sábado, 4 de octubre de 2025

Contrarreseña: Gomorra de Roberto Saviano vs Los señores del narco de Anabel Hernández

Idioma original: Español                                                   Idioma original: Italiano

Año de publicación: 2010                                               Año de publicación: 2006

Valoración: Muy recomendable                              Valoración: Muy recomendable








A pesar de (o precisamente por) ser miembro de ULAD, sigo religiosamente las recomendaciones del blog. Una de ellas me llevó estos días a Gomorra, de Roberto Saviano: una crónica periodística novelada sobre la Camorra italiana (pueden ver la reseña original aquí).

En una rap battle, los MC suelen jactarse de la violencia de sus barrios, de las armas que tienen, de lo gánster que son. Aquí vamos a hacer algo parecido con estos dos libros. Esta es una batalla en la que nadie gana.

Terreno de juego

Gomorra entra por Nápoles/Campania y se abre al sistema camorrista como una economía total: puertos, contenedores, obra pública, moda, basura, subcontratistas, cementerios clandestinos. El narco aparece, sí, pero como una línea más del balance general. Los señores del narco levanta el mapa desde México y el tráfico de drogas es el eje que organiza el resto: extorsión, secuestro, homicidio, trata de personas, armas, huachicol (extracción y venta ilegal de gasolina). En Italia la diversificación arranca del territorio productivo (construcción, residuos, logística); en México, de las rutas y plazas del narcotráfico y su protección política.

Round 1 - Método

Saviano trabaja la inmersión y la crónica lírica: escenas a ras de calle, nombres propios, olores y texturas, un yo que se asoma pero que no se embarra del todo. La prueba es la acumulación sensorial que vuelve visible la maquinaria (el puerto, los talleres, los vertederos).

Hernández apuesta por la investigación documental y testimonios: expedientes, declaraciones, redes de complicidad, cronologías. Su fuerza es la trazabilidad: quién, cuándo, cómo se pacta entre narcos, policías, militares, empresarios y políticos.

Saviano “improvisa” desde la calle con rimas internas y ritmo; Hernández “lanza barras” personales, con datos duros y nombres.

Round 2 - Voz y riesgo

En Gomorra el narrador es presencia física; la cercanía crea tensión: el yo que mira también se mancha. Saviano se juega la vida (y se la sigue jugando) y lo cuenta como quien sabe que lo están escuchando los mismos que retrata.

En Los señores del narco la voz es acusatoria y forense. Hernández arma el expediente de un país en coautoría con sus fuentes; el riesgo no es performativo, es sistémico: tocar una red implica tocar muchas carreras y presupuestos públicos. Sin embargo, como en los narcocorridos, los narcos se regocijan en la exposición.

Round 3 - Economía del crimen

Italia/Camorra: licitaciones amañadas, control de residuos, falsificación de moda, usura, “protección” a negocios, y sí, tráfico de drogas; la clave es colonizar cadenas de valor legales y contaminar el mercado.

México/Narcos: producción y trasiego de drogas, captura territorial, extorsión, secuestro, cobro de piso, trata, robo de combustible; la clave es administrar el miedo sobre poblaciones y autoridades, fundar microestados con reglamentos propios.

En ambos casos el crimen no es excepción sino estructura: sin puertos, carreteras, notarías, bancos y funcionarios no hay “empresa”.

Round 4 - Estado y cohabitación

Saviano muestra un entramado orgánico entre política local, empresarios y clanes. El Estado no siempre es enemigo; muchas veces es socio o cliente.

Hernández radiografía alianzas federales, estatales y municipales con cárteles específicos; documenta el vaivén entre guerra declarada y pactos tácitos.

En Italia predomina la infiltración y captura regulada; en México, la intermitencia entre combate y connivencia que desmorona las instituciones del Estado.

Round 5 - Violencia y representación

Saviano sugiere violencia ubicándola en la cadena económica: cuerpos que aparecen como subproducto de contratos; la prosa corta cuando la imagen basta. Salvo en la última parte. Donde se pone más serio. Nos da cifras brutas sobre el coste de la forja de imperios.

Hernández la nombra y la enumera: listas, operativos, cifras, masacres; la violencia no es alegoría, es inventario.

¿Glorificación? Ninguna, o si acaso, pasajera (los gangsters italianos quedan retratados en películas, los narcocorridos hacen lo propio con los cárteles de la droga). En ambos, sin embargo, el desencanto moral de quienes lo sufren es ineludible.

Round 6 - Lenguaje

Saviano mezcla metáfora, rumores, detalle material y montaje. Te mete en el muelle y luego te empuja a la pasarela de moda falsificada.

Hernández elige precisión y repetición: si un nombre, lo veremos diez veces, con cargo, fecha y vínculo. No se ve lo duro, sino lo tupido; la estructura se entiende por cansancio de la evidencia.

Round 7 - “Side hustles” y jerarquías

En Gomorra el “negocio” extra-drogas puede ser fundamental (residuos y construcción mueven millones con menor riesgo penal y moral); en Los señores del narco, la prioridad suele ser la ruta de droga y, alrededor, los oficios del terror (extorsión, secuestro) que financian la guerra local y disciplinan a la población. De ahí que las “versiones tropicalizadas” de la mafia no sean calco, sino ajustes a ecosistemas distintos: puerto vs sierra, obra pública vs corredor de trasiego, municipio capturado vs plaza.

Round 8 - Ética del relato

Ambos satisfacen nuestro morbo con estrategias distintas.

Resultado

Leídos en conjunto, Gomorra y Los señores del narco desmontan una misma ilusión. El crimen organizado no es una anomalía externa, sino una forma de gestión violenta de la economía y del poder. Cambian los paisajes, los oficios y las jerarquías de los “negocios”, pero persiste la lógica de captura de instituciones, territorios y del imaginario colectivo.

Saviano revela el anclaje del sistema camorrista en la vida cotidiana: puertos, talleres, residuos, moda, obra pública. Su prosa, cercana y material, muestra cómo la ilegalidad se adhiere a los circuitos legales y los corroe desde dentro. Hernández, por su parte, documenta con precisión quiénes sostienen ese andamiaje en México: redes de complicidad entre cárteles y funcionarios de distintos niveles, cronologías verificables, nombres propios y responsabilidades administrativas y penales.

Estas dos obras son complementarias para conocer los mecanismos del crimen organizado: una ayuda a comprender cómo opera la maquinaria en el tejido diario; la otra, quiénes la habilitan y se benefician de ella. Su lectura paralela no ofrece consuelo, pero sí claridad. Entenderlo así desplaza la discusión del espectáculo de la violencia a su infraestructura y obliga a pensar en políticas públicas, controles institucionales y protección efectiva a las víctimas y a las fuentes. Ese es, al final, su mayor aporte: transformar la indignación en una exigencia de rendición de cuentas.

Sin embargo, después de años de su publicación, la situación no ha cambiado mucho. Si acaso, nos ha dejado buenos libros. "Los dioses tramaron desventuras para que los hombres y las generaciones venideras tuviesen sobre qué cantar".

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