Idioma
original: Español Idioma original: Italiano
Año
de publicación: 2010 Año de publicación: 2006
Valoración: Muy recomendable Valoración: Muy recomendable
A pesar de (o
precisamente por) ser
miembro de ULAD, sigo religiosamente las recomendaciones del blog. Una de ellas
me llevó estos días a Gomorra, de Roberto Saviano: una crónica
periodística novelada sobre la Camorra italiana (pueden ver la reseña original aquí).
En una rap battle,
los MC suelen jactarse de la violencia de sus barrios, de las armas que tienen,
de lo gánster que son. Aquí vamos a hacer algo parecido con estos dos libros.
Esta es una batalla en
la que nadie gana.
Terreno
de juego
Gomorra entra por Nápoles/Campania y se abre al sistema camorrista como
una economía total: puertos, contenedores, obra pública, moda, basura,
subcontratistas, cementerios clandestinos. El narco aparece, sí, pero como una
línea más del balance general. Los señores del narco levanta el mapa
desde México y el tráfico de drogas es el eje que organiza el resto:
extorsión, secuestro, homicidio, trata de personas, armas, huachicol (extracción y venta ilegal
de gasolina). En Italia la diversificación arranca del territorio productivo
(construcción, residuos, logística); en México, de las rutas y plazas del
narcotráfico y su protección política.
Round 1 -
Método
Saviano trabaja la inmersión y la crónica lírica: escenas a ras de calle,
nombres propios, olores y texturas, un yo que se asoma pero que no se embarra del
todo. La prueba es la acumulación sensorial que vuelve visible la
maquinaria (el puerto, los talleres, los vertederos).
Hernández apuesta por la investigación documental y testimonios:
expedientes, declaraciones, redes de complicidad, cronologías. Su
fuerza es la trazabilidad: quién, cuándo, cómo se pacta entre narcos,
policías, militares, empresarios y políticos.
Saviano “improvisa” desde la calle con rimas internas y ritmo; Hernández “lanza
barras” personales, con datos duros y
nombres.
Round 2
- Voz y riesgo
En Gomorra el narrador es presencia física; la cercanía crea
tensión: el yo que mira también se mancha. Saviano se juega la vida (y se
la sigue jugando) y lo cuenta como quien sabe que lo están escuchando los
mismos que retrata.
En Los señores del narco la voz es acusatoria y forense.
Hernández arma el expediente de un país en coautoría con sus fuentes; el riesgo
no es performativo, es sistémico: tocar una red implica tocar muchas
carreras y presupuestos públicos. Sin embargo, como en los narcocorridos, los
narcos se regocijan en la exposición.
Round 3
- Economía del crimen
Italia/Camorra: licitaciones amañadas, control de residuos,
falsificación de moda, usura, “protección” a negocios, y sí, tráfico de drogas;
la clave es colonizar cadenas de valor legales y contaminar el mercado.
México/Narcos: producción y trasiego de drogas, captura territorial,
extorsión, secuestro, cobro de piso, trata, robo de combustible; la clave es administrar
el miedo sobre poblaciones y autoridades, fundar microestados con
reglamentos propios.
En ambos casos el crimen no es excepción sino estructura: sin
puertos, carreteras, notarías, bancos y funcionarios no hay “empresa”.
Round 4
- Estado y cohabitación
Saviano muestra un entramado orgánico entre política local, empresarios y
clanes. El Estado no siempre es enemigo; muchas veces es socio o cliente.
Hernández radiografía alianzas federales, estatales y municipales con
cárteles específicos; documenta el vaivén entre guerra declarada y
pactos tácitos.
En Italia predomina la infiltración y captura regulada; en México, la intermitencia
entre combate y connivencia que desmorona las instituciones del Estado.
Round 5
- Violencia y representación
Saviano sugiere violencia ubicándola en la cadena económica: cuerpos que
aparecen como subproducto de contratos; la prosa corta cuando la imagen basta.
Salvo en la última parte. Donde se pone más serio. Nos da cifras brutas sobre
el coste de la forja de imperios.
Hernández la nombra y la enumera: listas, operativos, cifras, masacres;
la violencia no es alegoría, es inventario.
¿Glorificación? Ninguna, o si acaso, pasajera (los gangsters italianos quedan
retratados en películas, los narcocorridos hacen lo propio con los cárteles de
la droga). En ambos, sin embargo, el desencanto moral de quienes lo sufren es
ineludible.
Round 6
- Lenguaje
Saviano mezcla metáfora, rumores, detalle material y montaje. Te mete en
el muelle y luego te empuja a la pasarela de moda falsificada.
Hernández elige precisión y repetición: si un nombre, lo veremos diez veces, con cargo, fecha y vínculo. No se ve lo duro, sino lo
tupido; la estructura se entiende por cansancio de la evidencia.
Round 7 -
“Side hustles” y jerarquías
En Gomorra el “negocio” extra-drogas puede ser fundamental (residuos y
construcción mueven millones con menor riesgo penal y moral); en Los señores del
narco, la prioridad suele ser la ruta de droga y, alrededor, los
oficios del terror (extorsión, secuestro) que financian la guerra local y
disciplinan a la población. De ahí que las “versiones tropicalizadas” de la
mafia no sean calco, sino ajustes a ecosistemas distintos: puerto vs
sierra, obra pública vs corredor de trasiego, municipio capturado vs plaza.
Round 8
- Ética del relato
Ambos satisfacen nuestro morbo con estrategias distintas.
Resultado
Leídos en
conjunto, Gomorra y Los señores del narco desmontan una misma
ilusión. El crimen organizado no es una anomalía externa, sino una forma de
gestión violenta de la economía y del poder. Cambian los paisajes, los oficios
y las jerarquías de los “negocios”, pero persiste la lógica de captura de
instituciones, territorios y del imaginario colectivo.
Saviano
revela el anclaje del sistema camorrista en la vida cotidiana: puertos,
talleres, residuos, moda, obra pública. Su prosa, cercana y material, muestra
cómo la ilegalidad se adhiere a los circuitos legales y los corroe desde
dentro. Hernández, por su parte, documenta con precisión quiénes sostienen ese
andamiaje en México: redes de complicidad entre cárteles y funcionarios de
distintos niveles, cronologías verificables, nombres propios y
responsabilidades administrativas y penales.
Estas dos
obras son complementarias para conocer los mecanismos del crimen organizado:
una ayuda a comprender cómo opera la maquinaria en el tejido diario; la
otra, quiénes la habilitan y se benefician de ella. Su lectura paralela
no ofrece consuelo, pero sí claridad. Entenderlo así desplaza la discusión del
espectáculo de la violencia a su infraestructura y obliga a pensar en políticas
públicas, controles institucionales y protección efectiva a las víctimas y a
las fuentes. Ese es, al final, su mayor aporte: transformar la indignación en
una exigencia de rendición de cuentas.
Sin embargo, después de años de su publicación, la situación no ha cambiado mucho. Si acaso, nos ha dejado buenos libros. "Los dioses tramaron desventuras para que los hombres y las generaciones venideras tuviesen sobre qué cantar".
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