Valoración: Recomendable
Dice la faja de este libro (¡malditas fajas!) algo así como "Cuando se cumplen 10 años del 15-M, llega su novela". Igual es mucho decir. Vale que la novela está ambientada en los días (especialmente) anteriores al "festejo" y por supuesto que puede ser leída como una metáfora de lo que acabó siendo todo aquello, pero creo que el texto va un poco más allá.
Y es que "Los invertebrados" vendría a ser, más bien, una crítica / burla de la sociedad española en los "alocados" años del aznarismo / aguirrismo (no demasiado diferentes, por otra parte, de los "alegres" años de felipismo: Expo 92, JJOO, etc), años en los que trepas y jetas del más diverso pelaje y condición campaban a sus anchas haciendo y deshaciendo a su antojo los más variados pufos, chanchullos y mamandurrias. Pero cuidado que aquí no solo sale escaldada la clase política. Hay leña para todos: "artistas" de medio pelo, gente "guapa", nobles de pacotilla, mindundis con ínfulas... Casi todos ellos embusteros, gorrones, pelotas, faranduleros, narcisistas... Vaya, lo que sería no dejar títere con cabeza.
En cuanto a la trama de la novela, esta se centra en Moisés Marmelo, "rojete" que tras una larga convalecencia en un hospital se encuentra con que el chiringuito (no de los de cervecita, vermouth y terraceo) en el que por avatares del destino trabajaba ha echado la persiana, lo que da paso a una "novela negra", con sus matones, policías corruptos y fiambres, con sus chantajes, trapisondas y pesquisas varias, aunque siempre con el humor como eje central del texto.
Ese, el humor, es un elemento clave ya que "Los invertebrados" se mueve entre lo esperpéntico, lo grotesco y lo picaresco, con personajes bufonescos que recuerdan a la mejor tradición literaria española. Ligado de forma indisoluble a lo anterior está el estilo, muy en la línea de esa tradición, con un lenguaje, al mismo tiempo, cuidado y "castizo" y con unos personajes muy definidos ya desde los propios nombres.
Todo esto hace de "Los invertebrados" una novela en cierto modo sorprendente (tal vez por mis propias expectativas) que nos sitúa ante esos espejos deformantes de los que hablaba Valle-Inclán. Si acaso, por ponerle algún pero a la novela, creo que ese factor sorpresa y ese trepidante ritmo inicial (por momentos, parece que estamos hasta en un cómic de Mortadelo y Filemón) decae hacia la parte final, esa en la que la novela "negra", con todas las comillas del mundo, pierde peso.
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