sábado, 11 de octubre de 2025

Hanna Nordenhök: El país de las maravillas

 Idioma original: Sueco

Título original: Underlandet

Año de publicación: 2023

Valoración: Decepcionante

A pesar de ser un lector constante durante muchos años, fui lo suficientemente ingenuo como para caer en las trampas de la publicidad. En mi defensa, las alabanzas a la obra de Hanna Nordenhök vinieron de una escritora mexicana que respeto mucho, Fernanda Melchor: “La prosa de Hanna Nordenhök combina con singular maestría la densidad de la poesía con la atmósfera febril de un cuento gótico.”

Yo, confiado, leí El país de las maravillas.

Después habría de enterarme de que existía un pequeño conflicto de intereses: Nordenhök es también la traductora al sueco de las obras de Fernanda Melchor. No es que dude de su integridad, solo que me habría tomado sus comentarios con mayor reserva.

Antes de despotricar sobre las razones de mi decepción, les platico un poco de qué va el libro.

La novela tiene diferentes POV (como dicen los chavos): una homeless que parece niña (yo me la imagino una especie de Hasbulla) se aprovecha de esa cualidad ambigua para despertar la caridad de la gente, en particular de una familia que la acoge en su casa; un joven escritor atormentado (pff) se enamora de un colega, un talento ascendente del periodismo por sus crónicas de tragedias (aunque todo lo que escribe es inventado); y una mujer que sufre una especie trastorno psiquiátrico relacionado con el embarazo y el nacimiento de sus hijas.

Como se podrá ver, las premisas pueden parecer más o menos interesantes, aunque esta novela se vende no por la trama, sino por el estilo de Nordenhök. Y ahí, precisamente, es donde la puerca tuerce el rabo.

Tengo dos razones por las que no me gustó esta novela:

No tengo nada en contra de las llamadas “novelas corales” o “mosaicos literarios”, pero en algunos casos pareciera que se usan más como un artificio para contar diferentes historias sin necesidad de una coherencia sólida entre ellas, bajo el pretexto de que, de alguna manera, tienen algo en común. En este caso, no me pareció que hubiera cohesión entre las distintas líneas narrativas. Bien pudieron haber sido cuentos independientes presentados por separado, lo que incluso habría agradecido, porque resultaría más fácil de leer.

Uno de los supuestos fuertes de la novela, o al menos así se promociona, es el lenguaje poético de la autora (al parecer tiene formación como poeta). A mi gusto, las descripciones dan más un aire kitsch que un embellecimiento de las frases. Aunque, en defensa de la escritora, sospecho que la traducción le jugó una mala pasada. Esa necedad de algunas editoriales de usar un español neutro para expandir su mercado por España y toda Latinoamérica solo ocasiona que los textos suenen como un mal doblaje.

En resumen, El país de las maravillas intenta construir un universo fragmentario y sensorial, pero se queda atrapado entre la ambición estética y la falta de cohesión narrativa. La autora parece más interesada en el fulgor de las palabras que en lo que las palabras cuentan, y el resultado es una prosa que brilla por momentos, pero que no logra sostener su propio peso. Es una obra que podría seducir a quienes disfrutan de la experimentación formal, pero que deja fríos a los lectores que buscan una experiencia emocional o narrativa más sólida.

En conclusión, culpo de esta decepción, por un lado, a Fernanda Melchor, y por otro, a la editorial y al traductor (del cual, por respeto, omito su nombre). Me reservo una opinión definitiva sobre la obra original hasta que termine de aprender sueco.

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