: prólogo de Menchu Gutiérrez, la autora de mi admiradísimo La niebla, tres veces, garantía de que aquí hay algo bueno.
Bueno, y hasta la cubierta es bonita, es verdad. Dentro, más de cuarenta microrrelatos que, como ya he comentado aquí alguna vez, es un formato que me parece arriesgado, que puede arrojar un resultado brillante pero también lleva encima el riesgo de resultar inane. Hummm.
Por empezar por alguna parte hay que decir que el repertorio de materias tiene toda la amplitud de las cuatro decenas de relatos, desde un amor a primera vista hasta un ritual de harakiri, un misterioso libro de sabiduría de un pueblo perdido, las reflexiones de un teléfono (sic) o, claro está, los sentimientos de esas plantas carnívoras que lucen en el título. No cabe más dispersión de temas, lo que habla bien de la creatividad de la autora, al menos para imaginar cosas casi siempre un poco disparatadas.
El estilo es casi tan flexible como la temática: preferentemente limpio, con alguna tendencia al preciosismo, pero procurando adaptarse a lo que se cuenta, adquiere suaves tintes a veces arcaizantes, otras veces románticos o lejanamente científicos. Pero lo que domina por completo es el humor, ese humor infrarrojo que reza en el subtítulo (un concepto que tampoco entiendo bien) y que impregna cada uno de los relatos, en ocasiones a través de cierto tono irónico, y las más articulando el argumento hacia algo parecido a la fábula o directamente hacia el absurdo.
Todo esto, visto así, variedad de temas, habilidad para manejar una prosa eficaz y buenas dosis de humor, tendría bastante buena pinta, pero cuando se empiezan a pasar páginas algo ocurre, y el libro, un relato tras otro, se nos va desmoronando. Y es que el mundo del microrrelato se parece bastante a caminar sobre una cuerda: o sea hace muy bien, casi perfecto, o la aventura acaba de mala manera. Ya lo hemos comentado en alguna ocasión, se trabaja sobre muy poco espacio (en el caso de este libro, tres o cuatro páginas como mucho) y todo debe estar medido y dosificado con exactitud para que funcione: un argumento que atrape desde la primera línea, un desarrollo que no pierda vigor y conduzca hacia el final deseado, un desenlace poderoso, no necesariamente pirotécnico, que cierre el círculo narrativo. Una narración comprimida, o un simple pasaje, que deje al lector estupefacto, o inmerso en una atmósfera de que la no desea salir, o aturdido por una experiencia especial.
Esto es algo que en mi opinión muy pocos consiguen, casi siempre el especial talento de Monterroso, con frecuencia genios como Borges o Cortázar cuando se internan en este campo, y de vez en cuando, esporádicamente, algunos otros autores cuando consiguen dar con la tecla. Pero salvo esos casos contados (e insisto en que es una opinión muy personal, que habrá quien corra a rebatir) el microrrelato se convierte en algo de poca sustancia, un sucedáneo para quien no alcanza a edificar una narración más compleja ni domina los secretos de la poesía, un contenedor de ocurrencias más o menos afortunadas, expresadas con mayor o menor habilidad.
Exactamente es lo que le ocurre al libro de Schrödinger, que muestra imaginación, sí, también cierta habilidad para narrar, y esa saludable corriente de humor que recorre las páginas. Pero todo eso no parece suficiente para seducir al lector, para emocionar o sorprender más allá del chiste más o menos inteligente. Hasta me parece detectar tibieza en los elogios que, como no podía ser de otra manera, le dedica Menchu Gutiérrez en el prólogo y que se repiten, como es también inevitable, en contracubierta y citas publicitarias de la editorial. Lógicamente, algunos de los cuentos tienen un nivel algo mayor, pero en general se quedan en algo bienintencionado, pulcro y amable, tal vez con una chispa de crítica asomando de vez en cuando, pero claramente insuficiente para valorar el conjunto de forma más generosa.
Quizá el momento más interesante del libro lo encontramos cuando la autora se libra del difícil corsé que marca el formato y se extiende algo más en Cuatro momentos cruciales en la vida de una mujer. Con algo más de desarrollo y un bien manejado juego de puntos de vista, parece sugerir que Schrödinger podría dar más de sí apuntando a algo más grande. Podría ser interesante ver hasta dónde llegaría, pero a mí me costará un poco darle la oportunidad.
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