Título original: Treure una marededéu a ballar
Traducción: Lucas Villavecchia
Año de publicación: 2020
Valoración: Raro, a ratos interesante
Allá por 2010, qué tiempos, sin cuarentenas ni cierres perimetrales, el artista Perejaume hizo algo verdaderamente extraño: tomó prestada (prestada, no piensen otra cosa, con contrato y seguro) la talla de una Virgen del siglo XIII, la metió en una mochila, debidamente protegida, y se lanzó con ella a una caminata de unos cuantos días por varias comarcas en los alrededores de Barcelona, pasando por algunos lugares emblemáticos, significativamente los museos que atesoran mayor número de representaciones románicas y góticas de la región. Se ve que ni el mismo Perejaume tiene muy claro el objetivo de la acción, es un acto abierto a sus propias consecuencias, en plan cojo una Virgen, echo a andar y a ver qué sale de todo esto.
Por lo poco que he podido saber, este caballero es un artista bastante polifacético, que cultiva distintas artes plásticas y tiene también su vena literaria, diríamos el tipo de creador inquieto que busca caminos de expresión según le va sugiriendo la intuición. Es también, al parecer, un tipo muy vinculado a la tierra, que ha vivido siempre en su pequeño pueblo de origen y da muestra de conocer a fondo la cultura y tradiciones de la zona. Todo esto tiene un buen reflejo en el libro porque, digámoslo ya, es un híbrido de ensayo sobre arte, poemario en prosa, cuaderno de viaje, diario personal y puede que alguna cosa más no tan fácil de identificar.
Perejaume inicia su itinerario y es muy consciente de lo que transporta. La Virgen, que va envuelta en papel burbuja, neopreno y otras protecciones, ‘parece una larva’, y su presencia hace brotar numerosas reflexiones que ponen de manifiesto el profundo conocimiento del autor sobre la imaginería religiosa y la tradición de las Vírgenes encontradas. En primerísimo plano encontramos la vinculación de la imagen con el lugar de la aparición, algo que irá surgiendo de forma recurrente a lo largo del libro, y que tiene sus implicaciones: la aparición y sus circunstancias sirve para cohesionar a las comunidades en que se encuentra, la propia Virgen adquiere facultades paisajísticas, la multiplicidad de apariciones termina por formar toda una trama de figuras que vertebra el territorio. Desde el punto de vista museológico es también interesante la disyuntiva entre las posibles clasificaciones, cronológica o territorial, de las tallas, subrayando su vinculación bien con el tiempo, bien con el espacio. O las distintas manifestaciones de las figuras, su porte sedente, el significado de sus vestidos o la diversidad de las huellas supuestamente conservadas. En fin, reflexiones en torno a lo que el artista lleva en la mochila y su relación con su propia realidad y el entorno que recorre.
El pequeño viaje continúa y el lector no consigue captar hacia dónde camina el relato, porque el propio autor tampoco parece saberlo. Entreveradas con algunas de las ideas ya indicadas en torno a las Vírgenes ganan terreno pensamientos erráticos relacionados con el paisaje, singularmente los árboles, materia originaria de las propias tallas, elucubraciones sobre el lugar en que enraíza el artista –el medieval y el actual, el mismo Perejaume-, como si el autor pugnase, sin conseguirlo, por justificarse a sí mismo ese anclaje en la tierra que parece tan poderoso. A ratos parece tomar el mando cierta inclinación hacia lo poético, otras veces vuelven aquellas reflexiones sobre el arte (sin duda lo más interesante del libro) y, progresivamente, da la impresión de que el autor va perdiendo el rumbo, no ya de su itinerario sino del texto mismo, que poco a poco va adquiriendo el carácter de algo inorgánico y pastoso. Parece consciente Perejaume de estar sumergiéndose en un pequeño caos, asfixiado por las notas que va tomando, por lo visto numerosísimas y por ello mismo ingobernables.
De manera que el libro, más que un libro es una especie de performance, una acción artística que nace sin un objetivo claro, que estaba llamada a encontrarlo sobre la marcha, a autoalimentarse con la presencia de la Virgen larvada, de los bosques y los caminos que aportan significado a aquella imagen. Y sin embargo, se queda un poco en eso, en intención muy libre, tal vez demasiado abierta, quizá con un exceso de confianza del autor en las posibilidades del acto o en las suyas propias como narrador. Porque realmente a Perejaume se le ve ese ramalazo poético que asoma con frecuencia pero no llega a cuajar del todo, y el conjunto, pues sí, puede tener el valor de la experimentación, de esa vocación de integrar cosas diversas, las artes, la tierra, la Historia, el pensamiento íntimo, pero es inevitable que deje la sensación de un batiburrillo algo repetitivo del que el lector, con toda probabilidad, solo va a ser capaz de extraer algunas ideas, a veces concretas y otras muy vagas, y eso por sí solo resulta bastante escaso para mantener en pie un libro.
P.S. Tengo curiosidad por saber si el juego del complemento directo y la mayúscula de Virgen son un pequeño truco del traductor (o de la Editorial), o pesan más mis ganas de sacarle punta a todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario