miércoles, 2 de noviembre de 2022

Amor Towles: Normas de cortesía

Idioma original: inglés
Título original: Rules of Civility
Traducción: Eduardo Iriarte Goñi, para Salamandra editorial
Año de publicación: 2011
Valoración: muy recomendable


Se ha hablado mucho (y no siempre de manera positiva) acerca de la atracción que algunos sentimos por las novedades. Y claro, dejando de lado el brillo de los escaparates (también virtuales) que ponen en primer plano las recientes publicaciones encumbrándolas a los altares, no podemos olvidar que las novedades nos pueden ayudar a descubrir autores que en su día, con obras anteriores, pasaron de largo de nuestras vidas. Y Amor Towles es un gran ejemplo de ello, pues a pesar de las buenas críticas que tienen sus libros, no existía en ULAD. Así que este hecho despertó mi curiosidad, y qué menos que descubrir al autor a través de su primera novela. Y, sin duda alguna, ha sido un gran hallazgo. 

El autor abre el libro con un prólogo que nos sitúa en una fecha concreta (4 de octubre de 1966), en una década de los sesenta que se exhibía en los excesos, un momento en la historia en la que «Norteamérica había agarrado el mundo por los talones y lo había vuelto del revés para zarandearlo y sacarle toda la calderilla de los bolsillos. Europa había pasado a ser un primo pobre (…) de modo que todos íbamos ebrios en cierta medida». Una ebriedad que se encontraba en restaurantes, clubes de jazz y festejos. Y, en uno de ellos, la narradora y su pareja, Val, acuden a una inauguración en el Museo de Arte Moderno en la que se exponen retratos de finales de la década de los treinta; una fiesta en la que la elegancia de los asistentes se combina con el alcohol de sus copas cuyos cristales relucen entre los asistentes como las fotografías expuestas en las paredes del museo. Y, de manera inesperada, en uno de los retratos que aparecen en la exposición aparece un joven que la protagonista conocía de esa época y del que hace tiempo que no tiene noticias: Theodore «Tinker» Grey. A partir de ahí, el libro nos traslada a ese momento, concretamente a la Nochevieja de 1937 en un club nocturno del Greenwich Village; la noche que daría la bienvenida a un año que cambiaría su vida.

Con esta entrada a modo de gancho argumental, el estilo de Amor Towles nos sorprende desde un inicio. La prosa del autor destaca de entrada por su extrema elegancia, con un trazo preciso y fino que nos embriaga con aires de clásico. Un estilo que se amolda a la perfección a esos años treinta en el corazón de Estados Unidos, en Manhattan. Es la época de la post depresión, una época y un estilo de escritura que nos lleva inevitablemente a Gatsby, y en la que el autor sitúa el inicio de la trama argumental ubicando a la narradora Katey Kontent quien nos habla de su compañera de piso, Eve, «una de esas sorprendentes bellezas del Medio Oeste norteamericano», que como muchas vino siendo joven a Manhattan, «esta ciudad en la que todo lo hermoso es recibido con los brazos abiertos, sopesado y, si no se adopta de inmediato, al menos se acepta a prueba»; Evelyn Ross, «Eve», que pertenecía a «la cumbre de la escala social de Indiana» y poseedora de una «extraordinaria belleza». Una chica rubia, con «las facciones finas, los ojos azules y unos hoyuelos minúsculos tan perfectamente definidos que daba la impresión de que en la cara interna de las mejillas tenía un fino cable de acero que se tensaba cuando sonreía». Había llegado a Nueva York en 1936, «con suficiente dinero e influencia de su padre» que le permitían alquilar una habitación y tener un trabajo en la editorial Pembroke Press y, en esa pensión, conoció a la protagonista y decidió no aceptar más dinero de su padre y vivir de su paupérrimo sueldo que en ocasiones no llegaba ni para pagar el alquiler. «Aquella Nochevieja iniciamos la velada con la intención de exprimir al máximo tres dólares» y fue apurando sus últimos centavos en ese club cuando él (Tinker) entró, «espectacularmente guapo. Media un metro setenta y cinco bien erguido, vestía de etiqueta, con el abrigo echado sobre el brazo, y tenía el cabello castaño, ojos de un azul intenso y las mejillas levemente ruborizadas». Tinker pertenecía a la elite, criado y educado en una de las mejores universidades del país, y trabajaba en Wall Street en el banco fundado por su abuelo mientras vivía en la parte alta de Manhattan. Kate, Eve, Tinker... tres personajes cuyo encuentro cambiará sus vidas.

Ya en las primeras páginas vemos como el estilo de Towles es sobrio y preciso. Centrando el foco en la historia narrada, la lectura del libro es fluida pues no se excede en adornos ni florituras, sino en los personajes que protagonizan la historia. Por ello el autor destaca en el retrato de los mismos y en el de la época en el que sitúa la historia sin necesidad de cargar el texto con excesivos rizos estilísticos que ralenticen el desarrollo de la trama. Bien es cierto que tras las primeras cien páginas en las que al autor nos adentra en la historia con innegable habilidad y talento, el ritmo decae un poco al romper ese interesante triángulo que había establecido, pero este hecho nos permite centrarnos en la evolución de uno de los personajes, viendo cómo pasa a situarse en la primera línea de una publicación editorial que «cubrirá las luces de la ciudad, sus amantes, sus literatos y sus perdedores» y que le abre las puertas a los círculos más estrechos y codiciados de la infinita Nueva York. De todos modos, esa ralentización y cierto distanciamiento se supera hacia la mitad del libro, cuando el autor recobra el pulso y, de hecho, ya estamos metidos en la historia que pese a que el argumento haya podido perder algo (poco) de interés momentáneamente, su lectura nos reconforta, nos sentimos cobijados en ella. De estilo estrictamente correcto y preciso, el autor demuestra su gran habilidad especialmente cuando hace que sus personajes principales cobren vida. Su retrato es perfilado y profundo, conectando con el lector que se inmiscuye en sus vidas cual testigo próximo, cual participante en sus fiestas o comidas aunque esta precisión se difumina y se diluye cuando participan en la historia personajes más secundarios, que entran y salen de la escena sin hacer mucho ruido y que en raras ocasiones consiguen quitar protagonismo a los tres principales, quizá a excepción de Anne Grandyn («tan aguda como un arpón y el doble de incisiva») que tiene una fuerza y personalidad que le permite dominar las escenas en las que hace acto de presencia.

Asimismo, situando el desarrollo en la Nueva York de finales los treinta, el escenario planteado y la habilidad con la que perfila la ciudad y los personajes nos rodea y nos abraza con un estilo narrativo que rezuma elegancia por los cuatro costados. Towles nos describe la ciudad, sus tiendas restaurantes y calles como elementos vivos, no como un decorado donde ubicar sus personajes sino como escenarios que viven y respiran, pues hay vida en esas ubicaciones, hay vida en la ciudad que, como afirmaba Sinatra, nunca duerme y que juega con nuestras vidas pues «así de rápido giran las cosas en Nueva York, como una veleta, o la cabeza de una cobra. El tiempo acaba por aclarar cuál de las dos se trata». Una ciudad que se erige como protagonista y que el autor nos la presenta radiante como se constata al afirmar que «Broadway empezó a discurrir nuestras ventanillas como si retiraran una ristra de luces de un árbol de Navidad». De esta manera, la prosa del autor transmite en clara coherencia estilística la Nueva York de las élites, la ciudad de ensueño que se codea con los propios personajes y disputa con ellos la opulencia y la elegancia, rodeándonos con un mundo de grandes fortunas que nos eleva hasta ilustrar una época que vista desde los rascacielos se observa majestuosa, amparada en una altura que evita que veamos el polvo, la pobreza y la suciedad que se halla a nivel de calle. 

Asimismo, y haciendo honor al título, el autor nos plantea reflexiones vitales acerca de la cortesía, la educación, pero también las decisiones que tomamos pues en ocasiones los destellos del lujo nos ciegan y nos confunden. Algo que hay que tener muy presente pues, tal y como afirma el autor en un párrafo, «hay que estar preparado para luchar por los placeres sencillos y defenderlos frente la elegancia, la erudición y toda suerte de seducciones glamurosas» y tener la cabeza fría ante las adversidades y los reveses pues, «en momentos de intensa emoción —ya provocados por la ira o la envidia, la humillación o el resentimiento—, si lo que vas a decir hace que te sientas mejor, lo más probable es que sea inoportuno».

En este memorable libro que nos evoca a escenas de un Manhattan que imaginamos poblado de grandes rascacielos en blanco y negro, donde las luces que se atisban provienen de los destellos de la riqueza de los acaudalados con sus flamantes coches conducidos por elegantes chóferes («saltaba a la vista que quien iba en el asiento trasero poseía los medios necesarios para concederte deseos de tres en tres»), sus brillantes joyas y las cartas tapizadas de sus restaurantes de lujo, Amor Towles nos habla del destino y la fatalidad, de las elecciones vitales que tomamos de manera razonada pero también de manera intuitiva, y que trazan nuestra vida dejándonos solos al volante de un vehículo que a duras penas sabemos conducir a través de una carretera de incierto recorrido pero inevitable y definitivo final. Una carrera vital poblada de encrucijadas que nos obligan a tomar decisiones en segundos e intentar acertar, pues la vida «puede fácilmente definir tu rumbo desde el primer momento y mantenerte a raya por medio de mecanismos tan burdos como sutiles». Elegir, y elegir bien, a sabiendas que es probable que acabemos constatando que lo correcto no es siempre lo mejor, que la vida hay que vivirla y arriesgar en ocasiones, porque a pesar de sabiamente intentar elegir las opciones adecuadas, «al mismo tiempo, sé que las opciones adecuadas, por definición, son los recursos que tiene la vida para cristalizar la pérdida». Una gran lectura y una gran crónica de un tiempo pasado repleto de vida, de lujos y de vacíos.

También de Amor Towles en ULAD: Un caballero en Moscú

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Marc: cómo estás?
Tu descripción del estilo de Towles me recordó a James Salter. No sé si lo has leído, te lo recomiendo.
Que nombre curioso Amor, no?
Apuntó la novela para comprarla en breve.

Saludos!

Marc Peig dijo...

Hola, buenas tardes!
Pues sí, "Amor" es un nombre curioso (a la vez que entrañable) :-)
De James Salter no he leído nada aún; de hecho, estuve a punto de leer hace unos años "Todo lo que hay" pero al final, ignoro por qué, no hice el paso. Después de lo que comentas, tomo nota de nuevo para echarle un ojo con cariño.
Saludos, y gracias por comentar la entrada!
Marc

Gabriel Diz dijo...

Hola Marc:

Gran reseña! La década de los 20/30 en Estados Unidos está presente con mucha fuerza en la cultura occidental (en mi opinión).
De Salter te recomiendo Años Luz. Linda novela, estupendamente escrita.

Abrazo

Hans Castorp dijo...

Hola ULD. Usualmente compro y leo aquellos libros calificados como imprescindibles que antes de sus reseñas no había leído. Pero ésta de "Normas de cortesía" es tan pero tan buena que voy a comprar la novela para leerla. Gracias!!!

Marc Peig dijo...

Hola, Gabriel, muchas gracias por tus palabras!
Es cierto lo que indicas, esos años están muy presentes y marcaron sin duda la cultura no únicamente estadounidense sino también el resto de la occidental.

Hans, muchas gracias también por tu elogio, espero que te guste la novela y, cuando la leas, nos cuentes qué te ha parecido.

Saludos a ambos!

Marc

El Puma dijo...

Bueno, claramente no es una casualidad. Mientras leía tu maravillosa reseña pensé, esto me hace acordar a James Salter! Y cuando ingreso a comentar veo que un lector anónimo ya se me adelantó.
No conocía al autor, pero ya mismo tomo nota de él y de esta obra en particular.
Y en cuanto a Salter, de quien leí todo lo que se tradujo al español, recomiendo especialmente Juego y distracción y su última novela, Todo lo que hay. Años luz, recomendada por Gabriel Diz, también es excelente.
Un cordial saludo!

Mònica Flores dijo...

Gracias por la reseña y por vuestro generoso trabajo en ULAD. Sois mi blog de referencia, sobretodo a la hora de comprar novedades q para mí se convierte en un tema muy pantanoso. Incluyo Amor Towles en la lista de autores pendiente de leer. Saludos

Marc Peig dijo...

Hola, El Puma y Mònica!

Claramente tendré que echarle un ojo a Salter y, como "Juego y distacción" ya está reseñada en ULAD (con un "muy recomendable", al igual que "La última noche"), me decantaré por "Todo lo que hay". Os mantendré informados! Gracias por la recomendación! ;-)

Muchas gracias también, Mònica, por tus palabras. Es algo que, más allá del placer que podamos encontrar en hablar sobre literatura, nos da siempre un empuje adicional para dedicar parte de nuestro tiempo a llenar este espacio de libros y cultura.

Saludos!

Marc