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viernes, 15 de julio de 2022

Mario Satz: Bibliotecas imaginarias

Idioma: español

Año de publicación: 2021

Valoración: Muy recomendable

Sé que se trata ya de un tópico excesivamente gastado por los reseñistas de libros, incluso (o empezando por) aquéllos que escriben en las revistas especializadas y suplementos culturales, pero no se puede decir de otra manera: este libro es una auténtica delicia. Una exquisitez, si lo preferís, un prodigio de erudición, sensibilidad y buen hacer literario, que resulta todo un placer leer, con la única pega de saber que pronto se acabará, pues tampoco hablamos de un libro demasiado extenso.

Bibliotecas imaginarias está compuesto de más de cuarenta capítulos o historias breves -de cinco o seis páginas a lo sumo, de un volumen de pequeño tamaño-, en los que recorremos gran parte del mundo y del tiempo, saltando de una biblioteca a otra: desde las saqueadas  biblioteca del emperador de China o de Madina al-Zahra a las bibliotecas portátiles de Francisco de Quevedo o del beduino Anir Kunta, que (re)descubrió el café (alabado sea por siempre);de los Archivos Secretos del vaticano a los rollos escondidos por los esenios cerca del mar Muerto; conoceremos los accidentados  avatares del llamado Fondo Kati o de la celebérrima biblioteca de Alejandría, pero también las de otras mucho más inciertas, como la de un pescador de esponjas griego, de un carpintero enamorado de las Musas, la biblioteca secreta de los judíos de Girona o la del arrasado ghetto de Varsovia... Compartiremos también la bibliofilia de un impresor veneciano, un legionario romano, un encuadernador de Amberes, de un ladrón de libros raros y también ladrona amante o del maestro Ibn Arabi de Murcia en su periplo por el fondo del mar ; pero también la de personajes aún más conocidos como Jenofonte, Arquímedes, San jerónimo, Ovidio, Paolo Uccello o la escritora japonesa Shei Shonagon...

El veterano escritor hispano-argentino Mario Satz muestra, como digo, toda su erudición, sensibilidad y talento -de las que no es ajeno, sin duda, su formación académica- en un libro que recuerda a Borges (referencia inevitable), pero también a las Vidas imaginarias de Marcel Schwob o a Ítalo Calvino... Incluso yo diría que existe no poca concomitancia, no sé si casual, de este libro con los de otro hijo de ese lugar, sin duda prodigioso, que es Coronel Pringles (provincia de Buenos Aires), el inefable César Aira. Como su paisano, Satz parte de lo que puede ser, quizás, una simple anotación en una enciclopedia o tratado, o un arquetipo, para desplegar su imaginación por medio de una prosa cuidada, elegante, que nos envuelve como volutas de humo y nos fascina para que sigamos sus evoluciones hacia lo alto, hasta tocar la maravilla y, en ocasiones, lo sublime.

lunes, 28 de diciembre de 2015

Rufus T. Firefly: El Gran Engaño

Idioma original: inglés
Título original : The Great Hoax. Trues and Lies in the Spanish Literature
Año de publicación: 2015
Valoración: sorprendente


Demoledor. Tremebundo. Apocalíptico. Fatal... Así ha sido calificado este libro que está haciendo temblar los cimientos de la literatura española. Más aún, de los clásicos dorados de la literatura española... Y eso, sin haber sido aún traducido al castellano ni, claro está, publicado en España (y dudo mucho que alguna vez lo sea). Aunque también hay quien considera las tesis defendidas en el libro de otras maneras: Inconcebibles. Increíbles. Fantasiosas. Timo... En cualquier caso, este libro del prestigioso (admito que mi total ignorancia a este respecto) hispanista y profesor de literatura española comparada, en la Trump University de Atlantic City (NJ), Rufus T. Firefly, no ha dejado indiferente a nadie, más allá, incluso, del especializado circuito de los hispanistas norteamericanos. No es para menos: las afirmaciones que defiende el profesor Firefly difícilmente pueden dejar indiferente a ningún estudioso o incluso mero aficionado la literatura.

Según la teoría defendida por el profesor, los bombardeos sobre Madrid durante la Guerra Civil arrasaron en buena medida tanto la Biblioteca Nacional, destruyendo fondos de incalculable valor, como el Archivo Histórico Nacional, dándose además el caso de que gran parte de las obras de referencia al respecto fueron destruídas también durante los combates de la Ciudad Universitaria -recordemos los libros utilizados para levantar parapetos- y los tres años de sitio que sufrió la capital de España. Paradójicamente, el bando "nacional" vencedor de la contienda se encontró sin las fuentes de una historia literaria nacional que poder oponer a la de los países que en ese momento se le antojaban rivales, aunque fuera meramente en el ámbito cultural. Deseoso de poder presumir de sus glorias patrias, que además debían servir para cimentar la automitología del nuevo régimen, el gobierno franquista -el profesor Firefly sospecha que la sugerencia fue de Sánchez Mazas, aunque parece que el mayor valedor de la idea fue el "cuñadísimo" Serrano Suñer, conocido por su sagacidad- puso en marcha una operación de "recuperación" de la tradición literaria española: la Operación Calíope, también conocida en ciertos círculos criptohumorísticos del régimen como "Chotacabras".

Bajo la dirección de uno de los más destacados hombres de letras del momento (de los que quedaban vivos y en España,  se entiende),  el Bardo de la Patria, el insigne José María Pemán, un selecto grupo de profesores y literatos fieles al nuevo régimen victorioso -Firefly habla de Laín Entralgo o de un joven y ambicioso Cela- se dedicaron a reconstruir, cuando no directamente a mixtificar, desde el romance seminal de la épica patriótica hispana, el del Mío Cid -cuyo protagonista es, al parecer, de dudosa existencia- a la inverosímil Celestina; de la absurda metafísica calderoniana a la cursilería de las Sonatas de Valle-Inclán (escritor que, como tantos otros estudiados y a veces leídos por generaciones posteriores, nunca existió... en este caso, las fotografías que lo muestran son retratos tomados a un pintoresco chamarilero del Rastro madrileño, célebre por sus barbas y por estar un poco tocado del ala). 

En otros casos, se respetó la existencia de autores reales -de los que se conservaba cierta documentación-, pero adaptando sus características a la conveniencia del gobierno o según la ideología dominante. Así, se eliminó de la obra de García Lorca toda referencia a sus veleidades falangistas y se le atribuyó malévolamente una condición homosexual que el poeta granadino estaba lejos de detentar, con el fin de justificar (según, ya digo, el punto de vista de aquel régimen fascista) su muerte en un confuso episodio de espionaje y doble juego. En cambio, se negó cualquier tipo de querencia hacia su mismo sexo en uno de los autores con más pluma -en todos los sentidos- del Siglo de Oro: don Francisco de Quevedo (cuyos conocidos versos: "No he de callar, por más que con el dedo..." serían, por ejemplo, referencia á clef a cierta riña con su furtivo amante Góngora sobre la conveniencia o no de salir del armario). Ni que decir tiene que se cambió de arriba a abajo todo el sentido del argumento de El Buscón y se obvió toda explicación sobre lo que iba buscando don Pablos,  en realidad...

¿Sorprendidos? ¿Asombrados, incluso? Pues Rufus T. Firefly va incluso más lejos. Según el profesor norteamericano, en la Operación Chotacabras participaron también prisioneros de guerra republicanos que, por su condición de intelectuales o profesores -incluso algún maestro de primaria- fueron apartados de los trabajos forzados para dedicarse a la elaboración de estas falsificaciones literarias: así, mientras unos esclavizados presos construían el Valle de los Caídos, otros, recluidos en su abadía, se dedicaban a esta invención sin precedentes en la Historia de toda una literatura nacional (de hecho, Firefly cuenta que su primera pista sobre la operación la obtuvo al caer en sus manos, de forma casual, el diario de uno de los abades del Valle. Y que en una de sus estancias allí para investigar lo ocurrido, trabó conocimiento nada menos que con el Ministro del Interior español, quien, aconsejado por la Virgen de las Angustias, le puso en contacto con un misterioso agente Marcelo, del CNI, que le sirvió de gran ayuda).

Estos prisioneros se ocuparon, además, de las falsificaciones e invenciones más llamativas y flagrantes, quiźa por su garantizada discrección, pues tendían a "desaparecer" una vez completada su misión; de los cruciales Episodios nacionales se ocuparon un historiador marxista y un ex-funcionario del Ministerio de Agricultura que escribía cartas para otros presos. El caso más llamativo, por supuesto, es el de El Quijote, obra, al parecer, de un profesor de Bachillerato de Tomelloso, Miguel Rinconete Cortado, que se limitó, en principio, a transcribir anécdotas de juerguistas y chascarrillos de un tío suyo de Campo de Criptana, apodado "el Cerbantana". Especialmente doloso es también el caso de la principal novela picaresca española, cuyo autor fue "desaparecido" antes de poder firmar el trabajo, por lo que se firmó como tal uno de los libros anónimos más famosos de la literatura universal...

¿Les resulta increíble toda esta historia? Motivos hay, desde luego... ¿Cómo pudo prosperar esta "estafa" sin despertar la alarma no ya de los estudiosos españoles -cómplices, exiliados o muertos- sino de los otros países europeos o amercanos? Bien, recordemos que en aquellos años 40 el mundo estaba pendiente de otros asuntos más acuciantes que la verosimilitud de la literatura española... En fin, el profesor Firefly promete aportar el grueso de sus pruebas -irrefutables, según él-, en próximas publicaciones. Veremos entonces hasta donde llega la verosimilitud de sus tesis, pero de momento, éstas ya han servido para remover hasta lo más profundo la historia de la literatura española, uno de los símbolos culturales y hasta políticos señeros de la España de los últimos 500 años.

sábado, 1 de agosto de 2015

Colaboración: La vida del Buscón, llamado Don Pablos de Francisco de Quevedo

Idioma: español
Año de publicación: 1626
Valoración: Imprescindible


Quevedo nunca admitió la autoría de la obra por la que es más conocido, aunque sí reivindicó con orgullo ser el padre de la hoy olvidada Vida del bienaventurado Tomás de Villanueva. Si hay quien opina que fue por evitar problemas con la censura, creo que se debería, más bien, a que en el canon literario de su época era una obra considerada baja, tanto por los personajes que intervienen como por sus acciones, que distan mucho de ser sublimes, del mismo modo que el autor del Lazarillo calificaba su libro de “nonada en grosero estilo” y tampoco lo firmó. Se considera obra de juventud, aunque algún crítico dice que semejante perfección sólo puede ser obra de un autor maduro.

El segoviano Pablos es el hijo de un ladrón y una hechicera al que sus padres envían a una escuela costumbre entonces más extendida de lo que ahora se cree y allí conoce al hijo de un caballero y, desde ese momento, decide que quiere ser uno de ellos y hará lo posible por conseguirlo. En su intento de alcanzar la nobleza, aunque sea fingida, se topará con todos los tipos de su época, que, con las correcciones necesarias, vendrían a ser los de todas las épocas. A todos despedaza sin piedad y aunque alguno ha dicho que se salva la nobleza, lo cierto es que sólo se salva de sus pullas, pero su antiguo compañero de escuela queda retratado en la poca virtud de sus acciones. En cada época hay asuntos vedados, hoy día no se puede caricaturizar a la monarquía del mismo modo que al resto de los mortales, como bien supieron en sus carnes los dibujantes de El Jueves.

¿Qué destacar de este libro magnífico? La sátira es tan perfecta que uno de los criticados, Luis Pacheco de Narváez, que escribía libros para aprender esgrima en casa, se sintió tan ofendido que de ahí hasta su muerte se convirtió en enemigo mortal de Quevedo y llegó a denunciarle a la Inquisición cada vez que se le presentaba la oportunidad. La finura de las observaciones, como cuando dice del soldado fanfarrón que “cuando hablaba a los de Flandes decía que había estado en la China y a los de la China, en Flandes” o llama “músicos de uña” a los prestamistas de la Corona. Y sobre todo, el dominio absoluto del lenguaje unido a una inteligencia portentosa, de forma que habiendo materia en cada página para reír a gusto, también la hay para pensar, porque un libro puede ser serio y terriblemente divertido a la vez, y este es uno de los mejores ejemplos. 

Borges, gran lector, adoraba a Quevedo, del que decía que era un continente. Andrés Trapiello no ahorra sus desprecios hacia don Francisco. Que cada quién juzgue...



                                                                                                        Firmado: Pedro el Negro

domingo, 22 de junio de 2014

Álvaro Enrigue: Muerte súbita

Idioma original: español
Año de publicación: 2013
Valoración: Muy recomendable

A primera vista, el argumento de esta novela no parece sino una excentricidad, apenas más que una boutade: se trata de la narración de un partido de tenis que trascurre en 1599, en la Plaza Navona de Roma, entre nada menos que un pintor lombardo bastante macarra, conocido como Caravaggio y un joven poeta español, un tal Francisco de Quevedo. Si a alguien le resulta demasiado inverosímil tal argumento, que tenga en cuenta que además transitan por esta novela las figuras de Ana Bolena, Galileo, el rey Francisco I de Francia, Hernán Cortés, la Malinche, el emperador Cuahtémoc, varios obispos y cardenales de la época, un par de Papas y hasta un (futuro) santo de la Iglesia Católica. Esto, sin contar las varias prostitutas, rufianes, mercenarios, verdugos, artesanos, soldados y cocineras....

El caso es que, contra todo lo previsto, Enrigue consigue hacer encajar todo ese batiburrillo histórico y, aún más, hacerlo de una forma literariamente satisfactoria, cuando no excelente. En esa Piazza Navona acaban confluyendo todos los relatos que comienzan muchos años antes (y partiendo otros que concluirán muchos años después) mientras Caravaggio y Quevedo, resacosos y amnésicos (o no), se desfondan en un intenso partido de pallacorda, el tenis de la época, menos rudimentario de lo que cabría pensar. Y no sólo consigue hacer casar todos los elementos sin estridencias ni mixtificación alguna: incluso nos proporciona toda una serie de datos acerca de la historia del juego del tenis, de manera que este partido en 1599 nos acaba pareciendo no solo plausible, sino totalmente lógico y consecuente con la época.

Sin embargo, no me atrevería a decir que Muerte súbita es una novela histórica según los cánones establecidos del género (si es que queda alguno, a estas alturas), pero sí que resulta, aun de una manera oblicua, un retrato muy sugerente de un tiempo apasionante: uno de esos "momentos-bisagra" entre dos épocas con sus diferentes circunstancias, aspiraciones y paradigmas.

De igual forma, tampoco estoy del todo seguro de que esta novela se pueda encuadrar en lo que se conoce como "literatura posmoderna"; no estoy demasiado ducho en el tema. Ciertamente que muchos de los elementos estilísticos que por lo visto, caracterizan a este tipo de narración aparecen también aquí: narración fragmentada, saltos adelante y atrás en el tiempo, mezcla de perspectivas, argumento circular (en este caso centrípeto, diría yo), referencia a la cultura de masas (tenis o "prototenis"), inserción de lementos documentales... Ahora bien, la impresión que da es que el autor ha utilizado todos estos recursos más como una herramienta que como un fin en sí mismos, con el ánimo de abrir nuevos caminos al arte literario o, de manera más pedestre, simplemente de "epatar" al lector contemporáneo (lo que ya resulta harto difícil, a estas alturas).

Tampoco nos ahorra Enrigue alguna que otra mención a sus propias cuitas durante el proceso de documentación y redacción de la novela: esto es algo que, más que una moda, ya parece haberse convertido casi en una obligación en este tipo de libros que, aun de forma más o menos novelizada (y sin ser estrictamente biografías, claro)  utilizan como materia prima las vidas de personajes reales: LimónovHHhH, o, hace ya varios años, Soldados de Salamina. Por suerte, aquí el escritor evita hacerse con el protagonismo y éstas menciones parecen hechas más por compromiso que por otra razón. Y, desde luego, el resultado queda bastante lejos del "vicio solitario" de al autoficción, por suerte para todos...

En suma, una novela divertida, entretenida, incluso apasionante, en algún momento; en general, muy bien escrita (ese español mexicano resulta delicioso... aunque se podía haber ahorrado hacerle decir a Quevedo "ahorita" y alguna otra cosa por el estilo), que nos da una visión de la Historia y de sus hilos invisibles diferente, pero no por ello menos cierta. Y, si al final resultara ser todo falso... ¿qué más da? El juego habría merecido la pena, en todo caso.