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miércoles, 1 de agosto de 2018

Sara Mesa: Un incendio invisible

Idioma original: español
Año de publicación: 2011
Valoración: está bien

Cuando Seix Barral decidió reeditar este año El niño que robó el caballo de Atila, de Iván Repila, casi se puede decir que estaba haciendo un servicio público: esta novela, muy probablemente la mejor de su autor, había sido originariamente publicada por los Libros del Silencio, editorial desaparecida tras la temprana muerte de su editor, Gonzalo Canedo, así que el libro se había quedado huérfano y necesitaba una nueva casa y una nueva edición que lo acercase a nuevos lectores.

La lógica detrás de la reedición de Un incendio invisible en Anagrama parece ser algo semejante, ya que esta novela estaba descatalogada y era prácticamente inencontrable hasta su reedición. Sin embargo, creo que todos (editores, críticos y hasta la propia autora) estamos de acuerdo en que la mejor novela de Sara Mesa hasta el momento es Cicatriz, aparecida también en Anagrama en 2015, con gran éxito de crítica y público (más aún de Cuatro por cuatro, la novela con la que Sara Mesa dio el salto a la fama y a Anagrama, con perdón por la rima). Así, la republicación de Un incendio invisible parece estar destinada, también, a llenar un hueco editorial a la espera de que aparezca una nueva novela, Cara de pan, anunciada para septiembre de este año, y completar la colección de las obras (casi) completas de la autora en su nueva casa.

Esto no quiere decir que Un incendio invisible no sea una novela interesante, que lo es en dos sentidos : porque no es una mala novela, aunque tiene sus limitaciones, como luego intentaré justificar; y porque puede servir para que los seguidores de Sara Mesa vean cómo se ha ido formando su estilo, su mundo y su personalidad literaria, a través de este experimento narrativo relativamente temprano.

Porque tal y como dice la propia Sara Mesa en la introducción, en Un incendio invisible se aprecian ya alguno rasgos que definen la narrativa de la autora: un estilo sobrio y sin virguerías innecesarias (aunque aquí no está todavía tan acabado como en obras posteriores), un universo urbano decadente, unos personajes deliberadamente antipáticos y una trama que gira en torno a la soledad y el abandono. Todo ello hace de Un incendio invisible una lectura alejada de los cánones comerciales, que parecen exigir un protagonista bueno y bonito que se enfrenta a las duras condiciones de la vida, y (generalmente) sale triunfante.

En esta novela tenemos, sí, un "extraño en tierra extraña": el doctor Tejada, que llega a la ciudad de Vado con el objetivo de encargarse del asilo New Life, en rápida decadencia como el resto de la ciudad. Allí, en el asilo y en la ciudad, encuentra un coro de personajes extraños y en general hostiles: el malvado jardinero Catalino, la vieja Clueca, la recepcionista del hotel Madison Lenox, la niña que se hace llamar Miguel y que alimenta al galgo Tifón, le enfermera Ariché, el investigador Benmoussa... Sobrevivientes de una ciudad que agoniza, por motivos desconocidos y nunca explicados (el "incendio invisible" del título), y avanza hacia la destrucción definitiva.

En una novela más convencional, como decía, el doctor Tejada intentaría resucitar el asilo, enfrentándose a los obstáculos y previsiblemente venciendo a los enemigos. Pero esto es una novela de Sara Mesa: al doctor Tejada se la sudan (con perdón) los viejos, ignora o insulta a sus empleados, establece con la recepcionista una relación corrosiva de amor-odio codependiente, y además viene perseguido por hechos oscuros de su pasado de los cuales llegamos a saber bien poco. A los personajes más o menos simpáticos, como Ariché o Benmoussa, Tejada los trata con condescendencia y/o desprecio. Solo con la niña mantiene algo parecido al afecto, aunque también esa relación se vuelve ambigua. No tenemos aquí un relato moral de superación, sino un retrato bastante oscuro del abandono, individual y colectivo.

El mayor problema que le veo a la novela es que, como novela tempra que es, se le ven demasiado los mimbres, por decirlo de alguna forma, sobre todo en la primera parte: cuesta que fluya la narración, y algunos de sus hilos parecen poco conectados con el resto; los personajes, casi todos desagradables, parecen cortados por un patrón demasiado parecido. Tampoco el estilo, como decía antes, está trabajado por la autora hasta llegar al punto de concisión fría de sus siguientes obras (aunque de acuerdo con sus declaraciones ha revisado el texto en esta nueva edición). Y aunque la imagen de la ciudad que se pudre encima de sus propios huesos es poderosa, y algunas de las ideas apuntadas son verdaderamente interesantes, parece que no llega a explorarse con todas sus consecuencias.

Sí, es una novela interesante, está bien, y sobre todo ayuda a reconstruir el recorrido narrativo de la autora; pero no es su mejor obra. Lo que espero, lo que esperamos los lectores, es que la siguiente novela de Sara Mesa no solo repita las virtudes de Cicatriz sino que las supere, y marque una trayectoria ascendente en la que Cicatriz no sea un one time hit sino una etapa intermedia.

sábado, 7 de septiembre de 2024

Contrarreseña: Un amor de Sara Mesa

Idioma original:
español
Año de publicación: 2020
Valoración: Muy recomendable

Los grandes cismas de la historia de la humanidad (Catolicismo vs. Protestantismo, Comunismo vs. Capitalismo, Barcelona vs. Real Madrid) no son nada comparados con algunas de las discrepancias que atraviesan al equipo de este modesto blog de crítica literaria: Murakami, Knausgard, Marías o Houllebecq son algunos de los autores que pueden llevar a duelos a florete al amanecer entre la comunidad uladiana. Otra autora que tiene esa "capacidad divisoria" es Sara Mesa, a quien hemos adjudicado valoraciones que van desde el imprescindible de Cuatro por cuatro o el Muy recomendable de Cicatriz o Cara de pan, hasta otras más medianas (o mediocres) como el "está bien" de Un incendio invisible o Mala letra. Esta reseña, de hecho, es una respuesta a la obra peor valorada de la autora, Un amor, que recibió un parco "Se deja leer" por parte de Juan G. B., quizás el máximo y más vocal antimesista (o sillista) del blog.

Efectivamente, como se puede ver por la valoración, a mí Un amor me ha gustado bastante más que a Juan, y no porque estemos en desacuerdo en muchas de nuestras lecturas de la novela sino porque lo que a él le parecen defectos, curiosamente a mí me han parecido virtudes.

Dice Juan, por ejemplo, que la novela se centra en una protagonista irritante: la traductora Natalia, que decide huir de la ciudad (y de sus carísimos alquileres) para establecerse en una casa ruinosa en un pueblo perdido (e inventado), integrándose así en una línea de la narrativa española en la que destacan títulos como Alabanza de Alberto Olmos, Por si se va la luz o Piel de lobo de Lara Moreno o El límite interior de Nere Basabe. Estoy de acuerdo, por otro lado, en que Natalia, o Nat, es una persona antisocial, egocéntrica e irresponsable, pero... nadie dijo que los personajes nos tengan que caernos bien para ser interesantes. De hecho, es una marca definidora de la narrativa de Sara Mesa el construir personajes atípicos, antipáticos, excéntricos y que toman decisiones sorprendentes o inexplicables, que pueden incluso resultar inverosímiles, llevados por el instinto, la necesidad, el deseo o el trauma. 
 
En Un amor, de hecho, Natalia tomará varias decisiones claramente autodestructivas (la fundamental, la que da título a la obra, será iniciar una relación amorosa con... con uno de los personajes masculinos, no diré cuál para no estropear la novela a futuros lectores) que pueden estar fundamentadas en un trauma anterior, una explicación poco desarrollada que personalmente me parece algo simplista psicológicamente hablando. La forma como se comporta puede parecer inverosímil o injustificada, pero no deja de ser un comportamiento humanamente posible, y Sara Mesa consigue profundizar en cada momento de ese proceso de forma que minuciosa y creíble.
 
Otra cosa que dice en su reseña Juan es que los conflictos y la sensación de opresión que Natalia vive en el pueblo no es "real", sino que responde a su propia psicología y a su predisposición previa. Una vez más, estoy de acuerdo, pero una vez más, esto no me parece en absoluto un defecto sino, simplemente, una técnica narrativa. Aunque la novela esté escrita en tercera persona, el punto de vista es obviamente el de Natalia, y es un punto de vista necesariamente parcial, y en este caso deformado por esa suspicacia que la caracteriza. Así, no solo el personaje del casero aparece marcado de forma claramente negativa, sino que también se establece una distancia hacia los personajes de Píter (un hippie bienintencionado aunque por momentos resulte bastante pesado), de la chica de la tienda del pueblo, del "alemán" (un misterioso y silencioso hombre que, por supuesto, no es alemán) o de los vecinos, una familia urbanita y típicamente burguesa. Esta frialdad y ese distanciamiento en relación con el mundo solo se rompe cuando en el mundo de Nat entra el "amor" del título, aunque, obviamente, tratándose de Sara Mesa no es un amor de unicornios que vomitan arco iris, sino algo bien diferente.

Coincidimos, por último, Juan y yo, en el que creo que es casi el único elogio que le dedica en su reseña: a lo largo de su trayectoria, Sara Mesa ha perfeccionado un estilo clínico, funcional, que viene a corresponder perfectamente con el distanciamiento emocional que demuestran sus personajes. Podríamos desear que la escritora hubiese optado por un estilo más emotivo, más exuberante o más rompedor (como los de Mónica Ojeda o Andrea Abreu, por poner dos ejemplos), pero entonces Sara Mesa no sería Sara Mesa. Y a Sara Mesa hay que quererla (u odiarla) como es. 

Sé que no habré convencido a Juan (ni al resto de los antimesistas del blog) con esta contrarreseña; tampoco era esa mi intención. Creo que la propuesta estética de Sara Mesa tiene una personalidad propia, establecida y original, y es bueno que esto provoque adhesiones y rechazos. Personalmente, seguiré leyendo lo que escriba con interés (y tengo, de hecho, pendiente La familia), y, si mantiene el nivel de sus últimos libros, seguiré reseñándola positivamente.


También de Sara Mesa en ULAD: Aquí

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Sara Mesa: Cara de pan

Idioma original: español
Año de publicación: 2018
Valoración: Muy recomendable

Campaña mediática. 
Reconozco que empecé a leer Cara de pan con alguna prevención: durante las semanas (incluso meses) previos a que la novela se publicase, proliferaron tanto los mensajes en las redes sociales y en los medios afirmando que era el libro del año, de la década, ¡del siglo!, que me pareció que estábamos ante una campaña de marketing orquestada por la editorial con la complicidad de sus amigotes. La última vez que vi una campaña semejante para una novela española fue con Intemperie, de Jesús Carrasco, que parecía que iba a inventar la literatura, y que, sin ser una mala novela, sobre todo como ejercicio de estilo, no era para nada la maravilla del toreo que nos habían vendido.

O sea, que estaba con la mosca detrás de la oreja. ¿Estábamos todos siendo víctimas de una campaña publicitaria brutal? ¿El capital económico intentaba hacerse pasar por capital simbólico? ¿Un producto comercial por un producto artístico? Lo mejor para responder a esas preguntas era leer la novela, y eso he hecho, y la respuesta es que no: independientemente de la campaña de marketing, Cara de pan es una gran novela.

Lolita.
La figura de Lolita (casi tanto o más que la novela de Nabokov a la que da título) ha ocupado un lugar relevante en el imaginario y en el debate feminista de los últimos años. Desde aquel artículo de Laura Freixas, que fue tan mal leído y entendido por algunos como la propia novela de Nabokov por otros, el personaje de Lolita ha dado título a artículos, debates, mesas redondas, e incluso a la primera novela de Luna Miguel. Esto viene a cuento porque la idea de Lolita, o mejor, de la lolita con minúscula (la nínfula que se relaciona con un hombre mucho mayor que ella) está también en la base de Cara de pan: en ella una niña, Casi, conoce en un parque a un hombre, el Viejo, y comparte con él conversaciones sobre pájaros, sobre Nina Simone, y poco a poco sobre otros temas más privados, hasta crearse entre ellos una complicidad frágil y extraña.

No quiero decir que Cara de pan sea una consecuencia directa de estos debates sobre Lolita; la propia autora aclara que el germen de la novela está en un relato anterior, "A contrapelo", publicado en la antología Riesgo (2017), pero se podría rastrear incluso más allá: ya en Un incendio invisible, primera novela de la autora, la relación entre el protagonista Tejada y la niña que se hace llamar Miguel podría considerarse un esbozo o borrador del tema de esta novela.

En cualquier caso, hay una diferencia fundamental entre Lolita y Cara de pan: mientras que la novela de Nabokov es moralmente transparente (Humbert Humbert, por mucho que se intente justificar ante el lector, es un  violador, un pervertido egocéntrico y manipulador), Cara de pan es moralmente ambigua, o quizás sería mejor decir: amoral. No se plantea la relación entre Casi y el Viejo en función de lo bueo o lo malo, lo socialmente aceptable o lo políticamente correcto, sino en función de la psicología de dos personajes que intentan escapar de sus respectivas soledades y se encuentran en un refugio vegetal, un paraíso siempre en peligro de ser invadido por la realidad.

Fluir.
Dos personajes, un espacio (casi) cerrado, las conversaciones entre esos dos personajes, la evolución de su relación. Conseguir sostener una novela, aunque sea una novela relativamente breve como esta, con tan pocos elementos, no está al alcance de cualquiera. En la literatura española reciente, creo que solo Iván Repila consiguió algo parecido en El niño que robó el caballo de Atila. Lo cierto es que, aunque en la segunda parte de la novela se rompa ligeramente esta burbuja con la aparición de nuevos personajes, nuevos espacios y nuevas situaciones, la novela consigue crear un microcosmos narrativo alrededor de los dos protagonistas y su improbable relación.

Y otra cosa que consigue Sara Mesa es que la novela fluya de forma natural, con una gradación obviamente muy trabajada y meditada. Quizás sea un poco artificial, y también un poco tópica, la progresiva revelación del pasado del Viejo, o de las circunstancias vitales de Casi, pero al mismo tiempo es una forma de mantener la tensión narrativa y el interés del lector en un relato en el que no sobra la acción.

La novela fluye, el argumento fluye, el estilo, sin ser lo más importante (como pasa siempre en las novelas de Sara Mesa) funciona con este fluir de la novela. Y también fluye la carrera de Sara Mesa, que ya se ha colocado entre las primeras, o la primera, representante de su generación. Que tenga el apoyo mediático y comercial de Anagrama sin duda no la perjudica, pero tampoco hace de ella un simple producto. No sé lo que la historia literaria, con el paso del tiempo - de las décadas o los siglos - dirá de la literatura española de estos años, pero parece que Sara Mesa, como Elvira Navarro, Belén Gopegui o Marta Sanz, tendrán derecho a un capítulo en esa historia.

Otros libros de Sara Mesa en Un libro al día.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Sara Mesa: Un amor

Idioma: español

Año de publicación: 2020

Valoración: se deja leer

A la tercera va la vencida. Aunque también se dice que no hay dos sin tres... ¿A qué viene este despliegue refranero de buena mañana? (ya se sabe que niño refranero, niño puñet... vale, ya lo dejo). Pues a que esta es la tercera de Sara Mesa que leo y las dos anteriores me habían parecido... bueno, vamos a dejarlo en un "regulinchi". Ni frío ni calor. Ni chicha ni limoná... Por si a alguien le interesa (y si no, da igual, porque lo voy a contar también), las dos novelas suyas que había leído son las muy alabadas Cicatriz y Cara de pan -alabadas en este blog, sin ir más lejos-; con el ánimo de superar la impresión, ya digo que no muy favorable que me habían dejado, acometí pues este último libro de esta también en general muy apreciada autora... adelanto que no ha sido la mejor idea que he tenido.

Resumen muy resumido: Natalia, Nat, es una aún joven traductora que, para llevar a cabo su primer encargo literario, alquila una casita en un pueblucho allá donde Cristo tiró el palustre, en una zona que parece poco agraciada de la España-bastante-vaciada, que diría alguno... En ese paraje más bien desangelado, sometida a las incomodidades del entorno campestre, Nat, además de con el resto de sus escasos vecinos, entra en relación, sobre todo, con tres hombres que, de alguna manera, ponen en cuestión sus posición como mujer sola, independiente y, supongo que en gran medida por lo anterior, deseable: su casero, un tipo burdamente machista y zafio; Píter, un vecino más o menos bohemio y simpático, pero también un tanto guayotas y "manexplaineador", y otro lugareño conocido como el Alemán, que resulta, en principio, más anodino e indiferente, casi "aspergeniano", por así decirlo, aunque pronto veremos que no tanto... El cuarto personaje masculino que, de alguna forma, ejerce influencia sobre ella es el perro que le proporciona el casero, un astroso chucho que Nat bautiza, significativamente, como Sieso.

Quisiera equivocarme y pensar que Sara Mesa es una escritora demasiado sutil como para haber pergeñado aquí nada más que una parábola sobre la dificultad de la mujer contemporánea occidental para desenvolverse con total libertad en un mundo que, pese a los disimulos, sigue dominado por los hombres; quisiera que el trasfondo de esta historia fuese menos obvio, pero la verdad es que tal es la impresión que da.  Cierto que también se incide en el alienamiento y la desubicación que siente la protagonista en un entorno que le es ajeno y que le obliga a establecer una relación forzada pero ambigua con sus vecinos -un ambiente de áspera extrañeza que, en el mejor de los casos y salvando muchísimas distancias, recuerda un poco el de algunas novelas de Bolaño-; esta problemática relación entre el individuo que trata de vivir con mayor libertad y el grupo o entorno social en el que está inmerso es otro de los temas que subyacen en el libro y, al menos por lo que he leído en alguna entrevista suya, en lo que pone más énfasis su autora, aunque yo considero que en la novela este aspecto está menos desarrollado que el comentado antes. También es cierto que ésta,  como las otras novelas de Mesa que he leído, está protagonizada por una mujer -en el caso de Cara de Pan, una niña o como mucho púber- que tiene comportamientos o toma decisiones poco convencionales, inconvenientes o que incluso la pueden poner en peligro. Ahora bien, la impresión que deja la lectura de Un amor -ya desde el comienzo- es que la protagonista, Nat, viene ya un poco o un mucho "tocada" de casa y lo que le ocurre en ese poblacho ficticio es más una consecuencia que una causa de su desazón. Otra conclusión que se va sacando según avanza la novela es que a ver si la tal Nat se deja de una vez de sinsorgadas y no sigue torturándose y torturando al lector (al menos a éste) con ellas; por mucha empatía que pueda suscitar el personaje, la exasperación que produce, ella y la novela en general, la supera. La atonía, incluso en los momentos de mayor enajenación de la protagonista, es la sensación general; ni siquiera el par de giros argumentales (iba a poner plot twists, pero no sé si aún queda moderno) que deberían darle vidilla a la historia están bien aprovechados, en mi opinión...

El caso es que, aunque pueda parecer lo contrario (y sin conocerla personalmente, claro), Sara Mesa es una escritora que me cae bastante bien; en sus entrevistas que he visto o leído me ha parecido que tenía una actitud hacia la literatura incisiva y nada afectada, muy alejada de la pose de escritora-que-tiene-algo-muy-interesante-incluso-trascendental-que-decirnos (ojo, que he puesto escritora, pero también me refiero a los escritores varones). Además, es indudable que talento para la prosa no le falta: cualquiera de sus párrafos, sueltos, muestran bastante calidad literaria; pero, sobre todo, su novelas, me hayan gustado más o menos, denotan un interés por hacer ficción, por contar historias ajenas a sí misma, nada de eso-tan-interesante-incluso-fascinante-que-tengo-que-contaros-es-mi-propia-vida-chavales... Aunque claro, tanta insistencia en un tipo de protagonista desubicada, empeñada en cometer errores o en hacer un ejercicio de libertad aunque bastante desnortado, a partir de los errores que comete no puede ser casualidad; quizá si algún día a Sara Mesa le da por la autoficción (recemos porque no sea así) conozcamos la causa... o no. En todo caso, mi conclusión, aun lamentándola, es que no hay dos sin tres. De lo que estoy bastante seguro es de que, al menos por lo que a mí respecta, no habrá cuatro.

Otros libros de esta autora reseñados en Un Libro Al Día:  Cuatro por cuatro, Cicatriz, Cara de Pan, Un incendio invisible, Mala letra