miércoles, 23 de noviembre de 2022

Robert Louis Stevenson: La flecha negra

Idioma original: inglés

Título original: The black arrow

Traducción: Marisol Dorao Orduña

Año de publicación: 1888

Valoración: Está bien


Robert Louis Stevenson es un autor a quien todos conocemos por La isla del tesoro o El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (enlaces abajo), por ejemplo. Un escritor relativamente prolífico que cultivó diferentes géneros, entre los que destaca la novela de aventuras. En este terreno, siguiendo el camino marcado por Walter Scott, tocó también lo que se ha considerado novela histórica, concepto que me atrevería a matizar un poco llamándolo quizá novela de ambientación histórica porque, como ocurre en La flecha negra, el engarce con el momento histórico me parece más bien anecdótico y no esencial.

Estamos en la Edad Media, allá por mediados o finales del siglo XV, en plena Guerra de las dos Rosas, como se conoce al enfrentamiento entre las casas de Lancaster y York por la conquista del trono de Inglaterra. Sin embargo, este escenario de fondo no tiene realmente mucha trascendencia en el relato, entre otras cosas porque, como en la misma novela se deja entrever, la pertenencia a uno u otro bando podía variar con toda naturalidad en función de los intereses de los señores que intervenían en la disputa. Porque obviamente eran los señores y no el pueblo quien sostenía la pugna, y las lealtades podían ceder sin demasiado esfuerzo al vislumbrarse posibles ventajas en la futura Corte.

Así que, libre de la servidumbre del rigor histórico, a Stevenson lo que le interesa es crear un ambiente, inestable y violento, donde situar a sus personajes clave, que son básicamente: Richard Shelton, el joven héroe, marcado por la afrenta del asesinato de su padre; sir Daniel Brackley, el noble sin escrúpulos que no debe quedar sin castigo; y Joanna Sedley, la bella dama a quien hay que rescatar de los peligros. Un reparto sumamente clásico, desde luego, que sin embargo se rellena con una serie de secundarios bastante interesantes, que dan color y vivacidad al relato, por encima de sus algo acartonados protagonistas.

Me interesa esto de los secundarios porque ante una historia relativamente sencilla y con personajes principales bastante estereotipados, el relato puede enriquecerse claramente con estas figuras que acompañan el argumento y ayudan a llevarlo por el camino deseado. Ahí encontramos al pendenciero oportunamente llamado Lawless, a la vez contrapunto y compañero perfecto del héroe; a Alicia, la amiga del alma de la bella en apuros, que en un momento dado sorprende al lector (y hasta a otros personajes) con un inesperado coqueteo; el viejo marino arruinado por una causa que no comprende, el clérigo atormentado por su colaboración en actos criminales, el distinguido Risingham que hace primar la justicia sobre los intereses de su bando. Y hasta el tiránico duque de Gloucester, que después sería Ricardo III, que presenta en un amplio cameo la parte de la novela más fiel a los hechos históricos.

Me parece importante toda esta nómina, porque no son los NPC simplemente destinados a decorar el entorno en el que lucen los protagonistas. Son personajes bien trabajados, que aportan realmente al relato y matizan la inevitable lucha entre el Bien y el Mal, cuyos términos dejan así de estar tan claros. Esta variedad de tonos dignifica por tanto la obra, cuya columna vertebral es tan lineal que, como todo este tipo de novelas, se ha asociado con lo que llamaríamos literatura juvenil, pudiendo resumirse en: el malo (hombre poderoso que se apoya en la fuerza de su ejército) se ve desafiado por el bueno (casi un adolescente, joven y puro, con su puntito de ingenuidad), y ambos se enfrentarán para conseguir la pieza de más valor, que no es la corona, sino la encantadora dama, que aquél solo pretende dominar para favorecer sus intereses, y éste ama apasionada y desinteresadamente.

No obstante su sencillez, la novela está bien construida, tiene ritmo, cambios de dirección y momentos de tensión junto con pequeños recesos humorísticos, todo muy bien dosificado por un autor que se ve que se maneja con habilidad en estos terrenos. Como lectores, dependerá de nuestra apetencia por este tipo de libros de aventuras sin muchas más pretensiones. Y en cuanto a literatura juvenil ya habría más que hablar, porque tengo serias dudas de que cosas como esta puedan calar en los jóvenes lectores de hoy en día. Pero ese es quizá otro debate.

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